Miró de soslayo a Tallon, sentado a su lado en el asiento delantero, con el soñoliento perro tumbado a través de sus rodillas. Tallon había cambiado mucho desde el primer día que le vio andando con paso inseguro con la caja de la lámpara-sonar atada a su frente. Su rostro era mucho más delgado, reflejando tensión y fatiga, pero al mismo tiempo una mayor serenidad. Observó que sus manos, apoyadas ligeramente sobre el desgreñado lomo del perro, tenían una apacible inmovilidad.
—Dígame —inquirió—, ¿cree usted realmente que lograra llegar a la Tierra?
—No estoy demasiado seguro.
—Pero está ansioso por llegar allí. ¿Cómo es la Tierra?
Tallon sonrió débilmente.
—Los niños montan en triciclos rojos.
Helen fijó su mirada en la carretera. Estaba empezando a llover, y las blancas cintas de señales de la carretera se deslizaban bajo el automóvil como balas trazadoras disparadas desde el horizonte cada vez más oscuro delante de ellos.
Poco después observó que Tallon había empezado a temblar. Al cabo de unos minutos su rostro estaba cubierto de sudor.
—Le aconsejé que se entregara —dijo Helen en tono casual—. Necesita cuidados médicos.
—¿Cuánto tardaremos en llegar a New Wittenburg si no nos detenemos?
—Suponiendo que usted quiera que me mantenga dentro de los limites de velocidad autorizados… de diez a once horas.
—¿Yendo directamente hacia el norte? ¿Siguiendo esta carretera?
—Sí.
Tallon agitó la cabeza.
—Lo más probable es que Cherkassky me esté esperando a lo largo de esta carretera, y es obvio que tendrá una descripción de este automóvil. Será mejor que se dirija hacia el este, a la zona montañosa.
—Pero eso alargará mucho mas el viaje, y no creo que pueda usted resistir hasta New Wittenburg ni siquiera siguiendo el camino más corto… —Helen se preguntó vagamente porqué se preocupaba de lo que pudiera pasarle a aquel vulgar terrestre. ¿Es posible que sea así como empiezan las cosas?, pensó con una sensación de inquietud.
—En tal caso, no importa el camino que sigamos —dijo Tallon en tono impaciente—. Diríjase hacia el este.
Helen tomó la primera carretera lateral que encontraron. El automóvil se deslizó sin esfuerzo aparente a través de varios kilómetros de complejos residenciales densamente poblados, idénticos a todos los demás del continente. Suburbios sin urbs. Helen volvió a preguntarse cómo hubiera sido su vida si hubiese nacido en otro planeta, en el seno de una familia corriente. Sin el aislamiento social del rango, podría haberse casado y tener hijos… con alguien —el pensamiento llegó espontáneo, pero con la fuerza de un planeta en su órbita— como Tallon. En otra vida, ella podría haber viajado; Tallon lo había hecho más que cualquier otra persona de las que ella había conocido hasta entonces.
Miró de nuevo a Tallon de soslayo.
—¿Son muy terribles los vuelos espaciales?
Tallon se sobresaltó ligeramente, y Helen se dio cuenta de que había empezado a adormilarse.
—No. Le inyectan a uno tranquilizantes una hora antes del primer salto, y algo un poco más fuerte antes de que la nave llegue al portal. Y cuando uno quiere darse cuenta, ya ha llegado.
—¿Pero usted lo ha hecho alguna vez sin tranquilizantes ni anestésicos?
—No lo he hecho nunca con ellos —dijo Tallon con inesperada energía—. La propulsión a través del no-espacio, tal como nosotros la empleamos, tiene un gran fallo: es la única forma de viaje ideada que no ensancha la mente. Los viajeros desvían sus cuerpos a través de la galaxia, pero mentalmente continúan dentro de la órbita de Marte. Si realizaran el viaje sin inyecciones de ninguna clase, de modo que pudieran saber lo que realmente significan los tránsitos-parpadeo… las cosas podrían ser distintas.
—¿Qué tipo de cosas?
—Por ejemplo, que usted sea una luterana y yo un terrestre.
