– Mientras va a buscar a Smithson creo que pararé en la oficina del Times en la segunda y me aseguraré de que el periodista sepa que habrá fuegos artificiales aquí dentro de media hora.
– Mire -balbució Minton-, hemos de arreglar esto.
– ¿Hemos?
– Aparque lo del Times , ¿vale? Déme su número de móvil y déme diez minutos.
– ¿Para qué?
– Déjeme bajar a mi oficina y ver qué puedo hacer.
– No me fío de usted, Minton.
– Bueno, si quiere lo mejor para su cliente en lugar de un titular barato, tendrá que confiar en mí diez minutos.
Aparté la mirada del rostro del fiscal y simulé que estaba considerando la oferta. Finalmente volví a mirarlo. Nuestros rostros estaban a sólo medio metro de distancia.
– Sabe, Minton, podría haberme tragado todas las mentiras. La navaja, la arrogancia y todo lo demás. Soy profesional y he de vivir con esa mierda de los fiscales todos los días de mi vida, pero cuando trató de cargarle Corliss a Maggie McPherson, es cuando decidí no mostrar piedad.
– Mire, no hice nada intencionadamente…
– Minton, mire a su alrededor. No hay nadie más que nosotros. No hay cámaras, no hay cintas, no hay testigos. ¿Va a quedarse ahí y va a decirme que nunca había oído hablar de Corliss antes de la reunión de equipo de ayer?
Respondió señalándome con un dedo airado.
– ¿Y usted va a quedarse ahí y va a decirme que no había oído hablar de él hasta esta mañana?
Nos miramos el uno al otro un largo momento.
– Puedo ser novato, pero no soy estúpido -dijo-. Toda su estrategia consistía en empujarme a usar a Corliss. Todo el tiempo supo lo que podía hacer con él. Y probablemente lo supo por su ex.
– Si puede demostrarlo, demuéstrelo -dije.
– Oh, no se preocupe, podría… si tuviera tiempo. Pero sólo tengo media hora.
Lentamente levanté la muñeca y miré mi reloj.
– Más bien veintiséis minutos.
– Déme su número de móvil.
Lo hice y Minton se fue. Esperé quince segundos en el vestíbulo antes de franquear la puerta.
Roulet estaba de pie junto a la cristalera que daba a la plaza. Su madre y C. C. Dobbs estaban sentados en un banco contra la pared opuesta. Más allá vi a la detective Sobel entreteniéndose en el pasillo.
Roulet me vio y empezó a avanzar hacia mí. Enseguida lo siguieron su madre y Dobbs.
– ¿Qué pasa? -preguntó Dobbs en primer lugar.
Esperé hasta que todos se reunieron cerca de mí antes de responder.
– Creo que todo está a punto de explotar -dije.
– ¿Qué quiere decir? -preguntó Dobbs.
– La jueza está considerando un veredicto directo. Lo sabremos muy pronto.
– ¿Qué es un veredicto directo? -preguntó Mary Windsor.
– Significa que el juez retira la decisión de manos del jurado y emite un veredicto de absolución. La jueza está enfadada porque Minton ha actuado mal con Corliss y algunas cosas más.
– ¿Puede hacerlo? Simplemente absolverlo.
– Ella es la jueza. Puede hacer lo que quiera.
– ¡Oh, Dios mío!
Windsor se llevó una mano a la boca y puso cara de estar a punto de romper a llorar.
– He dicho que lo está considerando -la previne-. No significa que vaya a ocurrir. Pero ya me ha ofrecido un juicio nulo y lo he rechazado de pleno.
– ¿Lo ha rechazado? -exclamó Dobbs-. ¿Por qué diablos ha hecho eso?
– Porque no significa nada. El Estado podría volver y juzgar otra vez a Louis, esta vez con mejores armas porque ya conocen nuestros movimientos. Olvídese del juicio nulo. No vamos a educar al fiscal. Queremos algo sin retorno o nos arriesgaremos con un veredicto del jurado hoy. Incluso si dictaminan contra nosotros, tenemos fundamentos sólidos para apelar.
– ¿No es una decisión que le corresponde a Louis? -preguntó Dobbs-. Al fin y al cabo, él es…
– Cecil, calla -soltó Windsor-. Cállate y deja de cuestionar todo lo que este hombre hace por Louis. Tiene razón. ¡No vamos a volver a pasar por esto!
