– Y como fue que llegaste de caminar por los jardines a dormir en la habitación de invitados?
– Ella me miró.
– Y?
– Ella me miró, -repitió con una especie de atontada fascinación- y desde ahí es difícil de explicar. Ella decía que reconfortante era para ellos saber que su Delia tenía tan buenos amigos, almas generosas y algo por el estilo. Y cuanto significaba tener este momento para llegar a conocer a esos amigos. Antes de que me diera cuenta estaba haciendo arreglos para que sus cosas fueran recogidas, y ella me estaba dando un beso de buenas noches.
– Peabody dijo que ella tenía el poder.
– Yo te lo digo ahora, la mujer tiene algo. No es mi imaginación. Es una casa grande y ellos me gustan bastante. Pero, por Cristo, usualmente sé lo que voy a decir antes de que salgo de mi boca.
Divertida, ella se le acercó, enganchando sus brazos en el cuello de él. -ella te hizo un hechizo. Estoy un poco apenada por no darme cuenta.
– Ah, lo ves? Tú me amas.
– Problemente.
Estaba sonriendo cuando lo hizo rodar con ella en la cama.
En la mañana, Eve dedicó treinta minutos a trabajar en el gimnasio, y los terminó con unas vueltas en la piscina. Cuando disponía del tiempo, era una rutina invariablemente instalada en su mente y hacía que su sangre se moviera. Para el momento en que pasó la décima vuelta, ya había delineado los próximos pasos en el caso Pettibone.
Seguir tras Julianna Dunne era prioritario, y eso significaba excavar en los viejos archivos, dándole una dura mirada a pautas, asociaciones, rutinas y hábitos. Eso implicaba, muy probablemente, una gira a Dockport, para entrevistar a los internos o guardias con los que Julianna hubiera tenido una relación.
En lo que la memoria servía, Julianna estaba muy capacitada para mantenerse por sí misma.
La siguiente prioridad era el motivo. Quien quería la muerte de Pettibone? Quien se beneficiaba. Su esposa, sus hijos. Posiblemente un competidor en los negocios.
Una mujer que se veía como Bambi podría tener otro hombre en su vida. Vería por ese lado. Un antiguo amante celoso. O un plan a largo plazo para enganchar al viejo rico, envolverlo y luego eliminarlo.
Luego estaba la ex esposa, que podría obtenido revancha y satisfacción pagándole por dejarla a un lado.
Podía ser que Pettibone no fuera el santo que parecía ser. Podía hacer conocido a Julianna. Podía haber sido uno de sus potenciales objetivos un década atrás, alguien que hubiera seducido con un romance. O ella podía haberlo investigado mientras estaba en prisión, para jugar con él cuando fuera liberada.
Ese ángulo estaba alto en su lista, y era demasiado pronto para descartar cualquier posibilidad.
Para conocer al asesino, conoce a la víctima, pensó. Para conocer al asesino, o encontrar el motivo, tenía que saber más sobre Pettibone. Y verse a sí misma como Julianna Dunne.
Al final de la vuelta veinte, sintiéndose suelta y relajada, se echó el pelo hacia atrás y se paró en la parte baja de la piscina. Ahí empezó a bracear, moviéndose como a través de una jungla de plantas. Adelantando la cabeza, empujando con el cuerpo.
– Bueno, si esto es lo que los tipos malos ven antes de que los arreste, no imagino como no caen de rodillas pidiendo clemencia.
Phoebe entró caminando, llevando una toalla. -Lo siento, -agregó- Sé que no me escuchó cuando entré. Me detuve a observarla. Nada como un pez, en el mejor sentido de la palabra.
Porque estaba tan desnuda como un pez, Eve tomó la toalla, envolviéndose rápidamente en ella. -Gracias.
– Roarke dijo que usted había bajado aquí. Le traje un poco de café. -Le dejó una taza de gran tamaño sobre la mesa. -Y una de las asombrosas medialunas de Sam. Quería tener un momento para agradecerle por su hospitalidad.
– No hay problema. Ustedes, ah, están bien instalados?
– Es difícil estar de otra manera aquí. Tiene un minuto, o está apurada?
– Bueno, yo…
– La medialuna es recién hecha. -Ella le alcanzó el plato, lo bastante cerca para la fragancia la hipnotizara. -Sam se encargó de encantar a Summerset para que lo dejar usar la cocina.
