Y, como era de esperar, antes del mediodía llegaron más datos. Se había confirmado la identidad de la víctima. Su ficha dental coincidía con su historial médico. Guan Hongying, treinta y un años, soltera, directora de la sección de cosméticos, miembro del Partido desde hacía once años, trabajadora modelo de rango nacional. Había participado en el décimo y el undécimo Congreso del Partido. Se había marchado de vacaciones el 10 de mayo, y desde entonces no se había puesto en contacto con nadie.
A la una Chen recibió la primera fotografía de Guan por mensajería. Después llegaron por fax una docena más y una gran cantidad de información. La mayoría de las imágenes procedía de recortes de periódicos y revistas, y todo lo escrito era propaganda sobre su compromiso con el trabajo, su noble espíritu al servicio del pueblo y su dedicación desinteresada a la causa comunista. La retórica habitual de los periódicos del Partido. Mientras leía, el inspector jefe Chen volvió a dudar de su decisión de ocuparse del caso. ¡Una trabajadora modelo de rango nacional violada y asesinada! Un caso como ése, aunque fuera resuelto, podía ser acallado por motivos políticos. Pero si no se resolvía, era probable que las altas autoridades ejercieran una presión política. Aun así, Chen comenzó a reunir datos para un nuevo informe sobre el caso.
«Nombre: Guan Hongying.
Fecha de nacimiento: 11 de diciembre, 1958.
Etnia: han.
Dirección: calle Hubei, sector 18, pasaje 235
(viviendas Número Uno).
Estado civil: soltera.
Profesión: cuadro (jefe del departamento de Cosméticos, miembro del Partido, trabajadora modelo de rango nacional).
Parientes cercanos: madre (paciente de Alzheimer en la residencia de ancianos de Ankang).
Historial laboral: desde 1979 hasta 1990».
A las cinco y media se celebró una reunión de urgencia en la sala número 3 de la Jefatura de Policía de Shanghai. La presidió con rigurosa autoridad el Secretario del Partido Li, un hombre robusto de casi sesenta años en cuyo rostro destacaban sobre todo unas grandes ojeras. Li estaba sentado, muy erguido, en un extremo de la larga mesa de encina. Chen fue el primero en llegar y más tarde Yu, que se sentó a su lado. En el otro extremo de la mesa apareció de forma imprevista el comisario Zhang Zhiqiang. Un hombre del rango de Zhang no tenía por qué asistir a esa reunión. Tampoco pertenecía a la brigada de asuntos especiales.
– Gracias por acudir a esta reunión, comisario Zhang -dijo el Secretario del Partido Li queriendo rendir tributo al anciano antes de comenzar su discurso-.
El comisario Zhang había ingresado en el Partido a principios de los años cuarenta y ocupado el undécimo lugar en el escalafón después de 1949. Por su parte, el Secretario Li había engrosado las filas del Partido una década después, por lo que su rango era muy inferior. Como era habitual, Chen saludó al comisario Zhang con respeto, aunque éste no lo tenía en gran estima, y en varias ocasiones había estado a punto de tildarlo de ¡liberal!
– Camaradas, se trata de un asunto de una importancia política considerable -dijo el Secretario del Partido Li para empezar-. Por eso nos hemos reunido hoy. El propio alcalde acaba de llamar por teléfono. Cree que podría tratarse de un asunto político muy grave. Sus instrucciones son «Hagan todo lo posible y resuelvan el caso cuanto antes. El Ayuntamiento los respalda. No celebren conferencias de prensa, ni revelen ningún detalle relacionado con su muerte».
Chen estaba atónito. La mujer asesinada había sido una persona conocida, su nombre se mencionaba a menudo en los periódicos y su imagen aparecía en la televisión, pero él no había imaginado que fuera tan importante como para que el propio alcalde llamara a la oficina, y además tan pronto.
– Pero se trata de un caso de homicidio -objetó el inspector Yu-.
