Larry Niven - Mundo anillo

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Mundo anillo: краткое содержание, описание и аннотация

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El descubrimiento de un mundo hueco que orbita alrededor de una lejana estrella desencadena una tremenda lucha entre la humanidad y otras dos razas en plena expansión imperialista: los titerotes, cobardes e intrigantes, y los kzinti, guerreros feroces. Hasta la misma Tierra se ve amenazada, y sólo el desparpajo y la suerte increíble de la protagonista femenina, que es el centro de la acción, permiten conducir la lucha… a un inesperado desenlace.
El lector siempre puede contar con Larry Niven para refrescarse con un relato de ciencia-ficción heroica al estilo clásico, franqueando distancias inconcebibles, desafiando leyes físicas y gozando con las especulaciones de una imaginación desbordada.

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Su preocupación, su tensión, habían cedido desde que penetraran en el Ojo. ¿Qué podía ocurrirles en un lugar que incluso un titerote consideraba seguro? Las nubes y los rayos se arremolinaron a su alrededor cuando se aproximaron al boquete.

Frenaron y lo saltaron con los motores de las aerocicletas a todo gas para resistir a la fuerza de succión. La tormenta tronaba en sus oídos, apagada por las envolturas sónicas.

Era como mirar hacia el interior de un embudo. Saltaba a la vista que el aire se iba perdiendo ahí abajo; pero, ¿era expulsado fuera a gran velocidad o sólo iba goteando en el espacio a través de la negra base del Mundo Anillo? En realidad, no se distinguía gran cosa…

Luis no advirtió que Teela había hecho descender su aerocicleta. Estaba demasiado lejos, la luz vacilante era demasiado irreal y Luis tenía la mirada fija en el fondo del embudo. Vio una minúscula manchita que caía por el embudo, pero no le dio importancia.

Entonces oyó el alarido de Teela, apagado por el estruendo de la tormenta.

Podía ver claramente el rostro de Teela en la imagen del intercom. Estaba mirando hacia abajo y se la veía aterrorizada.

— ¿Qué sucede? — bramó Luis.

Apenas consiguió oír su respuesta.

— ¡Me ha cogido!

Miró hacia abajo.

El embudo aparecía despejado entre los lados cónicos en constante movimiento. Estaba inundado de una extraña luz uniforme, que no procedía de los relámpagos en sí, sino de los efectos de rayos catódicos provocados por las diferencias de intensidad en un vacío casi completo. Allí abajo se divisaba una manchita de… algo, algo que podría ser muy bien una aerocicleta, de existir alguien lo suficientemente estúpido para meterse con su aerocicleta en semejante torbellino, por el simple gusto de poder ver más de cerca un orificio que comunicaba con el espacio exterior.

Luis sintió vértigo. imposible hacer nada, no había remedio. Apartó la mirada de la vorágine…

Sólo para encontrarse con la mirada de Teela sobre el tablero. Tenía la vista fija en el fondo del embudo y parecía estar viendo algo horrible…

Y le salía sangre de la nariz.

Vio cómo su rostro iba perdiendo poco a poco la expresión de terror, hasta que sólo quedó una pálida serenidad cadavérica. Estaba a punto de desmayarse. ¿Anoxia? La envoltura sónica retendría el aire en medio del vacío, pero era preciso conectarla primero.

Teela levantó la mirada hacia Luis Wu, ya semiinconsciente. Haz algo, parecía suplicar. Haz algo.

De pronto su cabeza se desplomó sobre los mandos.

Luis se había mordido el labio inferior. Sentía el sabor de la sangre. Miró hacia el fondo de la vorágine de nubes, iluminadas por el neón, y le recordó desagradablemente el remolino que se forma en torno al desagüe de una bañera. Logró localizar la diminuta manchita que debía ser la aerocicleta de Teela…

…y entonces vio que salía despedida en dirección horizontal y atravesaba la inclinada pared rotatoria del embudo.

Segundos más tarde vio aparecer la estela de vapor en el fondo del huracán. Un hilillo blanco, perfectamente recto. Por alguna razón, no dudó ni un momento que ésa era la aerocicleta de Teela.

— ¿Qué ha ocurrido? — preguntó Interlocutor.

Luis meneó la cabeza, incapaz de responder. Se sentía como paralizado. Su capacidad de raciocinio parecía haber sufrido un cortocircuito; sus pensamientos le llevaban una y otra vez al mismo punto.

