John Gardner - Operación Rompehielos

Здесь есть возможность читать онлайн «John Gardner - Operación Rompehielos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Operación Rompehielos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Operación Rompehielos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

James Bond, como sucediera antes con Sherlock Holmes, se ha convertido en un mito del siglo veinte. Cuando en la década de los ochenta John Gardner resucitó -con la debida autorización legal-, el personaje de James Bond, dotado para la ocasión de una sensibilidad inédita hacia la salud pública y la ecología, amén de un coche nuevo y de un gesto de comprensión hacia el feminismo, su libro License Renewed pasó a ocupar directamente el número uno entre los títulos más vendidos a uno y otro lado del Atlántico. Según el Daily Telegraph, el mismo Fleming “no hubiese quedado decepcionado”. Un segundo libro que narraba las aventuras actualizadas de Bond, For Special Services, disfrutó incluso de mejor acogida por parte del público, y durante muchos meses se mantuvo en las listas de bestsellers de Estados Unidos.
En la obra que ahora nos ocupa, vemos a Bond embarcado en una tercera misión de la mano de John Gardner. Se trata de una arriesgadísima operación que el superespía lleva a cabo junto con sus respectivos pares de Israel, Estados Unidos y la Unión Soviética -es decir, con el Mossad, la CIA y la KGB- en las vastas y desoladas tierras árticas de Laponia. Pero surgen los interrogantes: aunque en teoría el enemigo común es el fascismo, que brota con renovada fuerza de la mano del conde Von Gloda, ¿a quién hay que temer en realidad? ¿Se puede confiar en que el Smersh soviético resista su afán de desquite contra Bond? ¿Quién hace el doble juego: Brad Tirpitz, el escurridizo agente norteamericano, o Rivke Ingber, la voluptuosa espía israelí? ¿Pretenden los servicios secretos finlandeses utilizar a Bond con el único objeto de aliviar el sofocante abrazo que la KGB -con Kolya Mosolov a la cabeza- mantiene sobre su frágil autonomía nacional?
Nunca hasta hoy se había topado Bond con un grupo de colaboradores tan fríamente desleales ni soportado una sucesión tan asombrosa de mortales enfrentamientos.

Operación Rompehielos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Operación Rompehielos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Ella se echó a reír con una risa tintineante, cantarina.

– Peor aún -puntualizó-. Imagino que te explicarían por qué tú predecesor abandonó el grupo, ¿no?

– Pues no -Bond la miró con expresión de ingenuidad-. Todo cuanto sé es que me vi metido en este embrollo sin apenas tiempo para documentarme. Me dijeron que el equipo que participaba en la operación, y que se me antoja una mezcla de lo más curioso, me pondría al corriente de los detalles.

Ella se echó a reír de nuevo.

– Bueno, se produjo lo que podría llamarse una falta de entendimiento. Brad Tirpitz me trataba según su forma habitual de proceder, es decir, a base de comentarios un tanto groseros. Su compañero de Londres le asestó un puñetazo en la boca. Yo me sentí un poco molesta. La verdad es que podía lidiar yo misma perfectamente con Tirpitz.

Bond se llevó a la boca una cucharada de comida, masticó y deglutió con presteza, luego solicitó datos sobre la operación.

Rivke le miró con un atisbo de coquetería por entre los párpados semicerrados.

– Oh, eso sí que no -dijo, llevándose con un aire travieso un dedo a los labios-. Yo soy el cebo, ni más ni menos, y se supone que debo atraerte con mis artes y mañas hasta los dos expertos. Todos tenemos que estar presentes para escuchar las instrucciones que esperamos de ti. Si he de serte sincera, no creo que me tomen muy en serio.

Bond sonrió sin ganas.

– Entonces es que nunca han oído lo que se dice del departamento en el que usted presta servicio.

– Hacemos las cosas bien porque la alternativa es de lo más aterrador -sus palabras tenían un tono monocorde, casi como el de una cotorra.

– Y , Rivke Ingber, ¿te desenvuelves bien?

Bond deglutió otra porción de comida.

– ¿Pueden volar los pájaros?

– En tal caso, nuestros colegas deben de ser unos idiotas.

Ella lanzó un suspiro.

– Idiotas no, James, chovinistas. No son hombres que se distingan por la confianza que depositan en las mujeres, eso es todo.

– Yo nunca he tenido problemas -el semblante de Bond permaneció impasible.

– Eso me han dicho.

De repente la voz de la muchacha había adoptado un matiz de formalidad. Tal vez fuera una advertencia de que no se acercara a ella más de lo preciso.

– Así pues, no se habla de Rompehielos, ¿eh?

– No te preocupes, tendremos ocasión de saciarnos cuando nos reunamos con los dos de arriba.

A Bond le pareció notar una insinuación para que guardara distancias, incluso en la forma con que ella le miraba. Era como si primero 1e hubiese ofrecido su amistad y después, de forma brusca, se mostrara reticente a concedérsela. Con pareja rapidez, Rivke volvió a ser ella misma y sus negros ojos encontraron las no menos singulares pupilas azules de James.

Concluyeron el ágape sin que Bond volviera a intentar siquiera sacar a colación el tema de Rompehielos. Habló de Israel con ella, pues era un país que conocía bien, y de las muchas dificultades que lo asediaban, pero no quiso derivar la conversación hacia la vida privada de la joven.

– Es hora de que vayamos a ver a los dos muchachotes, James.

Se pasó una servilleta por los labios mientras sus ojos se alzaban en dirección al hotel.

