Cuánto me gustaría que su fax emitiera en vez de ese impertinente sonido música de bolero, le convendría mucho a mi «negocio», será más fácil que usted ceda si suena.
… adoro las cosas que me dices,
adoro nuestros ratos felices…
Alicia (detrás del espejo)
¿Qué se había creído aquella imbécil? Allí estaban las siglas SP Asociados y el número de teléfono. Quedaba a su merced para una réplica contundente. ¿Qué derecho tenía a meter la crítica en su vida? ¿Era responsable Carvalho de cuanto se especulara a su costa? ¿A qué podía contestar sí o no? Señora, envíeme una foto y juzgaré si vale la pena proponerle que nos vayamos a la cama. Pero, todavía irresoluto sobre qué hacer con el fax, de nuevo se puso en marcha la máquina trituradora del silencio y otra vez SP Asociados y el teléfono de referencia como cabezas de un nuevo texto.
Volviendo a la actuación en Madrid que me ocupa, a mí, porque por lo que veo usted ni caso. Usted se hizo, como siempre, una composición de lugar a partir de un boceto de los personajes que ya tenía en la cabeza, como en su día hizo conmigo: yo debíacoincidir con el diseño elaborado por todos sus prejuicios. Ya me imagino cómo aparecieron ante usted los presuntos implicados. Usted siempre utiliza la técnica goyesca, es decir: pinceladas gruesas, resueltas, seguras, que, con la precisión de un bisturí, hacen aflorar la individualidad de cada uno. Cromático. Usted es un voyeur que se pinta la realidad a su medida. ¿En qué colores me tiene descrita en el archivo de su memoria? ¿En qué momento me abandonó del bolero in crescendo de su historia sentimental, como el de Ravel, in crescendo pero roto en cuanto a usted le interesa coger el disco y destrozarlo? Musical. En las mejores piezas musicales la clave está en el contrapunto, con él se armoniza la composiáón; Carvalho, el personaje ficticio, es, precisamente, el encargado de darle visos de realidad, de hacer «digestible», ligero, un paisanaje denso, casi intrincado. Sabroso.
El caso del asesinato de Lázaro Conesal tiene en su desarrollo vocación polifónica, trata de ejecutar a la vez distintas melodías, esboza por un lado la trama económica, por otro la político-social y finalmente la literaria; como lo haría un compositor: solapando un tema con el otro, el primero que suene en solitario, luego se fusione con el siguiente, lo abandone para que luzca, solo, este último que se imbricará con el tercero… ., y vuelta - ouroboros - a empezar. Sinfónico.
Pero en algún momento empieza a deslavazarse la sinfonía; los sones persisten y los tiempos se respetan, es cierto, pero… el resultado es una amalgama de temas que suenan dispares, estridentes…, eso sí - y para más inri - , con frecuencia. Cacofónico. No quise preocuparme (me dije: Es seguro que lo hace a propósito), que todo lo ha vivido con voluntad de que la vida sea un gallinero con esa escalera que es una metáfora, la vida es como la escalera de un gallinero, corta pero llena de mierda. Supe que usted había recuperado en Madrid a una mujer de la que estuvo encaprichado y no le supongo más interesadoporque usted con las mujeres nunca pasa del escalón del capricho. Y en la relación con esa mujer sonó el primer inarmónico. Usted contempla como un epifenómeno a un chaval de dieciocho años, el hijo de Carmela, cuando le hablaba en argot despectivo de los códigos de su madre y de usted mismo, un muchacho capaz de juzgar que su madre sigue a Julio Angui-ta como si fuera Michael Jackson, y que Anguila tiene algo de Jackson, es un rojeras blanqueado o un blanco enrojecido. Y ridiculiza a su madre porque según él está apuntada a todas las sociedades secretas del rojerío: SOS Racismo, Derechos Humanos, Fuera las manos de Chiapas… He hablado con el muchacho. He seguido sus pasos, Carvalho, incluso provoqué una conversación desinteresada con Carmela para ver qué papel ocupaba usted realmente en su vida. Puedo adelantarle que en dos ocasiones, a comienzos de los años ochenta y afínales de los noventa, Carmela estaba esperando que usted se bajara del avión y se quedara con ella. No le conoce. Carmela no le conoce, señor Carvalho. Comprendo que le preocupa saber que yo he investigado sobre sus investigaciones, como a veces se pinta un cuadro sobre otro cuadro, se llama pentimento, o se escribe en las partes en blanco de un libro ya impreso. Sospecho que esta revelación le ha sentado fatal.
