Page lo pensó.
– ¿Usted está seguro de que no está en el archivo o que no está bien ubicado?
– Créame, el archivo no está allí. La persona que lo buscó hizo un trabajo minucioso y se quedó allí bastante tiempo.
Page se quedó en silencio durante un instante. Decidió contarle todo a Lenzer.
– Detective Lenzer, estoy casi seguro de que la detective Nancy Gordon se encuentra en peligro. Incluso puede estar muerta.
– ¿Qué?
– Hace dos noches la conocí y ella me contó lo de los asesinatos de Hunter's Point. Estaba segura de que el hombre que cometió aquellos crímenes está viviendo en Portland con un nombre diferente y cometiendo los mismos asesinatos aquí.
"Gordon se marchó de mi departamento un poco después de la medianoche y se tomó un taxi hasta un hotel. Poco después de registrar su entrada allí, se fue en un apuro. Encontramos una dirección en un anotador del hotel. Es de una obra en construcción. Registramos el lugar y descubrimos los cuerpos de tres mujeres que habían desaparecido en Portland y de un hombre que no ha sido identificado. Fueron asesinados mediante tortura. No tenemos idea de dónde se encuentra Gordon y creo que ella tenía razón con respecto a que el asesino está en Portland”.
– Jesús. Me gusta Nancy. Es un poco exigente, pero es una policía muy buena.
– La clave de este caso podrían ser los archivos de Hunter's Point. Ella tal vez se los haya llevado a su casa. Yo sugeriría que la revisaran.
– Haré cualquier cosa que pueda ayudar.
Page le dijo a Lenzer que lo llamara en cualquier momento, le dio el número telefónico de su casa y luego colgó. Lenzer había descrito a Gordon como exigente y Page tuvo que aceptarlo. Ella también estaba dedicada a su trabajo. Diez años en la búsqueda y todavía ardiendo con aquel fuego. Page había sido alguna vez así, pero los años lo estaban alcanzando. El problema con Tina y el divorcio lo habían secado emocionalmente, pero ya había estado perdiendo terreno incluso antes de la infidelidad de su mujer. Todos los días eran emocionantes. Luego, una mañana se despertó con las responsabilidades de su trabajo y con el miedo de no poder cumplirlas. Había podido dominar aquellos miedos mediante el trabajo duro y lo había logrado, pero la emoción había desaparecido. Los días se fueron tornando iguales y él comenzó a pensar en qué haría después de diez años.
El intercomunicador sonó y Page pulsó el botón.
– Hay un hombre en la línea tres con información sobre una de las mujeres que fueron asesinadas en la obra en construcción -dijo su secretaria-. Creo que debería atenderlo.
– Muy bien. ¿Cómo se llama?
– Ramón Gutiérrez. Es empleado del hotel Hacienda de Vancouver, Washington.
Page pulsó el botón de la línea tres y habló con Ramón Gutiérrez durante cinco minutos. Cuando terminó, llamó a Ross Barrow, luego se dirigió por el pasillo hasta la oficina de Randy Highsmith. Quince minutos más tarde, Barrow pasó a recoger a Highsmith y a Page por la esquina, y el grupo puso rumbo a Vancouver.
2
– ¿Puedo ver televisión? -preguntó Kathy.
– ¿Comiste suficiente pizza?
– Estoy llena.
Betsy se sintió culpable después de la cena, pero había tenido un día extenuante en la Corte y no disponía de fuerzas para cocinar.
– ¿Vendrá papi esta noche? -preguntó Kathy, mirando a Betsy expectante.
– No -contestó Betsy, deseando que Kathy no le preguntara por Rick. Ella le había explicado la separación varias veces, pero Kathy no aceptaba el hecho de que Rick probablemente no volviera a vivir con ellas.
Kathy se mostró preocupada.
– ¿Por qüé papi no se quedará con nosotras?
Betsy tomó a Kathy en brazos y la llevó hasta el sofá de la sala.
– ¿Quién es tu mejor amiga?
– Melanie.
– ¿Recuerdas la pelea que ustedes dos mantuvieron la semana pasada?
– Sí.
– Bueno, papi y yo también nos peleamos. Es una pelea seria. Como la que tú tuviste con tu mejor amiga.