La imagen de Teela en el intercom estaba boca abajo, casi sólo se veían sus cabellos. Estaba inconsciente, montada en una aerocicleta incontrolado que avanzaba a más del doble de la velocidad del sonido. Alguien debería hacer algo…

— Pero estaba casi exánime, Luis. ¿Crees que Nessus habrá activado algún control cuya existencia ignoramos?

— No. Yo más bien diría que… no.

— Creo que eso es lo que ha ocurrido — insistió Interlocutor. — ¡Has visto perfectamente lo que ha ocurrido! Se desmayó, su cabeza golpeó los mandos y su aerocicleta salió disparada de ese tragadero como alma que l eva el diablo! ¡Golpeó justo los controles precisos con la cabeza!

— Tonterías.

— ¡Piensa en las probabilidades, Luis! — De pronto, el kzin comprendió y se quedó con la boca abierta mientras intentaba hacerse a la idea —. No. Imposible — dijo a modo de veredicto.

— Ya.

— Si hubiera tenido al menos un poco de buena suerte, no habría querido embarcarse con nosotros. Nessus no la habría localizado nunca. Se habría quedado en la Tierra.

Los relámpagos centelleaban, iluminando el largo túnel de agitadas nubes negras. Una fina línea recta se extendía ante ellos hasta perderse en la distancia: la estela de vapor de la aerocicleta de Teela. Pero la aerocicleta en sí ya se había perdido de vista.

— ¡Jamás nos hubiéramos estrellado contra el Mundo Anillo, Luis!

— Yo no estaría tan seguro.

— Tal vez sería mejor que te dejaras de divagaciones y buscaras la manera de salvarle la vida.

Luis asintió. Sin verdadera sensación de emergencia, apretó el botón de llamada correspondiente a Nessus, algo que Interlocutor no podía hacer.

El titerote respondió en el acto, como si hubiera estado esperando esa señal. A Luis le sorprendió comprobar que Interlocutor no había colgado. Procedió a explicar brevemente las líneas generales de lo ocurrido.

— Todo parece indicar que ambos nos equivocamos con respecto a Teela — dijo Nessus.

— Ya.

— Su aerocicleta se mueve impulsada por el motor de emergencia. Un golpe con la frente no puede ser suficiente para activar los controles correspondientes. Primero tendría que manipular la ranura de control. Me parece difícil que pudiera hacerlo de un modo accidental.

— Dime dónde está. — Y cuando el titerote se lo explicó, Luis dijo —: No me extrañaría que hubiera metido el dedo ahí dentro por pura curiosidad.

— ¿En serio?

Interlocutor no le dejó responder.

— Pero ¿qué podemos hacer?

— Cuando se despierte, decidle que se ponga en contacto conmigo — dijo Nessus con cierta petulancia —. Yo le explicaré cómo recuperar la velocidad normal y luego la guiaré para que pueda localizarnos.

— Y de momento, ¿no podemos hacer nada más?

— Pues no. Existe el riesgo de que algunos elementos ardan en el sistema de propulsión. Sin embargo, su vehículo sorteará los obstáculos; no se estrellará. Se está alejando de nosotros aproximadamente a cuatro Mach. El mayor peligro que la acecha es la anoxia, que puede destruir las células cerebrales. Pero no creo que corra ese riesgo.

— Ya. — Luis quería dormir, no pensar más…

— ¿Por qué? La anoxia es peligrosa.

— Es demasiado afortunada — replicó Nessus, con aires de sobrada convicción.

18. Los riesgos de Teela Brown

Era negra noche cuando por fin salieron del iris del Ojo de la tormenta. No se veía ni una estrella; sin embargo, algún pálido resplandor azulado del Arco lograba atravesar de vez en cuando la capa de nubes.

— He recapacitado — anunció Interlocutor —. Nessus, puedes reunirte al grupo si lo deseas.

— En seguida voy — dijo el titerote.

— Necesitamos los puntos de vista de tu especie. Has dado muestras de un agudo ingenio. Pero debes comprender que no tengo intención de olvidar el crimen que tu especie ha cometido contra la mía.

— No quisiera entrometerme en tu memoria, Interlocutor.

Luis Wu apenas prestó atención a este triunfo del sentido práctico sobre el honor, de la inteligencia sobre la xenofobia. Estaba escudriñando el punto donde el banco de nubes se unía con el horizonte-infinito, en busca de algún rastro de la estela de vapor de Teela. Pero se había desvanecido por completo.

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