– ¿Y que ha pasado para que le guste todo esto? -pregunte.
Al girar la cabeza la efímera luz brilló de nuevo en sus ojos. Su mirada, cuando el brillo de los ojos se apagó, era oscura y sanguinaria.
– Un chico trabajador -dijo misteriosamente- Un chico trabajador que no tendría que morir.
– ¿Por que me ha contado esos sueños y lo que le va a hacer a una niña?
– Porque, maldito hippie, te acabo de dar un ultimátum y quiero que comprendas lo serio que es esto, lo peligroso que soy, lo poco que tengo que perder y lo mucho que disfrutaré destripándote si se da el caso. Hay otros que no quieren que te toque.
– Por mi madre.
– ¿Así que ya lo sabes?
– No se lo que significa ¿Que tuvo que ver mi madre en todo esto?
– Hay otros que no quieren tocarte y que tampoco quieren que te toque yo. Pero si tengo que hacerlo, lo haré. Si sigues metiendo la nariz te abriré el cráneo, te arrancare el cerebro y lo echare a la bahía para alimentó de los peces ¿Crees que no lo haría?
– Le creo -conteste con sinceridad.
– Como el libro que escribiste fue un éxito quizá puedas hacer que ciertos periodistas te escuchen. Si haces alguna llamada e intentas propagar este problema, me meteré primero con esa puta y le retorceré las entrañas.
La referencia a Sasha me enfureció, pero a la vez me sobresalto tanto que me quedé en silencio.
Estaba claro que la advertencia de Roosevelt Frost había sido solo un aviso. Esta era la amenaza de la que Roosevelt, a exigencias del gato me había prevenido. La palidez había desaparecido del rostro de Stevenson y había sido sustituida por una afluencia de color como si en el momento en que había decidido someterse a sus sicóticos deseos, el frío y los espacios vacíos de su interior se hubieran llenado con fuego.
Alargó la mano al salpicadero y desconectó la calefacción del coche.
Ese hombre se iba a llevar a una niña antes de la próxima puesta de sol.
Hallé la suficiente seguridad en mi mismo para continuar preguntando mientras le apuntaba con la pistola que llevaba en el bolsillo.
– ¿Donde esta el cuerpo de mi padre?
– En Fort Wyvern. Tienen que hacerle la autopsia.
– ¿Por qué?
– No necesitas saberlo. Para poner punto y final a esta estúpida cruzadita que has empezado, te diré que lo mato un cáncer. Un tipo de cancer. No hay nadie de quien tengas que vengarte, como le dijiste a Angela Ferryman.
– ¿Por que debería creerle?
– Porque puedo matarte con tanta facilidad como darte una respuesta así es que ¿por que iba a mentir?
– ¿Que esta pasando en Moonlight Bay?
El jefe Stevenson emitió una risita parecida a esas que se oyen detrás de las paredes de un manicomio. Como si la perspectiva de una catástrofe le divirtiera, se enderezó en el asiento y pareció engordar cuando contestó.
– Toda la ciudad se va a ir derecha al infierno y el viaje será increíble.
– No es una respuesta.
– Es todo lo que me sacarás.
– ¿Quien mato a mi madre?
– Fue un accidente.
– Lo creía hasta esta noche.
Su sonrisita torcida, tan fina como una hoja de afeitar, se ensanchó.
– Está bien. Una cosa más si insistes. Tu madre fue asesinada, tal como sospechas.
El corazón me empezó a rodar, me pesaba tanto como una rueda de piedra.
– ¿Quien la asesino?
– Ella misma. Ella misma se mató. Se suicidó. Puso el Saturno a más de cien y se metió de cabeza en el estribo del puente. No fue un fallo mecánico. El acelerador no se clavó. Eso solo fue una historia que nosotros fabricamos para encubrirlo.
– Estas mintiendo hijo de puta.
Despacio, muy despacio, Stevenson se humedeció los labios, como si encontrara dulce su sonrisa.
