Carlos Sisí - Hades Nebula

Здесь есть возможность читать онлайн «Carlos Sisí - Hades Nebula» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Hades Nebula: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Hades Nebula»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tras sobrevivir a la devastadora pandemia que ha asolado el mundo y con la esperanza de ahondar en el misterio del Necrosum, el pequeño grupo de supervivientes de Carranque llega finalmente a la Alhambra de Granada, donde el aparato militar ha instalado uno de los últimos bastiones de resistencia de la Humanidad. Sin embargo, una vez allí descubrirán que las cosas no son cómo les habían prometido y los protagonistas deberán afrontar una realidad aún peor que todo lo que habían conocido hasta entonces.
El autor se sirve de los muertos vivientes para describir situaciones de extrema dureza y dramatismo, explorando la complejidad del ser humano cuando se encuentra cara a cara con el terror en un mundo manifiestamente hostil, y lanzando al lector, en definitiva, a una montaña rusa de sensaciones que desemboca en la conclusión final.

Hades Nebula — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Hades Nebula», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Aranda se incorporó, con el estómago castigado por una sensación que conocía demasiado bien, mezcla de incertidumbre y (por qué no admitirlo) miedo, y al hacerlo, los huesos de la espalda crujieron amenazadoramente.

Estaba en una especie de cámara que no reconoció. No era una cueva natural, de eso estaba seguro, pero las paredes eran igualmente toscas e irregulares. Varios túneles nacían desde ellas y se adentraban en la roca viva, zigzagueando hasta perderse en la oscuridad. La luz parecía provenir de una especie de atril provisto de focos que arrojaban una claridad sucia y débil. Pensó, confusamente, que recordaba haber visto unos aparatos similares en viejas películas donde un grupo de espeleólogos acaban, invariablemente, despertando alguna oscura y terrible maldición dormida en los cimientos de alguna construcción subterránea.

Pero allí no había tótems, ni aquellas estructuras habían sido levantadas por ninguna civilización largamente olvidada. Tan sólo había un hombre (vestido con la tradicional ropa de color caqui de los soldados) que, sentado en una caja de madera, le miraba con interés.

– No puedo creerlo… -soltó de repente mientras se ponía en pie de un salto-. ¡Está despierto!

Aranda le miró, todavía sin decir nada. ¿Lo estaba? La cabeza aún le daba vueltas, el estómago era un torbellino furibundo de sensaciones que apenas empezaban a despertar pero que ya comenzaban a firmar una declaración de guerra, y las manos le hormigueaban. Pero suponía que sí, que estaba despierto aunque ahora los recuerdos comenzaban ya a inundarle poco a poco: fotogramas casi velados de imágenes entrecortadas de jeringas, un vial terminado en un cruel garfio, olor a desinfectante y a látex de guantes quirúrgicos. Y dolor… un dolor acuciante en la base de la espalda.

Mientras Aranda comenzaba a ubicarse, el soldado se aproximó a la boca de uno de los túneles y empezó a llamar a alguien a voces.

– ¿Dónde estoy? -preguntó Aranda entonces.

El soldado levantó una mano, indicando que esperase un momento. El sonido de unos pasos apresurados empezó a llegar por el corredor y, en unos instantes, un par de hombres más aparecieron en la estancia.

– Vaya… -exclamó uno de ellos.

Aranda se puso trabajosamente en pie, sirviéndose de las manos. Lo hizo torpemente, como si sus brazos y sus piernas hubieran estado demasiado tiempo dormidos y les costase recobrar la movilidad.

– Dejadnos solos -exclamó el mismo hombre. Vestía igual que los otros dos, sin galones ni distinciones y, sin embargo, la frase poseía una remarcada voz de mando: breve y contundente. Al instante, los dos hombres abandonaron la cámara.

– ¿Dónde estoy? -repitió Aranda cuando estuvieron solos. Notaba las piernas débiles, y retrocedió un par de pasos para tener la pared más cerca en caso de que necesitase apoyarse en algo.

– ¡A salvo! -contestó el hombre mostrando una sonrisa-. Conseguimos rescatarle. Ahora está en buenas manos.

Se acercó a Aranda con la mano extendida, sin dejar de sonreír. Aranda retrocedió un paso más, súbitamente retraído; había algo en cómo se curvaban sus labios que le resultaba frío y artificial, y a Juan le recordó la sonrisa escamosa de un pez muerto. Sin embargo, finalmente extendió la mano y se la estrechó.

– Me llamo Zacarías…

– Juan… -contestó, lacónicamente.

– Es un placer. Realmente tiene algo ahí dentro. Por lo que nos dijo el doctor, debería haber estado durmiendo un día entero más. ¡Tiene la constitución de un caballo!

– No me siento muy bien… -admitió Aranda.

– Siéntese. Ha estado drogado demasiados días… tiene que tomárselo con calma.

– ¿Días?

– Unos cuantos.

