Antes de que acabe de digerir mis palabras, me despido y salgo del edificio. El centro de Pangrati está embotellado, y me lleva casi media hora de pitidos y avance milimétrico librarme del atasco. Por suerte, hace menos calor y no estoy bañado en sudor.
En casa me espera un espectáculo insólito. Delante del ordenador está sentado el joven primo de Kula, aquel que la acompañaba el primer día que trabajamos juntos. Kula se encuentra a su lado. Me oyen entrar y se vuelven hacia mí. El joven se limita a decir un «hola» muy seco. Kula, en cambio, se levanta de un salto y me dice, llena de entusiasmo:
– ¡No se lo va a creer! ¡Hemos entrado en los registros del Ministerio de Comercio y hemos encontrado información sobre las empresas de Stazatu! ¿Sabe quién es socio, con el cuarenta por ciento de las acciones, de la consultoría de Stazatu?
– ¡Favieros!
– No. Sotiría Markari-Favieru, esposa de Iásonas. -Permanezco callado, reflexionando sobre las posibles implicaciones de este hecho. Mientras tanto, Kula prosigue con el mismo entusiasmo-: Fui al ministerio, como usted me pidió, pero me atendió un cabezota que no quería ayudarme. Cuando me vi obligada a decirle que era policía, me miró por encima del hombro y me dijo que enviara a mi jefe, preferiblemente con una orden judicial. Fue entonces cuando me acordé de mi primo Spiros.
Sotirópulos no sospechó que los invitados a su programa no hablaban de Favieros, sino de su esposa.
– Hay algo más, aunque me temo que no le gustará -continúa Kula y me tiende uno de los periódicos que descansan sobre la mesilla-. Lo compró Spiros, y encontré esto al echar una ojeada.
Se trata de un anuncio que ocupa media página:
LUKÁS STEFANAKOS
EL HOMBRE – EL LUCHADOR – EL POLÍTICO
Por el biógrafo de Iásonas Favieros
MINÁS LOGARÁS
A continuación aparece una fotografía de la portada y, debajo, el nombre de la editorial: Europublishers. La explicación más sencilla: Logarás mandó la segunda biografía a otro editor.
Este desenlace echa por tierra mi teoría acerca de la autobiografía de Favieros, que, hace apenas una hora, expuse a Yanneli y a Zamanis como receta de mi invención. Me imagino que se desternillarán cuando vean el anuncio, aunque no es esto lo que más me preocupa.
La segunda biografía sale a la venta con más celeridad que la primera. Aquella tardó diez días, ésta sólo una semana. Eso significa que alguien recopiló datos acerca de los dos suicidas, se sentó a escribir sus biografías y las envió a los editores mucho antes de que Favieros y Stefanakos se quitaran la vida. Existe un cerebro en la sombra, que planeó las muertes de Favieros y Stefanakos; alguien lo bastante poderoso para empujarlos a ello. Aunque no sé quién es, ni cómo lo hizo, ni por qué. Tampoco sé si habrá otra víctima. En pocas palabras, no sé nada.
Biografía: 1. Relato detallado en mayor o menor medida de la vida y la obra de una persona.
»Biógrafo: 1. Autor de una o varias biografías; p. ej., el biógrafo de Beethoven 2. pl. biógrafos (los), autores antiguos de breves biografías de oradores, filósofos, poetas, historiadores, eruditos, etc.»
No cabe duda de que Logarás no responde a la acepción de biógrafos, en plural. Por un lado, porque Favieros y Stefanakos no pertenecían a las categorías de oradores, filósofos, poetas, etc., como señala Dimitrakos. Por otro, porque sus biografías son cualquier cosa menos breves. La segunda, aún más extensa que la primera, pasaba de las trescientas cincuenta páginas. Al margen de eso, la segunda edición está más cuidada que la primera. La cubierta es de papel mate, con letras de color azul oscuro sobre fondo gris y, en el centro, una fotografía reciente de Lukás Stefanakos en una de sus intervenciones en el Parlamento. Seguramente la copiaron de alguna revista o periódico.