—Qué raro —dijo Helen en voz alta—, un espía idealista…
Pero Helen admitió algo en su fuero interno: Así es cómo empieza… Había tardado veintiocho años en descubrir que no podía convertirse en un ser humano completo por sí misma. Lo triste era que hubiera empezado con alguien como Tallon y, en consecuencia, tuviera que interrumpirse enseguida. Vio que los ojos de Tallon habían vuelto a cerrarse detrás de la gruesa armazón de sus gafas, y que Seymour dormitaba apaciblemente… lo cual significaba que Tallon estaba a oscuras y sumiéndose en el sueño.
Helen empezó a elaborar un plan. Tallon estaba debilitada —por la tensión, la fatiga y los efectos de su herida, pero en su alargado y pensativo rostro había algo que le revelaba a Helen que conservaba aún las energías suficientes como para que ella no pudiera dominarle sin la ayuda de nadie. Si lograba en ganarle y mantenerle despierto hasta que se hiciera de noche, tal vez podría hacer algo cuando se hubiera dormido. Buscó un tema que pudiera interesar a Tallon, pero no encontró ninguno. El automóvil avanzaba al pie de las verdes colinas del espinazo continental cuando el propio Tallon empezó a hablar en un esfuerzo para combatir su somnolencia.
—Hay algo que me intriga en el sistema de salarios luterano —dijo—. Todo el mundo cobra en horas y minutos; e incluso con las cláusulas de factorización, lo máximo que un cirujano de primera categoría, por ejemplo, podría ganar en una hora son tres horas, ¿no es cierto?
—Exacto. —Helen repitió unas palabras familiares—: En su sabiduría, el primer Moderador Temporal eliminó las tentaciones de ilimitadas ganancias temporales del sendero de nuestro progreso espiritual.
—No me interesa el catecismo. Lo que me gustaría saber es por qué su hermano, y presumiblemente el resto de su familia, pueden tener mucho más dinero que cualquier otra persona. ¿Cómo encaja con el sistema esa finca de Cari, por ejemplo?
—Encaja con el sistema, como usted lo expresa, porque el Moderador no acepta ningún pago por sus servicios al pueblo de Emm Lutero. Su rebaño atiende a sus necesidades por medio de donativos voluntarios. Y lo que sobra de esos donativos lo invierte como considera oportuno, habitualmente para aliviar sufrimientos o necesidades.
—El jefe comparte lo que le sobra con sus amigos y parientes —dijo Tallon—. Me gustaría que el doctor Winfield estuviera aquí.
—No lo entiendo.
—¿Quién lo entiende? ¿A qué campo de las matemáticas se dedicaba su hermano?
Helen estuvo a punto de dar una respuesta sarcásticamente evasiva adecuada para un agente político que metía sus narices en el reino de las matemáticas superiores; luego recordó el trabajo de Tallon en el juego de ojos. Y recordó también que en su expediente figuraba el detalle de que había empezado su carrera como investigador en el terreno de la física antes de convertirse, inexplicablemente, en un agente del Bloque.
—Yo no podría comprender el trabajo de Cari —dijo Helen—. Tenía algo que ver con la teoría de que el universo del no-espacio es mucho más pequeño que el nuestro… tal vez de sólo unos cuantos centenares de metros de diámetro. En cierta ocasión dijo que las esferas de dos segundos-luz que llamamos portales podrían corresponder a átomos individuales en el no-espacio continuo.
—Había oído hablar de esa idea —dijo Tallon—. ¿Hasta qué punto llegó a desarrollarla su hermano?
—Sabe usted perfectamente que toda la información acerca de la exploración espacial está clasificada como materia altamente reservada.
—En efecto; pero usted misma me ha dicho que no podría comprenderla, de modo que le resultaría imposible proporcionar algún dato relevante.
—Bueno… lo único que sé es que Cari formaba parte del equipo que decidió el aumento del salto y las coordenadas —para la exploración de Aitch Mühlenberg. El viaje circular tiene un número de portales menor que cualquier otra ruta del imperio. Cari dijo que eso significaba que podrían construir naves espaciales más baratas, aunque no veo por qué.
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