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David Brin: El efecto práctica

Здесь есть возможность читать онлайн «David Brin: El efecto práctica» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 1997, ISBN: 84-406-7217-9, издательство: Ediciones B, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

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David Brin El efecto práctica

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“Cualquier tecnología suficientemente avanzada es vista como magia”. La frase, a menudo atribuida a Arthur C. Clarke, se hace realidad en esta amena y divertida novela de David Brin. Dennis Nuel, profesor universitario de física, es transportado a un mundo alternativo donde el segundo principio de la termodinámica está invertido y los objetos mejoran con su uso en lugar de deteriorarse. Inevitablemente, Dennis recibe en ese mundo dotado de una organización feudal la consideración de mago. Deberá intervenir en innumerables aventuras y participar en viajes sorprendentes donde encontrará a una rubia princesa y deberá enfrentarse a un inteligente señor de la guerra y a los habituales villanos envidiosos. Todo ello en un mundo dotado de tecnología de pacotilla. Una idea brillante servida con una técnica narrativa que recuerda explícita y voluntariamente la ciencia ficción de los años cuarenta y cincuenta. Una viaje alucinante y alucinado por un mundo anómalo donde las leyes de la física son distintas.

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A Dennis no le gustó el tono de aquel tipo.

—¿Qué pretende decirme?

Brady sonrió. Hablaba tan bajo que sólo Dennis podía oírlo.

—Nunca se lo mencioné a los demás, ya que parecía absurdo. Pero es justo que se lo diga.

—¿Decirme qué?

—Oh, podría no ser nada, Nuel. O tal vez ser algo bastante insólito… ¡como la posibilidad de que ese mundo anómalo tenga un conjunto de leyes físicas diferente al de la Tierra!

La compuerta estaba ya medio cerrada. El reloj estaba en marcha.

Aquello era ridículo. Dennis no iba a dejar que Brady se quedara con él.

—Venga ya, Bernie —dijo con una carcajada—. No creo ni una palabra de sus monsergas.

—¿No? ¿Recuerda esas brumas púrpura que descubrió el año pasado donde la gravedad repelía?

—Eso era completamente diferente. Ninguna diferencia de importancia en las leyes físicas podría ponerme en peligro en el mundo de Duen, no cuando la biología es tan compatible.

»Pero si hay algo de menor importancia de lo que no me ha hablado —continuó Dennis, avanzando—, será mejor que lo escupa ahora o juro que…

Extrañamente, el antagonismo de Brady pareció disminuir en favor de un asombro aparentemente genuino.

—No sé lo que es, Nuel. Tiene que ver con los instrumentos que enviamos. ¡Su grado de eficacia parecía cambiar a medida que pasaban tiempo allí! Era casi como si una de las leyes de la termodinámica fuera sutilmente diferente.

Demasiado tarde, Dennis se dio cuenta de que Brady no estaba sólo irritándolo. Había descubierto algo que lo dejaba perplejo de veras. Pero a estas alturas la compuerta ya casi se había cerrado por completo.

—¿Qué ley, Brady? ¡Maldición, detenga este proceso hasta que me lo diga! ¿Qué ley?

A través de la pequeña rendija que quedaba, Brady susurró:

—Adivínelo.

Con un suspiro, los sellos encajaron en su sitio y la compuerta se cerró herméticamente.

En el laboratorio de zievatrónica, el doctor Marcel Flaster observó a Brady volverse ante la compuerta cerrada de la máquina de anomalías.

—¿Qué pasaba?

Brady se le quedó mirando. Flaster habría jurado que el tipo estaba más pálido que de costumbre.

—Oh, nada. Estábamos hablando para pasar el tiempo hasta que se cerrara la compuerta.

Flaster frunció el ceño.

—Bien, espero que no haya sorpresas en esta última etapa. Cuento con que Nuel tenga éxito. Necesito enormemente Flasteria ahora que parece que se confirma mi ascenso para el mes que viene.

—Tal vez consiga arreglarlo. —Brady se encogió de hombros.

Flaster se echó a reír.

—Cierto. Por lo que he visto por aquí, está seguro de tener éxito. En los últimos días, ha hecho hervir este lugar.

¡Tendría que haber recuperado a ese muchacho para este laboratorio hace meses!

Brady se encogió de hombros.

—Tal vez Nuel tenga éxito. O tal vez no.

Flaster sonrió ladino.

—Ah, bueno. Si fracasa, tendremos que enviar a otra persona, ¿no?

Brady tragó saliva y asintió. Vio cómo el director del laboratorio se daba la vuelta y se marchaba.