Esta vez, he tomado ciertas medidas. Me he asegurado de comprar la biografía a tiempo para leerla por la tarde, sin prisas y sin pasar la noche en vela. La visita al editor podía esperar. No me cabía la menor duda de que Logarás -fuera quien fuese- había seguido la misma táctica con el segundo editor, y que cualquier intento de localizarlo nos conduciría a la casa abandonada de la calle Niseas.
Se imponía la búsqueda urgente de una tercera biografía. Me merecía una paliza por no haberla emprendido inmediatamente después del suicidio de Favieros. Me confundió mi certeza de que Logarás era, en realidad, Favieros, y la biografía, una autobiografía. Ahora que había metido la pata, tenía que espabilar para evitar males mayores. Pedí a Kula que buscara un catálogo de las editoriales griegas. Tardó media hora en encontrar la publicación de la Asociación de Editores de Libros. Los telefoneó a todos, uno por uno, pero no dio con una tercera biografía. Esto, en parte, suponía un alivio, porque significaba que no existía una tercera víctima potencial, al menos de momento. Desde luego, podría llegar en cualquier instante a manos de un editor, de modo que les pedimos a todos que nos avisaran enseguida si recibían un manuscrito de Minás Logarás. No esperaba grandes resultados de todo esto. El que se oculta detrás del seudónimo de Minás Logarás no es tonto. Sin duda, ya había previsto que tras la aparición de la segunda biografía sumaríamos dos y dos, así que no se apresurará en enviar otra.
Son más de las cinco cuando me arrellano en el sillón y abro el libro, pero me interrumpe Adrianí:
– ¿Piensas leer la biografía de Stefanakos?
– Sí, y, como ves, empiezo temprano, para que no te quejes porque paso la noche en el sillón.
– ¿No te gustaría leerla en el parque? -pregunta con una sonrisa almibarada. En la siguiente frase, la melosidad se troca en nostalgia-: Hace tiempo que no vamos al parque, y hoy es un buen día, porque no hace tanto calor.
No es mala idea en absoluto. Por un lado, si voy, le daré una alegría. Por otro, si permanezco ocho horas apoltronado en el sillón, acabaré anquilosado. Caminar y tomar el aire me sentará bien.
No sé qué otros cambios se han operado en el parque, pero el gato no está en su sitio. A pesar de ello, respeto nuestro acuerdo tácito y me siento en mi banco de siempre. El parque está desierto, el sol se filtra entre el follaje, todo sigue tal y como lo dejamos excepto la temperatura, que ha subido y va acompañada de un alto nivel de humedad.
Adrianí mira alrededor y suelta un suspiro de placer.
– ¿Sabes? Lo echaba de menos. Era agradable venir aquí todas las tardes.
Intento retroceder en el tiempo y recordar si realmente era agradable. Estaba tan deprimido en aquella época, tan derrotado y abúlico, que no logro asociarla con sensaciones agradables. Aunque quizá lo fuese. Seguramente esos días transcurrieron con mucha serenidad, aunque la serenidad es sinónimo de aburrimiento para mí, porque no sé cómo matar el tiempo.
Opto por guardar silencio, lo que podría interpretarse como aquiescencia, y me zambullo en la lectura de la biografía de Lukás Stefanakos. Al cabo de unas cuantas páginas, tengo la impresión de que Minás Logarás escribió una única biografía y envió a las editoriales dos copias con títulos distintos. Favieros y Stefanakos procedían del mismo estrato social y siguieron trayectorias paralelas. Después de la primaria y el instituto, Favieros ingresó en la Politécnica, y Stefanakos en Derecho.
Voy por la mitad de la etapa estudiantil de Stefanakos cuando aparece el gato. Se detiene entre los dos bancos y me contempla, desconcertado. Luego abre la boca lentamente. Me imagino que expresará su enojo por el abandono al que lo he sometido, pero se limita a bostezar, como si mi sola presencia le provocara un tedio insoportable.
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