Robert Silverberg - Estación Hawksbill

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Silverberg - Estación Hawksbill» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 2000, ISBN: 2000, Издательство: Plaza y Janés, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Estación Hawksbill: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Estación Hawksbill»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En las primeras décadas del siglo XXI se instala en Estados Unidos un gobierno autoritario que secuestra a los disidentes y los mete en la cárcel secreta de mayor seguridad de todos los tiempos: el pasado remoto. Usando una nueva tecnología que permite trasladar objetos y seres vivos por el tiempo, las autoridades crean en el período cámbrico, a mil millones de años de nosotros, la Estación Hawksbill, una penitenciaría sin rejas pero cercada por un paisaje rocoso, inhóspito y monótono, y por mares en los que abundan primitivas formas de vida. En ese mundo gris, lo único que anima a los presos es la llegada de nuevos compañeros con noticias de un futuro cada vez más borroso y lejano.

Estación Hawksbill — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Estación Hawksbill», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—¿Qué ocurrió? —dijo Barrett.

Bernstein ensayó una sonrisa de calavera. —Detuvieron a Janet esta tarde.

—¿Quién fue? ¿De qué estás hablando?

—La polizei. Allanaron tu apartamento a las tres. Janet estaba allí, y también Nick Morris. Planeaban la operación de Canadá. De repente se abrió la puerta y entraron cuatro de los muchachos de verde. Acusaron a Janet y a Nick de actividades subversivas y se pusieron a registrar la casa.

Barrett cerró los ojos.

—Allí no había nada que pudiera llamar la atención. Hemos sido muy cuidadosos.

—Pero la policía no lo supo hasta que terminó de registrar el apartamento. —Bernstein condujo el coche hasta la autopista que llevaba a Manhattan y activó el sistema de control electrónico. Cuando el ordenador se hizo cargo, Bernstein soltó los instrumentos de conducción, sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo superior y encendió uno sin convidar a Barrett. Cruzó las piernas y se volvió cómodamente hacia él—. Mientras estaban en el apartamento también registraron de manera concienzuda a Janet y a Nick. Nick me lo contó. Hicieron désnudar por completo a Janet y después la revisaron de arriba abajo. ¿Te enteraste de ese incidente en Chicago, el mes pasado, la chica con la bomba suicida en la vagina? Bueno, se aseguraron de que Janet no fuera a volarse de la misma manera. Como hacen siempre: le ataron los tobillos y le separaron las piernas en el suelo, y después…

—Ya sé cómo lo hacen —dijo Barrett controlando las palabras—. No hace falta que me lo describas. —Tenía que hacer un esfuerzo para contenerse. La tentación de agarrar a Bernstein y golpearle la cabeza varias veces contra el parabrisas era fuerte. El canalla me cuenta todo esto adrede para torturarme, pensó Barrett—. Deja las atrocidades y cuéntame qué más ocurrió.

—Acabaron con Janet y desvistieron a Nick y lo examinaron también. Supongo que ésa fue la emoción del año para Nick: primero ver cómo revisaban a Janet y después hacer su propio despliegue. —Barrett arrugó aún más el ceño; Nick Morris era un sujeto pequeño y pudoroso, de dudosa heterosexualidad, para quien aquello tenía que haber sido una experiencia aterradora, y el placer de Bernstein era demasiado evidente—. Después se llevaron a Janet y a Nick a Foley Square para un interrogatorio más riguroso. A eso de las cuatro y treinta soltaron a Nick. Me llamó y yo te llamé a ti.

—¿Y Janet?

—La retuvieron.

—No tienen más pruebas contra ella que contra Nick. Entonces, ¿por qué no la soltaron a ella también?

—No te lo sé decir —dijo Bernstein—. Pero el hecho es que la tienen todavía.

Barrett entrelazó las manos para que no le temblaran.

¿Dónde está Pleyel?

—En Baltimore. Lo llamé y le dije que se quedara allí hasta que bajase la temperatura.

—Pero a mí me invitaste a regresar.

—Alguien tiene que hacerse cargo —dijo Bernstein—. No voy a ser yo, así que tienes que ser tú. No te preocupes, no corres verdadero peligro. Tengo un contacto en un sitio importante; se fijó en los datos que poseen y me dijo que sólo había orden de arresto para Janet. Quise asegurarme más, y me arriesgué mandando a Bill Klein a tu apartamento; Bill dice que no han vuelto a buscarte en las dos últimas horas. Por lo tanto no hay moros en la costa.

—¡Pero Janet!

—Cosas que pasan —dijo Bernstein—. Riesgos que corremos.

La risa seca y silenciosa de aquel hombrecito era demasiado audible. Hacía meses que Bernstein daba la impresión de estar retirándose del movimiento, faltando a reuniones, rechazando con pesar misiones fuera de la ciudad. Parecía lejano, distanciado, apenas interesado en el movimiento clandestino. Barrett no había hablado con él durante tres semanas. Pero de repente ésta ba otra vez en circulación, metido de lleno en la red de comunicación del movimiento.

¿Por qué? ¿Para cacarear de alegría ante el arresto de Janet?

