Y era verdad. El periódico necesitaba a gente como Treacher, que manifestara el punto de vista contrario y ofreciera el comentario incendiario para mantener el fuego ardiendo.
– Suena bien -le dije a Angela-. Te dejo para que vuelvas a ponerte con eso; yo subiré y escribiré la previsión para el otro artículo.
– Toma -dijo.
Deslizó una pequeña pila de papeles por la mesa hacia mí.
– ¿Qué es esto?
– Nada, en realidad, pero puede ahorrarte algo de tiempo. Anoche, antes de irme a casa, estuve pensando en el artículo del que me habías hablado. Casi te llamé para charlar más de ello y proponerte trabajar juntos. Pero me corté y entré en Google. Busqué las palabras «asesinato» y «maletero» y encontré que hay una larga historia de gente que termina en los maleteros de los coches. Un montón de mujeres, Jack. Y un montón de mafiosos también.
Di la vuelta a las hojas y miré la página de arriba. Era un artículo del Las Vegas Review Journal de casi un año antes. Supe por el primer párrafo que era sobre la condena de un hombre acusado de asesinar a su exmujer, meter el cadáver en el maletero de su coche y luego aparcarlo en su propio garaje.
– Es una historia que sonaba un poco como la tuya -explicó Angela-. Hay algunos casos históricos, por ejemplo uno local de los años noventa, un tipo del cine al que encontraron en el maletero de su Rolls Royce, aparcado en la colina de encima del Hollywood Bowl. E incluso he encontrado una web que se llama asesinodelmaletero.com, pero todavía está en construcción.
Asentí, vacilante.
– Ah, gracias. No estoy seguro de dónde encajará, pero supongo que es bueno ser concienzudo.
– Sí, eso es lo que pensé.
Apartó la silla y se llevó su taza vacía.
– Vale, pues. Te enviaré por mail una copia del artículo de hoy en cuanto lo tenga listo para mandarlo.
– No tienes por qué. Ahora es tu artículo.
– No, tu nombre también va a salir. Tú hiciste las preguntas que le dieron C y P.
Contenido y profundidad, lo que querían los redactores, sobre lo que se cimentaba la reputación del Times , lo que te grababan en la cabeza desde el primer día que pisabas el Ataúd de Terciopelo. «Dale a tus artículos contenido y profundidad. No te limites a contar lo que ocurre. Cuenta lo que significa y cómo encaja en la vida de la ciudad y del lector.»
– Bueno, gracias -dije-. Avísame y le daré una lectura rápida.
– ¿Quieres que subamos juntos?
– Eh, no, voy a tomar un café y quizás echar un vistazo a este material que has conseguido.
– Como quieras.
Me dedicó una sonrisa de puchero como para decirme que me estaba perdiendo algo realmente bueno y luego se alejó. La vi tirando su taza de café en el cubo y salir de la cafetería. No estaba seguro de lo que estaba ocurriendo. No sabía si era su compañero o su mentor, si la estaba formando para que se hiciera cargo del puesto o ya se había hecho cargo. Mi instinto me decía que, aunque solo me quedaban once días en el trabajo, tendría que cubrirme las espaldas con ella durante todos y cada uno de ellos.
D espués de escribir el texto para la previsión que envié por correo electrónico a Prendergast y de dar el visto bueno al artículo de Angela para la edición impresa, encontré un cubículo desocupado en un rincón de la sala de redacción donde podría concentrarme en la transcripción del caso Alonzo Winslow sin que me molestaran las llamadas telefónicas, los mails ni otros periodistas. Estaba plenamente concentrado en la transcripción y mientras leía iba marcando con post-it amarillo las páginas que contenían citas significativas.
La lectura era rápida salvo en lugares donde había algo más que el toma y daca. En un momento dado, los detectives engañaron a Winslow para que reconociera algo que le perjudicara y tuve que leer el pasaje dos veces para comprender lo que habían hecho. Al parecer, Grady sacó una cinta métrica. Le explicó a Winslow que querían medir la línea que iba desde la punta del pulgar a la punta del índice de cada mano.
