Charles Sheffield - Entre los latidos de la noche

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Entre los latidos de la noche: краткое содержание, описание и аннотация

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2010 D.C.
Sólo unos pocos seres humanos que habitan en las primitivas colonias en órbita en torno a la Tierra logran escapar a la hecatombe Nuclear. Deben iniciar el éxodo en busca de nuevos mundos lejos de la Tierra destruida.
27.698 D.C.
A estos mundos llegan los inmortales, seres con extraños lazos con la vieja tierra, que parecen vivir eternamente, que pueden recorres años luz en sólo unos días, y que utilizan sus extraños poderes apara controlar la existencia de los simples mortales. En el planeta Pentecostes, un pequeño grupo se prepara para encontrar a los Inmortales y enfrentarse a ellos. Pero en la búsqueda deberán transformase ellos mismos en inmortales y descubrirán una nueva amenaza que se cierne no sólo sobre ellos mismos sino sobre toda la galaxia.

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Olivia Ferranti se llevó las manos a las mejillas y entornó sus ojos.

—No verán ningún niño en el Mando —dijo bruscamente—. Las mujeres no pueden concebir en el espacio-L, ni los hombres producir esperma activo. El espacio-L es un lugar maravilloso para un individuo, pero es un callejón sin salida en la evolución. Peor aún, todo aquel que haga transiciones frecuentes entre el espacio-L y el espacio normal sufre una reducción de la fertilidad.

«Eso nos presentó una elección terrible. ¿Optábamos por vivir más tiempo en el espacio-L o garantizábamos la supervivencia de la raza humana permaneciendo en el espacio normal?

«Cuando aún nos devanábamos los sesos sobre ese problema, recibimos una señal de la sonda que había estado siguiendo a Melissa. La nave colonial había encontrado un planeta habitable. Lo estaban explorando. Eventualmente, descubrimos que lo habían llamado Thule.

«Estaba a doce años luz de la Tierra, lo que significaba cuatro semanas de viaje en el espacio-L, contando con la aceleración y la deceleración. Creo que no lo he mencionado, pero nunca hemos conseguido dar con un sistema que nos lleve a más de la décima parte de la velocidad de la luz. Eso, de todas formas, no tenía importancia. Como pueden ver, no se está mal cuando se vive en el espacio-L.

«Nuestra nave partió y entró en contacto con Melissa. Ese primer encuentro fue traumático para sus habitantes. Habían dejado la Tierra doce mil años antes… quinientas generaciones a bordo de la nave. La Tierra no era nada más que una leyenda distante. Era algo de lo que aún se hablaba, pero las historias sobre la destrucción de la Tierra eran consideradas al mismo nivel que los cuentos sobre el Jardín del Edén. Cuando nuestra tripulación contactó con ellos y anunció que recordaba la muerte de la Tierra, los melissanos lo encontraron difícil de aceptar.

«Después de haber aprendido algo de su historia desde que salieron del Sistema Solar, pudimos comprender el porqué. Nunca habían tenido un gobierno estable y digno que durara más de un siglo. Encontramos evidencia histórica de todas las formas de gobierno, desde el control del agua al neoconfucionismo. Cuando descubrieron Thule se estaban recuperando de los efectos de una larga dictadura. Su recelo era considerable. Incluso los más racionales tenían dificultades para creer que nuestras intenciones eran completamente inocentes, nada más que una curiosidad por saber cómo se las componía otra cultura sin ningún tipo de hogar planetario. No nos quisieron permitir que visitáramos su colonia en Thule. Para decirlo con suavidad, no se fiaban de nuestras intenciones.

Olivia Ferranti meneó lentamente la cabeza.

—Y, por supuesto, tenían toda la razón para hacerlo. Ni siquiera en el espacio-L se está a salvo de los accidentes o de la enfermedad. Inevitablemente habría muertes, y sin posibilidad de reproducción, veíamos a nuestra sociedad camino de su extinción, no inmediatamente, sino dentro de muchos miles de años terrestres. Vimos una posible respuesta en Melissa y las otras naves coloniales.

»Éramos desorbitadamente estúpidos o simplemente ingenuos. Para que los melissanos nos creyeran y para demostrarles que podíamos recordar la guerra exterminadora de la Tierra, les revelamos el espacio-L.

»Se volvieron locos. Desearon el espacio-L más que ninguna otra cosa del Universo. Nuestras propias experiencias nos habían confundido. Habíamos sido lentos en aceptar el espacio-L y trasladarnos a él. No nos dimos cuenta de que nuestra reticencia no podía aplicarse a ellos. No habían estado presentes en los primeros experimentos, los peligrosos. Para ellos, nuestra sola existencia probaba que el espacio-L era un lugar seguro. Así que pensaron que les estábamos engañando deliberadamente, atormentándoles al dejarles ver la inmortalidad, mientras rehusábamos compartir con ellos nuestros secretos.