Kathy se mostró confundida. Betsy sostuvo a Kathy sobre su falda y le besó la cabeza.
– Melanie y yo nos amigamos. ¿Papi y tú harán también las paces?
– Tal vez. Ahora no lo sé. Mientras tanto, papi vive en otro lugar.
– ¿Está enfadado papá contigo porque debió pasarme a buscar por la escuela?
– ¿Qué te hace preguntar eso?
– Estaba muy enfadado el otro día y yo oí que discutían por mí.
– No, cariño -dijo Betsy, abrazando a Kathy-. Esto no tiene nada que ver contigo. Es entre nosotros dos. Estamos enfadados entre nosotros.
– ¿Por qué? -preguntó Kathy. La mandíbula le temblaba.
– No llores, cariño.
– Yo quiero a mi papá -dijo, llorando en el hombro de Betsy-. Yo no quiero que él se vaya.
– Él no se irá. Siempre será tu papá, Kathy. Él te ama.
De pronto Kathy se separó de Betsy y se bajó de su falda.
– Es culpa tuya por trabajar -le gritó.
Betsy se sintió sorprendida.
– ¿Quién te dijo eso?
– Papá. Tú deberías quedarte en casa conmigo como la mamá de Melanie.
– Papá trabaja-dijo Betsy, tratando de mantener la calma-. Él trabaja más que yo.
– Se supone que los hombres trabajan. Se supone que tú debes cuidar de mí.
Betsy deseó que Rick estuviera allí para poder golpearlo con los puños.
– ¿Quién se quedó en casa contigo cuando tuviste gripe? -le preguntó Betsy
Kathy pensó por un momento.
– Tú, mami -le contestó mirándola a los ojos.
– ¿Y cuando te lastimaste la rodilla en la escuela, quién te trajo a casa?
Kathy miró el suelo.
– ¿Qué quieres ser cuando seas grande?
– Actriz o doctora.
– Eso es un trabajo, cariño. Las doctoras y las actrices trabajan como las abogadas. Si te quedaras en casa todo el día, no podrías hacer ese trabajo.
Kathy dejó de llorar. Betsy volvió a recomponerse.
– Yo trabajo porque es divertido. También me ocupo de ti. Eso es más divertido. Yo te amo más a ti que a mi trabajo. No es una competencia. Pero no me quiero quedar todo el día en casa sin hacer nada mientras tú estás en el colegio. Sería aburrido, ¿no te parece?
Kathy pensó en eso.
– ¿Te amigarás con papá como yo lo hice con Melanie?
– No estoy segura, cariño. Pero de todas maneras, verás mucho a papá. Él te ama muchísimo y siempre será tu papá.
– Ahora, ¿por qué no miras un poco de televisión mientras yo limpio? Luego, te leeré otro capítulo de El mago de Oz.
– No deseo ver televisión esta noche.
– ¿Quieres ayudarme en la cocina?
Kathy se encogió de hombros.
– ¿Qué te parece un chocolate caliente? Podría preparártelo mientras lavamos los platos.
– Muy bien -dijo Kathy sin mucho entusiasmo. Betsy la siguió a la cocina. Ella era tan pequeña como para tener que cargar la pesada carga de los problemas de sus padres, pero lo haría de todos modos. Esa era la forma en que funcionaba y no había nada que Betsy pudiera hacer para evitarlo.
Después de terminar con la cocina, Betsy le leyó a Kathy dos capítulos de El mago de Oz, luego la acostó. Eran casi las nueve de la noche. Betsy miró la lista de programas de la televisión y estaba por encender el televisor cuando sonó el teléfono. Fue hasta la cocina y levantó el auricular al tercer llamado.
– ¿Betsy Tannenbaum? -preguntó un hombre.
– Hable.
– Habla Martin Darius. La policía está en mi casa con una orden de allanamiento. Deseo que venga de inmediato.
Una alta pared de ladrillos rodeaba la propiedad de Darius. Junto a la reja de hierro, había un policía en un patrullero. Cuando Betsy entró con el Subaru al camino de acceso a la propiedad, el policía bajó del automóvil y fue a pararse junto a la ventanilla del coche de ella.
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