Winslow cooperó y entonces los detectives anunciaron que las medidas coincidían en un margen de medio centímetro con las marcas de estrangulación en el cuello de Denise Babbit. Winslow respondió con una vigorosa negativa de implicación en el homicidio y entonces cometió un gran error.
WINSLOW: Además, a la zorra no la estrangularon con las manos. Un hijoputa le ató una bolsa de plástico en la cabeza.
WALKER: ¿Y cómo lo sabes, Alonzo?
Casi pude ver a Walker sonriendo al decirlo. Winslow había dado un traspié enorme.
WINSLOW: No lo sé, tío. Lo habrán dicho por la tele o algo. Lo oí en alguna parte.
WALKER: No, hijo, no lo has oído porque no ha salido de aquí. La única persona que lo sabía es la persona que la mató. Y tú vas a hablarnos de ello ahora que todavía podemos ayudarte, ¿o quieres hacerte el tonto y caer con todo el equipo?
WINSLOW: Os estoy diciendo que yo no la maté así, joder.
GRADY: Entonces dinos qué le hiciste.
WINSLOW: Nada, tío. Nada.
El daño ya estaba hecho y el descenso por la pendiente había empezado. No hace falta ser un interrogador en Abu Graib para saber que el tiempo nunca ayuda al sospechoso. Walker y Grady tenían paciencia, y a medida que pasaban los minutos y las horas, la voluntad de Alonzo Winslow finalmente empezó a flaquear. Era demasiado enfrentarse solo a dos policías veteranos que conocían detalles del caso que él ignoraba. A partir de la página 830 del manuscrito el sospechoso se empezó a quebrar.
WINSLOW: Quiero ir a casa. Quiero ver a Ma. Por favor, dejadme hablar con ella y mañana volveré a hablar con vosotros.
WALKER: Eso no va a pasar, Alonzo. No podemos soltarte hasta que conozcamos la verdad. Si quieres empezar a contárnosla, entonces podemos hablar de llevarte a casa con Ma.
WINSLOW: Yo no lo hice. No conocía a esa zorra.
GRADY: Entonces, ¿cómo es que tus huellas estaban en todo el coche? ¿Y por qué sabías cómo la estrangularon?
WINSLOW: No lo sé. No puede ser verdad lo de las huellas, me estáis mintiendo, cabrones.
WALKER: Crees que te estamos mintiendo porque limpiaste bien ese coche, pero olvidaste algo, Alonzo: ¡el retrovisor! ¿Recuerdas que lo giraste para asegurarte de que nadie te seguía? Sí, eso fue. Ese fue el error que te va a poner en una celda durante el resto de tu vida a menos que reconozcas las cosas y seas un hombre y nos cuentes lo que pasó.
GRADY: Podemos entenderlo… Una chica guapa como esa. Quizá te habló mal o quizá quería cambiar conejo por caballo; sabemos cómo funciona. Pero pasó algo y acabó muerta. Si puedes contárnoslo, podremos trabajar contigo, quizás incluso llevarte a ver a Ma.
WINSLOW: No, tíos, no os enteráis.
WALKER: Alonzo, estoy cansado de tus mentiras. Yo también quiero irme a casa. Llevamos demasiado tiempo en esto, tratando de ayudarte. Quiero ir a casa a cenar. Así que, o lo solucionamos ahora, o te vas a una celda. Llamaré a tu Ma y le diré que no vas a volver nunca.
WINSLOW: ¿Por qué queréis hacerme esto? Yo no soy nadie, tíos. ¿Por qué queréis cargarme esta mierda?
GRADY: Te la cargaste tú solo, chico, cuando la estrangulaste.
WINSLOW: No lo hice.
WALKER: Como quieras. Puedes contarle eso a Ma a través del cristal cuando te venga a visitar. Levántate. Te vas a una celda y yo me vuelvo a casa.
GRADY: ¡Te ha dicho que te levantes!
WINSLOW: Está bien, está bien. Os lo contaré. Os contaré lo que sé y luego me soltáis.
GRADY: Nos contarás lo que pasó de verdad.
WALKER: Y luego hablamos de ello. Tienes diez segundos o se acabó.
WINSLOW: Vale, vale, os lo cuento. Estaba paseando a Fuckface , vi el coche al lado de las torres y cuando miré dentro vi las llaves y su bolso allí.
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