El miedo le corroe. No puede soportarlo más. Cae al suelo, aplasta su cuerpo contra él, escarba la tierra. Muy lejos en el horizonte, la cima de la colina brilla con su luz roja. Fija los ojos en ella, demasiado asustado para volver a mirar el círculo que se estrecha.
—Mami, mami, mami, mami —repite el nombre una y otra vez, en voz baja—. Mami, mami, mami... —es la única cosa que tiene a la que agarrarse, pero no se atreve a llamarla en voz alta, no se atreve ni a llorar.
Tiembla en el suelo. No puede llorar. No llorará. Mami volverá pronto... volverá... volverá...
Esro Mondrian no lo sabe, pero el amanecer y su rescate están aún a diez horas de distancia. La venta en los niveles inferiores de los Gallimaufries tendrá lugar unos pocos días después.
Chan temblaba también. Sabía que Tatty le hablaba, pero no podía entender sus palabras. Ella se acercó a él y lo sacudió.
—¡Chan! ¿Qué te pasa? Estás llorando.
—Puedo llorar. Puedo —inspiró profundamente y sacudió la cabeza—. Me pondré bien.
—¿Qué te ha pasado?
—Recuerdos. Ahora comprendo por qué a Esro Mondrian le era imposible poder confiar en nadie en todo el Universo. Sé por qué necesitaba a las Criaturas con tanta ansia.
Ella le soltó y volvió al asiento.
—Hace mucho tiempo que lo sé. Iban a protegerle... de todo lo que exista más allá del Perímetro. Por eso las mandó construir.
—Y en vez de eso, le llevaron a la destrucción.
—Eso es justo —la voz de Tatty era amarga—. Él estaba dispuesto a destruir a todo el mundo en el universo para conservarlas. Es justo que también se destruyera él. Maldito sea.
—¿Tanto le odias? Lo siento.
Ella se frotó los ojos con una mano esquelética.
—Tengo derecho a odiarle..., todo el derecho. Si alguien se ha ganado el derecho a odiar a Esro Mondrian, soy yo.
Chan se levantó.
—No puedo discutir contigo, Tatty. Y supongo que con esto se acaba todo. Me voy.
Ella le miró, sus ojos marrones brillaban.
—¿Quieres decir que no quieres nada de mí? —se rió con amargura—. ¡Dios mío, eso sí que es un principio! Nadie viene a verme aquí abajo a menos que quieran algo. Nadie, excepto el pobre Kubo. Es el único amigo que me queda. Viene y los dos tomamos nuestras dosis de Paradox y nos sentamos aquí, sonriéndonos mutuamente —su voz se rompió—. Pienso en nosotros, y en lo que era. Una princesa. Y cuando pienso en lo que me he convertido... en lo que Esro Mondrian ha hecho de mí...
—Sí, quería algo de ti. Pero veo que no voy a conseguirlo. Lo siento, Tatty —Chan acarició con suavidad el cabello despeinado de Tatty—. Volveré, sólo para verte —dio un paso atrás—. Supongo que Kubo te mencionó que el cuerpo de Mondrian aún está vivo.
Ella dio un salto como si le hubieran puesto alambres ardiendo alrededor del pecho.
—¿Vivo? ¿De qué hablas? ¡Está muerto!
—Sí... pero no. Espera aquí, Tatty. Voy a enseñarte algo.
Antes de que ella pudiera protestar, Chan se encaminó al corredor y volvió pocos minutos después, empujando la camilla. La acercó al lugar donde Tatty continuaba sentada con los ojos completamente abiertos, y después volvió a salir y cerró las puertas. Finalmente, regresó para agarrar a Tatty por los hombros y ayudarla a ponerse en pie.
—Mira —dijo suavemente.
Ella lo observó largo rato.
—Ése no es Esro Mondrian —dijo por fin.
El cuerpo parecía pequeño y arrugado. Yacía con los ojos cerrados, y su cara era tranquila y sin rasgos, como de una pieza. Todas las arrugas, los signos de su constante concentración y su determinación habían desaparecido.
—Mira otra vez, Tatty. Es Mondrian. Ahora duerme.
Ella obedeció, y al hacerlo empezó a tiritar. Sus dientes castañetearon.
—Por favor —gimió, apartándose de la carretilla—. Por favor, llévatelo. No puedo soportar...
