Isaac Asimov - Anochecer

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El planeta Kalgash está al borde del caos, pero solo unas pocas personas se han dado cuenta de ello. Kalgash conoce únicamente la luz diurna perpetua, pues durante más de dos milenios la combinación de sus seis soles ha iluminado el cielo. Sin embargo, ahora empieza a reinar la oscuridad. Pronto se pondrán todos los soles, y el terrible esplendor del anochecer desencadenará una locura que marcará el final de la civilización. Anochecer , novela basada en un relato escrito por Asimov en 1941, permite al lector experimentar el cataclismo que sobrevendrá sobre Kalgash a través de los ojos de un periodista, un astrónomo, un arqueólogo, un psicólogo y un fanático religioso.

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Pero, si tan sólo Dovim estuviera en el cielo y ocurriera algo, alguna cosa especial, alguna cosa realmente extraña, que anulara la escasa luz que proporcionaba…

Thilanda apareció junto a su hombro y dijo con voz hosca:

—Bueno, Beenay, tengo tus proyecciones solares preparadas. No sólo 4.200 años, además, sino una regresión infinita. Faro me lo sugirió, y hemos hecho el programa de modo que funcione hasta el fin de los tiempos si así lo quieres, o hacia atrás hasta el inicio del universo.

—Espléndido. Pásalo al ordenador que estoy usando, ¿quieres? Y ven aquí, Faro.

El bajo y grueso estudiante se situó a su lado. Sus oscuros ojos brillaban con curiosidad. Evidentemente burbujeaba con preguntas acerca de lo que estaba haciendo Beenay; pero observaba el protocolo estudiante-profesor y no dijo nada, simplemente aguardó a oír lo que Beenay tenía que decirle.

—Lo que tengo aquí en mi pantalla —empezó Beenay— es la órbita sugerida por Athor para el hipotético Kalgash Dos. Voy a suponer que la órbita es correcta, puesto que Athor nos dijo que explica exactamente todas las perturbaciones en nuestra propia órbita, y tengo fe en que Athor sabe lo que está haciendo.

También tengo aquí, o al menos lo tendré cuando Thilanda haya terminado la transferencia de los datos, el programa que tú y ella habéis elaborado para los movimientos solares a lo largo de un extenso tramo de tiempo. Lo que voy a hacer ahora es intentar establecer una correlación entre la presencia de sólo un sol en el cielo y la aproximación de Kalgash Dos a este planeta, a fin de…

—¿A fin de poder calcular la frecuencia de posibles eclipses? —saltó Faro—. ¿Es eso, señor?

La celeridad del muchacho fue divertida y también un poco desconcertante.

—De hecho, sí. ¿Tú también habías pensado en eclipses?

—Estaba pensando en ellos cuando Athor nos dijo la primera vez todo lo relativo a Kalgash Dos. Simbron, ¿recuerda?, mencionó que el extraño satélite podía ocultar la luz de algunos de los soles durante un corto período, y usted dijo que a ese fenómeno se le llamaba eclipse, y entonces empecé a trabajar en algunas de las posibilidades. Pero Athor me cortó antes de que pudiera decir nada, porque estaba cansado y deseaba irse a casa.

—¿Y no has dicho nada al respecto desde entonces?

—Nadie me preguntó —indicó Faro.

—Bueno, éste es tu momento. Voy a transferir todo lo que tengo en mi ordenador al tuyo, y tú y yo nos sentaremos por separado en esta habitación y empezaremos a trabajar con los números. Lo que busco es un caso muy especial en el que Kalgash Dos se halle en su punto más cercano de aproximación a Kalgash y sólo haya un sol en el cielo, bien Onos o Dovim.

—Exacto.

—Onos está solo en el cielo una vez cada nueve días, por supuesto. Pero Dovim se ve solo con mucha menos frecuencia. La periodicidad de los días de sólo Dovim es…

—Sí —dijo Beenay—, sé todo eso. Lo que quiero saber es la posible periodicidad de los días de un solo sol en conjunción con la proximidad de Kalgash Dos.

Faro asintió. Se encaminó hacia su ordenador a una velocidad superior a la que nunca le había visto moverse Beenay.

Beenay no esperaba ser el primero el terminar los cálculos.

