– Agua, al fin era cierta la vieja teoría de que los mares de Marte se congelaron.
– ¿Y cómo vamos a calentar el agua que necesitemos? -preguntó Jenny con amargura-. ¿Aplicándole las manos desnudas?
Susana ignoró el agua y se dirigió directamente a Luca.
– Eso es estupendo, tenemos una nueva fuente de agua… ¿Comprobásteis en qué estado se encuentran los motores y los tanques?
Luca dejó de esforzarse en sacarse una bota y desvió la mirada de Susana mientras hablaba.
– Ya no hay motores, Susana, ni tanques de combustible. Debieron desprenderse durante el choque. Fue un milagro que no estallaran matándonos a todos.
De repente el silencio se hizo intenso. Ya no había forcejeos ni tirones por quitarse los trajes y nadie se movía ni hacía nada.
– No ha sido un milagro, sino una maldición -dijo Fidel, mientras se dejaba caer en el suelo, recostándose contra un mamparo-. Estamos muertos, aún seguiremos respirando durante un año o así pero estamos tan muertos como André.
Susana se volvió hacia Fidel y le hizo un gesto con la mano extendida para que se tranquilizara. Luego se dirigió de nuevo a Baglioni.
– Espera ¿qué quieres decir con que no queda nada del combustible criogenizado?
– Esta pequeña cabina, los sistemas de soporte vital, y lo que hay en su interior es lo único que tenemos para sobrevivir… -Luca negó con la cabeza- y no lo vamos a lograr, Susana.
– Esperad, esperad todos… -dijo Herbert, señalando al pequeño recipiente que desprendía vaho y donde el hielo se estaba convirtiendo en una sopa de agua amarronada -Esto es agua, amigos. No contábamos con ella, pero aquí está. ¿Con cuantas cosas más no contamos y están ahí fuera esperando para ayudarnos a sobrevivir? Tenemos agua…
Jenny hablaba con una voz tranquila, muy relajada.
– El problema, Herb, no es el agua, ni el aire. El problema es que la energía se nos agotará antes de un año, y no tenemos forma de producir más.
– Tenemos que empezar a economizar energía -dijo Susana pensativa-. Ahora mismo. Informaré a Lowell.
Unas horas más tarde la cabina de la Belos estaba casi a oscuras. La temperatura había descendido y los miembros de la expedición se acurrucaban dentro de sus sacos térmicos. La luz roja de emergencia se reflejaba en el aluminio de los sacos produciendo reflejos de hoguera inexistente.
Susana y Herbert estaban despiertos, acurrucados dentro de los sacos y frente a una pantalla donde aparecía Lowell.
– Nuestra única oportunidad es reducir al mínimo el consumo de energía -al hablar, Susana expulsaba vaho-. Hemos bajado la temperatura interior del módulo hasta los siete grados sobre cero y limitado la potencia a la barra de emergencia.
– Muy bien Susana, espero que funcione.
– ¿Qué piensas hacer tú ahora? ¿Alguna novedad sobre nuestro rescate?
– Van a adelantar mi regreso; partiré dentro de dos días. En la Tierra han dado con una trayectoria alternativa. La idea es utilizar una trayectoria hiperbólica sobre Venus para frenar a la Ares en su regreso a la Tierra. Es más arriesgado, pero me permitirá estar de regreso unos meses antes y ganar así tiempo para la misión de rescate. Hay mucho de la Ares que se puede reutilizar para volver a Marte.
– Entonces… ¿te vas?
– En un par de órbitas el ordenador encenderá los motores… Lo siento, yo…
Susana y Herbert no dijeron nada durante un par de segundos, mientras asimilaban lo que su compañero en órbita acababa de decirles.
Lowell dejó de mirar a la cámara y operó en algún panel a su derecha. Su gesto era impasible, muy forzado.
– Bueno… -dijo- debo prepararme para abandonar la órbita y me queda un largo camino por delante. Buena suerte a todos… amigos.
Cuando Susana volvió a hablar, la voz le salió un poco rota al principio pero luego se hizo firme otra vez.
