Joseph Finder - Poderes Extraordinarios

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En el mundo del espionaje, poderes extraordinarios es un término que se utiliza para referirse al permiso que se le otorga a un agente secreto de mucha confianza para que en circunstancias extremadamente especiales viole las órdenes de su empleador si es absolutamente necesario para cumplir el objetivo de una misión de suma importancia.
Poderes extraordinarios es una novela de suspenso escrita por un novelista catalogado como uno de los mejores escritores de thrillers del mundo, Joseph Finder, graduado en la universidad de Yale y Harvard.
La novela narra la historia de Ben Ellison, quien se encarga de investigar el accidente que terminó con la vida de su suegro, director de la CIA en el momento más exitoso de su carrera. Pero, aparentemente, no se trata de un accidente. Ben utilizará sus poderes de percepción extrasensorial para buscar al ex jefe de la KGB, el único que puede revelar la verdad. Pero mientras Ben lleva a cabo su investigación, un asesino le asecha.
Joseph Finder describe una conspiración concebida en el corazón de la inteligencia norteamericana. Una fortuna perdida, de origen soviético y habilidades parapsicológicas condimentan una trama muy atrapante.
El libro tiene un valor tremendo, es muy bueno. Además, su autor afirma que si bien ciertas cosas de la novela son parte de la ficción, la historia está basada en hechos históricos muy misteriosos y poco conocidos, pero existen registros muy interesantes que demuestran su veracidad. A medida que se avanza en la lectura, Joseph Finder presenta artículos periodísticos que respaldan su afirmación.
Se trata de una verdadera obra de arte, te la recomiendo.
Te dejo el link de la página oficial del autor para que encuentres más información si es de tu interés.

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– El señor Stoessel no viene aquí. Pruebe en el Friedrichsbad.

En el Friedrichsbad, el empleado, grandote, seco, y maduro, asintió Sí, dijo, el señor Stoessel estaba allí.

Ich bin Christian Bartlett -le dije-, von der Kanadischen Botschaft. Es ist äusserst wichtig und dringend, dass ich Herrn Stoessel erreiche -Es urgente que yo vea al señor Stoessel.

El empleado meneó la cabeza, despacio, como una mula

Er nimmt gerade ein Dampfbad -Está en los baños de vapor - Man darf ihn auf gar keinen Fall stören -Me dijo que no lo molestara.

Pero estaba asustado e impresionado por mi seguridad y tal vez por el hecho de que era extranjero y aceptó escoltarme hasta el baño termal privado donde estaba el gran Herr Stoessel. Si realmente era cuestión de urgencia, él vería lo que podía hacer Pasamos algunas empleadas vestidas de blanco que llevaban bandejas de plata con agua mineral y otras bebidas frías, y algunas con toallas de algodón blanco, impecables y gruesas, y finalmente llegamos a un corredor que parecía ser el límite de los empleados.

Fuera de la habitación, había un hombre ancho, con cara de nada en un uniforme gris de seguridad Estaba traspirando mucho y era evidente que estaba incomodo Un guardaespaldas.

Levantó la vista cuando nos acercamos y dijo como ladrando

Sie dürfen nicht dort hineingehen -¡No pueden entrar aquí!

Yo lo miré, sorprendido, y sonreí. En un solo movimiento rápido, saqué la pistola y lo golpeé en la cabeza El gruñó y se dejó deslizar al suelo Luego di la vuelta y tomé al empleado,de la misma forma. El resultado fue el mismo.

Me apresuré a arrastrar los cuerpos hasta la alcoba de servicio cercana para que nadie los viera, luego cerré la puerta para que se viera que el área estaba cerrada. El uniforme blanco del empleado me venía bien. Tal vez me quedara un poco grande pero tendría que arreglármelas.

Tomé una bandeja vacía de la mesada de acero y varias botellas de agua mineral de la heladerita y caminé como casualmente hacia la habitación. Empujé la puerta y se abrió con un silbido.

El vapor me rodeaba, en grandes remolinos blancos, espeso y opaco como algodón, una tela de cáñamo ondulante. La habitación estaba horrendamente caliente, sofocante, y el vapor era ácido y sulfuroso. Me parecía que podía masticarlo, que tenía gusto. Las paredes estaban cubiertas de cerámicas blancas.

Wer ist da? Was ist los? -¿Quién está ahí? ¿Qué pasa?

A través de la niebla, descubrí un par de cuerpos rojos, corpulentos, desnudos. Descansaban sobre un banco de piedra, sobre toallas blancas, como cadáveres en un matadero.

La voz había venido del primero, el más cercano, un hombre de pecho peludo y redondo. Cuando avancé a través de las nubes densas con la bandeja en alto, descubrí las orejas prominentes, la cabeza calva, la larga nariz. Gerhard Stoessel. Había estudiado su fotografía en Der Spiegel esa misma mañana: era él, no había duda posible. No veía a su compañero, pero era otro hombre maduro, sin cabello, de piernas cortas.