– No miento Snow ¿Y sabes algo? Si hace dos años hubiera sabido lo que me iba a pasar, hasta que punto iban a cambiar las cosas, yo mismo habría matado a tu vieja. La hubiera matado porque formaba parte de todo eso. Me la hubiera llevado a algún sitio le hubiera arrancado el corazón, le hubiera rellenado el pecho de sal y la hubiera quemado en una estaca que es lo que se hace para estar seguro de que una bruja esta muerta. Porque ¿que diferencia existe entre lo que ella hizo y la maldición de una bruja? ¿Ciencia o magia? ¿Que importa cuando el resultado es el mismo? Entonces no sabía lo que iba a suceder, lo que ella había hecho, así que me evitó el problema apretó el acelerador y se incrustó en medio metro de cemento.
Me subió una nausea aceitosa porque había oído la verdad en su voz. Solo comprendí una fracción de lo que estaba diciendo y, sin embargo, fue demasiado.
– No tienes nada de que vengarte, hippie. Nadie asesino a tus padres. De hecho según como lo mires, lo hizo tú vieja se mató ella y mató a tu viejo.
Cerré los ojos. No podía soportar mirarlo, sobre todo porque había confesado que la muerte de mi madre le había dado una satisfacción y porque creía – ¿con razón?- que se había hecho justicia.
– Y ahora quiero que vuelvas a tu roca y vivas allí el resto de tus días. No podemos permitir que esto se propague. Si el mundo descubre lo que ha sucedido aquí, si lo de Wyvern y nosotros trasciende, los de afuera pondrán en cuarentena a todo el condado. Lo sellarán, matarán hasta el último de nosotros, quemarán todos los edificios, envenenaran a los pájaros, a los coyotes y a los gatos caseros, y luego es probable que lancen algunas bombas nucleares como medida de seguridad. Y todo sería para nada porque la plaga ya se ha extendido mas allá de este lugar hasta el otro extremo del continente y mas lejos aun. Nosotros somos la fuente original, los efectos son más llamativos aquí y se multiplican rápidamente aunque ahora se irá extendiendo sin nosotros. Y claro ninguno está dispuesto a morir porque lo exija uno de esos políticos chupópteros.
Cuando abrí los ojos observe que había levantado la pistola y me estaba apuntando con ella. El orificio estaba a poco más de medio metro de mi cara. Mi única ventaja era que el no sabía que iba armado; una ventajasignificativa solo si yo era el primero en apretar el gatillo.
Sabía que no daría demasiados resultados pero de todos modos intenté discutir con él, quizá también porque era la única manera de olvidar lo que acababa de revelarme de mi madre.
– Oiga, por Dios hace tan solo unos minutos decía que no tenía ninguna razón para vivir. Cualquier cosa que suceda aquí, quizá si le ayudamos.
– Estaba de mal humor -me interrumpió con rudeza- ¿Es que no me has oído, hippie? Te he dicho que estaba de mal humor. De un humor muy desagradable. Pero ahora he cambiado. Estoy mejor. Estoy en disposición de ser lo que quiera, de abrazarme a lo que me estoy convirtiendo en lugar de intentar resistirme. Cambio, compañero. Es lo que pasa, ya sabes. Cambio, glorioso cambio, todo cambia, siempre y para siempre, cambio. El nuevo mundo que se aproxima va a ser deslumbrante.
– Pero no podríamos…
– Si aclaras el misterio y se lo dices al mundo, estarás cantando tu propia sentencia de muerte. Y estarás matando a tu putita sexy y a todos tus amigos. Y ahora sal del coche, coge tu bici y lleva tu flaco culo a casa. Entierra las cenizas que Sandy Kirk ha escogido para ti. Y luego, si no puedes vivir sin saber mas, si te pica mucho la curiosidad, baja unos días a la playa toma el sol y consigue un jodido bronceado.
No podía creer que iba a soltarme.
– El perro se queda conmigo -dijo entonces.
– No.
Hizo un gesto con la pistola.
– Fuera.
– Es mi perro.
– Es el perro de nadie. Sin discusión.
– ¿Que quiere hacer con el?
– Darle una lección.
– ¿Que?
– Me lo voy a llevar al garaje municipal. Hay allí una máquina de cortar madera, para podar árboles.
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