Corrió hacia el cuarto de baño y cerró la puerta de golpe. Chan oyó ruido de vómito, y correr el agua. Se sentó y contempló el cuerpo inmóvil de Mondrian. Unos minutos más tarde, Tatty apareció en la puerta.
—¿Qué le hicieron..., qué le hiciste? Fuiste tú, ¿verdad?
—Supongo que sí. Tuve que hacerlo. Habría destruido la nave, o nos habría dejado allí hasta que todos muriéramos. Teníamos que encontrar los datos necesarios para evitarlo. No nos lo permitió. Tuve que entrar en él y borrar todo lo que bloqueaba el acceso de la mente colectiva. Retrocedí mucho tiempo, a la época en que era un niño pequeño. Desde ese momento en adelante, todo ha desaparecido. Se ha borrado. No sé si éste es Esro Mondrian o no. Es un niño de tres años, con el cerebro y los recuerdos de un niño de tres años. Pero tal vez el intelec...
—¡No! —gritó Tatty, y alzó las manos como si fueran dos garras—. Sé por qué viniste aquí. Sé lo que estás intentando hacer.
—Sólo quería...
—No me mientas. Eres un monstruo..., peor que Esro Mondrian. ¡Crees que podría soportarlo de nuevo! Fue tan malo para mí como para ti, piénsalo, Chan Dalton. Piénsalo y sácalo de aquí. ¡Llévatelo!
—Espera un momento. Déjame que abra las puertas y nos iremos. —Así lo hizo. Cuando volvió al salón, vio que Tatty continuaba de pie, encorvada sobre el cuerpo dormido. No levantó la vista.
—¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó—, ¿Volverás a Ceres?
—A Ceres, y luego más allá. Leah y yo tenemos que regresar a Travancore. Tenemos allí una Criatura de Morgan todavía inmovilizada. Tenemos que ir con Nimrod y Barham, e intentar curarla.
—Nimrod y Barham... ¿son los superseres?
—No los llames así. Son sorprendentemente normales cuando hay que llegar a acciones difíciles.
—¿Y... esto? —señaló con la cabeza el cuerpo en la camilla.
—No lo sé. Me lo llevaré conmigo, supongo.
—¿Puedes esperarme unos minutos? Tengo que ir a la superficie. Te ayudaré a transportarlo.
Volvió a entrar en el cuarto de baño. Chan se quedó solo, preguntándose qué estarían haciendo Leah y los otros. Deseaba regresar con ellos.
Tatty tardó mucho tiempo en regresar. Cuando lo hizo, se había lavado y cepillado el pelo, que ahora brillaba, y llevaba un limpio vestido blanco. Maquillaje cuidadosamente aplicado ocultaba los estigmas del Paradox y las ojeras.
Estaba patéticamente enflaquecida, pero mantenía la espalda recta.
Chan intentó dirigirle un piropo, pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta.
—Vamos, Tatty —dijo por fin—. Te hace falta ganar algo de peso. Te compraré algo para comer en los niveles superiores.
Ella negó con la cabeza.
—He cambiado de opinión. No voy. ¿Cuándo te marcharás de la Tierra?
—Cuanto antes mejor. Pero no será hasta dentro de un par de días. Tengo que visitar a Skrynol. Me prometió que iba a enseñarme los «planes de expansión humana» de Mondrian, y tengo que decirle exactamente lo que le sucedió. Tienen un fuerte lazo mental, y sé que estará muy trastornada. Me llevará un rato.
—¿Podrías hacerlo hoy, antes de subir a la superficie? —Tatty se sentó junto a la camilla—. Me gustaría que lo dejaras aquí conmigo esta noche, y volvieras por la mañana.
Chan empezó a hablar, cambió de opinión, asintió y dio media vuelta para marcharse. Al llegar a la puerta, se detuvo.
—Tatty, no quiero engañarte. No podría ser aquí, lo sabes. Tendría que ser en Horus, con el Estimulador. No habría Paradox, y sería...
—Lo sé.
Ella le miró con aquellos brillantes ojos marrones que él recordaba del tiempo en que no era más que un pequeño y atormentado niñomental que temía el horror diario del Estimulador.
—No será más fácil que la última vez —tenía que decirlo todo—. Kubo dice que puede ser peor para la persona que maneje el Estimulador.
Читать дальше