Rivke comentó que seguramente Mosolov y Tirpitz les habían estado observando desde sus terrazas. Tenían habitaciones contiguas en el cuarto piso y desde el balcón, explicó la chica, se divisaba una buena perspectiva de los jardines y de la zona donde estaba ubicada la piscina, lo que facilitaba la vigilancia ininterrumpida por parte de uno u otro.

Se dirigieron cada cual a un vestuario distinto para cambiarse de ropa y salieron de ellos con un atuendo más adecuado para la ocasión: Rivke vestía una falda plisada de tono oscuro y blusa blanca; Bond sus mejores pantalones marinos, camiseta de algodón Sea Island y mocasines. Entraron en el hotel y tomaron el ascensor hasta el cuarto piso.

– Ah, ¿cómo está usted, señor Bond?

Mosolov era, en efecto, un personaje tan indefinible como afirmaban los expertos. Era imposible precisar su edad, lo mismo aparentaba veinticinco que cuarenta y cinco.

– Kolya Mosolov -se presentó a sí mismo y estrechó la mano de Bond. Incluso el mero acto de saludar resultaba un gesto vago; los ojos, de un gris turbio, opacos, no daban la sensación de corresponder a la franca mirada que le dirigió Bond.

– Encantado de trabajar con usted -a la vez que sonreía, Bond retuvo en la mente todos los rasgos que le fue posible en tan corto espacio: cara pequeña, pelo rubio cortado sin gracia alguna, pero, paradójicamente, pulcro. Ni el hombre ni las prendas que vestía denotaban personalidad: camisa a cuadros de manga corta color marrón, unos pantalones que parecían cortados por un aprendiz de sastre en un día poco afortunado. El rostro parecía transformarse según el talante o la diferente luz del entorno, y eso hacía aparentar más o menos años, según el caso.

Kolya señaló hacia una silla, aunque Bond no pudo precisar si lo hizo con la mano o sin ademán alguno.

– ¿Conoce usted a Brad Tirpitz? -hablaba un inglés perfecto, con un leve acento de los londinenses residentes en las afueras y un cierto tono coloquial.

El sillón parecía contener o abarcar a Tirpitz, que estaba arrellanado en él. Era un sujeto grandote con unas manazas toscas y un rostro que daba la impresión de haber sido tallado a cincel en un bloque de granito. Tenía el cabello canoso, cortado casi a cepillo. A Bond le satisfizo advertir en aquel semblante las huellas de un golpe y un ligero corte en la parte izquierda de la boca, singularmente pequeña.

Tirpitz levantó el brazo con un gesto indolente en el que había que ver una especie de saludo.

– Hola -gruñó con voz bronca, como si hubiera dedicado muchas horas a imitar el acento de los «duros» de la pantalla-. Bien venido al club, James.

Bond no pudo detectar el menor atisbo de calor o cordialidad en las palabras de su interlocutor.

– Encantado de conocerle, señor Tirpitz -hizo una leve pausa al pronunciar el término «señor».

– Brad -fue la respuesta de Tirpitz. En esta ocasión las comisuras de los labios insinuaron una sonrisa. Bond asintió con la cabeza.

– ¿Le han informado a usted de que se trata? -Kolya Mosolov adoptó el aire de un individuo que se excusa por tener que abordar el tema.

– Muy por encima…

Rivke terció a la vez que sonreía a Bond.

– James me ha dicho que le han mandado aquí casi de improviso. En Londres no le han facilitado detalles.

Mosolov alzó los hombros, se sentó e indicó una de las otras sillas. Rivke se dejó caer en la cama y dobló ambas piernas debajo del cuerpo, a modo de cojín.

Bond asió la silla que se le había indicado y se situó contra la pared, de modo que pudiera abarcar a sus interlocutores con la mirada. También podía atisbar por la ventana hasta la terraza.

Mosolov aspiró con fuerza.

– No disponemos de mucho tiempo -manifestó-. Debemos partir a lo sumo dentro de cuarenta y ocho horas para regresar al teatro de operaciones.

Bond hizo un gesto con la mano.

– ¿Podemos hablar sin temor en este lugar?

Tirpitz soltó una risotada.

– Tranquilo. He inspeccionado la zona. Yo ocupo la habitación contigua. ésta se encuentra en el extremo de la planta, y no he dejado de vigilar todo el tiempo.

Bond volvió la vista hacia Mosolov, que adoptó un aire de paciente espera, casi obsequiosa, durante la corta interrupción. Guardó un breve silencio y prosiguió:

– ¿Le parece muy extraño todo esto? La CIA, el Mossad, mi departamento y el suyo, todos colaborando en una misma misión.

– Al principio, sí -Bond aparentó una gran tranquilidad. M le había prevenido para cuando llegara ese momento. Cabía en lo posible que Mosolov no dijese todo lo que sabía, en cuyo caso había que redoblar la cautela-. Al principio me pareció un tanto extraño, pero pensándolo bien…, bueno, todos estamos metidos en el mismo embrollo. Sin duda nuestros puntos de mira son divergentes, pero ello no es razón para que no podamos trabajar juntos en interés de todos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Operación Rompehielos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Operación Rompehielos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


John Gardner - October Light
John Gardner
John Gardner - Nickel Mountain
John Gardner
John Gardner - Jason and Medeia
John Gardner
John Gardner - Freddy's Book
John Gardner
libcat.ru: книга без обложки
John Gardner
John Gardner - Brokenclaw
John Gardner
John Gardner - Muerte En Hong Kong
John Gardner
Отзывы о книге «Operación Rompehielos»

Обсуждение, отзывы о книге «Operación Rompehielos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x