Así que se lo dije. Preguntándomelo de aquella manera me era posible contestar. Tardé mucho tiempo pues hice exactamente lo que me había dicho: comencé desde el principio y con todo detalle.
—¿De modo que te sentaste en aquel restaurante y decidiste no hacerlo? ¿Decidiste venir aquí y crearnos dificultades?
—Sí.
Estaba a punto de proseguir, hablarles de mi viaje de venida, explicarles lo que había dicho a Pet y lo que él me había contestado, decirles cómo fue que me detuve en un drugstore y dispuse mis acciones de Muchacha de Servicio, cómo luego llegué hasta la casa de Miles, cómo Pet no quiso esperar en el coche, cómo…
Pero no me dio la oportunidad de hacerlo.
—Has vuelto a cambiar de intención, Dan —dijo—. La verdad es que quieres tomar el sueño frío. ¿Me comprendes? ¿Qué vas hacer?
—Voy a tomar el sueño frío. Quiero tomar…
Comencé a tambalearme. Había estado tieso como un palo dé bandera durante más de una hora, sin mover ni un músculo, puesto que nadie me había dicho que lo hiciese. Comencé a caerme hacia ella.
Belle saltó hacia atrás y dijo con brusquedad:
—Siéntate.
De modo que me senté. Belle se volvió hacia Miles:
—Así es como se hace. Continuaré metiéndoselo en la cabeza hasta asegurarme de que no se puede equivocar.
Miles miró el reloj.
—Dijo que el doctor quería que estuviese allí a mediodía.
—Hay tiempo de sobra. Aunque será mejor que le llevemos allá nosotros mismos, para estar seguros… Pero no… ¡maldita sea!
—¿Qué ocurre?
—No hay tiempo. Le di una dosis suficiente para un caballo, porque quería que le hiciese efecto antes de que él se pudiese volver contra mí. A mediodía estará lo bastante sobrio como para convencer a la mayoría de las personas, pero no a un médico.
—Quizá sea solamente superficial. Su examen físico está aquí y ha sido ya firmado.
—Ya oíste lo que le dijo el médico. Lo comprobará para ver si ha bebido algo. Eso significa que le probará los reflejos y medirá su tiempo de reacción y le mirará a los ojos y… Oh, precisamente todo lo que no queremos que haga. Lo que no podemos arriesgarnos a que un doctor haga. Miles, no es posible.
—¿Y al día siguiente? Llamar y decirles que ha habido una pequeña demora…
—Cállate y déjame pensar.
Enseguida comenzó a mirar los documentos que yo había llevado conmigo. Luego salió de la habitación, volvió inmediatamente con una lupa de joyero que se puso al ojo derecho como si fuese un monóculo, y procedió a examinar con el mayor cuidado cada uno de los papeles. Miles preguntó qué era lo que estaba haciendo, pero ella hizo caso omiso de la pregunta.
Al cabo de unos momentos se quitó la lupa del ojo y dijo:
—Es una suerte que todos deban usar los mismos formularios oficiales. Gordito, dame el listín telefónico de páginas amarillas.
—¿Para qué?
Dámelo, dámelo. Quiero comprobar la redacción exacta del nombre de una firma… Oh, ya lo sé, pero quiero estar segura.
Rezongando, Miles se lo fue a buscar. Belle lo ojeó y dijo:
—Sí; «Compañía de Seguros Master»… y hay espacio suficiente en cada uno de ellos. Me hubiese gustado más que hubiese sido «Motors» en lugar de «Master»; eso acabaría de facilitar las cosas. Pero no tengo ninguna conexión con «Seguros Motors» y, además, ni siquiera estoy segura de que se ocupen de hibernación. —Alzó la vista—: Gordito, vas a tener que llevarme en seguida a la planta.
—¿Y eso?
—A menos que se te ocurra otro procedimiento más rápido para hacerte con una máquina eléctrica de escribir, de ese tipo de letra y cinta de carbón. No; ve tú solo y tráemela; tengo que telefonear.
Miles frunció el ceño:
—Comienzo a comprender lo que intentas. Pero, Belle, es una locura. Es fantásticamente peligroso.