El coche entró en Manhattan a doscientos kilómetros por hora. Bernstein retomó los mandos manuales al cruzar la calle Ciento veinticinco, atravesó el East River Tunnel y salió al paso elevado vehicular de la calle Catorce. Unos minutos más tarde estaban en el edificio donde habían vivido Barrett y Janet. Bernstein llamó al hombre que había dejado vigilando dentro del apartamento.

—Ya no hay moros en la costa —le dijo a Barrett después de un rato.

Subieron. El apartamento estaba como lo había dejado la policía, y era un espectáculo desagradable. Habían sido muy minuciosos. Habían abierto todos los cajones, habían sacado todos los libros; de los estantes, habían echado un vistazo a todas las cintas. Por supuesto, sin encontrar nada, dado que Barrett era inflexible en cuanto a no dejar entrar propaganda revolucionaria en su apartamento, pero durante el registro los policías habían logrado poner las sucias manos en cuanta cosa tenían en el lugar. La ropa interior de Janet estaba esparcida por el suelo de manera patética; Barrett fulminó a Bernstein con la mirada cuando lo vio observando con voracidad las ligeras prendas. Las visitas no habían sido ni suaves ni cuidadosas con el contenido del apartamento. Barrett se preguntó cuántas cosas faltarían, pero en ese momento no tenía ánimos para hacer el inventario. Se sentía como si un cirujano le hubiera abierto el cuerpo, le hubiera quitado todos los órganos y los hubiera desparramado por el suelo.

Barrett se agachó y levantó un libro con el lomo roto. Lo cerró con cuidado y lo puso en un estante. Después apoyó la mano en el estante y se inclinó hacia adelante, esperando a que se pasaran un poco la rabia y el miedo.

—Llama a tu contacto en ese lugar importante, Jack —dijo después de un rato—. Hay que sacarla como sea.

—No puedo hacer nada por ti.

Barrett se volvió de repente. Agarró a Bernstein de los hombros. Los dedos se clavaron, y sintió los huesos afilados debajo de la carne escasa. La sangre abandonó la cara de Bernstein, y los estigmas del acné se le encendieron como faros. Barrett lo sacudió con furia; la cabeza de Bernstein se bamboleó sobre el cuello delgado.

—¿Qué es eso de que no puedes hacer nada por mí? ¡La puedes encontrar! ¡La puedes sacar! —Jim… Jim, basta…

—¡Tú y tus contactos! ¡Maldita sea, han arrestado a Janet! ¿Eso no significa nada para ti? Bernstein arañó débilmente las muñecas de Barrett, tratando de sacárselas de los hombros. Barrett recuperó pronto la calma y lo soltó. Sin aliento, con el rostro encendido, Bernstein retrocedió y se acomodó la ropa. Se pasó un pañuelo por la frente. Parecía muy asustado, pero en aquellos ojos brillaba un hosco resentimiento.

—Pedazo de bruto —dijo en voz baja—, no vuelvas a tocarme así nunca más.

—Lo siento, Jack. Estoy muy tenso. En este momento podrían estar torturando a Janet… golpeándola… haciendo cola para violarla, incluso…

—No podemos hacer nada. Está en manos de ellos. No tenemos ningún canal oficial para protestar, y tampoco extraoficial. La interrogarán y tal vez después la suelten. Todo eso escapa a nuestro control.

—No. La encontraremos como sea, y la liberaremos.

Jim, no has analizado el problema. Cada miembro individual de este grupo es prescindible. No podemos arriesgar a los nuestros para poner en libertad a Janet. A menos que tú quieras considerarte alguien privilegiado que puede arriesgar la vida o la libertad de sus camaradas sólo para recuperar a alguien con quien tiene una relación sentimental, aunque la utilidad de esa persona para la organización haya acabado…

—Me das asco —dijo Barrett.

Pero sabía que a Bernstein no le faltaba razón. Nunca habían arrestado a nadie del entorno más inmediato, pero Barrett sabía muy bien cuáles eran los pasos que seguían a esos arrestos. Era inútil pensar que se podía forzar al gobierno a soltar a un prisionero. Había una docena de campamentos dispersos por el país donde los interrogaban, y en ese momento Janet podía estar tanto en Kentucky como en Dakota del Norte o en Nevada, enfrentando una incierta condena a prisión basada en una acusación imprecisa. Por otra parte, también podía estar libre y camino a casa. El funcionamiento de los gobiernos totalitarios se basa en la arbitrariedad, y si de algo se podía calificar a ese gobierno era de arbitrario. Janet había desaparecido, y nada podía— hacer él por remediarlo: todo dependía de la misteriosa misericordia del gobierno.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Estación Hawksbill»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Estación Hawksbill» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Robert Silverberg - He aquí el camino
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Rządy terroru
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Poznając smoka
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Old Man
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Nature of the Place
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Reality Trip
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Songs of Summer
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Stacja Hawksbilla
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Hawksbill Station
Robert Silverberg
Robert Silverberg - El hombre estocástico
Robert Silverberg
Отзывы о книге «Estación Hawksbill»

Обсуждение, отзывы о книге «Estación Hawksbill» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x