– Camaradas, debemos comprender que la camarada Guan pudo ser asesinada por razones políticas -repuso el Secretario del Partido Li-. Era una trabajadora modelo muy conocida en todo el país. Su trágica muerte es una pérdida significativa para nuestro Partido y un golpe simbólico a la seguridad pública de nuestra sociedad socialista.
Chen pensó que el Secretario del Partido Li iba demasiado lejos. Como cuadro del Partido no sabía gran cosa de homicidios, pero quizá precisamente por eso, él era el Secretario del Partido, y no otro. Li era capaz de ver implicaciones políticas por todas partes.
– Además, la manera brutal en la que fue asesinada podría dañar la imagen de pureza de nuestro gran Partido.
"Esa idea queda alejada de toda discusión", consideró Chen. Las autoridades del Partido querrían a toda costa acallar los detalles sensacionalistas. La foto de la trabajadora modelo nacional Guan desnuda, violada y estrangulada estaría en contradicción con la imagen sagrada de una empleada modelo vestida con su traje gris estilo Mao.
Chen creyó divisar una sonrisa casi imperceptible en la expresión de Yu.
– De modo que se nombrará un grupo especial dirigido por el inspector jefe Chen, y el inspector Yu será su ayudante. Por otro lado, el comisario Zhang actuará como asesor de la investigación.
– ¿Y si sólo se trata de un homicidio? -insistió Yu-.
– Si resulta ser un caso de homicidio, también lo resolveremos, desde luego. Sólo tenemos que mantener la mente abierta. El grupo contará con un presupuesto especial. Si se necesitan más hombres, el inspector Chen podrá solicitármelos.
Chen pensó que quizá ahí radicaba el secreto del éxito de Li. Consciente de su gusto por los formalismos burocráticos, nunca olvidaba añadir unas cuantas palabras que no sonasen tan políticas y tuvieran un cierto sentido. Por eso era diferente a los demás cuadros del Partido.
El Secretario del Partido Li llegaba al final de su discurso.
– Como todos ustedes saben, en este caso intervienen ciertos aspectos delicados, y eso exige un tratamiento discreto, de modo que no entreguen información a la prensa. Todo lo que conduzca a especulaciones innecesarias no hará más que entorpecer nuestra investigación.
– Lo entiendo perfectamente, camarada Secretario del Partido -dijo Chen, que aún no había hablado-. Con el camarada comisario Zhang como asesor haremos todo lo posible por resolver el caso.
Después de la reunión, Chen se quedó a solas con Li.
– Quiero que haga un buen trabajo -le espetó Li-. Quizá sea un caso difícil, pero si hay un desenlace satisfactorio, llegará a oídos de las más altas autoridades.
– Entiendo, pero el comisario Zhang… contestó Chen inacabando la frase-.
A Zhang se le consideraba el comisario más ortodoxo del Partido en el Departamento, un partidario de la línea dura de la vieja generación.
– El comisario Zhang ha llegado a la edad de jubilación -explicó Li-, pero con la inflación y con el aumento del coste de la vida, a cualquiera le resulta difícil vivir sólo con una pensión. Por eso, las autoridades del Partido han elaborado nuevas normas para los camaradas veteranos. Deben respetar la nueva normativa de jubilación de cuadros, de eso no cabe duda, pero si gozan de buena salud, pueden realizar trabajos secundarios adecuados a su edad, lo cual les permite cobrar el salario íntegro. Su cargo como asesor es honorífico, sólo se limitará a darle consejos o a hacerle sugerencias. Es usted quien tiene plena autoridad como responsable del grupo.
– Y entonces, ¿qué hacemos con él?
– Manténgalo informado sobre la investigación.
– Ya entiendo -afirmó Chen con un suspiro-.
Chen veía muy claro lo que le esperaba: cuatro o cinco llamadas del comisario cada día, por no hablar de la obligación de escuchar sus largos sermones salpicados de citas de Mao, de Deng o del Diario del Pueblo, sin contar la necesidad de reprimir frecuentes bostezos.
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