Belle se rió:
—Eso es lo que te figuras. Incluso antes de que nos asociásemos ya te dije que tenía buenas relaciones. ¿Es que tú solo hubieses podido concertar aquel acuerdo con Mannix?
—Bueno… No lo sé.
—Yo silo sé. Y quizá no sabes que Seguros Master es parte del grupo Mannix.
—Pues no; no lo sabía. No veo qué diferencia puede haber.
—Significa que mis relaciones todavía me van a servir. Mira, Gordito, la firma para la cual yo trabajaba ayudaba a las Empresas Mannix en lo referente a pérdidas por impuestos… hasta que mi jefe se fue del país. ¿Cómo te figuras que fue, que pudimos sacar tanto sin poder garantizar que el amigo Danny iba incluido en el arreglo? Sé todo lo que hay que saber de Mannix. Y ahora date prisa. Tráeme la máquina de escribir y te permitiré que observes cómo trabaja una artista. Ten cuidado con el gato.
Miles gruñó, pero empezó a marcharse; luego regresó:
—Belle. . ¿Es que Dan no aparcó su coche frente a la casa?
—¿Por qué?
—Su coche no está ahora allí. —Parecía preocupado.
—Bueno, probablemente lo habrá aparcado a la vuelta esquina. No tiene importancia. Ve a buscar la máquina de escribir ¡Date prisa!
Miles volvió a salir. Podía haberles dicho dónde había aparcado pero como no me lo preguntaron, ni siquiera pensé en ello, no pensaba en nada.
Belle se fue a otra parte de la casa y me dejó solo. A eso amanecer Miles volvió, con cara de cansancio y acarreando una pesada máquina de escribir. Luego volví a quedarme solo.
Cuando Belle volvió me dijo:
—Allí tienes un documento en el que dices á la compañía seguros que custodien tus acciones de Muchacha de Servicio, en realidad no es eso lo que quieres hacer; lo que quieres es dármela a mí.
No respondí. Pareció enojarse y dijo:
—Lo expondremos de esta manera: quieres dármelas, tú ya que quieres dármelas. ¿Lo sabes, verdad?
—Sí. Quiero dártelas.
—Bien. Quieres dármelas. Me las tienes que dar. No te sentir feliz hasta que me las hayas dado. ¿Dónde están? ¿Están en coche?
—No.
—Entonces, ¿dónde están?
—Las he enviado por correo.
—¿Qué? —empezó a chillar—. ¿Cuándo las pusiste al correo?. ¿A quién se las has enviado? ¿Por qué lo hiciste?
Si me hubiese hecho la segunda pregunta en último término, hubiese contestado. Pero contesté la última pregunta, que era único que era capaz de hacer.
—Las adjudiqué.
Miles entró:
—¿Dónde las puso?
—Dice que las echó al correo… porque las ha adjudicado… Vale más que busques su coche y lo registres. Quizá sólo se figure que ha echado al correo. Evidentemente las tenía en la compañía ‹1Cseguros.
—¡Adjudicado! —repitió Miles—. ¡Dios Santo! ¿A quién?
—Se lo preguntaré; Dan, ¿a quién has adjudicado tus acciones?
—Al Banco de América.
No me preguntó la razón, pues de lo contrario le hubiese explicado lo de Ricky.
Belle no hizo sino encogerse de hombros y suspirar:
—No hay más que hablar, Gordito. Podemos olvidarnos de las acciones. No las podremos sacar fácilmente de un banco. —De repente se enderezó—: A menos que no las haya realmente echado al correo. Si no lo ha hecho borraré la adjudicación del dorso tan bien que parecerá que haya pasado por la lavandería. Y luego me las adjudicará nuevamente… a mi.
—A nosotros —corrigió Miles.
—Eso es sólo un detalle. Ve en busca de su coche.
Miles volvió al cabo de un rato y anuncio:
—No está en ningún sitio a seis manzanas de aquí. He ido dando vueltas por todas las calles y callejuelas. Debe de haber venido en taxi.
—Ya le oíste decir que había venido en su coche.
—Pues ahí fuera no está. Pregúntale cuándo y dónde echó al correo las acciones.
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