Robin Cook - Cromosoma 6
Здесь есть возможность читать онлайн «Robin Cook - Cromosoma 6» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Cromosoma 6
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Cromosoma 6: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Cromosoma 6»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Cromosoma 6 — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Cromosoma 6», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– He dicho que me des las llaves.
Desconcertado por tan inesperada petición, pero no queriendo enfurecerla más de lo que estaba, le entregó las llaves.
De inmediato, Melanie rodeó el coche y se sentó al volante.
Kevin subió al asiento del copiloto. No le importaba quién condujera mientras salieran pitando de allí. Ella puso el motor en marcha, hizo chirriar las ruedas y salió del aparcamiento.
– ¡Joder, Melanie! -exclamó-. No vayas tan rápido.
– Estoy furiosa.
– Como si no se notara.
– No pienso volver a casa ahora mismo -anunció Melanie-, aunque no tengo ningún inconveniente en dejaros en la vuestra.
– ¿Adónde piensas ir? Es medianoche.
– Voy al Centro de Animales. No pienso tolerar que me traten así. Me propongo descubrir qué coño está pasando.
– ¿Y qué vas a hacer en el Centro de Animales? -preguntó Kevin.
– Buscar las llaves de ese maldito puente. Quiero una copia porque para mí este asunto va más allá de la simple curiosidad.
– Quizá deberíamos parar y discutirlo con calma -sugirió Kevin.
Melanie frenó con brusquedad y el coche se detuvo con una violenta sacudida.
Tanto Kevin como Candace chocaron contra el respaldo del asiento.
– Yo pienso ir al Centro de Animales -repitió Melanie. Vosotros podéis venir conmigo o volver a casa. Como queráis.
– ¿Por qué esta noche? -inquirió Kevin.
– Primero, porque ahora mismo estoy rabiosa, y, segundo, porque no sospecharán nada. Es obvio que esperan que volvamos a casa a temblar en la cama. Por eso nos trataron tan mal. Pero, ¿sabéis una cosa? A mí no me asustan con tanta facilidad.
– A mí sí -replicó él.
– Creo que Melanie tiene razón-intervino Candace-. Es evidente que pretendían asustarnos.
– Y lo han hecho de maravilla ¿O es que soy el único cuerdo de los tres?
– Hagámoslo-sugirió Candace.
– ¡Oh, no! -exclamó Kevin-. Me superáis en número.
– No hay problema -dijo Melanie-. Te llevaremos a casa.
– Cuando iba a poner la marcha atrás, él la detuvo cogiéndole la mano.
– ¿Cómo vas a conseguir las llaves? -preguntó-. Ni siquiera sabes dónde están
– Sin duda están en el despacho de Bertram. Al fin y al cabo, él está a cargo de los bonobos. Mierda, tú mismo sugeriste que debía de tenerlas él.
– De acuerdo, es posible que estén en el despacho de Bertram. Pero, ¿qué hay de las medidas de seguridad? Los despachos están cerrados con llave.
Melanie metió la mano en el bolsillo del traje del Centro de Animales y sacó una tarjeta magnética, -Olvidas que soy miembro del personal jerárquico del centro -respondió Melanie-. Esta es una tarjeta magnética, y no me la han dado para hacer compras. Este chisme me permite abrir cualquier puerta del Centro de Animales las veinticuatro horas del día. Recuerda que mi participación en el proyecto de los bonobos no se limita a la fertilización in vitro.
Kevin se giró y miró a Candace. Su cabellera rubia brillaba en la penumbra del interior del coche.
– Si tú estás dispuesta, supongo que yo también -dijo.
– Vamos-respondió Candace.
Melanie aceleró y giró hacia el norte, pasando junto al área de servicio. Esta estaba en pleno funcionamiento, con enormes lámparas de mercurio iluminando la plaza de estacionamiento. Por la noche había más personal que nunca, pues era la hora de mayor circulación de camiones entre la Zona y Bata.
Melanie adelantó a varios camiones, hasta que dejó atrás el cruce hacia Bata. A partir de ahí, no se cruzaron con ningún otro vehículo hasta llegar al Centro de Animales. El centro funcionaba en tres turnos, igual que el área de servicio, aunque aquí el personal de noche se reducía al mínimo. La mayoría de los empleados de este turno trabajaban en el Hospital Veterinario. Melanie aprovechó este hecho y aparcó el Toyota de Kevin frente a una de las puertas del hospital, donde pasaría inadvertido entre los demás vehículos.
