—Por ejemplo —dije fríamente—, quizá tendría la bondad de explicarnos por qué todo flota en el aire. ¿Es algún fenómeno relacionado con el vuelo por encima del suelo?
Traveller se frotó el cabo de su nariz humana que todavía tenía entre los ojos.
—Buen Dios, ¿qué enseñan hoy en día en la escuela? ¿Es la obra de sir Isaac Newton un libro cerrado?
Testarudo dije:
—Por favor, explíquenos cómo el eminente sir Isaac se las está arreglando para hacernos flotar en el aire como motas de polvo humanas.
—Los motores de la Faetón se han apagado —dijo Traveller———. Quizá perciban una diferencia en el ruido ambiente.
Me sorprendí; porque, hasta que sir Josiah lo había comentado, no había notado el silencio en la cabina.
El corazón me dio un salto.
—Entonces estamos en el suelo. ¿Pero dónde? —Miré hacia las ventanillas oscurecidas viendo que la extraña luz azul había vuelto a cambiar de forma que brillaba por otra portilla diferente—. Fuera es de noche. ¿Hemos viajado a una región de oscuridad? —Tenía la mente desbocada; quizá estábamos en Norteamérica o alguna tierra lejana… ¿pero y sí estábamos atrapados en alguna jungla inexplorada?—. Pero seguro que no hay nada que temer —dije rápidamente—. Todo lo que tenemos que hacer es salir de la nave y buscar al cónsul británico más cercano; no hay ciudad en la Tierra sin representación, y nos darán cobijo y ayuda…
—Ned. —Holden me miró fijamente, aunque noté que sus manos, todavía agarradas a la alfombra, temblaban—. Debe callarse e intentar entender. Estamos más lejos de cualquier consulado de lo que imagina.
Traveller habló lentamente y de forma sencilla, como con un niño:
—Vamos a hacerlo paso a paso. Los motores están parados. Pero no estamos en el suelo, Eso es evidente, incluso para un diplomático. En su lugar, sin la propulsión que dan los motores, la nave está en caída libre. Y nosotros caemos con ella; y, por tanto, flotamos, como el mármol flotaría aparentemente en el interior de una caja arrojada desde una azotea. —Sir Josiah continuó con una larga y complicada ampliación de ese concepto, teniendo en cuenta la falta de fuerzas de reacción entre mi espalda y la silla en que estaba sentado.
Pero cogí lo esencial.
Estábamos cayendo.
Una ola de pánico me recorrió y me agarré al arnés.
—Estamos condenados, ¡porque seguro que en unos momentos nos estrellaremos contra el suelo!
Traveller gruñó de forma teatral y se golpeó la cadera; y Holden dijo:
—Ned, todavía no lo entiende. No corremos peligro de chocar contra el suelo.
Me rasqué la cabeza.
—Entonces confieso que estoy completamente perdido, Holden.
Traveller habló lentamente.
—En el momento del lanzamiento del Príncipe Alberto , y el sabotaje, los motores de la Faetón se activaron. La nave se elevó en el aire, y siguió subiendo, acelerando, hasta dejar la Tierra muy atrás.
Sentí que el frío recorría mis venas, y pronto me sentí mareado, ligero.
—¿Estamos en la atmósfera superior?
Traveller apagó el cigarro en un cenicero situado en el asiento más cercano y extendió un brazo hacia mí.
—Ned, creo que debería unirse a mí. ¿Cree que puede hacerlo?
La idea de lanzarme una vez más como un saltador de trampolín me llenaba de temor; pero abrí los cierres y aparté el arnés flotante.
Me enderecé para flotar en el aire y me empujé con las dos manos contra el asiento. Como un tronco de madera, atravesé la cabina, yendo a parar finalmente donde Traveller, cuyas manos fuertes me llevaron hasta la portilla.
—Gracias, señor.
La iluminación azul resaltaba su estropeado perfil depredador.
