Moriarty estaba mostrándose vulgar pese a toda su sutileza, y estaba irritado pese a todo su autodominio.
La opinión de Holmes no perturbó al profesor.
– ¿Qué posibilidad hay de generar «palabras» en este universo de letras en que estamos? Cojamos la palabra AND y sus permutaciones:
NAD AND ADN DAN DNA NDA ERH ORB HER KUH RUE ROB
»Éste es el despliegue con más sentido que he conseguido… y para ello he tenido que bucear en el chino y el alemán, con un añadido del francés. Pero, a medida que seguimos avanzando y enriquecemos nuestro habla, más y más huecos aparecen en él No debemos elaborar en exceso la argumentación, y en este fenómeno de la regla deslizante podemos ver la forma en que funciona nuestro universo, nuestras conexiones fortuitas, nuestras constelaciones accidentales, y ahora nuestras conexiones conscientes. Unas criaturas pensantes de otro mundo descubrirían otras relaciones con sentido, encontrarían otros azares. Al principio fue el verbo, la palabra (de hecho podemos decir que todo empezó cuando se pronunció la primera palabra), o sea, crear sentido del ruido, el que naciera vida de la no-vida.
Holmes sólo prestaba atención a medias. Debía fijar este momento, este lugar. Que coceó al perro. Convocó una criatura fosforescente y negra como el carbón, mitad sabueso, mitad mastín, sentada con una oreja curiosamente levantada hacia un gramófono.
Mentalmente sordo a Moriarty, Holmes encontró con su regla los variados ingredientes que componían la pintada de la base del monumento dedicado al Gran Fuego.
MAE HEAR: RUM TERRA COIN. GO COD POE UP. MAX FERO.
Al final, el azaroso mensaje decía:
GUY dawn TO GREENWICH WE SET FEU TO THE BANK. [Guy al alba de Greenwich prenderemos fuego al banco.]
La mente de Holmes se quedó helada. En el mundo real debían ser casi las dos de la mañana del día de Guy Fawkes.
– «Recordar por favor el cinco de noviembre,
día de la traición y la conspiración de la pólvora;
no conozco razón alguna,
por la que aquella conspiración
debería llegar a olvidarse.»
A las dos de la madrugada del 5 de noviembre, el papismo, en la forma de Guy Fawkes, se dispuso a prender fuego a 36 barriles de pólvora metidos a escondidas en la bodega del Parlamento para matar a Jaime I y todos los miembros del parlamento, pero le cogieron a tiempo.
Moriarty planeaba hacer estallar el Banco de Inglaterra en el aniversario de aquel loco. ¿Cuánto dinero esperarían obtener sus cómplices en las humeantes ruinas y llevarse luego en la confusión reinante? Sería mucho más fácil y sencillo, y más provechoso, llevar algo al banco en vez de llevarse los billetes o el oro. Moriarty no debía pensar en llevarse algo sino en dejar algo. No quería ratear letras de cambio sino introducirlas subrepticiamente. Mezclar registros falsos de cuentas entre los restos de archivos y documentos chamuscados, para que pudieran rescatarse con los demás y ser luego satisfechos cuando Moriarty y los suyos se presentasen a cobrar.
Fija esta solución. Que preocupaba al gato. Holmes deseaba convocar a un gato único. Notó por primera vez, con cierta alarma, toda la fuerza del intelecto de Moriarty trabajando contra él. La imagen se desvaneció en cuanto Holmes la formó. Lo único que Holmes consiguió conjurar, logrando que se quedara en su sitio, fue la sonrisa del gato de Cheshire. Luchó para reforzarlo con asociaciones. La sonrisa Cheshire del tiempo. La gravedad es leve para el gatillo conforma aérea. «Gatillo» percutor de un arma… La sonrisa acabó siendo tanto la de Moriarty como la del gato, pero tendría que valer.
Holmes retrocedió hasta que ordeñó a la vaca con el cuerno doblado y volvió a estar ante la puerta rota del estudio. No prestó atención a las señales que veía agitarse por el rabillo del ojo.