Faro era reconocidamente rápido en esas cosas. Pero lo importante era hacer que cada uno elaborara el problema de forma independiente, a fin de proporcionar una validación por separado del resultado. Así que cuando Faro emitió un pequeño bufido de triunfo al cabo de un rato y saltó en pie para decir algo, Beenay le hizo un gesto irritado de que guardara silencio y siguiera trabajando. Le tomó otros diez embarazosamente eternos minutos terminar.

Entonces los números empezaron a aparecer en su pantalla.

Si todas las suposiciones que había introducido en el ordenador eran correctas —los cálculos de Athor de la probable masa y órbita del satélite desconocido, los cálculos de Thilanda de los movimientos de los seis soles en el cielo—, entonces parecía que nunca se presentaría la ocasión en la que Onos estuviera solo en el cielo y Kalgash Dos en su punto de máxima aproximación. Los ciclos orbitales simplemente no se cruzaban. Cada una de las aproximaciones de Kalgash Dos parecía quedarse corta por tres o cuatro días de cualquier Día Onos. Así que nunca se produciría un eclipse de Onos por parte de Kalgash Dos que pudiera producir la aterradora Oscuridad sobre una parte significativa del mundo.

La única otra posibilidad que podía traer consigo una total Oscuridad era un día de solo Dovim. Pero no parecía como si Kalgash Dos tuviera muchas posibilidades de eclipsar a Dovim tampoco. Los días de solo Dovim eran tan raros que la posibilidad de que Dovim se hallara en el cielo en el momento en que Kalgash Dos estuviera en alguna parte cerca de Kalgash en su larga órbita era infinitésima, sabía Beenay.

¿O no?

No. No infinitésima.

Algo más que eso. Contempló atentamente los números en la pantalla. Parecía haber una remota posibilidad de una convergencia. Los cálculos no estaban completos, pero las cosas apuntaban en esa dirección a medida que el ordenador elaboraba cada conjunción Kalgash-Kalgash Dos en el período de los últimos 4.200 años. Cada vez que Kalgash Dos se acercaba en su órbita, llegaba a las inmediaciones de Kalgash más y más cerca de un día de solo Dovim. Las cifras seguían apareciendo a medida que el ordenador procesaba todas las posibilidades astronómicas. Beenay observó con creciente sorpresa e incredulidad.

Y ahí estaban al fin. Los tres cuerpos alineados de una forma correcta. Kalgash…, Kalgash Dos…, ¡Dovim!

¡Sí! Era posible que Kalgash Dos causara un eclipse total de Dovim en el momento en que Dovim era el único sol visible en el cielo.

Pero esa configuración era una extrema rareza. Dovim tenía que hallarse solo en su hemisferio y a una distancia máxima de Kalgash, mientras que Kalgash Dos tenía que estar a su distancia mínima. El diámetro aparente de Kalgash Dos sería entonces siete veces el de Dovim. Eso era suficiente para ocultar la luz de Dovim durante bastante más de medio día, de modo que ningún punto del planeta escaparía a los efectos de la Oscuridad. El ordenador mostraba que una circunstancia tan especial podía producirse tan sólo una vez cada…

Beenay jadeó. No quiso creerlo.

Se volvió hacia Faro. El redondo rostro del joven estudiante graduado estaba pálido por la impresión.

Roncamente, Beenay dijo:

—Está bien. He terminado, tengo una cifra. Pero primer dime la tuya.

—Eclipse de Dovim por Kalgash Dos, periodicidad 2.049 años.

—Sí —dijo Beenay con voz de plomo—. Exactamente lo mismo. Una vez cada 2.049 años.

Sintió vértigo. Todo el universo parecía estar girando a su alrededor.

Una vez cada 2.049 años. La duración exacta de un Año de Gracia, según los Apóstoles de la Llama. La misma cifra que estaba reflejada en el libro de las Revelaciones.

«…todos los soles desaparecerán…»

«…las Estrellas lanzarán sus llamas desde el negro cielo…»

No sabía qué eran las Estrellas. Pero Siferra había descubierto un montículo en la península Sagikana donde las ciudades habían sido destruidas por las llamas con una sorprendente regularidad, una vez aproximadamente cada dos mil años. Cuando tuviera la oportunidad de efectuar los tests del carbono 14, la cifra exacta del tiempo entre cada conflagración en la Colina de Thombo, ¿resultaría ser 2.049 años?

«…un cielo negro…»

Beenay miró descorazonado a Faro, de pie al otro lado de la habitación.

—¿Cuándo está previsto que se produzca el próximo día de solo Dovim?

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