—Ahora, si tiene en cuenta la vista…
Acerqué la cara a la portilla. Un globo colgaba suspendido frente a un fondo de estrellas, como una maravillosa linterna azul; un tercio estaba en sombras, y había luces que parpadeaban en la oscuridad. En la parte iluminada del globo podían distinguirse a través de una película de nubes las formas familiares de los continentes. Un pequeño y brillante punto de luz se arrastraba por el cuerno más alejado del globo, provocando reflejos en el océano.
Era, por supuesto, la Tierra, y el minúsculo compañero que recorría pacientemente su mes de noventa minutos era la Pequeña Luna.
Sentí la mano de Traveller sobre el hombro.
—Incluso el Imperio parece diminuto a esta distancia, ¿ eh, Ned?
—¿Estamos todavía en la atmósfera?
—Me temo que no. Más allá del casco de la Faetón sólo está el desierto del espacio: sin aire, sin luz y varias decenas de grados más frío que las hipótesis de monsieur Fourier.
_¿Todavía nos alejamos del mundo?
—Sí. —Traveller extrajo su libro de notas con destreza, empleando sólo los dedos de una mano, y comprobó los cálculos—. He estimado la velocidad por triangulación con puntos conocidos del globo. Mis resultados son imprecisos, por supuesto, ya que no dispongo de nada que se parezca al equipo adecuado…
—Pero —dijo Holden.
—Pero he averiguado que nos alejamos de la Tierra a unas quinientas millas por hora. Y eso es consistente con el periodo de algunos minutos cuando se dispararon los cohetes, alejándonos de la Tierra a aproximadamente dos veces la aceleración debida a la gravedad a nivel del mar.
Hubo sollozos detrás de mí; di la espalda a la imagen de la Tierra. Pocket, todavía atrapado en la silla, había enterrado la cara entre las manos; le temblaban los hombros y el pelo fino le colgaba alrededor de los dedos.
Exploré mis propios sentimientos. Así que estábamos más allá del aire. Y debía de ser cierto después de todo que Traveller ya había viajado de esa forma, no una, sino varias veces. El pánico se disipó, reemplazado por un juvenil sentido de la maravilla.
La imagen de la Tierra se movió a la derecha y deduje que la nave debía estar girando lentamente. Por algún truco de la perspectiva, el planeta tenía el aspecto de un cuenco, de la mejor porcelana china, pero era un cuenco que contenía todas las ciudades y las personas vivas; ¿y quién hubiese supuesto una belleza tan desconcertante?
Me volví hacia Traveller y dije:
—No sé por qué, sir Josiah, pero ahora siento calma y me sentiré aún más calmado cuando encienda los motores de la Faetón una vez más y volvamos al suelo.
Pude ver cómo la amabilidad y una impaciencia feroz luchaban sobre la frente marcada de Traveller.
—Ned, no fui yo quién lanzó el Faetón la primera vez.
—¿No? Entonces, ¿cómo … ?
—La nave se dirige desde el Puente. ¿Recuerda cómo luché por abrir la escotilla de acceso al Puente antes del lanzamiento?
Noté entonces que la escotilla del techo seguía cerrada, aunque exhibía las cicatrices de los esfuerzos de Traveller por abrirla.
—Entonces, ¿quién es el responsable?
—¿Cómo podríamos saberlo? —dijo Traveller.
—Pero podemos hacer suposiciones —dijo Holden desde el suelo, con un rastro de furia destacándose en el miedo—. Porque este suceso y el atentado contra el Príncipe Alberto deben estar relacionados.
El miedo penetró en mi mente.
—¿Infiere que estamos en manos de un saboteador?
Holden habló con gravedad:
—Me temo que un miembro de la misma banda de prusianos tiene en estos momentos el control de esta nave.
Finalmente comprendí todo el horror de nuestra situación.
—Estamos atrapados en esta caja, alejándonos de la Tierra y a merced de un prusiano loco… ¡Debemos penetrar inmediatamente en el Puente!
Me habría dirigido inmediatamente hacia la escotilla si Traveller no me hubiese retenido poniéndome una mano en el brazo.
Читать дальше