Erfrischenungen? -preguntó Stoessel como ladrando. ¿Refrescos? - Nein!

Sin decir ni una sola palabra, retrocedí hacia afuera, cerrando la puerta.

El guardaespaldas y el empleado todavía dormían. Con deliberación y rapidez, recorrí los corredores hasta encontrar lo que buscaba: una puerta sin ventanas en la parte trasera de la cámara donde estaba Stoessel. Era un espacio para mantenimiento. Yo sabía que tenía que haber uno. Un lugar en el que los obreros podían arreglar los caños de vapor sin molestar a los clientes. No estaba cerrado con llave, ¿por qué cerrarlo? Lo abrí y me metí en ese espacio bajo. Oscuridad completa. Las paredes estaban pegajosas de humedad y sedimentos minerales. Perdí el equilibrio y tuve que tomarme de algo para no caer. Lo que toqué era un caño de agua hirviendo. Sólo con mucho esfuerzo logré retener el grito de dolor.

Mientras me deslizaba sobre las rodillas, vi un agujerito iluminado y me le acerqué. Se había soltado el relleno de la pared alrededor de un caño de ventilación de vapor, en el sitio en el que entraba en la cámara. Un puntito de luz salía por allí, y con él, una onda de sonido.

Después de un minuto, se me acostumbraron los oídos a la mala calidad del sonido y reconocí frases, luego oraciones enteras. La conversación entre los dos hombres era en alemán, pero yo entendía la mayor parte. Agachado en la oscuridad, con las manos apoyadas contra las paredes de cemento resbaladizo, escuché con horror y fascinación, sobrecogido de miedo.

52

Al principio, había sólo frases aisladas: Bundesnachrichtendienst, Servicio de Inteligencia Federal de Alemania. El Servicio de Inteligencia Suizo. La Direction de la Surveillance du Territoire, la organización francesa de contraespionaje, la dst. Se dijo algo de Stuttgart y de un aeropuerto.

Después, la conversación se hizo más fluida, más expansiva. Una voz despectiva, ¿la de Stoessel o la del otro hombre?, dijo:

– Y a pesar de las fuentes, de los agentes, de las bases de datos, ¿no tienen ni la más mínima idea de quién es el testigo secreto?

No oí la respuesta.

Oí una frase perdida:

– Para asegurar la victoria…

Después oí:

– La confederación.

Luego alguien dijo:

– Si vamos a conquistar una Europa unida…

Y después:

– Esa oportunidad se da una o dos veces por siglo.

– Una coordinación completa con los Sabios…

El otro, el que yo había decidido que era Stoessel, dijo:

– …históricamente. Ya pasaron sesenta y un años desde que Adolf Hitler se convirtió en canciller y desapareció la República de Weimar. Uno se olvida de que al principio nadie creía que duraría un año…

El otro contestó, enojado:

– Hitler estaba loco. Nosotros estamos cuerdos.

– No tenemos la carga de la ideología -llegó la voz de Stoessel- que siempre termina por forzar la caída…

Algo que no oí bien, y después Stoessel contestó:

– Así que hay que ser pacientes, Wilhelm. En unas semanas serás el líder de Alemania y tendremos el gobierno. Pero consolidar el poder lleva tiempo. Nuestros amigos estadounidenses nos aseguran que no intervendrán.

Serás el líder de Alemania…

El hombre que estaba con Stoessel era, tenía que ser, Wilhelm Vogel, el canciller electo.

Se me revolvió el estómago.

Vogel, yo estaba seguro de que era él, hizo un ruido, una especie de objeción muda, a la cual Stoessel contestó, en voz alta y clara:

– …que van a observar sin hacer nada. Desde Maastricht, la conquista de Europa es mucho más fácil. Los gobiernos caerán uno por uno. De todos modos, los políticos ya no son líderes. Se van a apoyar en los líderes de las corporaciones porque la industria y el comercio son las únicas fuerzas capaces de gobernar una Europa unificada. ¡No tienen visión de futuro! ¡Nosotros, sí! ¡Nosotros somos visionarios! Vemos mucho más allá, más allá de mañana y pasado mañana. Más allá de lo que está pasando actualmente, a nuestro alrededor.

Otro ruido del canciller electo. Stoessel dijo:

– Una conquista global bastante fácil porque se basa en el motivo del provecho; en la ganancia, pura y simple.

– El ministro de defensa -dijo Vogel.

– Con ese es fácil -contestó Stoessel-. Quiere lo mismo. Cuando el ejército alemán vuelva a tener su antigua gloria…

Otra respuesta ahogada y luego Stoessel habló de nuevo:

– ¡Fácil! ¡Fácil! ¡Rusia ya no es una amenaza! Rusia no es nada. Francia… ya eres viejo, tienes que acordarte de la Segunda Guerra, Willi. Los franceses van a putear y quejarse y hablar de la línea Maginot, pero después, capitulan sin disparar un tiro…

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