Charles Sheffield - La caza de Nimrod

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La caza de Nimrod: краткое содержание, описание и аннотация

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Una inteligencia artifical escapa al control de sus creadores y elabora sus propios planes sobre lo que quiere hacer, sin imporrtarle para ello el ser violenta para conseguirlo. Los humanos se unen a un grupo de razas alienígenas para trabajar juntas en la solución del problema, pero tienen muy diferentes ideas sobre cómo abordar el asunto.

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—¿Y si les consigo los volátiles? —dijo por fin.

—Los siete serán suyos. —Sonrió con una sonrisa radiante y mellada que hizo que Brachis deseara salir corriendo—. Todos suyos... para hacer lo que quiera con ellos.

20

BÚSQUEDA EN SUEÑOMAR

El equipo había adquirido existencia oficial en el momento en que todos sus miembros llegaron a Barjan. En adelante, sería conocido como el Equipo Rubí, un nombre que desagradó tanto a Chan como Leah había odiado el de Equipo Alfa. Igual que ella, Chan había decidido cambiarlo en cuanto tuviera oportunidad.

El Equipo Rubí tenía ahora cuatro días de existencia. Tres de ellos habían sido empleados en investigar y explorar el planeta mientras Chan y los otros hacían sus primeros intentos por aunar sus esfuerzos y cooperar mutuamente. La «luna de miel», como lo había llamado Shikari jocosamente. Pero ahora, en la cuarta mañana, ese periodo de tranquilidad había terminado. Todos los miembros lo sabían, y se sentían poco dispuestos a empezar.

Amanecía en Barjan, un día espléndido con un cielo lleno de luces rosáceas y grises que los rayos de Eta Cassiopea creaban al atravesar las altas capas de polvo y arena. Los miembros del equipo perseguidor se habían dispersado durante la noche para satisfacer sus necesidades naturales de alimento o descanso. Ahora, con las primeras luces del alba, se reunieron en la nave para escuchar el informe del Ángel.

Este permaneció largo rato en silencio. Por fin, empezó a mover las hojas superiores.

—Confirmado —dijo la unidad de comunicación adjunta a su sección central—. Con una probabilidad de 0,999 y ahora sabemos la localización del Simulacro de Morgan.

—Buena noticia —dijo Shikari, agrupado en forma de montículo púrpura junto a la pared de la cabina—. ¿Dónde está, Ángel? Esperamos que no demasiado cerca.

—El Simulacro está lejos de aquí. Tiene un escondite en una caverna, en la costa de Sueñomar.

Hubo un momento de silencio.

—Eso es una mala noticia —dijo Shikari, y en su agitación se dispersó y el aire se llenó de componentes que revolotearon por toda la nave—. ¿Qué hacemos ahora?

Chan sacudió la cabeza y se volvió hacia S'greela.

—No puedo hacer eso que ha hecho Shikari, pero sé cómo se siente. ¿Tienes alguna sugerencia?

El grupo perseguidor había discutido muchos planes alternativos, para muchas situaciones distintas, pero esta circunstancia nunca había sido considerada. El Simulacro no podría haber escogido un lugar mejor para esconderse.

La impresión común de Barján como mundo desértico no era del todo correcta. Había una extensión de agua en su superficie: Sueñomar, un lago redondo de cuarenta kilómetros de diámetro, que se encontraba en una depresión a unos mil kilómetros del polo sur del planeta. El agua del lago era salada y amarga, y ninguna forma de vida terrestre podía sobrevivir allí. La forma de vida nativa más grande era un anfibio que toleraba —y disfrutaba— la salinidad y alcalinidad de Sueñomar. Era una de esas extrañas formas que habían hecho al Grupo Estelar tan cauteloso en su política. Los Caparazones parecían tortugas grandes, de dos metros. No empleaban herramientas, no conocían ningún tipo de tecnología, no tenían ningún lenguaje reconocible. Y sin embargo...