– Puedo tomarme un minuto. -Porque ponerse una bata significaba sacarse la toalla primero, se sentó como estaba. Y porque Phoebe la estaba observando, rompió una esquina de la medialuna.
– Grandiosa. -E inmediatamente comió otro pedazo.- Realmente grandiosa.
– Sam es un cocinero brillante. Eve, puedo llamarla Eve? Sé que la mayoría no lo hace.
Tal vez era por la tranquila mirada, o el tono de la voz, o la combinación de ambas, pero Eve dejó de retorcerse en la silla. -Seguro, está bien.
– La estoy incomodando. No deseo hacerlo.
– No, usted… -Ella se retorció. -Es que no soy buena con la gente.
– No creo que eso sea cierto. Usted ha sido buena con Delia. Excepcionalmente buena. Y no me diga que es sólo por el trabajo, porque sé que no lo es. -Phoebe tomó una taza de té, observando a Eve mientras bebía. -Eso fue un cambio para ella el año pasado. Ella ha crecido, como persona. Dee siempre pareció saber lo que quería hacer, lo que quería ser, pero desde que está trabajando con usted encontró su lugar. Tiene más confianza, lamentablemente en cierta forma, creo que es por las cosas que ha visto y hecho. Pero la ha endurecido. Sus cartas y llamadas hablan siempre de usted. Imagino que sabe lo mucho que significa para ella que la haga participar en lo que usted hace.
– Escuche, Sra. Peabody… Phoebe… -corrigió- Yo no hice… Yo no tengo… -Ella suspiró- Voy a decirle algo sobre Peabody, y no quiero que se lo diga a ella.
Los labios de Phoebe se curvaron. -De acuerdo. Lo que me diga va a quedar entre nosotros.
– Ella tiene buen ojo y un cerebro rápido. La mayoría de los policías lo tienen o no durarían mucho. Tiene buena memoria, por lo que no tienes que perder tiempo sobre el mismo tema con ella. Sabe lo que significa servir y proteger, lo que realmente significa. Eso hace una diferencia en que clase de policía quieres llegar a ser. Yo pasé un largo tiempo trabajando sola. Me gustaba de esa forma. No había nadie que yo quisiera conmigo después que mi antiguo compañero fuera transferido a DDE.
– El Capitán Feeney.
– Sí, cuando Feeney consiguió sus barras y se fue a la DDE, yo trabajé sola. Luego me crucé con Peabody, toda chispeante y pulcra y con su sarcasmo disimulado. Yo no quería tener una uniformada. Nunca intenté ser entrenador de nadie. Pero… ella es una chispa. No sé de que otra forma decirlo. Tú no ves este tipo de cosas cada día en el trabajo. Ella quería ir a Homicidios, y me imagino que los muertos necesitan toda la chispa que puedan tener. Lo hubiera conseguido sin mí. Sólo le dí un impulso.
– Gracias. Me preocupo por ella. Es una mujer crecida, pero es mi niñita. Siempre lo será. Es la maternidad. Pero me voy a preocupar menos después de lo que usted me dijo. Supongo que no querrá decirme lo que piensa de Ian McNab.
Algo parecido al pánico se cruzó en la garganta de Eve. -Es un buen policía.
Phoebe echó atrás la cabeza y rió hasta el que el rico y divertido sonido llenó la habitación. -Como sabía yo que usted diría eso? No se preocupe, Eve, él me gusta mucho, más aún desde que él metido de amor con mi pequeña.
– Metido en las sábanas está. -murmuró Eve.
– Ahora, sé que necesita ir a trabajar, pero tengo un regalo para usted.
– Ya nos dió un regalo.
– Ese era de parte de mi hombre y mío para usted y su hombre. Este de mi parte para usted. -Ella se volvió para tomar una caja puesta en el piso, y la puso sobre el regazo de Eve. -Los regalos no debería ponerla nerviosa. Sólo tiene que tomarlos, por aprecio o por afecto. Ambos en este caso. Lo traje conmigo antes de estar completamente segura de que veníamos camino a New York. Antes de estar completamente segura de dárselo. Tenía que conocerla primero. Por favor, ábralo.
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