La mente de Anna iba a toda velocidad. Aquél era un elemento que no había previsto en su plan. Simplemente, se quedó mirando perpleja las líneas elegantes del barco como si mirara un arma cargada que apuntara en su dirección. Había bajado la guardia, y MacSwain lo notó.
– ¿Sara? ¿Pasa algo? Esperaba que te impresionaría…
La voz de MacSwain devolvió a Anna al instante a la tarea que tenía entre manos.
– Lo siento. Es que los barcos no son lo mío, precisamente.
– ¿Cómo? -MacSwain estaba escandalizado-. Eres de Hamburgo, ¿no? ¡Llevas el mar en la sangre! -MacSwain bajó por la pequeña escalera metálica, sujetando con cuidado la cesta con la mano que tenía libre. La dejó sobre la cubierta y extendió la mano para ayudar a Anna a bajar del muelle.
– No…, en serio, John… Tengo un problemilla con los barcos. Me mareo. Y me dan miedo…
MacSwain esbozó una gran sonrisa y sus ojos verdes brillaron bajo la luz tenue.
– No te pasará nada. Sube a ver qué tal. Ni siquiera lo pondré en marcha. Si no estás a gusto, iremos a cenar a la ciudad… Sólo pensé que sería bonito ver las luces de la ciudad desde el agua.
Anna tomó una decisión.
– De acuerdo. Pero si no estoy a gusto, vamos a otro sitio… ¿Trato hecho?
– Trato hecho…
En la furgoneta de mando, Paul miró a Maria muy serio y le dijo:
– Llama a Fabel.
Viernes, 20 de junio. 21:30 h
Speicherstadt (Hamburgo)
– Yo fui comandante de las fuerzas del Ministerio del Interior soviético. Del MVD Kondor. Los norteamericanos suministraron a las fuerzas rebeldes las armas más sofisticadas, y pronto la guerra en Afganistán se convirtió en el Vietnam de la Unión Soviética. Fue una época terrible. Había sido siempre una guerra muy violenta, pero cada vez volvían más chicos en bolsas de plástico. Y lo que era peor, muchos de ellos desaparecían sin dejar rastro. Era evidente que no estábamos ganando el conflicto, y las actitudes eran cada vez más inflexibles. -El eslavo sacó una cajetilla de tabaco con letras cirílicas del bolsillo de su abrigo y se lo ofreció primero a Fabel y luego a Mahmoot. Los dos dijeron que no con la cabeza. El hombre se encogió de hombros, sacó un cigarrillo sin filtro y se lo colocó entre los labios ligeramente carnosos. Sacó del bolsillo un pesado encendedor de cromo; Fabel vio que tenía una especie de emblema con un águila. Las hebras de tabaco crujieron cuando encendió el cigarrillo y dio una larga calada-. No me siento orgulloso de todo lo que pasó durante esa época oscura, Herr Fabel. Pero la guerra es la guerra. La guerra se alimenta, por desgracia, de represalias. En Afganistán, las represalias se volvieron cada vez más extremas. En ambos bandos.
El eslavo expulsó el humo soplando con fuerza antes de proseguir.
– Sólo la gran cantidad de misiles tierra-aire que los norteamericanos habían proporcionado a los rebeldes ya hacía prácticamente imposible obtener ayuda o provisiones por aire. Las unidades se quedaron aisladas. A menudo simplemente se las abandonaba, y tenían que buscarse una salida ellas solas o caer en manos de fanáticos enloquecidos. Una de estas unidades fue un Spetznaz de la policía de campo del MVD Kondor.
– ¿Comandada por Vitrenko?
El eslavo movió el cigarrillo en dirección a Fabel, lo cual provocó que una pequeña nube de ceniza gris cayera despacio al suelo.
– Exacto… -Hizo una pausa-. Creo que ahora debería contarle un par de cosas sobre las habilidades especiales del coronel Vitrenko. Mandar es un don. Mandar a hombres en una batalla es como ser su padre. Tienes que hacerles creer que su confianza en ti es total y absoluta; que sólo tú puedes guiarlos hasta la luz y la seguridad; que sólo tú puedes protegerlos. Y si no puedes protegerlos y les ha llegado la hora de morir, tienen que creer que ése era el único lugar donde podían morir…, que sobrevivir y vivir en otro lugar y otro tiempo sería una traición. Todo esto significa que las estrategias más importantes de quien tiene el mando son psicológicas, no militares. Vasyl Vitrenko es un hombre muy especial y una persona que manda a los hombres de un modo único. De niño, vieron que tenían una inteligencia especial, poderosa. Por desgracia, también vieron que ciertos rasgos de su personalidad eran potencialmente problemáticos. Nació en el seno de una familia de militares, y consideraron que estas singularidades de su carácter estarían mejor controladas si hacía una carrera militar.
