Robert Silverberg - Espinas

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Silverberg - Espinas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1990, ISBN: 1990, Издательство: Ultramar Editores, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Espinas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Espinas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Minner Burris: un maduro astronauta convertido por los cirujanos alienígenas en un ser que ya no es completamente humano.
Lona Kelvin: cobaya de un experimento genético la madre virgen de un centenar de hijos a los que nunca llegará a ver.
Duncan Chalk: un vampiro psíquico que alimenta a través de su imperio del espectáculo a millones de mirones, al tiempo que se alimenta a sí mismo con el dolor y la desesperación de los demás.
Tres personajes, un amor, un odio, un ansia. Y, por encima de todo, una maravillosa historia de amor en los límites de lo concebible.
Espinas

Espinas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Espinas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Tengo cuarenta años —dijo con voz átona—. Supongo que cuarenta es la mayor parte del trayecto hasta los ochenta.

—No del todo.

—Vayamos a echarle una mirada al jardín.

—¡Todas esas cosas puntiagudas que pinchan!

—No te gustan —dijo él.

—Oh, no, no, no —insistió Lona, recuperándose rápidamente. A él le gustan los cactus, se dijo. No debo criticar las cosas que le gustan. Necesita alguien a quien le gusten las cosas que le gustan a él. Incluso si no son muy bonitas.

Fueron hacia el jardín dando un paseo. Era mediodía, y el pálido sol recortaba afiladas sombras en la tierra, seca y apretada. Lona se estremeció. Llevaba un abrigo sobre su bata del hospital, pero incluso así e incluso estando aquí, en el desierto, el día resultaba frío. Burris, que no llevaba nada de abrigo, no parecía preocuparse por el frío. Lona se preguntó si su nuevo cuerpo poseía alguna forma de adaptarse para soportar la temperatura, igual que una serpiente. Pero no se lo preguntó. Intentaba no hablarle de su cuerpo. Y cuanto más pensaba en ello, más le parecía que la forma que tendría una serpiente de adaptarse al clima frío sería el reptar hasta un escondite y ponerse a dormir. Decidió olvidarse del asunto.

Burris le contó muchas cosas sobre los cactus.

Recorrieron el jardín de un lado a otro yendo por las avenidas que formaban las plantas erizadas de espinas. Ni una hoja, ni tan siquiera una rama. Ni una flor. Y, sin embargo aquí hay brotes, le dijo él. En junio éste tendrá un hermoso fruto rojo parecido a una manzana. Puede que hagan golosinas con él. ¿Usando las espinas y todo? Oh, no, las espinas no. Se rió. Ella también se rió. Quería alargar el brazo y cogerle la mano. ¿Cómo sería el notar entre sus dedos aquella cosa extra, aquel tentáculo?

Había esperado sentir miedo de él. Burris la sorprendía, pero no sentía miedo.

Pero deseaba que volviera a llevarla al interior del edificio.

Burris señaló hacia una silueta borrosa suspendida sobre uno de los cactus de aspecto más desagradable.

—¡Mira ahí!

—¿Una mariposa muy grande?

—¡Un colibrí, tonta! Debe haberse perdido. —Burris avanzó hacia él, claramente excitado. Lona vio cómo se retorcían los tentáculos de sus manos, igual que hacían a menudo cuando no les prestaba atención. Había puesto una rodilla en tierra y estaba observando al colibrí. Lona contempló su perfil, examinando la fuerte mandíbula y el liso retazo de piel parecido a la superficie de un tambor situado allí donde tendría que haber estado una oreja. Después, porque eso era lo que él deseaba, miró al pájaro. Vio un cuerpo minúsculo y lo que quizá fuera un pico largo y recto. Alrededor del pájaro había una nube oscura.

—¿Eso son sus alas? —preguntó.

—Sí. Las bate con una rapidez terrible. No puedes verlas, ¿verdad?

—Sólo una mancha borrosa.

—Yo veo cada una de las alas. ¡Lona, es increíble! ¡Veo las alas! ¡Con estos ojos!

—Eso es maravilloso, Minner.

—El pájaro se ha perdido; probablemente tendría que estar en México, probablemente ahora desea estar allí. Aquí se morirá antes de que encuentre una flor. Ojalá pudiera hacer algo.

—¿Cogerle? ¿Hacer que alguien lo lleve a México?

Burris contempló sus manos como si estuviera sopesando la posibilidad de coger al colibrí en un gesto de cegadora velocidad. Luego meneó la cabeza.

—Mis manos no podrían ser lo bastante rápidas, ni tan siquiera ahora. O, si le cogiera, le aplastaría. Yo…, ¡ahí va!

Y así era. Lona vio cómo la mancha marrón se desvanecía al final del jardín. Al menos va hacia el sur, pensó. Se volvió hacia Burris.

—En algunos momentos lo aprecias, ¿verdad? —preguntó—. Te gusta… un poco.

—¿El qué?

—Tu nuevo cuerpo.

Burris se estremeció levemente. Ella deseó no haber dicho eso.