»La mayor parte de la tripulación de nuestra nave había subido a bordo de Melissa. Eran ocho hombres y seis mujeres. Les apresaron y trataron de sacarles el secreto del espacio-L por la fuerza. Fue inútil. El equipo necesario para la conversión estaba en la nave, como está en ésta, y la tripulación lo había utilizado para pasar del espacio-L al tiempo de percepción de los melissanos. Pero no sabían la teoría, como tampoco la saben el capitán Rinker o Garao.

»Los inquisidores les torturaron hasta la muerte. Sólo dos que se habían quedado en la nave pudieron escapar y regresar para contarnos lo que había sucedido.

«Entonces adoptamos nuestra primera regla para relacionarnos con todas las arcologías y los mundos colonizados. Tendríamos un contacto limitado que sería llevado a cabo con gran cuidado y siguiendo unas reglas fijas. Nunca saldríamos al espacio normal para establecer contacto como se había hecho con Melissa. El contacto se haría a través de robots intermediarios; y nunca, nunca, bajo ninguna circunstancia, nos permitiríamos caer en manos de los colonos.»

Olivia Ferranti se encogió de hombros. —Ésta es otra regla que hemos roto en esta nave. Bien, saltémonos unos miles de años. Entonces, otra de las arcologías, Helena, encontró por fin un planeta habitable. Lo llamaron Mundo Faro, lo colonizaron y se trasladaron a él. Entonces aprendimos otra lección. Mundo Faro fue colonizado mucho antes de que enviáramos una nave a visitarlo. Cuando nuestra nave lo alcanzó, descubrimos que la población se había incrementado de los pocos miles del principio a cuarenta millones. Pero, mientras tanto, gran parte del conocimiento científico se había perdido, o había degenerado hasta convertirse en leyendas.

«Intentamos ayudar. Reintroducimos las bases para una tecnología más avanzada. Estaban ansiosos por recibir información nuestra, pero la aplicaron al desarrollo de armas. Entonces empezaron una guerra entre los dos principales asentamientos. Nuestra tripulación contempló cómo se masacraban mutuamente sin poder hacer nada. Pero nos dimos cuenta de que teníamos que hacer algo. Era imposible quedarse cruzado de brazos, cuando sabíamos que la información que les habíamos proporcionado había sido la causa del conflicto. La tripulación de nuestra nave intentó una táctica desesperada: a través de nuestros robots, ordenaron a las partes beligerantes que cesaran la lucha, sin decir lo que pasaría si se desobedecía la orden. «Funcionó. La guerra terminó.

«Habíamos aprendido otra verdad importante. Al ser «Inmortales», con una tecnología y un modo de vida incomprensible para los colonos, podíamos tener enorme influencia.

»Eso nos proporcionó nuestra siguiente regla: permanecer lo más distantes y misteriosos que fuera posible. Y si reclutábamos a alguien para que se uniera a nosotros en el espacio-L (sólo queríamos especímenes extraordinarios), les introduciríamos gradualmente en nuestra sociedad a través de un adoctrinamiento largo e intensivo.

«Nuestras reglas funcionaron muy bien. Se nos unió gente de Maremar y de Jade (otros dos planetas colonizados por Helena) y llevamos trabajando en esos sistemas y en el Mando desde hace miles de años Tierra.

»Por fin, llegó su mundo. Probablemente no lo saben, pero Pentecostés es una adición muy reciente a nuestras visitas planetarias. Les descubrimos hace sólo unos meses, según percibimos el tiempo en el espacio L, y el hecho fue un pequeño milagro.

«Verán, Eleanora fue la más desafortunada de las naves coloniales. Las otras dos arcologías encontraron varios planetas adecuados para establecerse en ellos. Pero sus antepasados tuvieron que vagabundear por las inmensidades interestelares durante más de quince mil años, sin aproximarse nunca a un mundo habitable. Ahora sabemos por qué. Durante los últimos cuatro mil años Tierra hemos podido predecir bastante bien los sistemas estelares y los planetas donde es probable que pueda darse la vida. Y Eleanora, simplemente, se dirigió a los sistemas estelares erróneos, en términos de nuestro conocimiento. Desgraciadamente, ese mismo conocimiento nos hizo tardar en seguir a Eleanora. Resulta que el sistema Cass normalmente no está dispuesto para la vida. La existencia de Pentecostés, Gimperstán, Mata de Pelo y Glug es un accidente, un producto secundario de las ondas de resonancia entre las órbitas planetarias.

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