Melanie apagó el motor y miró hacia la entrada del Hospital Veterinario. Tamborileó con los dedos sobre la palanca de cambios.
– ¿Y? -dijo Kevin-. Ya hemos llegado. ¿Cuál es el plan?
– Estoy pensando. No sé si es mejor que esperéis aquí o que vengáis conmigo.
– Este sitio es enorme -intervino Candace, que se había inclinado y contemplaba el edificio que se extendía desde la calle hasta perderse en la vegetación de la selva-. En ninguno de mis viajes a Cogo he visitado el Centro de Animales. No imaginaba que fuera tan grande. ¿Esto es el hospital?
– Sí -repuso Melanie-. Toda esta ala.
– Me gustaría verlo -dijo Candace-. Nunca he estado en un hospital veterinario, y mucho menos en uno tan palaciego.
– Es de lo más moderno que existe -repuso Melanie-. Deberías ver los quirófanos.
– ¡Dios santo! -suspiró Kevin poniendo los ojos en blanco-. Me han secuestrado un par de locas. Acabamos de vivir la experiencia m s horrorosa de nuestra vida y vosotras queréis hacer una visita turística.
– No será una visita turística -corrigió Melanie mientras bajaba del coche-. Me vendrá bien su ayuda. Tú puedes esperar aquí si lo prefieres, Kevin.
– Estupendo -dijo Kevin, pero apenas vio que las mujeres se dirigían a la entrada, también él bajó del coche. Llegó a la conclusión de que la tensión de la espera sería peor que la de la aventura-. ¡Un momento! -gritó y corrió para alcanzar a las mujeres.
– No quiero oír una sola queja -advirtió Melanie.
– Tranquila -respondió Kevin, sintiéndose como un niño regañado por su madre.
– No preveo problemas -dijo Melanie-. El despacho de Bertram está en la zona de la administración, que a estas horas debe de estar desierta. Pero para asegurarnos de no despertar sospechas, antes que nada os llevaré a los vestuarios.
Quiero que os pongáis el uniforme del Centro de Animales.
¿De acuerdo? No es una hora normal para hacer visitas.
– Buena idea -respondió Candace.
– De acuerdo -dijo Bertram al teléfono, mirando la esfera luminosa del reloj de la mesita de noche. Eran las doce y cuarto-. Estaré en su despacho dentro de cinco minutos.
Bertram bajó de la cama y apartó la mosquitera.
– -¿Algún problema? -preguntó Trish, encaramándose sobre un codo.
– Sólo un pequeño inconveniente. Volveré dentro de media hora.
Bertram cerró la puerta del vestidor antes de encender la luz. Se vistió rápidamente. Aunque delante de su esposa había intentado restar importancia a la situación, estaba inquieto. No sabía qué pasaba, pero sin duda era un problema gordo. Siegfried nunca lo había despertado en plena noche para pedirle que fuera a su oficina.
Fuera había casi tanta claridad como si fuera de día, con una luna llena por el este. El cielo estaba cubierto de cúmulos de nubes de color púrpura y plata. El aire denso y húmedo estaba absolutamente inmóvil. Los ruidos de la selva eran una constante cacofonía de zumbidos y gorjeos interrumpidos por breves y esporádicos chillidos. Bertram estaba tan acostumbrado a esos sonidos, que ni siquiera reparó en ellos.
Aunque el ayuntamiento quedaba a unos cien metros de su casa, Bertram cogió el coche. Sabía que así llegaría antes, y su curiosidad crecía minuto a minuto. Mientras aparcaba, vio que los soldados, habitualmente letárgicos, parecían agitados. Daban vueltas alrededor del puesto de guardia con los rifles apretados entre las manos. Los miró con nerviosismo mientras apagaba las luces del coche y se apeaba.
Cuando se aproximó al edificio, vio una luz parpadeante a través de las rendijas de los postigos del despacho de Siegfried, situado en la segunda plaza. Subió por las escaleras, cruzó la oscura zona de recepción que normalmente ocupaba Aurielo, y entró en el despacho de Siegfried. Este estaba sentado con los pies encima del escritorio. En la mano del brazo sano agitaba suavemente una copa de brandy. Cameron McIvers estaba sentado en una silla de paja, con una copa similar. La única fuente de iluminación era la vela del cráneo que servía de candelero.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Cromosoma 6»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Cromosoma 6» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Cromosoma 6» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.