Ahora estoy tratando de recordar: ¿cuándo nos vio nuestro amigo poeta «rescatando» al cervatillo? ¿Hace cinco años? ¿Diez? Íbamos en bicicleta por Bayberry Road cuando descubrimos un cervatillo diminuto, aparentemente abandonado, en la cuneta. Fui ingenua y me traje al cervatillo a casa en el cesto de la bicicleta, envuelto en mi jersey, y, cuando llamamos al Refugio de Animales de Hopewell, nos regañaron por «entrometernos»; deberíamos haber dejado al cervatillo exactamente donde lo habíamos encontrado, y se suponía que la madre habría acabado por volver y se habría reunido con su cría.
– Sí, pero ¿y si no vuelve? -preguntó Ray.
Fuimos en coche a devolver el cervatillo. Lo dejamos en la cuneta. Cuando volvimos un rato después, no había rastro del ciervo.
El principio parece ser: «¡No interfieras con la naturaleza!».
Las siguientes cartas que saco de la bolsa no me dan tanta pena, aunque son unas expresiones de pésame muy pensadas y amables. La viuda se entera de que la muerte de su marido es tema de preocupación para otros, no sólo para ella; y se supone que eso debe consolarla. «Queríamos mucho a Ray.» «Ray era un hombre humano, digno, listo, sabio y amable. Es una pérdida irreparable…» Y ésta, de otra antigua residente en Princeton, una escritora que ahora vive en Filadelfia:
Qué triste estoy de que Ray haya fallecido. Echaré de menos sus ojos ágiles y brillantes, su humor y su gran corazón. Cuando estaba con Ray, su bondad me daba un dulce confort.
Qué misteriosa es la muerte. Cuando [mi pareja] murió, sentí gran consuelo en la búsqueda de palabras para expresar lo que estaba experimentando, que era algo completamente nuevo, un lugar en el que no había estado nunca, a pesar de toda la muerte que había visto a mi alrededor. Como sé cómo escribes, no me cabe duda de que ya estás terminando la primera de muchas novelas que te ayudarán a analizar lo que experimentas ahora…
Ante estas palabras, empiezo a temblar. Estoy temblando de frío, de furia contenida. «Como sé cómo escribes, no me cabe duda de que ya estás terminando la primera de muchas novelas…»
Desde luego, esta amiga escritora no quiere ser cruel. No quiere burlarse ni ridiculizarme. Sé que tiene buena intención; ha escrito una carta atenta e incluso profunda que no debo juzgar desde mi perspectiva desesperada. ¡Terminar una novela! ¡Si no he podido ni escribir una nota de agradecimiento!
He apartado las primeras cartas. Sé -soy muy consciente- que la «buena educación» obliga a la viuda a responder a cada expresión de condolencia (a no ser que el remitente haya indicado «Por favor no contestar»), pero todavía no estoy lista para empezar esas respuestas.
Meto la mano a ciegas en la bolsa. Sobre todo hay tarjetas, algunas muy bellas y aparentemente hechas a mano, pero también hay muchas cartas, escritas a máquina y a mano. ¡Cómo le sorprendería a Ray esta avalancha de compasión!
No puedo asimilar que Ray haya muerto. Y ahora que no puedo seguir negando esta noticia triste y terrible, no entiendo, ni entenderé, el porqué de esa injusticia. Concibo la justicia en términos egoístas, en función de mí mismo, y Ray era mucho más joven que yo. Además, era extraordinariamente guapo y esbelto. Así que supongo que siempre cuidaba la dieta y el ejercicio. Por otra parte, si la bondad tiene algo que ver con la justicia, Ray era un hombre bueno, sabio, amable y de lo más cortés… Cuando pienso en la cualidad de «calma ante el peligro», pienso de inmediato en Ray Smith. Supongamos que Ray y yo nos encontráramos en una pequeña embarcación en Nantucket y estuviéramos a punto de hundirnos en una tormenta típica de la zona. Sin saber nada de lo que entendía Ray de barcos, estoy seguro de que Ray habría conservado la calma y siempre habría tomado la decisión acertada.
