Robin Cook - Cromosoma 6
Здесь есть возможность читать онлайн «Robin Cook - Cromosoma 6» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Cromosoma 6
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Cromosoma 6: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Cromosoma 6»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Cromosoma 6 — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Cromosoma 6», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Kevin había escogido al azar una botella de su bodega, pero se alegró de impresionar a Melanie. Sirvió el vino mientras Esmeralda entraba con el primer plato.
La cena fue un éxito rotundo. Hasta Kevin comenzó a relajarse después de intentar beber tanto como las mujeres. A mitad de la comida, tuvo que levantarse a buscar otra botella
– No te imaginas quién estaba en el bar Chickee -dijo Melanie mientras Esmeralda retiraba los platos-. Nuestro temerario jefe, Siegfried.
Kevin se atragantó con el vino y se secó la cara con la servilleta.
– No habréis hablado con él, ¿no?-dijo.
– Imposible negarse -dijo Melanie-. Nos invitó generosamente a que lo acompañáramos e incluso pagó una ronda.
Y no sólo para nosotras, sino también para los muchachos del área de servicio.
– En realidad, estuvo encantador -comentó Candace.
Un escalofrío recorrió la espalda de Kevin. El segundo episodio terrorífico de aquella tarde había sido la visita al despacho de Siegfried. En cuanto hubieron escapado de los soldados ecuatoguineanos, Melanie había insistido en dirigirse allí y todo lo que Kevin había dicho para convencerla de que no lo hicieran había sido en balde.
– No pienso tolerar esta clase de tratamiento -había dicho Melanie mientras subían por las escaleras. Ni siquiera se había molestado en hablar con Aurielo. Tras irrumpir en el despacho de Siegfried, le había exigido que se ocupara de la reparación de su coche.
Candace había entrado con Melanie, pero Kevin había permanecido fuera, mirándolas desde el escritorio de Aurielo.
– Anoche perdí mis gafas de sol -había dicho Melanie-.
Así que volvimos a buscarlas, y nada más llegar allí nos dispararon otra vez.
Kevin había supuesto que Siegfried estallaría, pero no lo había hecho. En cambio, se había disculpado diciendo que los soldados tenían órdenes de impedir que cualquier persona cruzara a la isla, pero que no deberían haber disparado.
No sólo había aceptado reparar el coche de Melanie, sino que le había asegurado que mientras tanto le asignaría otro vehículo. También había prometido ordenar a los soldados que buscaran las gafas de Melanie.
Esmeralda llegó con el postre, que estaba preparado con cacao de la zona. Las mujeres estaba encantadas.
– ¿Siegfried hizo alguna alusión a lo ocurrido ayer? -pre guntó Kevin.
– Se disculpó otra vez -respondió Candace-. Dijo que había hablado con la guardia marroquí y nos aseguró que no habrá más disparos. Según él, tienen órdenes de hablar con cualquier persona que se acerque al puente y explicarle que es una zona restringida.
– Muy verosímil -dijo Kevin-. Con lo que les gusta disparar a esos críos que llaman soldados, es imposible que cumplan esa orden. Melanie rió.
– Hablando de los soldados, Siegfried nos contó que se pasaron horas buscando mis inexistentes gafas. ¡Lo tienen bien merecido!
– Nos preguntó si queríamos hablar con los obreros que habían ido a la isla y habían quemado malezas -dijo Candace-. ¿Puedes creerlo?
– ¿Y qué le respondisteis?
– Le dijimos que no era necesario -contestó Candace-.
No queremos que piense que seguimos preocupados por el humo, y mucho menos que planeamos hacer una visita a la isla.
– Pero no planeamos nada semejante -repuso Kevin. Miró a las mujeres que intercarnbiaron una sonrisa cómplice-. ¿O sí?
Los dos tiroteos habían sido más que suficientes para disuadir a Kevin de su intención de visitar la isla.
– Antes preguntaste por qué nos reímos cuando dijiste que había pescado para cenar -dijo Melanie-. ¿Recuerdas?
– Sí -respondió Kevin, preocupado. Tenía toda la impresión de que no iba a gustarle lo que iba a decir Melanie.
– Nos reímos porque hemos pasado gran parte de la tarde hablando con los pescadores que vienen a Cogo un par de veces a la semana -explicó Melanie-. Puede que sean los mismos que cogieron el pescado que acabamos de comer. Vienen desde una aldea llamada Acalayong, que está a unos quince kilómetros al este.
