– No tema. Le dije que no le haría daño. Tómela. Deseo que vea cuánto confío en usted.
Betsy estuvo a punto de tomarla, luego se detuvo.
– Vamos -la urgió Reardon-. Haga lo que le digo. Sé que no me disparará. Soy la única que sabe dónde está Kathy. Si me mata, nadie podrá encontrarla. Se morirá de inanición. Esa es una forma horrible y cruel de morir. Lo sé. Yo casi muero así.
Betsy tomó el arma. Era fría al tacto y pesada. Ella tenía el poder de matar a Reardon, pero se sintió completamente indefensa.
– ¿Si yo hago lo que me pide, ¿me dará a Kathy sana y salva?
– Kathy es mi póliza de seguro, tal como yo fui la de Peter Lake. Nancy Gordon me contó todo lo del perdón del gobernador. He aprendido tanto de Martin Darius. No puedo esperar a agradecerle, en persona.
Reardon se quedó sentada en silencio. No se movió. Betsy trató de quedarse también quieta, pero fue imposible. Cambió de posición en el sofá. Los segundos pasaron. Reardon se veía como que tenía problemas en ordenar sus pensamientos. Cuando habló, miró los ojos de Betsy con una expresión de profunda preocupación y se dirigió a ella del mismo modo en que una maestra lo hace con una buena alumna, cuando desea tener la seguridad de que esta comprenda el punto clave.
– Usted debe ver a Darius por lo que él es, para comprender qué es lo que hace. Él es el diablo. No sólo una mala persona, sino la pura maldad. Las medidas comunes no habrían funcionado. ¿Quién me habría creído? Estuve dos veces internada. Cuando traté de decirle a las personas de Hunter's Point, se negaron a escucharme. Ahora sé por qué. Siempre sospeché que había otros trabajando con Martin. Nancy Gordon me confió eso. Ella me contó de la conspiración para salvar a Martin y culpar a Henry Waters. Sólo el diablo tendría tanto poder. Piénselo. El gobernador, el intendente, los policías. Sólo Gordon se resistió. Y ella era la única mujer.
Reardon miraba a Betsy con intensidad.
– Apuesto a que usted estará tentada de llamar a la policía tan pronto yo me vaya. No debe hacer eso. Ellos querían atraparme. Jamás le diré dónde está Kathy si me atrapan. Usted debe ser muy fuerte cuando la policía le diga que Rick está muerto y Kathy ha sido secuestrada. No ceda ni me delate.
Reardon sonrió con frialdad.
– No debe tener fe en la policía. No debe creer que me pueden derrotar. Le puedo asegurar que nada de lo que la policía me pueda llegar a hacer se compara con lo que Martin me hizo y él jamás me destruyó. Oh, él creyó que lo hizo. Él pensó que yo estaba sometida, pero sólo fue mi cuerpo el que se sometió. Mi mente permaneció fuerte y concentrada.
"Por la noche, puedo oír a las otras gimiendo. Yo jamás lo hice. Me guardaba el odio en mi interior, en un lugar seguro y cálido. Luego esperé. Cuando ellos me dijeron que Waters era el asesino, yo sabía que mentían. Sabía que Martin les había hecho algo a ellos para que mintieran. El diablo puede hacer eso, gente retorcida, los hacen mover y cambiar como a figuras de arcilla, pero él no me cambió a mí”.
– ¿Está Kathy en un lugar cálido? -preguntó Betsy-. Si estuviera en un lugar húmedo, se podría enfermar.
– Kalhy está en un lugar cálido, Betsy. Yo no soy un monstruo como Darius. No soy inhumana ni insensible. Necesito que Kathy esté segura. No deseo hacerle daño.
Betsy no sintió odio por Reardon. Reardon estaba loca. Era a Darius a quien ella odiaba. Darius sabía exactamente lo que hacía en Hunter's Point cuando creó a esta Reardon despojándola de su humanidad. Betsy le dio el arma a Reardon.
– Tómela. Yo no la quiero.
– Gracias, Betsy. Estoy contenta de que usted confíe en mí de la misma manera en que yo lo hago en usted.
– Lo que usted hace está mal. Kathy es un bebé. Ella jamás le hizo daño a nadie.