No logro meterme en la cabeza que no vamos a volver a ver a Ray Smith nunca más. No puede ser verdad. Fuisteis tan buenos con nosotros, fuisteis los primeros en invitarme a cenar cuando estaba en pleno tratamiento de radiación… Nos acogisteis en vuestra casa y conseguisteis que me sintiera sano y normal. Seguramente no te acordarás de aquella noche, pero yo, sí. Me senté al lado de Ray y pasé una noche estupenda. No hablamos de enfermedades. Ray estaba encantado con sus pájaros y sus flores y contigo, su amada.
Kate ha venido temprano esta mañana para decirme que Ray ha muerto esta noche, y nos hemos sentado en la cocina a recordar a nuestro querido amigo y a tratar de ver en qué podíamos ayudarte, pese a saber que no podíamos. Liz dijo: «En nuestro pueblo, habríamos asado un jamón para llevárselo», pero en Princeton no parecía apropiado.
Te escribo para darte mi más sentido pésame. Sé que la relación tan especial que teníais (tenéis) Ray y tú es la única cosa que puede consolarte, aunque sea la fuente de tu dolor. Todo el mundo le respetaba. En estos tiempos tan terriblemente groseros, era un auténtico caballero… Resultaba relajante hablar con él. Y siempre me encantaba veros a los dos juntos. Se veía lo a salvo que te sentías con él. Espero que no te sientas insegura ahora. Si hay algún acto benéfico en su nombre, por favor, házmelo saber.
Me sorprendió y deprimió enormemente enterarme de la muerte de Ray. Parece que fue ayer cuando hablamos por última vez. Le admiraba muchísimo; ¿sabías que Ontario Review publicó mi primer relato de memorias…? Con los años, el apoyo de Ray (y el tuyo) lo ha sido prácticamente todo para mí. El próximo número de Pushcart Prize estará dedicado a Ray, y mis comentarios en Symphony Space el 26 de marzo, también… Un pequeño homenaje a Ray.
De un escritor amigo que perdió hace poco a su hija, ya adulta:
Tú y yo sabemos que no hay nada que se pueda decir que verdaderamente ayude ante una pena insondable. Pero espero que hayas vuelto a escribir o que vuelvas pronto. Es difícil escribir cuando no hay alegría. (Yo no he conseguido volver a empezar todavía.) Sin embargo, es nuestra única salida. ¿No? Y tú proporcionas mucha alegría a otras personas. Saldremos de ésta, estoy seguro, acabaremos por alcanzar un punto en el que seamos capaces de vivir con una tristeza profunda, pero vivir, pese a ella. Mientras tanto, quiero que sepas que cuentas con nuestro cariño, que nunca desaparecerá.
De un antiguo colega en la Universidad de Windsor, hoy destacado escritor canadiense:
Recuerdo a Ray con afecto, no sólo por todo lo que trabajó, junto contigo, para publicar mi primera colección en Estados Unidos, sino simplemente por cómo era… Te envío esta tarjeta religiosa por una cosa que me dijo Ray hace años. Me contó que su padre había estado más orgulloso de él cuando lo nombraron monaguillo que cuando obtuvo su doctorado. De modo que esto es para el antiguo monaguillo que consiguió un doctorado y mucho más.
Y otra colega canadiense:
Lamento muchísimo tu pérdida y espero que puedas llorar abiertamente y sin problemas. No existe consuelo posible, lo sé. Estuvisteis muy juntos durante mucho tiempo. Hace más de treinta años, la gente os veía pasear de la mano. No tiene más remedio que ser muy duro, pero no te sientas sola, por favor… Cuando murió mi madre, adopté la técnica Gestalt de decirme a mí misma, siempre que me atenazaba la pena: «He decidido tener una madre que está muerta», y eso me ayudó… Al cabo de un tiempo, es masoquista resistirse o lamentar lo que es una realidad.
Ray era un perfecto caballero, un alma buena y honrada y amable. Muchas veces me pareció la pareja ideal. Parecía muy cómodo siendo el marido de una… escritora. Pocas escritoras tienen a alguien como Ray. Cuando aconsejo a estudiantes e incluso a mis propias hijas, Ray era uno de mis modelos de «hombre perfecto». Les hablaba siempre de un hombre que pudiera apoyar sus esfuerzos y sus logros como si fueran de él con sinceridad, sin celos ni egoísmo.
Читать дальше