Una vez que se estacionaron, Blaine comenzó a temblar un poco. Quería ayudar a Riley y sus dos hijas a llevar su equipaje a la casa, pero…
–¿Será extraño? —le preguntó Blaine a Riley.
Riley contuvo un gemido.
«Por supuesto», pensó.
Blaine y Ryan se habían visto poco, pero esos encuentros apenas habían sido amables, al menos por parte de Ryan. Blaine había hecho todo lo posible para ser agradable, pero Ryan había sido hosco y hostil.
Riley, April y Jilly fácilmente metieron todo su equipaje en la casa en un solo viaje. En realidad no necesitaban la ayuda de Blaine, y Riley no quería que Blaine se sintiera incómodo, y sin embargo…
«¿Por qué demonios debería sentirse incómodo en mi propia casa?», pensó.
Decirle a Blaine y Crystal que se fueran no era la forma de solucionar este problema.
Riley le dijo a Blaine: —Pasen adelante.
Gabriela los recibió a todos en la puerta, junto con la perrita orejona de Jilly, Darby. La perrita saltó alrededor de ellos con deleite, pero Gabriela no se veía nada feliz.
A lo que colocaron el equipaje en la entrada, Riley vio a Ryan sentado en la sala de estar. Riley se alarmó al ver que estaba flanqueado por dos maletas…
«¿Tiene pensado quedarse?», pensó.
La gatita blanca y negra de April, Marbles, yacía cómodamente en su regazo.
Ryan levantó la mirada y dejó de acariciar a Marbles.
Sonrió débilmente y dijo en una voz bastante patética: —¡Una gatita y una perrita! ¡Vaya, todo esto sí que es nuevo!
Con un suspiro de fastidio, April quitó a Marbles de su regazo.
Eso pareció lastimar a Ryan. Pero Riley entendía cómo se sentía April.
Mientras April y Jilly se dirigieron hacia las escaleras, Riley dijo: —Un momento, chicas. ¿No tienen algo que decirles a Blaine y Crystal?
Pareciendo un poco avergonzadas por su falta de modales, April y Jilly les dieron las gracias a Blaine y Crystal por todo.
Crystal abrazó a sus dos hijas y luego le dijo a April: —Te llamo mañana.
–Ahora llévense sus cosas consigo —les dijo Riley a sus hijas.
April y Jilly agarraron su equipaje obedientemente. Jilly recogió la mayor parte de las cosas, dado que April estaba cargando a Marbles. Luego ambas se dirigieron hacia las escaleras, y Darby correteó detrás de ellas. Segundos después oyó las puertas de sus dormitorios cerrarse de golpe detrás de ellas.
Gabriela miró a Ryan con consternación y luego se dio la vuelta para dirigirse a su propio apartamento.
Ryan miró a Blaine y dijo tímidamente: —Hola, Blaine. Espero que hayan tenido unas buenas vacaciones.
Riley quedó boquiabierta.
«Está tratando de ser educado», pensó.
En ese momento supo que algo debía estar muy mal.
Blaine saludó a Ryan con la mano y dijo: —La pasamos muy bien, Ryan. ¿Cómo has estado?
Ryan se limitó a encogerse de hombros.
Riley estaba decidida a no dejar que Ryan limitara su comportamiento.
Besó a Blaine suavemente en los labios y dijo: —Gracias por las vacaciones.
Blaine se sonrojó, obviamente avergonzado por la situación.
–Gracias a ti, y también a las chicas —dijo.
Crystal le dio la mano a Riley y le dio las gracias.
Blaine le dijo a Riley: —Llámame más tarde.
Riley le dijo que lo haría, y luego Blaine y su hija se dirigieron a su camioneta.
Riley respiró profundo y se volvió hacia la única persona que quedaba en la sala de estar. Su ex esposo la miró con ojos suplicantes.
«¿Qué es lo que quiere?», se preguntó de nuevo.
Generalmente cuando Ryan pasaba por la casa, notaba de inmediato que aún era un hombre atractivo, un poco más alto, más viejo y más atlético que Blaine, y siempre perfectamente arreglado y vestido. Pero esta vez parecía distinto, arrugado, triste y solo. Nunca lo había visto así.
