—Deja de jugar, Ángel —dijo Chan a través del comunicador—. Tenemos que irnos.
Cada vez se sentía más como el encargado de mantener la disciplina en el grupo, el que tenía que decir siempre no y recordar las reglas desagradables. Los otros no parecían preocuparse. ¿Tal vez era ésa la relación general de los humanos con el resto del Grupo Estelar? Si era así, Chan nunca había oído expresarla antes.
El Ángel se acercó al lado de la tienda, zigzagueando adelante y atrás y ejecutando una media vuelta en el aire antes de posarse. Los otros estaban ya preparados y esperaban. Cuando partieron hacia el pozo, una parte de Shikari dedicó una solemne despedida a la otra mitad que se quedaría detrás. El Remiendo le explicó a Chan que, aunque rara vez había más de la cuarta parte del número total de los componentes en el cuerpo del Compuesto, estaban siempre allí, dispuestos para unirse cuando hiciera falta. La separación física en dos partes grandes sería un suceso único y desagradable.
—Imagina que te fueras de excursión sin las piernas —protestó Shikari—. O bien que Ángel saliera sin el Chasselrosa. Bueno, pues así es para nosotros, ¡pero mucho peor!
Pero una vez estuvieron de camino, el Remiendo pareció recuperar su buen humor. Una gruesa corriente de componentes les seguía, en dos direcciones, mientras descendían por el túnel, proporcionando un enlace continuo entre las dos mitades del Compuesto. Chan se preguntó qué distancia podría abarcar una cadena de componentes individuales. Con, pongamos por caso, diez mil componentes, cada uno de diez centímetros de largo, abarcaría nada menos que un kilómetro, pero las interconexiones neurológicas serían mínimas. Chan dudaba de que un Compuesto fuera capaz de pensar en semejante caso.
El Ángel había estado dirigiendo la marcha, deslizándose en silencio por el túnel curvo. Después de unos veinte minutos se detuvo y se volvió hacia los otros.
—Hay algo moviéndose delante —dijo suavemente—. Creo que tal vez ha llegado el momento de que S'greela marche en cabeza.
Mientras los dos cambiaban de posición, un puñado de componentes del Remiendo bajó volando por el túnel. Regresaron unos segundos más tarde y volvieron a conectarse con el cuerpo principal.
—Es la forma que describió S'greela —dijo Shikari—. Un cuerpo muy largo y sin patas auténticas, alimentándose de la pared del túnel.
S'greela se inclinó hacia adelante. La criatura vio la luz que sostenía, o sintió el rápido movimiento. Dejó de morder la vegetación e intentó escabullirse por el túnel, pero S'greela se abalanzó sobre ella. Cuando los otros llegaron, la tenía agarrada por la mitad, mientras se colgaba desesperadamente a la pared.
Chan la observó. Era enorme, con un cuerpo segmentado de un metro de grosor y unos diez de longitud. A pesar de su tamaño, no hacía esfuerzos por atacar o al menos defenderse. El cefalotórax, de color rojo oscuro, carecía de ojos, y tenía una boca capaz de arrancar de un bocado la pierna de Chan. Continuó comiendo vorazmente, mordisqueando la vegetación que arrancaba de la secciones que sobresalían de las paredes del túnel. Cuando Chan se acercó, la enorme cabeza se movió lentamente de un lado a otro. Emitió una aguda serie de graznidos y silbidos, casi completamente fuera del alcance del rango audible del ser humano. Los sonidos provenían de una segunda ranura situada unos centímetros por encima de la boca.
El Ángel avanzó hasta colocarse junto a Chan y el comunicador de su sección media emitió una serie de chirridos y silbidos experimentales.
—Creo que es un lenguaje —dijo—. Tal vez primitivo. Sería lógico asumir que modula señales ultrasónicas para navegar por los túneles.... una evolución natural de las criaturas que viven principalmente en la oscuridad. Pero antes de que podamos estar seguros, debemos tener más ejemplos de sonido. Agárralo fuerte ahora, S'greela.