Dio la impresión de que Burris contenía la primera oleada de palabras que iba a pronunciar.

—Admito que posee unas cuantas ventajas.

—Minner, tengo frío.

—¿Volvemos dentro?

—Si no te importa…

—Lo que tú digas, Lona.

Fueron hacia la puerta, uno al lado del otro. Sus sombras brotaban de sus pies hacia la izquierda, en un ángulo muy pronunciado. Él era mucho más alto que ella, casi treinta centímetros más. Y muy fuerte. Ojalá. Me tomara. En sus brazos.

Su aspecto no le molestaba en lo más mínimo.

Naturalmente, sólo había visto su cabeza y sus manos. Quizá tuviera un ojo enorme en mitad del pecho. O una boca debajo de cada brazo. Una cola. Grandes manchas púrpuras. Pero, mientras las fantasías iban desfilando por su mente, comprendió que ni tan siquiera aquellas invenciones eran realmente aterradoras. Si podía acostumbrarse a su cara y sus manos, y si lo había hecho tan rápidamente, ¿qué podían importar las otras diferencias? No tenía orejas, su nariz no era una nariz, sus ojos y sus labios eran extraños, su lengua y sus dientes parecían surgidos de un sueño. Y cada mano tenía esa cosa extra. Pero había dejado de fijarse en todo aquello casi desde el principio. Su voz era agradable y normal, y era tan listo, tan interesante… Y daba la impresión de que ella le gustaba. Se preguntó si estaría casado. ¿Cómo podía preguntárselo?

La puerta del hospital se abrió hacia dentro al aproximarse ellos.

—¿Mi habitación? —preguntó él—. ¿O la tuya?

—¿Qué haremos ahora?

—Estar sentados. Hablar. Jugar a las cartas. —Jugar a las cartas te aburrió. —¿Dije alguna vez que lo hiciera? —preguntó él.

—Fuiste demasiado cortés para decirlo. Pero me di cuenta. Pude ver que lo estabas ocultando. Estaba escrito en toda tu… —Hizo una pausa—. Cara.

Siempre acaba apareciendo de nuevo, pensó.

—Aquí está mi habitación —dijo.

Apenas si importaba a qué habitación fueran. Eran idénticas, aunque la una daba al jardín de atrás, en el que acababan de estar, y la otra daba al patio. Una cama, un escritorio, un surtido de equipo médico. Burris cogió la silla que estaba junto a la cabecera del lecho. Ella tomó asiento en la cama. Quería que él viniera hacia ella y tocara su cuerpo, que calentara su carne helada pero, naturalmente, no se atrevía a sugerírselo.

—Minner, ¿cuándo te marcharás del hospital?

—Pronto. Dentro de unos cuantos días. ¿Y tú, Lona?

—Supongo que ahora ya puedo marcharme cuando quiera. ¿Qué harás cuando te vayas?

—No estoy seguro. Creo que viajaré. Ver el mundo, dejar que el mundo me vea.

—Siempre he querido viajar —dijo ella. Demasiado obvio—. La verdad es que nunca he estado en ningún sitio.

—¿Qué tipo de sitios?

—El Tívoli de la Luna —dijo ella—. O el Planeta de Cristal. O…, bueno, cualquier parte. China. La Antártida.

—No es difícil ir allí. Sólo tienes que subirte a la nave y partir. —Durante un segundo su rostro se cerró sobre sí mismo, y ella no supo qué pensar; los labios se deslizaron y se apretaron, y los ojos quedaron ocultos por los veloces párpados. Lona pensó en una tortuga. Después, Burris se abrió de nuevo y, asombrándola, dijo—: ¿Y si fuéramos a unos cuantos de esos lugares juntos?

17 — Toma estas astillas

Chalk se desplazaba velozmente un poco por encima de la atmósfera. Contempló su mundo y lo encontró bueno. Los mares eran de un color verde que casi llegaba al azul, o de un azul que llegaba al verde, y le pareció que podía ver los témpanos a la deriva. La tierra, prisionera del invierno, era de color marrón hacia el norte; en la curvatura del centro se hallaba el verde del verano.

Pasaba gran parte de su tiempo en las zonas inferiores del espacio. Era la mejor forma de burlar la gravedad, la forma más satisfactoria estéticamente hablando. Quizá su piloto sintiera cierta incomodidad, pues Chalk no permitía el uso de los gravitrones inversores aquí arriba, así como tampoco ningún tipo de rotación centrífuga para proporcionar la ilusión del peso. Pero su piloto estaba lo bastante bien pagado como para soportar tales molestias, si eran molestias.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Espinas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Espinas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Robert Silverberg - He aquí el camino
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Rządy terroru
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Poznając smoka
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Old Man
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Nature of the Place
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Reality Trip
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Songs of Summer
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Secret Sharer
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Good News from the Vatican
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Pope of the Chimps
Robert Silverberg
Отзывы о книге «Espinas»

Обсуждение, отзывы о книге «Espinas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x