Walter Mosley - El Caso Brown

Здесь есть возможность читать онлайн «Walter Mosley - El Caso Brown» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Caso Brown: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Caso Brown»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

John, un viejo amigo de Easy Rawlins, solicita la ayuda de éste. Brawly Brown, hijastro de John, ha desaparecido y todo hace pensar que el chico se ha visto atrapado en una situación más peligrosa de lo que supone. A Easy no le costará demasiado encontrar a Brawly y enterarse de que John tiene razón… Pero conseguir que Brawly vea las cosas de esa forma resultará mucho más complicado.

El Caso Brown — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Caso Brown», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La escalera y los vestíbulos eran externos, de forma que el edificio de apartamentos parecía un motel barato. John y yo subimos hasta el tercer piso. Mientras él buscaba sus llaves, miré al otro lado de la calle. Tres pisos era una gran altura en L.A. en 1964. Veía todo el camino que llevaba hasta el centro: una sucesión de edificios de granito parecidos a mil decorados de películas que había visto.

Enfrente se encontraba un edificio de oficinas recién construido y todavía vacío junto a un solar lleno de coches usados. Aquello también me hizo sonreír. Siento debilidad por los coches usados. Son como viejos amigos, como miembros de la familia a los que quieres, aunque siempre acaban causándote problemas.

– Por aquí, Easy. -John había introducido la llave en la cerradura y abrió la hueca puerta de madera. Me hizo el gesto de que pasara y pasé.

La habitación era del tamaño de la cabina de un barco, apenas más ancha que alto era yo. Los muebles eran de bambú barato, con asientos de falso cuero azul, y las paredes, aunque tenían el lustre de la pintura, eran de un color indefinible.

Me senté en un reposapiés en forma de hamaca y observé al camarero convertido en constructor.

Él entró en lo que me pareció un armario y me dijo:

– ¿Qué quieres tomar?

Era la pregunta que más le había oído hacer a John. Mi respuesta más común era «whisky», pero por entonces se habían terminado ya mis días de bebedor.

Me levanté para ver qué tipo de bar podía haber montado John en un armario, pero me encontré con una cocina en miniatura. Un fogón diminuto con dos quemadores encima de una nevera no mayor que una portátil. El fregadero no tenía escurridero ni estantes.

– ¿Y a esto lo llaman cocina? -pregunté.

– Tuvimos que vender la casa y meter nuestras cosas en un guardamuebles -dijo, como si eso contestara de alguna manera a mi pregunta-. Para pagar la mano de obra y los gastos legales de los edificios.

– Mierda. -Estaba asombrado por la diminuta y atestada cocina.

– Hola, señor Rawlins. -No tuve que volverme para reconocer aquella voz.

– Alva…

No quiero dar una impresión equivocada de Alva Torres. Era una buena mujer, por lo que yo sabía. Simplemente, lo que pasaba es que ella no aprobaba mi antigua vida. Lo que algunos podrían llamar una economía de intercambio de favores ella lo veía como una serie de actividades criminales.

Me tendió la mano como bienvenida, y quizá como oferta de paz.

– ¿Qué tal está? -le pregunté.

– ¿Por qué no toma asiento? -replicó ella.

Volví a mi reposapiés.

– Bueno, ¿qué tal va, chicos? -les pregunté, todo lo amistosamente que pude.

La reacción fue incomodidad y silencio. Alva llevaba un traje pantalón gris que no le quedaba bien. Era una mujer que necesitaba colores vivos, líneas fluidas. Me miró como si les hubiera insultado con mi pregunta.

– Es una historia muy larga, Easy -dijo John-. Tiene que ver con Alva y su primer marido…

– John -dijo ella.

– ¿Qué?

– No lo sé. No sé si esto está bien.

– Bueno -dijo John, dejando traslucir un ramalazo de su antigua dureza-. Decídete, pues. Easy ha venido a ofrecerme su ayuda, si le es posible, pero no puede hacer nada si no le cuentas lo que quieres.

Alva apretó sus largos dedos formando unos puños huesudos.

– ¿Puedo confiar en usted, señor Rawlins?

La alarma que sonaba en mi cabeza, el aturdimiento, el viento que entraba por la ventanilla de mi coche… todo aquello volvió a acosarme al oír su pregunta.

– Pues no tengo ni idea -dije-. No sé qué es lo que necesita.

La tensión salió del largo cuerpo de Alva y ella se echó atrás apoyándose en un cojín cilíndrico azul. John la miraba con impotencia.

– Mi ex marido -empezó Alva-. Aldridge A. Brown. Cuidó a Brawly cuando era pequeño. Yo no podía. Un niño necesita un hombre que lo guíe. Bueno, si es que el hombre se queda.