Me pregunto si he hecho lo adecuado, pensó Brady, al dar a Nuel los módulos equivocados para arreglar el mecanismo de regreso.

Oh, se dará cuenta tarde o temprano y los arreglará. Todo lo que tiene que hacer es poner los chips adecuados en su sitio. Hice que pareciera un error de fábrica para que nunca lo relacione conmigo… aunque probablemente sospechará.

Para cuando arregle los módulos, habré tenido tiempo de trabajarme a Flaster. ¡ Y Nuel no valdrá tanto cuando el retraso se prolongue semanas, sea cual fuere su excusa!

Brady se sentía un poco culpable por el asunto. Era una pequeña putada. Pero según todos los indicios Flasteria era un lugar bastante tranquilo. Los robots no habían visto animales grandes, y de todas formas Nuel siempre estaba hablando de lo magnífico que había sido como boy scout. ¡Que acampara en el monte durante una temporada, entonces!

Tal vez incluso descubriría también qué les había estado sucediendo a los robots… esa extraña alteración en sus perfiles de eficacia.

Oh, Nuel regresaría hecho una furia, desde luego. Pero para entonces Brady habría tenido una oportunidad de recuperar el favor del director. Ya sabía qué teclas había que pulsar.

Brady miró su reloj.

Gabriella había quedado con él para almorzar, y no quería llegar tarde.

Se enderezó la corbata y salió rápidamente del laboratorio. Pronto estuvo silbando.

5

—¿Qué ley? Hijo de… —Dennis golpeó la puerta.

Se detuvo. Era inútil. La sonda de envío se había activado ya. Se encontraba ya en el mundo anómalo, ya en…

Dennis miró la puerta cerrada. Palpó a sus espaldas y se sentó pesadamente sobre una de las cajas. ¡Entonces, mientras se hacía cargo de su situación, se encontró de pronto echándose a reír! No podía parar. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras se entregaba a la jubilosa sensación.

Nadie había estado jamás tan aislado como él, lanzado de la Tierra a un mundo lejano.

La gente podía leer sobre aventuras en lugares remotos, pero la verdad era que la mayoría, al primer atisbo de algo verdaderamente peligroso, cavaba un hoyo y llamaba a su mamá.

Como reacción inicial, pues, la risa no estaba mal. Al menos después se sintió más relajado.

Desde una caja cercana, el cerduende observaba, aparentemente fascinado.

Voy a tener que inventar un nuevo nombre para este lugar, pensó Dennis mientras se frotaba los ojos. Flasteria no le viene bien.

La crisis inicial de aislamiento había pasado. Pudo mirar a su izquierda, hacía la otra puerta, la única que ahora se abriría… a otro mundo.

Lo dicho por Brady sobre un «conjunto distinto de leyes. físicas» seguía molestando a Dennis. Brady probablemente había intentado burlarse de él. Aunque dijera la verdad, tendría que ser algo muy sutil, ya que los procesos biológicos eran tan compatibles en ambos mundos.

Dennis recordó una historia de ciencia ficción que había leído una vez en la que con un diminuto cambio de la conductividad eléctrica se producía un aumento diez veces superior de la inteligencia humana. ¿Podría ser algo parecido?

Suspiró. No se sentía más listo. El hecho de que no pudiera recordar el título de la historia refutaba en cierta medida esa posibilidad.

El cerduende se lanzó desde su asidero y aterrizó en su regazo tras un breve planeo. Ronroneó, mirándole con sus ojos esmeralda.

—Ahora yo soy el alienígena —dijo Dennis. Cogió al pequeño nativo—. ¿Qué lo parece, Duen? ¿Soy bien venido? ¿Quieres mostrarme tu hogar?

Duen trinó. Parecía ansioso por ponerse en marcha.

—Muy bien —dijo Dennis—. Vamos.

Se ató el cinturón de herramientas, con la pistola de agujas a un lado. Luego, tras adoptar una adecuada pose de explorador, tiró de la palanca que abría la lejana puerta. Hubo un siseo al igualarse la presión y los oídos le zumbaron brevemente. Entonces la compuerta se abrió para dejar entrar la luz de otro mundo.

II

COGITO, ERGO TUTTI FRUTI

1

La compuerta se hallaba en una suave loma de hierba seca y amarilla. El prado se extendía hasta un riachuelo verde, situado a medio kilómetro de distancia. Más allá, filas de largas y estrechas colinas se alzaban hacia las montañas coronadas de blanco. Manojos de amarillo salpicaban de forma irregular alfombras de diversos tonos de verde.

Árboles.

Sí, parecían árboles de verdad, y el cielo era azul. Cirros blancos se entrelazaban en la cúpula celeste.

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