• Пожаловаться

Lisa Gardner: Tiempo De Matar

Здесь есть возможность читать онлайн «Lisa Gardner: Tiempo De Matar» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Триллер / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Lisa Gardner Tiempo De Matar

Tiempo De Matar: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Tiempo De Matar»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Durante varios veranos, el terror se adueña de los residentes de Georgia cuando las temperaturas ascienden y el termómetro alcanza los cuarenta grados, porque con el implacable calor llega también un cruel asesino. En cada ocasión secuestra a dos muchachas y espera a que se descubra el primer cadáver: en él se hallan todas las pistas para encontrar a la segunda víctima, abocada a una muerte lenta pero certera. Pero la policía nunca consigue llegar a tiempo y los cuerpos siempre se recuperan meses después, en lugares remotos y aislados. Tras tres años de inactividad, llega a Atlanta una fuerte ola de calor: es tiempo de matar… Y será Kimberly Quincy, estudiante de la Academia del FBI, quien tropiece con la primera víctima. Comienza la cuenta atrás.

Lisa Gardner: другие книги автора


Кто написал Tiempo De Matar? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Tiempo De Matar — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Tiempo De Matar», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

De pronto recordó algo en lo que no había pensado desde hacía más de seis años. Su madre, Elizabeth Quincy. Su ondulado cabello moreno, sus elegantes rasgos patricios, su blusa favorita, de seda y de color marfil. Su madre le sonreía con una expresión preocupada, triste y desgarrada.

– Solo quiero que seas feliz, Kimberly. Oh, Dios, desearía que no te parecieras tanto a tu padre…

Los dedos de Kimberly se demoraron en el espejo y cerró los ojos porque había cosas que seguía siendo incapaz de aceptar, a pesar de todos los años que habían transcurrido.

Al oír que Lucy corría la cortina de la ducha, Kimberly abrió los ojos, avanzó a toda prisa hacia su cama y recogió su ropa. Le temblaban las manos. Le ardía la espalda.

Se puso los pantalones cortos de nailon que le había dado el FBI y una camiseta de color azul celeste.

Eran las seis en punto. Sus compañeros estaban a punto de ir a cenar, pero Kimberly prefería ejercitarse.

Kimberly había ingresado en la Academia del FBI de Quantico la tercera semana de mayo, como estudiante de NAC 03-05, siglas que indicaban que su clase era el quinto curso de formación de nuevos agentes que se realizaba en el año 2003.

Como la mayoría de sus compañeros, durante la mayor parte de su vida había deseado convertirse en agente del FBI, de modo que decir que se había emocionado al saber que había sido admitida era quedarse bastante corto. La Academia solo aceptaba al seis por ciento de los candidatos -un porcentaje inferior al de Harvard-, así que Kimberly en realidad había sentido una mezcla de vértigo, pavor, emoción, asombro, nerviosismo, temor y desconcierto. Se había guardado para sí misma la noticia durante veinticuatro horas. Aquel había sido su secreto especial, su día especial. Después de tantos años estudiando y entrenando, esforzándose y deseándolo…

Sujetando en la mano la carta en la que le anunciaban que había sido admitida, había ido a Central Park y se había limitado a sentarse en un banco y observar el desfile de neoyorquinos que paseaban ante ella, sin poder borrar de su rostro una sonrisa estúpida.

Al día siguiente había llamado a su padre. «Es maravilloso, Kimberly», le había dicho este, con aquella voz calmada y controlada. Entonces, ella había balbucido, sin que viniera al caso: «No necesito nada. Estoy preparada para ir. De verdad, estoy bien».

Su padre y su pareja, Rainie Conner, le habían invitado a cenar, pero Kimberly había declinado el ofrecimiento, pues prefería despojarse de su larga melena rubia oscura y cortarse las uñas. Después había conducido durante cinco horas para visitar el Cementerio Nacional Arlington, donde había permanecido sentada en silencio entre aquel océano de cruces blancas.

Arlington siempre olía a césped recién segado. Era un lugar verde, soleado y brillante. Muchas personas no se habían dado cuenta, pero Kimberly sí.

Su llegada a la Academia, tres semanas más tarde, había sido similar al primer día en un campamento de verano. Todos los nuevos agentes habían sido conducidos al dormitorio Jefferson, donde los supervisores habían pasado lista mientras los nuevos reclutas sujetaban sus maletas y fingían estar mucho más tranquilos de lo que estaban en realidad.