– Gracias Lowell… buen viaje.
A la mañana siguiente la luz rojiza de Marte iluminaba el interior de la Belos . La temperatura era algo más alta. No obstante Jenny y Fidel aún se protegían con el saco térmico mientras sorbían bolsas de café con leche concentrado y miraban uno de los monitores.
Luca silbaba tranquilamente mientras plegaba el baño.
Afuera Marte brillaba intensamente en colores tostados. La tormenta parecía haber pasado y el aire era tan limpio que veían con nitidez la cadena montañosa que antes sólo era un línea en el horizonte.
Luca se acercó a dónde estaban Fidel y Jenny.
– ¿Qué pasa? ¿se ha largado ya nuestro inútil vecino de ahí arriba?
Herbert, que se desperezaba realizando movimientos de yoga en un rincón, le respondió:
– Imagino que para él era una frustración estar tan cerca y no poder hacer nada.
– Claro… me parte el corazón -dijo Luca.
Fidel tomó la palabra señalando al panel de ingeniería de Luca.
– Lowell nos ha mandado un paquete de datos. Echales un vistazo a ver que sacas en claro.
– ¿Siguen con esa idea de que el fallo fue debido a una anomalía magnética?
– Sí, pero no sólo eso.
– A ver. Parece que nos está mandando una imagen SAR tomada desde la Ares .
Jenny salió al fin del saco y se acercó, tiritando un poco, al panel de Luca.
– ¿SAR? -Jenny frunció el ceño e imitó la voz de McCoy, el médico de la serie Star Trek-. Soy médico Jim, no ingeniero.
– SAR, de Synthetic Aperture Radar -le explicó Luca-; funcionan con una frecuencia central de 1225 MHz, ondas de radar milimétricas de mucha resolución. Se tienen que emitir desde un vehículo en movimiento. Se va barriendo el terreno a franjas estrechas y recogiendo los ecos según avanza. De este modo se simula trabajar con una antena enorme y los resultados son de muy alta calidad. Se diseñó inicialmente para cartografiar Venus.
La imagen se formaba en la pantalla. Era una especie de plano en niveles de gris. Herbert y Susana se acercaron abriendo mucho los ojos.
– ¿Eso está en el fondo del Valle Marineris? Parece algo artificial…
– Espera Susana, no nos precipitemos en sacar conclusiones.
En la imagen se veía una retícula de celdillas cuadradas. Fidel también se acercó. Todos miraron el monitor de Luca.
– Yo he visto eso antes…
Herbert le respondió.
– Sí, yo también.
Luca usando el lápiz óptico amplió la zona de la retícula. Jenny abrió mucho los ojos.
– La verdad es que no parece algo natural… Es demasiado geométrico ¿no?
– Quizá es un efecto de la poca resolución. -dijo Susana.
– No -dijo Luca-, La resolución es más que suficiente.
Herbert apartó suavemente a Luca del panel y operó sobre él mientras murmuraba.
– Creo recordar… ¡Ajá, aquí esta!
La imagen se dividió en dos. A la izquierda quedó la ampliación que estaban observando. A la derecha una imagen de archivo fechada y con referencia.
– Es la foto 4212-15 tomada por la Mariner 9 cerca del Polo Sur de Marte.
Susana observó detenidamente las dos imágenes y luego a Herbert.
– Lo recuerdo. Se dijo que era una formación basáltica.
– Y eso debe ser… pero…
– ¿Sí?
Herbert tomó el lápiz óptico, pinchó en la imagen de la derecha hasta que las escalas coincidieron en las dos. Luego tomó esa imagen, la hizo semitransparente y la arrastró encima de la otra.
Tuvo que cambiar un poco la perspectiva, pero al final se hizo evidente que las dos imágenes encajaban a la perfección.
– Fijaos, son exactamente iguales… la verdad es que es un muy extraño…
Todos miraron la superposición. Fidel se mesó ruidosamente la barba. Nadie rompió el silencio hasta que Susana le preguntó a Herbert.
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