Volvió a entrar en la habitación y fue hasta la puerta cerrada de la pared del fondo. Antes de cruzar la puerta, desenrolló el ovillo. Que mató al ratón. Holmes convocó a la rata gigante de Sumatra. Hasta Moriarty se abstuvo de interferir en esta terrible imagen.
Entró en un pasillo que le ofreció dos puertas más. Un letrero con flecha que apuntaba a la puerta más cercana decía: A LA SALIDA. Holmes sonrió sagazmente para sí. Los primos americanos sabían que no existía un animal semejante. Eran como el Robin Hood de Bamum. Se dirigió a la puerta más lejana. El pomo cedió, pero antes de entregarse del todo a esa opción, volvió a desenrollar la madeja. Que se comió la cebada.
La puerta daba a una alacena vacía. Pero, debía ser el sitio indicado. Aquí había habido cebada. La rata gigante de Sumatra, o alguna otra rata, había hecho un agujero en el saco de cebada. Un ladrón se había llevado el saco, dejando tras sí un rastro de cebada derramada, semejante al rastro de pólvora de Guy Fawkes. El rastro llevaba a una ventana abierta. Holmes se asomó por ella y vio el rastro de cebada alejándose.
Subió a la ventana y siguió los granos en parte germinados y en parte secos por una calle empedrada hasta una puerta flanqueada por rosales. Una mirada a través del cristal de la puerta le mostró el interior de un pub. Esta debía ser su marca final.
Que estaba en la casa que Jack construyó. Holmes convocó un cartel de pub donde se veía una botella inclinada de licor de malta con cara y extremidades. Sir John Barleycorn. Holmes estampó letras en el cartel.
ALEGRÍA
SALUD
El pub en sí no era más que una imitación, un mero decorado, como el de la taberna cerca de Newgate que salía en la Ópera del Mendigo de John Gay (¿no había interpretado Irene el papel de Polly Peachum?), y parecía vacío y a oscuras. Llamó, pero no acudió nadie a abrir la puerta. Gritó, pero nadie le respondió. Estaba buscando la llave en los aleros o en la tierra entre los rosales cuando alguien le habló.
– Hola, señor Holmes.
Había oído antes esa voz.
DEJAVU
JED
UVA
Aunque no podía verla en persona, podía verla como era de verdad. Irene Atila Su mente entró en contacto con la de ella. Fueron una.
Sabían que no tenían mucho tiempo. Holmes debía encontrar el camino de vuelta para impedir que hicieran explotar el Banco. Se separaron de momento.
Esta es la casa que Jack construyó.
Esta es la cebada que había en la casa que Jack construyó.
Éste es la ratón que se comió la cebada que había en la casa que Jack construyó.
Éste es el gato que mató al ratón que se comió la cebada que había en la casa que Jack construyó.
Éste es el perro que preocupaba al gato que mató al ratón que se comió la cebada que había en la casa que Jack construyó.
Ésta es la vaca del cuerno doblado que coceó al perro que preocupaba al gato que mató al ratón que se comió la cebada que había en la casa que Jack construyó.
Ésta es la doncella en afligido estado que ordeñó a la vaca del cuerno doblado que coceó al perro que preocupaba al gato que mató al ratón que se comió la cebada que había en la casa que Jack construyó.
Éste es el hombre harapiento y destrozado que besó a la doncella en afligido estado que ordeñó a la vaca del cuerno doblado que coceó al perro que preocupaba al gato que mató al ratón que se comió la cebada que había en la casa que Jack construyó.
Éste es el sacerdote afeitado y tonsurado que casó al hombre harapiento y destrozado que besó a la doncella en afligido estado que ordeñó a la vaca del cuerno doblado que coceó al perro que preocupaba al gato que mató al ratón que se comió la cebada que había en la casa que Jack construyó.
Éste es el…
El hilo se había roto.
El gallo que cantó cuando hubo alboreado no aparecía. El mundo era blancura bajo un cielo blanco. Ante él sólo pasó una cosa: un zorro rojo con grasa y plumas oscuras en la barbilla. A continuación, se desvaneció en la blancura con una sonrisa de Moriarty.
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