Mi nerviosismo y paranoia aumentan a cada segundo que pasa. Necesito volver con mi familia.
Las calles que atravesamos ahora están incómodamente silenciosas y tranquilas. Todo da una sensación ominosa. El país parece que se está rompiendo en pedazos con niveles desconocidos de violencia, ¿por qué, entonces, está todo tan tranquilo? La reacción humana normal ante una amenaza como los Hostiles sería levantarnos y luchar, pero hoy no podemos. Esa gente está enferma. Los mueve un deseo de matar y destruir y, por lo que he podido ver, no van a parar hasta que esos deseos se vean satisfechos. Levantarse y luchar contra ellos significaría desplegar las mismas emociones que ellos. Sería autodestructivo. Devolver el golpe es correr el riesgo de que también te tilden de Hostil. Todo lo que podemos hacer es mantenernos apartados y no contraatacar. La población se está alejando de todos los demás por miedo. Miedo a cualquiera y miedo a uno mismo.
Finalmente aparecemos frente al bloque de pisos y llevo a Harry adentro. Estoy a punto de volver a recoger su bolsa del coche cuando veo a una figura solitaria que camina por la calle. Instintivamente espero en la sombra hasta que estoy seguro que ha desaparecido antes de volver a poner el pie en la calle. Dios santo, estoy demasiado aterrorizado para arriesgarme incluso a que me vea un completo desconocido.
– Papá -dice Ed.
– ¿Qué? -gruño, molesto por la interrupción. He estado leyendo una pila de revistas de música que he encontrado bajo la cama. Creía que las había tirado. Me han ayudado a soportar el intranquilo aburrimiento de esta tarde sin fin.
– ¿Qué está haciendo?
– ¿Qué está haciendo quién? -pregunto sin levantar la cabeza.
– El hombre de la casa al otro lado de la calle. ¿Qué está haciendo?
– ¿Qué hombre?
– Virgen santa -chilla Lizzie al entrar en la habitación. El pánico en su voz hace que deje caer la revista y levante la vista. Por todos los demonios, el hombre que vive en una de las casas cercanas a nuestro bloque de pisos está arrastrando a su mujer fuera de la casa, hacia el centro de la calle. Es una mujer grande, con unas amplias espaldas y brazos fofos que agita frenéticamente. El hombre -creo que su nombre es Woods- la está arrastrando de los pies y desde aquí se oyen los gritos de ella. La arrastra por encima del bordillo y su cabeza golpea el asfalto. Él lleva algo más en las manos. No puedo ver qué es…
– ¿Qué está haciendo? -vuelve a preguntar Ed.
– No mires -le grita Liz. Atraviesa la habitación corriendo e intenta que Ed se dé la vuelta y lo empuja hacia la puerta. Josh está en medio. Está de pie, en el quicio, comiendo una galleta, y Lizzie no puede pasar a su lado.
– ¿Que no mire qué? -pregunta Ellis. No la he visto entrar. Está detrás de mí, de puntillas, mirando por la ventana.
– Haz lo que dice mamá -le digo mientras intento apartarla. Se agarra al alféizar y no hay forma de soltarla. Los niños se están volviendo locos atrapados dentro de casa. Están desesperados por cualquier distracción.
Fuera, Woods se ha dejado de mover. Su mujer sigue tendida en el suelo y él está encima de su cuello. Maldita sea, ha puesto la bota y todo su peso sobre su cuello. La cara de ella está roja de sangre y manotea ahora más que nunca, pero él está siendo capaz de mantenerla en el suelo, aunque tiene la mitad de su envergadura.
– Ellis, apártate de ahí -le grito, y finalmente consigo alejarla de la ventana. Ed sigue mirando y yo tampoco puedo evitar hacerlo. No puedo apartar la mirada. Era una botella lo que llevaba Woods. Ha quitado el tapón y ahora está vaciando el contenido sobre su mujer. ¿Qué demonios está haciendo?
– ¿Qué ocurre? -pregunta Harry. Ahora estamos todos en la sala de estar. Él se encuentra de camino a la puerta y tengo que rodearlo para sacar a Ellis de allí. Intento cerrar las cortinas pero desde aquí no llego. Harry está en medio.
– Saca a los niños de aquí -grita Lizzie.
