John Katzenbach - El Hombre Equivocado

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El Hombre Equivocado: краткое содержание, описание и аннотация

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Ashley Freeman, estudiante de historia del arte en Boston, tiene una relación de una noche con un desconocido llamado Michael O'Connell. Al principio prece tratarse simplemente de un admirador insistente, pero poco a poco O'Connell, un ingenioso hacker, va entrando en la vida no sólo de Ashley sino también de su padre, un serio profesor universitario, y de su madre, una prestigiosa abogada, demostrando ser un psicópata obsesionado por controlar la vida de Ashley. Todo se convierte en una pesadilla. No hay posibilidad de disuadirlo: ni los sobornos ni las amenazas lo detienen. Y cuando el investigador asignado al caso aparece muerto, la familia entera entiende que se enfrenta a algo mucho más serio de lo que han imaginado.

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– No puedo dejarte -contestó él-. Sally nunca me perdonaría.

– No tendrá oportunidad de perdonarte si no te marchas. Ya vamos con retraso. Lo que tienes que hacer ahora es crucial.

– ¿Estás segura?

– Sí -dijo Hope, aunque no estaba segura de nada-. Vete. Vete ahora.

– ¿Qué le digo a Sally?

Una docena de pensamientos cruzaron la mente de Hope.

– Dile que estaré bien. La llamaré más tarde.

– ¿Estás segura? -Miró la herida de su costado y el negro mono de mecánico manchado de sangre.

– No es tan malo como parece -mintió ella-. Vete, antes de que lo estropeemos todo.

La idea de que, después de todo lo que había hecho, pudieran fracasar la martirizaba. Agitó la mano hacia Scott.

– Vete.

– De acuerdo -respondió él, y se irguió dando un paso atrás.

– Oh, Scott -añadió ella.

– ¿Sí?

– Gracias por acudir en mi ayuda.

Él asintió.

– Tú hiciste el trabajo difícil -dijo. Cerró la puerta y vio cómo Hope se inclinaba y ponía el coche en marcha.

Se retiró mientras ella arrancaba y contempló cómo el coche se perdía calle abajo, solo en la oscuridad hasta que las luces traseras desaparecieron. Entonces se echó la mochila a la espalda y corrió hacia la parada del autobús. Sabía que iba con retraso y podía ser desastroso, pero aún tenía que cumplir con el resto de su misión. No estaba seguro de lo que iba a hacer Hope el resto de la noche, pero la suerte de todos la acompañaría, aunque en realidad esa noche hacía falta suerte también en otros sitios.

Sally estaba aparcada en un centro comercial, esperando a Scott. Consultó su reloj y comprobó el cronómetro. Cogió el móvil y pensó si llamar o no, pero decidió abstenerse. Estaba a tres cuartos de hora de Boston, cerca de la interestatal, un lugar elegido por los mismos motivos que el lugar donde se reunió con Hope para entregarle la pistola, pero diferente, pues proporcionaría a Scott acceso fácil para volver al oeste de Massachusetts.

Se apoyó en el reposacabezas y cerró los ojos. No se permitiría torturarse repasando todos los posibles desastres que podían haber ocurrido esa noche. Eran neófitos en el arte de matar, pensó. Puede que cada uno tuviera la experiencia que hizo que la planificación, la organización y la concepción de la muerte parecieran manejables y factibles, pero, en lo referente a la ejecución del plan, eran novatos absolutos. Ningún profesional lo habría hecho así. El plan era demasiado errático, azaroso y dependiente de que cada uno realizara eficazmente ciertas tareas. Esa era la base de todo, pensó.

Las personas responsables y educadas no harían algo así. Sólo los drogadictos o los violentos podían ascender los peldaños de la criminalidad hasta el asesinato.

Cerró los ojos con fuerza.

Tal vez su convicción de que podrían llevar a buen puerto un asesinato no era más que una fantasía. Imaginó a Scott y a Hope esposados, rodeados de policías. El padre de O'Connell estaría haciendo una declaración, y ella sería la siguiente, en cuanto Scott o Hope se derrumbaran durante el interrogatorio.

Y Ashley, incluso con Catherine a su lado, se enfrentaría sola a un horroroso futuro con Michael O'Connell.

Abrió los ojos y escrutó el aparcamiento teñido de luz verde.

Ni rastro de Scott.

Hope debería estar camino de casa.

