Brad Meltzer - Los Pasadizos Del Poder

Здесь есть возможность читать онлайн «Brad Meltzer - Los Pasadizos Del Poder» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los Pasadizos Del Poder: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Pasadizos Del Poder»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Sombra es el nombre en clave que el Servicio Secreto ha dado a Nora Hartson, la hija del Presidente de Estados Unidos, una de las mujeres más vigiladas del mundo. Michael Garrick, un joven abogado del Departamento de Presidencia, empieza a salir con Nora sin tener en cuenta que ella también es Sombra y que mil ojos se posan sobre ambos. Una noche presencian algo que no deberían haber visto y quedan atrapados en una trama secreta urdida por alguien muy poderoso. Ambos jóvenes se convierten en un estorbo para quienes han hecho de la corrupción política el medio habitual para conseguir sus fines.

Los Pasadizos Del Poder — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Pasadizos Del Poder», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Al acercarme a la entrada lateral del EAOE, echo una última mirada al guardia del exterior de la verja. Por primera vez desde que llegué, no está, ha vuelto a deslizar su espejo por los bajos de los coches que llegan. Aun así, es igual que la noche en el terraplén: no sólo tengo el cuello empapado en sudor, sino que tampoco puedo quitarme de encima la sensación de que me observan.

Sin pensarlo, levanto la vista a las docenas de ventanas grises de este lado del enorme edificio. Todas ellas parecen vacías, pero todas me miran de algún modo como si fueran lupas cuadradas. Mis ojos recorren los cristales buscando un rostro amigo. No hay nadie.

Dentro del edificio, no tardo mucho tiempo en llegar a la antesala de mi despacho. Al abrir la puerta, sin embargo, me quedo sorprendido al ver que las luces están encendidas. No he visto el coche de Julian en la State Place, y Pam me dijo que iba a trabajar en casa. La oficina tendría que estar a oscuras. Echo la culpa al descuido de las limpiadoras y meto el brazo por detrás del archivador más alto para desconectar la alarma. Pero mientras voy tanteando el yeso, no me gusta lo que descubro. La alarma ya está desconectada.

– ¿Pam? -llamo-. ¿Julian? ¿Estás ahí?

Nadie contesta. Por debajo de la puerta de Pam creo ver la luz encendida.

– ¿Estás ahí, Pam?

Justo al girar hacia su despacho, me doy cuenta de que las tres bandejas apilables de plástico que nos hacen de buzones están llenas. Junto a la mesa, la cafetera está apagada. Estoy a punto de abrir la puerta de Pam y me quedo helado. Conozco a mi amiga. Sea quien sea quien esté ahí, no es Pam.

Me apresuro hacia mi despacho, abro la puerta con fuerza y me precipito dentro. Me giro, raudo, cojo el pestillo y lo cierro. Entonces, me doy cuenta. No tendría que haber podido abrir mi puerta, se supone que está cerrada con llave.

A mi espalda, algo se mueve junto al sofá. Después, junto a la mesa. Un chasquido de vinilo. Un lapicero rodando por una carpeta. No están en el despacho de Pam. Están en el mío.

Me doy la vuelta luchando por recuperar el aliento. Demasiado tarde. Hay dos hombres esperándome. Ambos vienen hacia mí. Me vuelvo hacia la puerta, pero la he cerrado. Me lanzo sobre el cerrojo con las manos temblando.

Cae un puño que me golpea en los nudillos. Mis manos siguen sin soltar el pestillo. Agarrado. Aferrado. Lo que sea para salir.

Una mano gorda y carnosa pasa sobre mi hombro y me tapa la boca. Intento gritar, pero me sujeta demasiado fuerte. Las puntas de sus dedos se hunden en mi mandíbula, las uñas me arañan la mejilla.

– No se resista -me advierte-. Sólo será un momento.

CAPÍTULO 10

– ¿Adonde demonios vamos? -pregunto mientras avanzamos por el pasillo. Los sábados, este lugar está prácticamente vacío. Los dos hombres me sujetan con fuerza por detrás de los brazos y me empujan hacia la salida de la avenida West Exec.

– Deje de quejarse -dice el de mi derecha. Es un negro alto con el cuello tan grueso como mi muslo. Por su corpulencia y maneras, asumo que es del Servicio Secreto, aunque no va vestido para el papel: demasiado informal, no lo bastante pulido. Y no lleva micrófono en la oreja. Y aún más importante: no se han identificado, lo que significa que estos tipos no son lo que pensaba que eran.