Yo no sabía de qué demonios hablaba ella. Pero estaba haciendo un esfuerzo tan grande sólo para pronunciar aquellas palabras que decidí dejarlo por el momento.

– Aldridge quería ser un buen padre. Podría haber sido un buen marido, para alguna otra mujer, pero era… era… bueno, demasiado para nosotros.

Calló un momento y John fue a sentarse a su lado. Le puso una mano en el hombro y ella se acurrucó en su pecho.

– ¿Está hablando de su hijo? -le pregunté.

– Brawly -dijo ella, afirmando con la cabeza.

– Estaba trabajando conmigo en la obra hasta hace un par de semanas -dijo John.

Alva derramó unas lágrimas silenciosas que rodaron por la camiseta sucia de John, como si ésta fuese de papel encerado.

El dolor de aquella mujer y su hombre compartiéndolo me conmovieron un momento. En aquel instante me vi a mí mismo, febril y ciego, deleitándome con el dolor de aquella buena gente. Pero la visión pasó, y durante largo tiempo olvidé incluso que la había tenido.

– ¿Adónde ha ido?

La dura mirada de Alva era intimidatoria, pero yo no aparté la vista.

– Por eso necesitamos tu ayuda, Easy -dijo John-. Se ha ido y ella teme… bueno, nosotros tememos… que pueda tener problemas.

– ¿Qué edad tiene Brawly? -pregunté.

– Veintitrés, pero es joven para su edad. -La ternura en su voz resultaba rara.

– ¡Veintitrés! Pero ¿qué edad tiene usted?

– Lo tuve con dieciséis años. Aldridge tenía la misma edad que Brawly ahora.

– Perdóneme por preguntarlo, querida, pero no parece en absoluto que tenga treinta y nueve.

A pesar de su perfección dura como una piedra, un asomo de vanidad se abrió paso por una rendija. En los labios de la mujer aleteó una sonrisa que murió enseguida.

– ¿Por qué creen que puede tener problemas? -pregunté-. Quiero decir que con veintitrés años, a lo mejor simplemente se está divirtiendo.

– No, Easy. No es de ese tipo de chicos -dijo John-. Le da muchas vueltas a las cosas. Le iba bien en el instituto, pero se metió en líos y tuvo que dejarlo. Ahora iba con malas compañías, y Alva estaba preocupada.

– Entonces, ¿queréis que lo encuentre?

Alva se incorporó. El dolor de su rostro casi hizo que apartara la vista.

– Sí -dijo-. Y quizá, de alguna forma, que nos ayude a conseguir que vuelva a casa.

– Haré lo que pueda. Desde luego.

– Ah -murmuró ella, y yo aparté la vista.

– ¿A qué tipo de compañías te refieres? -le pregunté a John.

– Se llaman a sí mismos revolucionarios urbanos o algo parecido.

– ¿Cómo?

– El Partido Revolucionario Urbano -dijo Alva. Estaba sentada muy tiesa. Cualquier asomo de debilidad había desaparecido-. También se hacen llamar los Primeros Hombres.

– ¿Y quiénes son?

– Dicen que son luchadores por la libertad, pero lo único que buscan son líos -dijo ella-. Hablan mucho de la iglesia y de los derechos civiles, pero a la hora de la verdad, sólo quieren violencia y venganza.

– Probablemente son comunistas -añadió John.

– Dejó algunos panfletos que hicieron -intervino de nuevo Alva-. Se los traeré.

Desapareció por una puerta situada enfrente de aquélla por la que habíamos entrado John y yo.

– Tienes que hacerlo bien, Easy -me dijo él cuando ella hubo salido.

– ¿Qué quieres decir?

– Brawly tiene que salir sano y salvo de esto.

– ¿Y cómo te voy a prometer eso, si va por ahí con una panda de matones? Tú sabes muy bien que lo mejor es no buscarle siquiera. O consigue superarlo él mismo, o esto acabará con él. Es lo que pasa con todos los chicos negros.

Él sabía que yo tenía razón.

Alva volvió con cuatro o cinco panfletos de impresión barata apretados contra el pecho.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Caso Brown»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Caso Brown» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Walter Mosley - Fortunate Son
Walter Mosley
Walter Mosley - Cinnamon Kiss
Walter Mosley
Walter Mosley - Fear of the Dark
Walter Mosley
Walter Mosley - Bad Boy Brawly Brown
Walter Mosley
Walter Mosley - A Little Yellow Dog
Walter Mosley
Walter Mosley - Devil in a Blue Dress
Walter Mosley
libcat.ru: книга без обложки
Mosley Walter
Walter Mosley - Fear Itself
Walter Mosley
Walter Mosley - The Long Fall
Walter Mosley
Отзывы о книге «El Caso Brown»

Обсуждение, отзывы о книге «El Caso Brown» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x