– Lo sé. Me siento mal de tener que hacer esto con ella, pero no puedo pensar en otro modo de forzarla a ayudarme. Usted tiene unos principios tan altos. Me enfadé cuando me dijo que dejaría a Darius como cliente. Yo contaba con usted para poder acercarme a él. Pero la admiré por rehusarse a representarlo. Tantos abogados habrían continuado por el dinero. Yo la ayudé con sus problemas maritales, de modo que puede ver cuánto la respeto.
Reardon se puso de pie.
– Debo marcharme. Por favor no se preocupe. Kathy está a salvo y en un lugar cálido. Haga lo que le digo y ella regresará pronto.
– ¿Puede hacer que Kathy me llame? Ella debe de estar asustada. La ayudaría escuchar mi voz.
– Estoy segura de que usted es sincera, Betsy, pero tal vez trate de rastrear mi llamada. No puedo correr ese riesgo.
– Entonces déle a ella esto -dijo Betsy, dándole a Reardon el muñeco de peluche-. La hará sentir segura.
Reardon tomó el juguete. Las lágrimas surcaban el rostro de Betsy.
– Ella es todo lo que tengo. Por favor, no la lastime.
Reardon cerró la puerta sin contestar. Betsy corrió a la cocina y la observó caminar por la entrada, con la espalda erguida, sin saludar. En ese momento, Betsy de pronto supo cómo se sintieron los maridos cuando llegaron a sus hogares y encontraron sólo notas que decían: "Jamás me olvidarán".
Betsy se dirigió a la sala de estar. Todavía estaba oscuro, aunque un destello de luz comenzaba a mostrarse sobre las colinas. Se dejó caer en el sofá, exhausta por el esfuerzo que debió hacer para contener sus emociones, incapaz de pensar y en estado de conmoción. Deseaba llorar a Rick, pero no podía pensar en otra cosa que en Kathy. Hasta que Kathy estuviera a salvo, su corazón no tendría tiempo para llorar por Rick.
Betsy trató de no pensar en las fotografías de las autopsias de las mujeres, trató de bloquear en su mente la figura que Darius había pintado de sus deshumanizadas prisioneras, pero no pudo dejar de ver a Kathy, su niña, llena de pánico e indefensa, acurrucada en la oscuridad, aterrorizada con cada sonido.
El tiempo pasó como algo borroso. Dejó de llover y el cielo cambió de la oscuridad a la claridad sin que ella se diera cuenta. El charco de café frío se había extendido sobre los fragmentos de la taza rota y sobre la mesa ratona. Betsy fue a la cocina. Había un rollo de papel debajo de la pileta. Tomó un trozo, encontró una bolsa de papel pequeña y una esponja. Hacer algo la ayudaría. El movimiento la ayudaría.
Betsy juntó los trozos de la taza y los colocó en la bolsa de papel. Limpió con la esponja la mesa y la secó con las toallas de papel. Mientras hacía eso, pensó en pedir ayuda. La policía estaba descartada. Ella no podría controlarlos. Betsy creía en Samantha Reardon. Si ella pensaba que Betsy la traicionaría, entonces mataría a Kathy. Si la policía la arrestaba, ella jamás le diría dónde se encontraba Kathy.
Betsy colocó las toallas en la bolsa, la llevó a la cocina y la echó en el cesto de desperdicios. Encontrar a Kathy era lo único que le importaba. Reggie Steward era un experto en encontrar gente y ella podría controlarlo, ya que Reggie trabajaba para ella. Más importante, él poseía sensibilidad. Encontrar a Kathy sería prioritario a arrestar a Samantha Reardon. Betsy debería actuar con rapidez. Era sólo cuestión de tiempo antes de que alguien descubriera el cuerpo de Rick y comenzara la investigación de la policía.
El vuelo de Reggie Steward desde Hunter's Point llegó a Portland a la medianoche y el llamado de Betsy lo sacó de un sueño profundo. Él deseaba regresar a la cama, pero Betsy hablaba molesta y con tono críptico. Esto lo preocupó. Steward sonrió cuando Betsy abrió la puerta, pero su sonrisa se desvaneció tan pronto como vio aquel rostro.
– ¿Qué sucede, jefe?
Betsy no le contestó hasta que estuvieron sentados en la sala. Se la veía con escaso control de sí misma.
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