Sacudo el brazo para intentar liberarlo. Molesto, aprieta todavía más y me clava dos dedos en el bíceps. Duele como la madre que lo parió, pero me niego a darle la satisfacción de gritar. Lo que hago es morder tan fuerte como puedo. Sigue apretando y noto que la cara se me pone roja. No puedo aguantar mucho más. Se me empieza a entumecer el hombro. La sonrisa viciosa de su cara dice que está disfrutando de verdad. Su placer es mi dolor.

– ¡Uuf! -exclamo cuando por fin suelta-. ¿Qué demonios le pasa?

No responde. Se limita a empujar la puerta y obligarme a salir al aparcamiento de la West Exec. Intentando controlar el pánico, me digo que nada malo puede suceder mientras estemos en el Ala Oeste: las medidas de seguridad son demasiado fuertes. Pero antes de que pueda relajarme, un empujón brusco a la izquierda me hace comprender que el Ala Oeste no está en nuestro itinerario. Cruzamos hacia el lado norte de la Casa Blanca, pasamos por delante de la sala de instrucciones, camino de la entrada de suministros, por donde se traen la mayoría de suministros de la mansión. Fijo los ojos en una gran furgoneta amarilla que está frente a nosotros. Tendría que haber operarios a su alrededor, pero no veo a ninguno. Nos acercamos más. Las puertas de atrás están abiertas de par en par. Dejo de andar y empiezo a hacer marcha atrás. Sacudo los brazos para liberarme. No voy a dejarlos que me metan ahí. Mi escolta refuerza la presa y me arrastra hacia adelante. Mis zapatos rascan contra el cemento. Mis brazos siguen en su sitio. Por mucho que me revuelva, no sirve de nada. Son demasiado fuertes.

– Ya casi estamos -avisa uno de ellos.

Con un último empellón, llegamos junto a la furgoneta. El interior está vacío. Estoy a punto de gritar. Y así, sin más, me empujan hacia la derecha y pasamos de largo. Vuelvo la vista atrás y la furgoneta se aleja. Entonces miro otra vez al frente y comprendo cuál es nuestro verdadero destino. La entrada de suministros. No sé muy bien qué es peor.

Ya en el interior del edificio, hacen un gesto de reconocimiento con la cabeza al agente de uniforme que guarda la puerta. Nos deja pasar, con lo que queda claro que estos tipos están haciéndole un favor a alguien. Sólo Lamb y Simon tienen un poder así. El pasillo está salpicado con docenas de cajas y envases vacíos. El aroma a flores frescas de la florista de la Casa Blanca llena el aire. Hacemos un giro brusco a la izquierda y continuamos por otro largo corredor. El corazón me golpea contra el pecho. Nunca había estado aquí abajo. Uno de mis captores, el blanco, saca un manojo de llaves como de portero. Mete una llave y abre la puerta. Es una área demasiado apartada.

– Oiga, qué…

– No se preocupe, estará a salvo. -Trata de agarrarme del brazo, pero lo aparto a toda prisa. Este no es sitio para encontrarse con Simon o Lamb.

– ¡No pienso entrar ahí!

El otro tipo me coge por la nuca. Le suelto un viaje, pero no tengo la menor posibilidad. Me retuercen los brazos por detrás y me obligan a entrar con un rápido empujón. Tropiezo y casi caigo de narices. Aterrizo sobre las rodillas y las palmas de las manos y por fin observo lo que me rodea. Es una habitación alargada, increíblemente estrecha. Delante de mí hay una larga pista de madera pulida. Al fondo del todo hay diez bolos de rayas. A la derecha oigo el zumbido del automático. ¿Qué hago en una bolera?

– ¿Preparado para una partida, chaval? -me pregunta una voz conocida.

Me vuelvo hacia los asientos para los espectadores que hay detrás de la mesa de anotar. Nora se pone en pie y viene hacia mí. Alarga el brazo y me tiende la mano con la esperanza de ayudarme a ponerme en pie. Rechazo la oferta.

– ¿Qué demonios te pasa? -le pregunto.

– Quería hablar contigo.

– ¿Y lo haces así? ¿Me mandas al planeta de los simios para que me manejen? -Consigo ponerme en pie y me sacudo la ropa.

– Les dije que no dijeran nada, nunca se sabe quién puede estar escuchando.

– O no. Debo haberte llamado veinte veces; no me contestaste ni una.

Nora vuelve al asiento que ocupaba y me indica que me reúna con ella. Es su manera de esquivar la cuestión.

– No, gracias -le digo-. ¿Y por qué hiciste que los del Servicio Secreto me dijeran una mentira cuando vine a verte?

– Por favor, no te enfades, Michael. Estaba a punto de…

– ¿Por qué me mientes? -exclamo, y mi voz retumba por toda la estrecha habitación.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Pasadizos Del Poder»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Pasadizos Del Poder» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los Pasadizos Del Poder»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Pasadizos Del Poder» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x