– ¿Quieres apartarte, Harry? -le digo con tono seco-. No puedo pasar…
Vuelvo a mirar por la ventana cuando Woods prende fuego a su mujer. Dios sabe lo que le ha tirado encima, pero ella se ha encendido en una gran bola de llamas y el fuego también ha prendido en él. Ella se sigue moviendo. Maldita sea. Coloco mis manos sobre los ojos de Ellis pero reacciono con lentitud y ella ya ha visto demasiado. Woods se aleja del cuerpo en llamas con las perneras de los pantalones ardiendo. Se aleja a trompicones por Calder Grove, pero sólo llega hasta la mitad de la calle antes de que lo consuman las llamas.
Entre los dos sacamos a los niños al recibidor. Yo vuelvo a la sala de estar.
En el exterior nadie hace nada. Nadie se mueve. No hay ninguna actividad en la calle, ni siquiera cuando el fuego del cuerpo de la mujer de Woods se extiende hacia una pila de bolsas de plástico llenas de basura que han estado al borde de la acera durante más de una semana. De las bolsas y de los cadáveres en la calle se eleva un humo negro que llena el aire de suciedad.
Sollozando, Lizzie cierra las cortinas.
El hombre en el descansillo de la escalera está muerto. Hace unos minutos salí del piso y subí a ver. Qué forma más horrible de morir: terminar tus días solo, desangrándote lentamente hasta la muerte, en una escalera de cemento a oscuras. ¿Podría haber hecho algo por él? Posiblemente. ¿Debería haber hecho algo por él? Definitivamente no. Era un Hostil y es escoria como él la que ha provocado todo esto. Ellos son la razón de que todo se esté desmoronando. Ellos son la razón de que tenga que encerrarme con mi familia en mi piso. Ellos son la razón de que todos estemos jodidamente aterrorizados.
Lo que me da más miedo del cadáver en la escalera y de lo que hemos visto en la calle es la proximidad de todo eso. Podía asumir esta crisis cuando era algo que veía en las noticias. Incluso podía sobrellevar lo del concierto y cuando vimos la pelea en el pub, y el chico bajo el coche. Lo que ha cambiado hoy es la proximidad del problema a mis hijos y a mi casa. Este piso era seguro hasta hoy.
Los niños se han dado cuenta del cambio. Quizá sea porque han estado atrapados en el piso sin contacto con nadie durante días. Obviamente lo que han visto hoy ha empeorado las cosas. Siguen haciendo preguntas y no sé cómo contestarlas. Ya no sé qué decirles. He retirado el pestillo que coloqué el domingo por la mañana en la puerta del cuarto de baño y lo he colocado en la parte interior de la sala de estar (o «habitación segura», que es como se supone que debemos llamarla ahora) para intentar que todo el mundo se sienta un poco más tranquilo. No sé si ha hecho algún bien.
Hemos estado sentados en la habitación segura durante horas y ya no lo aguanto más. Me levanto y me paseo por el piso sin rumbo fijo. No me puedo quedar sentado sin hacer nada, pero tampoco hay nada que hacer. No quiero hablar con nadie. Tengo frío y estoy cansado y aterrorizado. Entro en la pequeña habitación de Josh y Ed, y subo a la cama de Ed, que es la litera superior. Su pequeña pantalla de televisión está al final de la cama. La enciendo y voy cambiando de canal. Nada que valga la pena ver. Hay un par de canales que repiten viejos programas de televisión, el resto sólo emiten la película de información pública que vimos antes. Se emite exactamente al mismo tiempo en todos los grandes canales nacionales. Debe estar producida y emitida por el gobierno. Por lo menos supongo que es el gobierno. ¿Quién más podría ser?
Con nada en la tele y sin ninguna otra distracción, miro por la ventana que está justo al lado de la cama. Estoy tendido sobre el pecho en la estrecha litera y contemplo la calle a través de la cortinilla. Desde aquí puedo ver toda la extensión de Calder Grove: desde los cuerpos aún humeantes de Woods y su mujer hasta el cruce con Gregory Street. Excepto por el humo que se eleva en el cielo, todo lo demás está tranquilo. El mundo parece silencioso y desierto, como si todos nosotros estuviéramos en cuarentena. De vez en cuando vislumbro alguna figura solitaria en la distancia. La gente se oculta en las sombras y desaparece tan rápidamente como aparece. Prácticamente no hay ningún movimiento más. De tarde en tarde pasa un coche, pero da la impresión de que nada se mueve. Es como contemplar una foto fija del mundo.
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