Riley estaba a punto de preguntarle qué le pasaba cuando dijo: —¿Podríamos tomarnos un trago?
Riley lo miró a la cara por un momento. Parecía derrotado. Ella se preguntó: «¿Ha estado bebiendo últimamente?
¿Se tomó un par de copas antes de venir aquí?»
Consideró brevemente decirle que no, pero luego se dirigió a la cocina y sirvió whisky americano con hielo para ambos. Llevó las bebidas a la sala de estar y se sentó en una silla frente a él, esperando a que dijera algo.
Finalmente, con los hombros encorvados, Ryan dijo en voz baja: —Riley, estoy arruinado.
Riley quedó boquiabierta.
«¿A qué se refiere?», se preguntó.
Mientras Riley lo miraba, Ryan repitió las mismas palabras: —Estoy arruinado. Toda mi vida está arruinada.
Riley estaba estupefacta. No recordaba la última vez que había hablado en un tono tan abatido. Solía ser más arrogante y seguro de sí mismo.
–¿A qué te refieres? —preguntó.
Soltó un largo suspiro y dijo: —Paul y Barrett me sacarán del bufete.
Riley no podía creer lo que escuchaba.
Paul Vernasco y Barrett Gaynor habían sido los socios de Ryan desde que los tres fundaron el bufete juntos. Más que eso, habían sido los amigos más solidarios de Ryan.
Ella preguntó: —¿Qué diablos pasó?
Ryan se encogió de hombros y dijo en voz reticente: —Dicen que soy un riesgo para el bufete.
Solo le tomó a Riley un minuto adivinar la razón por la cual lo estaban sacando del bufete.
–Acoso sexual —dijo.
Ryan hizo una mueca ante las palabras y dijo: —Mira, todo fue un malentendido.
Riley tuvo que morderse la lengua para no decir: —Sí, apuesto a que sí.
Evitando la mirada de Riley, Ryan continuó: —Se llama Kyanne, y es una auxiliar, y es joven…
A lo que su voz se quebró, Riley pensó: «Por supuesto que es joven. Siempre son jóvenes.»
Ryan dijo: —Y yo pensaba que todo era mutuo. Lo digo en serio. Comenzó con un poco de coqueteo… mutuo, créeme. Luego se intensificó y… bueno, fue a quejarse con Paul Barrett de que el ambiente de trabajo era tóxico. Trataron de manejarlo con un acuerdo de confidencialidad, pero ella no quiso. No se conformó con menos que mi partida.
Se quedó en silencio otra vez, y Riley trató de captar todo lo que no estaba diciendo. No le resultó difícil imaginarse un posible escenario. Una auxiliar bonita y vivaz, tal vez una joven ambiciosa con ganas de crecer, lo había cautivado.
«¿Hasta dónde llegó Ryan?», se preguntó.
Dudaba que le ofreció un ascenso a cambio de favores sexuales…
«Él no es tan asqueroso», pensó.
Y tal vez Ryan también estaba diciendo la verdad sobre la atracción mutua, al menos al principio. Tal vez incluso habían tenido una relación consensual. Pero en algún momento, a Kyanne dejó de gustarle lo que estaba pasando entre ellos.
«Probablemente por una buena razón», pensó Riley.
¿Cómo podría Kyanne haber evitado pensar que su futuro en el bufete de alguna forma estaba vinculado a su relación con Ryan? Es un socio de pleno derecho, después de todo. Él tenía el poder en su relación.
Sin embargo, algo no cuadraba…
Ella dijo: —¿Entonces Paul y Barrett están obligándote a irte? ¿Esa es su solución?
Ryan asintió, y Riley negó con la cabeza con incredulidad.
Paul y Barrett no eran ningunos santos, y Riley había oído algunas conversaciones bastante obscenas entre los tres a lo largo de los años. Estaba segura de que su comportamiento no era mejor que el de Ryan, posiblemente hasta mucho peor.
Ella dijo: —Ryan, dijiste que no quiso firmar un acuerdo de confidencialidad.
Ryan asintió con la cabeza y tomó un sorbo de su trago.
Con mucho cuidado, Riley preguntó: —¿Cuántos acuerdos de confidencialidad por acoso sexual has tenido que firmar a lo largo de los años?
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