– Conozco el pueblo -dijo Kevin. Era un sitio de paso para las personas que viajaban desde Guinea Ecuatorial a Coco Beach, en Gabón. El viaje se hacía en unas canoas motorizadas que llamaban piraguas.
– Les hemos alquilado un bote para dos o tres días -anunció Melanie con orgullo-. Así que no tendremos necesidad de acercarnos al puente. Viajaremos por agua.
– No contéis conmigo -dijo Kevin con énfasis-. Ya he tenido suficiente. Creo que es un milagro que sigamos vivos.
Si vosotras queréis ir, adelante. Sé que no podré convenceros de que no lo hagáis.
– ¡Vaya, genial! -exclamó Melanie con desdén-. Conque ya te has dado por vencido. Entonces, ¿cómo piensas descubrir si tú y yo hemos creado una raza de protohumanos? Al fin y al cabo, fuiste tú quien mencionó el tema por primera vez y quien nos metió esta preocupación en la cabeza.
Melanie y Candace miraron fijamente a Kevin. Durante unos instantes, nadie dijo nada. Oyeron los ruidos de la selva, que hasta el momento habían pasado inadvertidos.
Embargado por una creciente inquietud, Kevin por fin se decidió a romper el silencio:
– Todavía no sé qué hacer -respondió-. Pero ya se me ocurrirá algo.
– Y una mierda -replicó Melanie-. Tú mismo dijiste que la única manera de descubrir qué hacen los animales es ir a la isla. ¿Lo has olvidado?
– No; no lo he olvidado -dijo Kevin-. Pero… bueno…
– Muy bien -dijo Melanie con desdén-, si eres demasiado gallina para ir a averiguar qué has hecho con tu manipulación genética, quédate. Contábamos con que nos ayudaras a conducir la piragua, pero no hay problema. Candace y yo nos apañaremos. ¿No es cierto, Candace?
– Claro.
– Verás -prosiguió Melanie-, hemos planeado esta operación con mucho cuidado. No sólo hemos alquilado una canoa grande con motor, sino también una de remos más pequeña. Una vez en la isla, remontaremos el río Deviso con el bote. Puede que ni siquiera toquemos tierra. Lo único que queremos es observar a los animales durante un rato.
Kevin asintió. Miró a las dos mujeres, que no le quitaban los ojos de encima. Incómodo, retiró su silla y se levantó.
– ¿Adónde vas? -preguntó Melanie.
– A buscar más vino -respondió.
Con una extraña sensación que rayaba en la furia, Kevin cogió la tercera botella de vino blanco y la llevó al comedor.
Acercó la botella a la copa de Melanie, que hizo un gesto de asentimiento. Después de llenar la copa, hizo lo propio con la de Candace y la suya.
Se sentó y bebió un buen trago. Después se aclaró la garganta y preguntó para cuándo habían planeado la gran expedición.
– Para mañana a primera hora-contestó Melanie-. Suponemos que tardaremos más de una hora en llegar a la isla, y queremos volver antes de la hora de más sol.
– Hemos comprado comida y bebida en la cantina -dijo Candace-. Y yo llevaré un ventilador portátil del hospital.
– Nos mantendremos alejados del puente y de la zona de estacionamiento -dijo Melanie-, así que no prevemos problemas.
– Yo creo que será divertido -añadió Candace-. Me encantaría ver un hipopótamo.
Kevin bebió otro sorbo de vino.
– Espero que no te importe que nos llevemos esos chismes electrónicos para localizar a los animales -dijo Melanie-. Y el mapa topográfico. Naturalmente, los cuidaremos bien.
Kevin suspiró y se reclinó en la silla.
– De acuerdo, me doy por vencido -dijo-. ¿Cuál es la hora prevista para la misión?
– ¡Bravo! -exclamó Candace aplaudiendo-. Sabía que nos acompañarías.
– El sol sale después de las seis -dijo Melanie-. Me gustaría que a esa hora estuviéramos en camino. Mi plan es que nos dirijamos al oeste y que nos internemos bastante en las aguas del estuario antes de girar hacia el este. De ese modo no despertaremos sospechas si alguien nos ve en la piragua. Pensarán que vamos a Acalayong.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Cromosoma 6»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Cromosoma 6» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Cromosoma 6» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.