– ¿Qué es eso de que me han rescatado? -preguntó Juan-. ¿Dónde estamos?

– Sigue en la base Orestes, en la Alhambra. Pero en estos momentos estamos escondidos. Conseguimos burlar las defensas del teniente Romero y sacarle de donde le tenían prisionero.

Aranda sacudió la cabeza.

– Un momento… -exclamó-. No sabía que era un prisionero…

– Le drogaron nada más ponerle las manos encima, y ya no ha salido de ese estado. ¿Alguien le ha contado algo de lo que iban a hacer? Creo que no. ¿No le dice nada eso? Para ellos, usted era un espécimen, un portador de algo que deseaban analizar… Han estado trabajando con sus órganos, intentando exprimir todos sus secretos.

– Quizá era la forma más rápida de trabajar… tenerme sedado mientras hacían sus exámenes.

Zacarías se encogió de hombros.

– Hay muchas cosas que no sabe sobre Romero y sus hombres.

– ¿Como por ejemplo?

– Tienen dos helicópteros y un centenar de hombres armados, pero ya no hacen incursiones en la ciudad para buscar supervivientes. No se trazan planes para buscar soluciones o mejorar la situación. No vamos a ningún sitio. Los civiles, varios cientos de personas, se pudren en un gueto sin atención médica y sin alimentos. No sé de qué han estado viviendo todo este tiempo, porque Romero cortó el suministro hace cosa de un mes.

Aranda intentó tragar saliva, pero descubrió que tenía la boca seca. De pronto, varios recuerdos se conjuraron en su cabeza. Recordaba a Romero disparando a escasos centímetros de donde él estaba y recordaba también a los doctores en su particular cámara de los horrores, con el cadáver atado a la camilla y sus órganos expuestos y desperdigados en pequeñas mesas dispuestas alrededor. En su momento las había aceptado, sí, pero ahora, a la luz de las palabras de Zacarías, le resultaban comportamientos quizá demasiado sórdidos, incluso para militares. Bajó la cabeza y pensó durante unos breves instantes, con la boca contraída por una mueca.

– ¿Los civiles? Pero… ¿por qué? -preguntó al fin.

– Romero acapara todo el alimento para él y sus hombres. No está dispuesto a arriesgar nada. No quiere enviar a sus escasas tropas a la ciudad a por más alimentos. Es un crimen, Juan.

– Pero nos trajo a nosotros…

– Imagino que usted le contó ese pequeño truco suyo. Es fácil imaginar su interés por usted a partir de ese punto.

Aranda asintió, intentando asimilar toda esa inesperada información.

– ¿Y quiénes son ustedes?

– Somos soldados disidentes. No estamos de acuerdo con las decisiones que ha estado tomando el teniente Romero y hemos decidido sacarle de allí. Habría muerto, de eso no me cabe duda. Creo que es usted demasiado importante como para permitir algo así…

– ¿Dónde estamos ahora?

– Estamos a salvo, en unos túneles excavados bajo la misma Alhambra. Romero no los conoce, no forman parte del circuito turístico. Uno de nosotros sabía de su existencia porque estuvo trabajando aquí antes de ingresar en las Fuerzas Armadas.

– Está bien… -contestó Aranda, estudiando una vez más los impresionantes techos-. ¿Cuál es su plan?

Zacarías suspiró.

– Las cosas están mal ahí arriba, en este momento. Romero ha sido bastante negligente y ha dejado que los zombis entren en el recinto.

Aranda dio un respingo, experimentando una súbita sensación de vértigo.

– Fue cuando decidimos aprovechar la confusión para intentar sacarle de allí -continuó diciendo Zacarías-. Estamos esperando a que las cosas se calmen. En realidad tenemos dos opciones, regresar arriba cuando todo vuelva a la normalidad y tratar de destituir a Romero, o apoderarnos de los camiones en los que vinimos y escapar de aquí…

Aranda procesaba la información a toda velocidad. Mientras jugaba con sus manos, miraba ceñudo el suelo.

– ¿Cuántos somos? -preguntó.

– Unos veinte.

– Eso deja a Romero con unos… ¿ochenta soldados?

– Más o menos -confirmó Zacarías-. Pero no está claro que le sean fieles. Muchos de esos hombres le obedecen por inercia. Han sido entrenados para ello y hacen lo que se supone que es lo correcto. Pero llevamos varios meses acuartelados aquí y los hombres se impacientan. Sé que muchos aborrecen lo que se está haciendo con los civiles. Sé que otros no entienden que Romero no use los helicópteros para nuevas misiones de búsqueda y rescate. La situación es muy complicada, casi se puede oler la tensión. A veces algún zombi para en una de las puertas y se tira toda la noche aullando como un puto gato. Eso pone los nervios a flor de piel. Si les proponemos un cambio, creo que muchos nos seguirán.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Hades Nebula»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Hades Nebula» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Hades Nebula»

Обсуждение, отзывы о книге «Hades Nebula» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x