La música que, ahora, debería emitir su fax:
Adiós barquita de vela
galeón de mi querer.
Tu bandera y mi bandera
ya no han de volverse a ver.
… Reply please.
Tentetieso
(sigo, detrás del espejo)
Posdata: La recuperación de Carmela estuvo a punto de lograrse, sólo a punto. ¿ Qué ocurriría si intentara recuperarme a mi? ¿ Tan difícil es reconocerme, rescatarme de entre las páginas de su memoria? ¿No ha coleccionado los pétalos de todas las flores que ha tronchado? Perdone la cursilería. Es una cursilería controlada.
¿A qué pétalo se refería la vaca del fax? No podía ser otra cosa que una vaca acechante con sus cuernos desportillados y tetas cargadas de leches con sabor a peladillas, leches en technicolor barato, technicolor para niños postal souvenir. El contacto con los testigos de Luzbel lo tenía a las cinco de la tarde en el nuevo Zurich de plaza de Cataluña, una reproducción clónica del antiguo, del mismo modo que el Liceo lo era de sí mismo. Tiempos de ingenierías del simulacro y la nostalgia, farfulló Carvalho, predispuesto a una sesión de espiritismo delante de una horchata o de un granizado de café. Rambla arriba, sus ojos y el verano desnudaban los cuerpos de las muchachas, incluso el de algunas mujeres, y Carvalho se hizo el test de la edad. ¿Quiénes le atraían más, las muchachas o las mujeres? Las mujeres. Respiró aliviado.
La horchata le parecía escarcha abierta y pobre y trató de recordar de dónde salía la metáfora hasta que le vino un vómito poético, los versos de Miguel Hernández escritos en la cárcel, mientras su hijo se amamanta con leche materna a su vez fruto de cebollas de posguerra: «La cebolla es escarcha cerrada y pobre.» El sociólogo Anfrúns no se retrasó en exceso, varios lustros más viejo que cuando se conocieron en el caso de la gogo-girl, con las mismas melenas lacias mayo del 68, ya envejecidas en los ochenta y diríase que no muy limpias, pero ahora, al final de los noventa, canosas y recogidas en una coleta. Su alta estatura compensada por unos hombros vencidos hacia delante, de tanto como había tenido que inclinarse para hablar con una humanidad más baja.
– De la sexología a la teología, un carrerón.
– Son tiempos teológicos, Carvalho, cualquier afirmación sobre el futuro es teológica porque nadie lo ha diseñado y el neodeterminismo capitalista se ha cargado la esperanza, es decir, el futuro como religión, tal como lo proponía Bloch. Por eso el gran mercado del próximo siglo será el religioso. Aparecerán religiones de marketing. Lo de las sectas es mera prehistoria.
Pidió Anfrúns un whisky con mucha agua o mucha agua con un whisky y Carvalho un whisky corto de Malta y sin hielo si tenía más de diez años. Divagaba Anfrúns sobre lo sensato de que aprendiera a orientarse en la selva de las nuevas religiones y a Carvalho se le entretenía la mirada en la observación de los cuerpos femeninos, así como en la adivinanza de la procedencia de los extranjeros, convertida la ciudad en un mito europeo por su condición de ciudad mediterránea habitada por seres que, según las encuestas, cifraban su máxima aspiración antropológica en ser suizos o japoneses en el caso de no poder seguir siendo catalanes. Era lógico que ciudadanos con tales expectativas merecieran la curiosidad universal. Pero Anfrúns había pronunciado la palabra Luzbel y con ella le obligaba a volver a su lado.
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