La mayor parte del tiempo, los Caparazones se entretenían con dos obsesiones: meterse en el agua durante el día barjano, buceando en busca de algas, y arrastrarse hasta la costa por la noche para poder pacer la vegetación descolorida y espinosa de las costas de Sueñomar. Eran animales grises y anodinos, que aparentemente vivían una existencia gris y monótona. Naturalmente, los primeros visitantes humanos del sistema de Eta Cassiopea, habían centrado su atención en S'Kat'lan, el hogar de los inteligentes Tubo-Rillas. Nadie había hecho mucho caso a los Caparazones de Barján, hasta que un día se descubrió que su carne era un bocado delicioso: rosa, de fina textura y sabor exquisito. Se convirtió en un lujo que se exportaba desde el sistema Eta Cass. La población de los Caparazones empezó a menguar. Sin ninguna protección especial, pronto se habrían extinguido.

Fue un xenólogo marciano, Elbert Tiggens, quien los salvó. Sus amigos admitían que Tiggens tenía ideas excéntricas. Otros colegas eran menos amables y consideraban una locura su esquema de una «taxonomía universal», un sistema de clasificación general en el cual los organismos de cada mundo encajarían a la perfección de acuerdo con reino, filo, clase, orden, familia, género, y especie. Tiggens no se dejaba disuadir. Con ese propósito decidió marcharse una temporada a Barján para estudiar la flora y fauna de Sueñomar y tratar pacientemente de introducir cada organismo en su esquema clasificatorio.

Elbert Tiggens se habría quedado allí para siempre sin conseguir nada, pero, después de unos cuantos meses, advirtió algo raro en los Caparazones. Los había utilizado como fuente de alimento, y estaba muy familiarizado con sus hábitos y movimientos. Cada mañana se sumergían en el Sueñomar, y cada noche salían a la orilla. Pero no viajaban directamente en busca de las plantas alimenticias o del agua. En vez de eso, los animales seguían una serie de curvas peculiares y bien definidas, diferentes cada mañana y cada noche. En ciertos puntos se paraban, daban la vuelta trazando un círculo completo, y dejaban una marca definida en el suelo. Tiggens fotografió las huellas y se preguntó si serían parte de alguna especie de ritual de apareamiento, y continuó con su trabajo taxonómico.

Después de seis meses, se quedó sin suministros. Empezaba también a cansarle la carne hervida, asada, frita, cocida, a la plancha o ahumada de los Caparazones. Aprovechó la estancia de un recolector de Caparazones y se marchó a la única instalación existente en Barján, con la intención de comprar comida y suministros allí. Junto a él, había una astrónomo Tubo-Rilla a punto de marcharse de Barján para examinar el sistema anillado de Eta Cass. Tiggens deseaba compañía, humana o de lo que fuera. Explicó sus razones para estar en el planeta, sus nociones de taxonomía y sus observaciones sobre los Caparazones. La Tubo-Rilla le escuchó amablemente, disimulando su aburrimiento, hasta que Tiggens le mostró algunas fotografías de las huellas que los Caparazones dejaban al moverse por la orilla. La Tubo-Rilla las miró una vez. Luego, volvió a mirarlas de nuevo. Finalmente, se las quitó a Elbert de las manos.

—¿Rituales de apareamiento? —preguntó Tiggens.

La Tubo-Rilla tiritó, se estiró, desplegó los miembros, se elevó veinticinco centímetros y sacudió la cabeza.

—¡Órbitas y posiciones planetarias del sistema Eta Cass!

De repente, los Caparazones dejaron de ser un alimento. Sueñomar fue declarada zona protegida y los Caparazones una especie protegida. Tenían conocimientos suficientes de astronomía, matemáticas y mecánica celestial como para saber la posición de los principales planetas del sistema Eta Cass, sin que les influyera la visibilidad o la época del año. Trabajaban en equipo, y ningún Caparazón duplicaba los esfuerzos de otro. Pero, de manera exasperante, rehusaban mostrar otros signos de inteligencia.

Las reglas del Grupo Estelar eran explícitas y se llevaban a cabo rigurosamente. Los Caparazones eran una especie posiblemente inteligente, aunque la naturaleza de su inteligencia no se comprendiera todavía. Por lo tanto, su protección fue total. No podían ser cazados, y su entorno, que incluía todo Sueñomar y la zona de tierra alrededor, quedaba completamente fuera de los límites de cualquiera, incluyendo el Equipo Rubí. Con esto, la misión de Chan y los otros parecía imposible.

Después de la consternación inicial de Shikari y su dispersión, el Remiendo volvió a reagruparse y reformó su boca, la volvió hacia Chan, emitió un par de silbidos preliminares y por fin habló.

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