Dio otra larga calada al cigarrillo.
– Destacó como soldado, y pronto se vio que tenía una habilidad muy especial para convertirse en un líder. Podía conseguir que la gente hiciera cosas de las que no se creían capaces…, cosas excepcionales. Lo que más incomodaba a las autoridades era su condición casi de ídolo. Propagaba una filosofía del «soldado eterno»…, los hombres que tenía a su mando se consideraban descendientes de una larga estirpe de guerreros que se remonta a hace dos mil años. -El eslavo se inclinó hacia delante y apoyó los codos en las rodillas. Una voluta de humo le acarició la pequeña barbilla y subió por la mejilla, y le hizo entrecerrar los ojos verdes al notar el escozor-. Su asesino tiene una misión noble, ¿verdad? ¿Se considera un guerrero vikingo que devuelve a su pueblo a la verdadera fe nórdica?
Fabel sintió una presión en el pecho al oír una repetición casi perfecta de la descripción que le había dado Dorn.
– Sí…, pero ¿cómo…?
El eslavo lo interrumpió.
– Y usted, por lo tanto, está buscando a un alemán o a un escandinavo.
– Bueno, sí…
– Me decepciona, Herr Fabel. Usted estudió historia medieval, ¿verdad?
Fabel asintió con frialdad.
– ¿Qué intenta decirme?
– Pues que pensaba que habría enfocado el tema desde una perspectiva más amplia…, tanto geográfica como históricamente.
La observación era cierta y a Fabel le sentó como una patada.
– Mierda… -Los ojos de Fabel se movían con rapidez mientras procesaba la información que iba extrayendo de un almacén profundo-. La Rus de Kiev…
– Eso es, Herr Fabel. La Rus de Kiev. Los fundadores de Kiev y Novgorod que dieron su nombre a Rusia. Pero no eran eslavos.
Ante aquella revelación, Fabel notó el mismo estremecimiento que en el despacho de Dorn. Ahí estaba. El enlace final. La conexión entre el elemento ucraniano y el resto del rompecabezas.
– No… -dijo Fabel-. No lo eran. Eran suecos. Vikingos suecos.
– Exacto. Remontaron el Volga y establecieron sus puestos y ciudades comerciales en puntos estratégicos a lo largo del río. Eran guerreros. Y Vitrenko halló en este origen la inspiración necesaria para su filosofía casi religiosa de cómo tenía que ser un soldado. Inculcó a sus subordinados la creencia de que eran los herederos de un código guerrero que se remontaba a los orígenes vikingos de la Rus de Kiev. Les hizo creer que aquello por lo que luchaban no importaba lo más mínimo; que lo que realmente importaba era la lucha en sí misma, la camaradería en la batalla y las pruebas de coraje individual y colectivo…, nada más. Podían formar parte de las tropas soviéticas, ser mercenarios, o incluso luchar por Occidente… Vitrenko los invistió con la creencia que sólo el acto de la guerra en sí mismo era la única verdad inalienable e indisoluble. Y creo que disfrazó esta filosofía con códigos semimíticos de los vikingos. En sus hombres, el resultado fue algo que estaba más allá de cualquier definición de lealtad… Eran una dedicación y una devoción totales. Vitrenko tenía, y sigue teniendo, la capacidad de convencer a la gente para que cometa los actos más atroces. Incluso para que sacrifiquen su vida sin pensarlo. -El eslavo bajó la vista al suelo antes de tirar la ceniza distraídamente. Luego, miró a Fabel a los ojos del modo más sincero e inflexible que recordaba haber visto jamás-. Tengo la impresión de que mis palabras son insuficientes para describir el poder descarnado, absoluto, que Vitrenko puede ejercer sobre los demás… o para describir el horror de los actos de los que es capaz. -Era como si el eslavo se hubiera quedado sin fuerzas; como si hubiera agotado las últimas reservas de energía que almacenaba en sus hombros robustos.
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