Dobbs reaccionó como si hubiera sido abofeteado por la madre de Roulet. Pareció encogerse y separarse del corrillo. Miré a Mary Windsor y vi un rostro diferente. Vi el rostro de la mujer que había empezado un negocio de la nada y lo había llevado a la cima. También miré a Dobbs de un modo diferente, dándome cuenta de que probablemente había estado susurrando dulcemente en el oído de Windsor desaprobaciones de mi trabajo en todo momento.
Lo dejé estar y me concentré en lo que nos ocupaba.
– Sólo hay una cosa que le gusta menos a la oficina del fiscal que perder un veredicto -dije-. Y eso es ser avergonzada por un juez con un veredicto directo, especialmente después de un hallazgo de mala conducta por parte de la fiscalía. Minton ha bajado a hablar con su jefe y es un hombre muy político y siempre sabe por dónde sopla el viento. Podríamos saber algo dentro de unos pocos minutos.
Roulet estaba directamente delante de mí. Miré por encima de su hombro y vi que Sobel continuaba de pie en el pasillo. Estaba hablando por un teléfono móvil.
– Escuchen-dije-i Quédense sentados tranquilos. Si no tengo noticias de la oficina del fiscal, volveremos a la sala dentro de veinte minutos para ver qué quiere hacer la jueza. Así que quédense cerca. Si me disculpan, voy al lavabo.
Me alejé de ellos y recorrí el pasillo en dirección a Sobel, pero Roulet se alejó de su madre y su abogado y me dio alcance. Me cogió por el brazo para detenerme.
– Todavía quiero saber cómo consiguió Corliss esa mierda que está diciendo -preguntó.
– ¿Qué importa? Nos beneficia. Es lo que importa.
Roulet acercó su rostro al mío.
– El tipo me ha llamado asesino desde el estrado. ¿Cómo me beneficia eso?
– Porque nadie le creyó. Y por eso está cabreada la jueza, porque han usado a un mentiroso profesional para subir al estrado y decir las peores cosas de usted. Ponerlo delante de un jurado y después tener que revelar al tipo como un mentiroso es conducta indebida. ¿No lo ve? He tenido que subir las apuestas. Era la única forma de presionar a la jueza para amonestar a la fiscalía. Estoy haciendo exactamente lo que quería que hiciera, Louis. Voy a sacarlo en libertad.
Lo examiné mientras él calibraba la información.
– Así que déjelo estar -dije-. Vuelva con su madre y con Dobbs y déjeme mear.
Negó con la cabeza.
– No, no voy a dejarlo, Mick.
Apretó un dedo en mi pecho.
– Está ocurriendo algo más, Mick, y no me gusta. Ha de recordar algo. Tengo su pistola. Y tiene una hija. Ha de…
Cerré mi mano sobre la suya y la aparté de mi pecho.
– No amenace nunca a mi familia -dije con voz controlada pero airada-. Si quiere venir a por mí, bien, venga a por mí. Pero nunca vuelva a amenazar a mi hija. Le enterraré tan hondo que no lo encontrarán jamás. ¿Lo ha entendido, Louis?
Lentamente asintió y una sonrisa le arrugó el rostro.
– Claro, Mick. Sólo quería que nos entendiéramos mutuamente.
Le solté la mano y lo dejé allí. Empecé a caminar hacia el final del pasillo donde estaban los lavabos y donde Sobel parecía estar esperando mientras hablaba por el móvil. Estaba caminando a ciegas, con los pensamientos de la amenaza a mi hija nublándome la visión, pero al acercarme a Sobel me espabilé. Ella terminó la llamada cuando yo llegué allí.
– Detective Sobel -dije.
– Señor Haller-dijo ella.
– ¿Puedo preguntarle por qué está aquí? ¿Van a detenerme?
– Estoy aquí porque me invitó, ¿recuerda?
– Ah, no, no lo recordaba.
Ella entrecerró los ojos.
– Me dijo que debería ver su juicio.
De repente me di cuenta de que ella se estaba refiriendo a la extraña conversación en la oficina de mi casa durante el registro del lunes por la noche.
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