»No, no… -dijo, como si estuviera respondiendo a una objeción imaginaria-. Estoy segura de que mis «visitas» le intrigaban; pero creo que lo que le atrajo fundamental mente de mí fue mi resistencia a sus sesiones de hipnotismo; porque había fracasado en dos ocasiones a la hora de practicar el mesmerismo conmigo, y, me temo, también porque me deseaba… Y por esa razón me odió mucho más cuando descubrió cuánto lo detestaba.
– ¿Y… las «visitas»? -pregunté dubitativamente-. ¿Aquélla en que se vio a usted misma y a Clara fue la única que usted se inventó para aprovecharse de la credulidad de Magnus?
– Sí. Ésa fue la única.
– ¿Y volvieron a suceder…?
– No -dijo con ironía-, y tampoco volvieron aquellos insoportables dolores de cabeza que solían acompañarlas. Aquella caída en las escaleras… Recuerdo que creía que aquello había producido una fisura en mi mente, lo suficientemente ancha para poder atisbar el mundo del más allá… un mundo que jamás habría querido ver. Pero esa grieta volvió a cerrarse… Algunas veces pienso que se debió a la conmoción por la muerte de Edward. Y siempre me preguntaré si debería haberle dicho algo sobre aquella visión, y si él habría sido más precavido si lo hubiera hecho.
– ¿Cree usted que Magnus tuvo algo que ver en la muerte de Edward? -me atreví a preguntar, más dubitativa aún.
– No lo sé. Edward era lo suficientemente atrevido como para haber escalado aquel cable por su propia voluntad, pero Magnus pudo perfectamente haberle animado a hacerlo, o incluso… en fin, procuro no pensar en ello.
– Lo siento -dije-. No debería haberle preguntado…
– No importa: siempre lo tengo en el pensamiento.
– ¿Cómo escapó usted de la mansión? -pregunté, tras unos momentos de silencio.
– De un modo muy parecido al que usted imaginó: salí de la mansión al amanecer de la mañana siguiente, con un traje y un sombrero de Lucy. El disfraz era suficiente para pasar como la criada de una dama. Habría sido demasiado peligroso ir directamente a Yorkshire, de modo que había reservado una habitación, bajo el nombre de Helen Northcote, en un hotel barato de Lincoln. Aún estaba allí cuando empezaron a aparecer las primeras noticias en los periódicos, y entonces me di cuenta de que todo el tiempo que yo había estado planeando mi huida de Magnus, él lo había empleado en tejer una horca para mí.
– Sí -dije-, pero… ¿por qué mató a la señora Bryant la noche anterior a la sesión de espiritismo? Había hecho todos aquellos preparativos, y había llevado a la gente a la mansión…
– Porque… -y se detuvo, como si estuviera buscando las palabras- porque todos aquellos preparativos estaban destinados a hacer creer a todo el mundo que él efectivamente había desaparecido en el interior de la armadura. Ahora que sé que estaba viviendo una doble vida como Davenant, todo tiene sentido finalmente. La mansión estaba cargada con muchas deudas; él ya había convertido las diez mil libras de la señora Bryant en diamantes: aquel cheque fue su condena a muerte. Otro hombre podría haber intentado seguir sacándole dinero a la señora, pero creo que para Magnus el dinero era más un medio que un fin; sólo deseaba el poder: poder y venganza. Si me hubieran arrastrado a un manicomio aquella misma noche, estoy segura de que habría insistido en intentar el experimento de todos modos. Me lo imagino diciendo: «Se lo debemos a la memoria de la señora Bryant». Y Magnus Wraxford habría desaparecido, sin dejar nada detrás, salvo cenizas. Pero cuando su plan original se torció, vio que podía utilizar la muerte de Magnus Wraxford para desatar una venganza aún más terrible contra mí.
– Y, durante todo este tiempo, ¿creía usted que él estaba todavía vivo?