Kimberly había recibido un conjunto de delgadas sábanas de lino y una colcha naranja como ropa de cama. También le habían proporcionado una deshilachada toalla de baño blanca y una raída toalla de mano. Les habían explicado que tendrían que hacerse ellos mismos la cama y que llevaran las sábanas sucias a la lavandería cada vez que quisieran ropa de cama limpia. A continuación les habían dado una guía del estudiante en la que se detallaban las diversas normas referentes a la vida en la Academia. La guía tenía veinte páginas.

La siguiente parada había sido el economato militar, donde, por el módico precio de trescientos veinticinco dólares, Kimberly había comprado su nuevo uniforme de agente del FBI: pantalones de cargo marrones, cinturón marrón y un polo azul marino con el logotipo de la Academia en el pecho izquierdo. Al igual que sus compañeros, también había comprado el cordón oficial de la Academia, del que pendía su placa de identificación.

No había tardado demasiado en descubrir la importancia que tenían las placas de identificación en la Academia: evitaban que los vigilantes arrestaran y expulsaran de las instalaciones a los estudiantes y permitían comer gratis en la cafetería.

Los nuevos agentes debían vestir de uniforme de lunes a viernes, desde las ocho de la mañana hasta las cuatro y media de la tarde. A partir de ese momento, todos volvían a ser simples mortales y podían vestir ropa de calle, salvo sandalias, escotes palabra de honor y camisetas de tirantes. Al fin y al cabo, seguían estando en la Academia.

Las pistolas de mano tampoco estaban permitidas, de modo que Kimberly tuvo que depositar su Glock del calibre 40 en la caja fuerte del Centro de Gestión de Armas. A cambio recibió lo que los nuevos agentes conocían como «Pistola Crayola» o «Mango Rojo», una pistola de plástico rojo que tenía un peso y un tamaño similares a los de una Glock. Los nuevos agentes tenían que llevar siempre consigo las Crayola y unas esposas falsas, para acostumbrarse al peso y la sensación de ir armado.

Kimberly odiaba su Mango Rojo. Le parecía infantil y se sentía estúpida llevándolo encima. Quería que le devolvieran su Glock. En cambio, sus compañeros contables, abogados y psicólogos, que tenían una experiencia nula en armas de fuego, adoraban aquel trasto porque, aunque se les cayera del cinturón o se sentaran encima, nadie resultaba herido. Un día, Gene Yves había estado gesticulando de tal forma que su Crayola había salido disparada por los aires y había golpeado a otro nuevo agente en la cabeza. Desde entonces, a Kimberly no le había quedado más remedio que aceptar que era buena idea que no todos los reclutas fueran armados, al menos durante las primeras semanas.

Pero seguía deseando recuperar su Glock.

Después de haberse provisto de ropa blanca, uniformes y pistolas de juguete, los nuevos reclutas habían regresado a los dormitorios para conocer a sus compañeros de habitación. Al inicio de su estancia, todos eran asignados a los dormitorios Madison y Washington, donde tenían que compartir habitación con otro compañero y el cuarto de baño con otra habitación. Los dormitorios eran pequeños, pero funcionales: dos camas individuales, dos pequeños escritorios de roble y una enorme estantería. Cada cuarto de baño, pintado de azul vivido por razones que solo conocía el conserje, estaba equipado con un lavamanos y una ducha. No había bañera. A partir de la cuarta semana, muchos agentes reservaban habitaciones en algún hotel de las proximidades de Stafford, solo para poder darse un largo baño con agua caliente y aliviar así sus magullados y doloridos cuerpos. En serio.

La compañera de habitación de Kimberly se llamaba Lucy Dawbers. Tenía treinta y seis años y era una ex abogada procesal de Boston que vivía en un piso por el que le pedían dos mil dólares al mes. Aquel primer día, al ver el austero dormitorio, había gemido: «Oh, Dios mío, ¿qué he hecho?»

Kimberly tenía la certeza de que Lucy, que echaba terriblemente de menos a su hijo de cinco años, sería capaz de matar por poder disfrutar de una buena copa de Chardonnay al final del día.

La buena noticia, sobre todo para aquellos reclutas a los que no les gustaba demasiado compartir habitación -por ejemplo, Kimberly-, era que a partir de la duodécima semana podían disponer de habitaciones individuales en «El Hilton», el dormitorio Jefferson. Dichas habitaciones eran ligeramente más grandes y disponían de su propio cuarto de baño. Eran un verdadero paraíso.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Tiempo De Matar»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Tiempo De Matar» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «Tiempo De Matar»

Обсуждение, отзывы о книге «Tiempo De Matar» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.