El Ángel se acercó más a la cabeza, alargó una fronda inferior y sacudió suavemente a la criatura. El monstruoso cuerpo de la oruga se revolvió un momento y entonces la cabeza se volvió para encararse al Ángel.
Hubo otra larga secuencia de chirridos, esta vez con una cadencia y un énfasis diferente. La caja de comunicación del Ángel replicó con una serie de sonidos similares, gradualmente ascendiendo de tono, hasta que se hicieron inaudibles para el oído humano. El cuerpo dejó de retorcerse ante la presión de S'greela. La Tubo-Rilla y Shikari se acercaron para seguir el contacto.
Chan sabía que tanto los Remiendos como los Tubo-Rillas podían escuchar frecuencias más allá de su gama. Tendrían que informarle cuando el intento inicial de establecer contacto hubiera terminado. Dio un paso atrás y miró las paredes del túnel a su alrededor.
Estaban cerca de una encrucijada, donde el pozo descendente se dividía para continuar un doble sendero. No había visto eso antes, o escuchado algo similar en los informes del Equipo Alfa. Sugería un sistema de caminos a través de las junglas de Travancore mucho más complicado de lo que habían advertido. Chan volvió a mirar a S'greela y Shikari. Los dos seguían atentamente los esfuerzos de Ángel. Se dirigió despacio hacia el túnel y examinó cada uno de los dos caminos.
No eran idénticos. Uno continuaba hacia la superficie de Travancore, a cinco kilómetros bajo ellos. El otro era más estrecho y menos empinado. Se curvaba suavemente hacia la izquierda, apenas con gradiente. Si continuaba así, el estrecho corredor se convertiría en un camino horizontal a través de los grandes árboles. Chan avanzó tres o cuatro pasos. No tenía intención de perder a los otros miembros del equipo.
Se detuvo, muy confundido. Parecía que había algo parecido a una niebla que oscurecía las partes más lejanas del corredor. Enfocó la luz hacia allí, y no obtuvo reflejo.
Chan dudó un momento y entonces empezó a retroceder. Hubiera lo que hubiere delante de él, no iba a afrontarlo solo. Tenía armas, pero necesitaba más la fuerza de S'greela, la movilidad de Shikari y los fríos poderes racionales de Ángel.
Al volverse, oyó un susurro tras él.
—¡Chan!
Miró hacia atrás. Algo había avanzado en la oscura niebla y se alzaba en la mitad del sendero.
Parecía una figura humana. Chan volvió a enfocar el túnel y quedó petrificado.
Era Leah.
Chan estaba a punto de llamarla cuando recordó la advertencia de Mondrian. Leah estaba muerta. Lo que estaba viendo era un ilusión, algo creado en su mente por Nimrod.
Como para confirmar sus pensamientos, la figura de Leah se desplazó hacia arriba como un pálido fantasma. Flotó sin apoyo, a un par de metros por encima del suelo del túnel. La forma alzó un brazo blanco.
—Chan —repitió.
—¡Leah! ¿Eres tú..., realmente tú? —Chan combatió el deseo de correr y abrazar la forma flotante frente a él.
La forma no pareció oírle. Chan vio que la cabeza se movía lentamente de un lado a otro.
—Ahora no, Chan —dijo la voz de Leah—. Ahora sería demasiado peligroso. Di adiós... pero ámame, Chan. El amor es el secreto.
Ignorando todo sentido común, Chan descubrió que había dado otro paso adelante. Se detuvo, atontado y dubitativo.
La figura alzó los dos brazos con urgencia.
—Ahora no, Chan. Es peligroso.
Ella agitó una mano en señal de despedida. La delgada figura dio de repente un paso atrás y fue tragada por la nube oscura. La aparición se había marchado.
Chan se quedó inmóvil, demasiado conmocionado para moverse. Por fin, una repentina premonición que le advertía un gran peligro conquistó su inercia. Dio media vuelta y empezó el camino de regreso, tambaleándose, hacia los otros.
Una voz en su interior le gritaba.
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