Michael O'Connell estaría en algún arcén, tratando de reparar el pinchazo o esperando una grúa. Estaría furioso y se preguntaría qué demonios estaba pasando. Lo único que no esperaba era quedar atrapado en una representación donde él era un actor importante. Sally sonrió. Pensó que el papel que se había interpretado sin saltarse una línea ni dar un paso en falso había sido el de O'Connell, y él ni siquiera lo sabía. Lo estaban ahogando y ni siquiera era consciente de ello.

Apretó el puño y pensó: «Te tenemos, hijo de puta.» Resopló lentamente. «O tal vez no.»

Scott debería llegar de un momento a otro.

Golpeó el volante con frustración y desesperación.

– ¿Dónde demonios estás? -susurró escrutando la zona-. Vamos, Scott. ¡Llega ya!

Extendió la mano hacia el móvil de nuevo, pero lo soltó. Esperar, comprendió, era lo segundo más difícil. Lo más difícil era confiar en alguien a quien una vez había dicho que amaba, y a quien luego había abandonado y engañado, antes de divorciarse. En realidad, lo único que mantenía cierto tono cordial entre ella y su ex era Ashley. Tal vez eso fuese suficiente para que ambos sobrevivieran a esa noche.

Entonces sus pensamientos se volvieron hacia Hope. Sacudió la cabeza y sintió lágrimas en los ojos. Sabía que podía confiar en ella, aunque había hecho muy poco en los últimos meses para merecer esa confianza por su parte. Se sentía como flotando en una nube de incertidumbre.

– ¡Vamos! -susurró de nuevo, como si las palabras pudieran conjurar los hechos.

Había un gran contenedor de basura en un rincón del aparcamiento donde Scott había dejado su furgoneta. Para su alivio, estaba casi lleno, no sólo de bolsas de plástico negras, sino también de botellas, latas y basura sin recoger. Cogió una bolsa medio vacía, la abrió y metió las matrículas robadas, los restos de cinta y los guantes. Luego volvió a atarla y la colocó en medio de la pila de basura. El contenedor sería vaciado pronto, probablemente al día siguiente.

Volvió rápidamente a la furgoneta y esperó a arrancar hasta que no hubo ningún coche en movimiento por las inmediaciones.

Scott volvió a cambiarse de ropa, chaqueta y corbata. Sabía que tenía que darse prisa, pero también evitar llamar la atención. Deseó poder acelerar, pero permaneció dentro de los límites de velocidad. Incluso en la interestatal se mantuvo en el carril central mientras se dirigía a su encuentro con Sally.

No sabía qué iba a decirle cuando la viera.

Tratar de transmitirle con palabras lo que había ocurrido esa noche parecía imposible. Si no le decía nada, ella lo odiaría. Si se lo contaba todo, ella se horrorizaría, y también lo odiaría. Querría acudir de inmediato al lado de Hope y olvidarse del plan.

Todo podía fracasar.

Condujo sabiendo que iba a mentir. Tal vez no mucho, pero lo suficiente. Eso lo enfurecía y entristecía, pero sobre todo le hacía sentirse incompetente y falso.

Cuando llegó al aparcamiento tras salir de la autopista, divisó a Sally. No tardó en colocarse a su lado. Cogió la mochila y salió del coche.

Sally permaneció al volante, pero encendió el motor.

– Llegas tarde -dijo-. No sé si me queda tiempo. ¿Ha salido según lo previsto?

– No exactamente. No ha sido tan sencillo como pensábamos.

– ¿Qué quieres decir? -preguntó Sally con su cortante tono de abogada.

– Ha habido una pequeña pelea, pero Hope ha cumplido con su misión… -vaciló-. Puede que resultara un poco herida en la confrontación. Ahora va camino de casa. Por lo demás, para asegurarme de no dejar ninguna huella de nuestra presencia provoqué un pequeño incendio.

– ¡Dios! -exclamó Sally-. ¡Eso no estaba en el guión!

– El escenario de los hechos… bueno, pensé que podría levantar sospechas en la policía. ¿No es lo que nos dijiste?

Ella asintió.

– Sí, sí. Vale. No creo que haya problemas…

– Hay una pequeña toalla en la mochila. Está mojada con gasolina, que limpiará el cañón del arma. Deshazte de ella después.

Sally volvió a asentir.

– Ha sido una precaución inteligente por tu parte. Pero Hope, ¿qué estabas diciendo de Hope?

Scott se preguntó dónde se le notaba la mentira en la cara.

– Ahora está cumpliendo con lo previsto -dijo-. Acaba con tu parte y hablaremos más tarde.

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