– Sí… vivo y buscándome. Solía tener una pesadilla horrible, una de tantas, en la que yo me encontraba en un cadalso, con la soga rodeando ya mi cuello, y veía a Magnus sonriéndome desde las sombras. Nunca pensé que podría escapar de él, pero estaba decidida a conseguir que Clara se salvara. Y así fue como Ada y George, por mi insistencia, llegaron a ser padres. Dejaron que los criados de Helmsley pensaran que Laura (así la llamamos ahora) era una huérfana a quien habían acogido, pero cuando a George le ofrecieron un puesto en Whitby un año más tarde, ellos comenzaron a hablar de Laura como si fuera su propia hija, y nadie lo puso en duda. Ada le dio referencias a Helen Northcote, y después de tres años como ama de llaves en Chester (los años más largos de mi vida), regresé a Whitby como dama de compañía de Ada.
– Debe de haber sido terriblemente duro para usted -dije-. Quiero decir… saber que la podían detener en cualquier momento…
– Sí -dijo simplemente-. Laura sabe que la quiero, pero siempre he ocultado algo de mí. Prepararse para lo peor, cada vez que un extraño llama a la puerta, deja huellas en una… como puede usted ver…
»Es extraño… o quizá no… que Laura haya crecido pareciéndose tanto a Ada, con su carácter dulce y tranquilo, sin parecerse en nada a mí, e incluso con un don natural para la música, el cual ciertamente yo no poseo. Nadie dudaría jamás de que son madre e hija. Y ahora… gracias a usted, todos esos nubarrones se han alejado de nuestras vidas…
»Ha arriesgado usted su vida por mí -dijo, cogiéndome la mano una vez más-; y ha estado a punto de ir a la cárcel por mí. Nunca la olvidaré. Vine a Londres dispuesta a revelarme como Eleanor Wraxford, si no había otro medio de protegerla a usted. Pero, gracias a Dios, eso no ha sido necesario. La policía ha considerado que no es necesario que el nombre de Ada aparezca para nada en el caso, y Laura no tiene por qué saber nada.
– Pero -dije- usted querrá que todo el mundo sepa quién es usted realmente… ¿De qué otro modo puede limpiarse su nombre?
Se mantuvo en silencio durante unos instantes, observando con la mirada perdida la ciudad.
– Magnus adoraba el poder -dijo finalmente-: el poder de engañar a quien quisiera, de hacerles creer, sentir e incluso ver lo que él quería que todos creyeran, sintieran o vieran. Si ellos no sucumbían a su poder, a ojos de Magnus merecían morir. Y de todo ese terror y toda esa crueldad nació Laura. No hay nada de Magnus en ella. La herencia de los padres no siempre se manifiesta; algunas veces la sangre nace limpia o no se tiñe nunca con los males de sus ancestros.
»Pero el mundo, Constance, no ve las cosas así. La visión de Magnus y la del mundo tienen más en común de lo que nos gustaría admitir. Podría gritar mi inocencia desde cada uno de esos tejados, y la gente aún me creería culpable de algo. No: Eleanor Wraxford será siempre "aquella mujer que mató a su marido"… o a su hija. ¿Y qué podría decir de Clara? Si Laura llegara a saber cómo me llamo realmente, con seguridad acabaría averiguando la verdad.
– Pero… ahora no hay ninguna razón para ocultarle nada… ¿no preferiría saberlo? Eso significaría tener dos madres que la adorarían, en vez de una.
– Sí, pero, en vez de recordar a su padre como un hombre amable y cariñoso, tendría que aceptar que es la hija de un monstruo que se deleitaba en la crueldad, que acabó con la vida de no sabemos cuántas personas y que nunca le importó nada en absoluto. ¿Realmente cree que le gustaría saber eso?
– No, pero… hay una posibilidad… -dije tímidamente-. Si usted me permite ser Clara, podría decir que me entregó a otra familia… exactamente tal y como entregó a Clara a Ada, para protegerme, y ahora nos hemos encontrado de nuevo… Laura podría seguir siendo la hija de Ada, y… y a mí me encantaría tenerla a usted como madre. No se lo diría a nadie, lo prometo, y así Laura podría ser mi hermana…
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