Peter Lovesey - Sidra Sangrienta

Здесь есть возможность читать онлайн «Peter Lovesey - Sidra Sangrienta» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Sidra Sangrienta: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Sidra Sangrienta»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

`Sidra sangrienta` es la historia de un crimen «con solera». Duke Donovan, un militar norteamericano de servicio en el Reino Unido, fue ahorcado en 1945 acusado de asesinato. Él y otro soldado ayudaron en la cosecha de manzanas en una granja, en la que se produjeron algunos disturbios. El descubrimiento de un cráneo humano en un barril de sidra condujo a la detención y condena de Duke. Un niño refugiado, Theo, fue el principal testigo en el juicio. Años después, en 1964, Theo está realizando un lectorado en una universidad y una muchacha norteamericana, Alice, que se presenta como la hija de Duke Donovan le convence para regresar al lugar de los hechos y tratar de demostrar la inocencia de su padre…

Sidra Sangrienta — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Sidra Sangrienta», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Volví a gritar su nombre y corrí tras ella. Vi que Digby abría ya la puerta del coche. ¿Acaso no le encantaría al News on Sunday tener una fotografía del arma homicida?

Alice había empezado a andar nuevamente sin dignarse siquiera a darse la vuelta. Estaba junto a la puerta de entrada y la tentaba como buscando el pestillo, que estaba colocado a nivel muy bajo. El peso de la mochila le impedía localizarlo.

Recorrí el tramo que me separaba de ella en seis pasos y, blandiendo el bastón como un palo de esquí, me puse a su lado y, con la mano libre, la agarré por el brazo.

Sin aliento, le grité:

– Devuélvemelo. No tienes ningún derecho a llevártelo.

La chica se volvió y me miró fríamente.

– ¿Quién eres tú para hablar de derechos? Para empezar, no te pertenece.

– Te he regalado la talla. ¿No te basta? -dije.

– Esto es más -dijo Alice-. ¿De qué tienes miedo, Theo?

No contesté. Digby había bajado del Anglia y avanzaba hacia nosotros.

– ¿Qué pasa? -preguntó-. ¿Hace falta un árbitro?

– Esto a usted no le importa -le advertí y, acto seguido, dirigiéndome a Alice, dije con firmeza-. ¿Quieres volver a entrar, por favor?

– ¿Qué ha hecho la señorita? -preguntó Digby-. ¿Es que se va con la plata de la familia?

– ¡Cállese ya, desgraciado!

Alice me estaba mirando con aire reflexivo.

– ¿Quieres que hagamos un trato? -me preguntó.

Ya estaba casi a punto de volver a insultar a Digby con palabras equivalentes cuando lo pensé mejor. Ella había sido más lista que yo. Si le pasaba la pistola a Digby, el artículo que aparecería la semana próxima en el periódico se titularía: Un niño guarda veinte años el secreto de un asesinato. Ella tenía todos los triunfos. Estaba predestinado a aceptar su ofrecimiento.

Asentí con la cabeza y, también con la cabeza, le indiqué la casa. Dejamos a Digby, de pie junto a la puerta de entrada, con la boca abierta.

Ya dentro, Alice descargó sus espaldas del peso de la mochila. Yo me adelanté para reclamarle el arma, pero ella, con un gesto, me obligó a hacerme atrás:

– No te acerques, Theo. Tengo refuerzos ahí fuera.

– ¿Qué trato quieres hacer?

– Quiero que me lleves a Somerset y que me muestres la granja donde ocurrió todo.

Fruncí el ceño con aire incrédulo:

– ¿Por qué?

– Supongo que ahora ya me conoces. Quiero saber qué ocurrió exactamente en aquel sitio.

– Anoche te lo conté todo.

Pero ella movió negativamente la cabeza.

– Theo, no me gustaría que me consideraras desagradecida, pero me resulta difícil admitir esa historia. De todos modos, no tengo nada personal contra ti.

– ¿Y por qué te niegas a creer lo que te he contado?

– Hablemos del arma, por ejemplo, -dijo ella con un suspiro-. Has dicho que la encontraste en el granero.

– Exacto.

– Lo que quiere decir que el asesino la dejó allí después de cometer el asesinato, ¿no es así? De haber sido mi padre, ¿cómo iba a hacer una cosa tan estúpida como ésta? ¿Para que se enterara todo el mundo? Tenía que saber por fuerza que un arma americana automática constituía una prueba vital. ¿No se la habría llevado y se habría deshecho de ella en cualquier otro sitio?

Moví negativamente la cabeza.

– Tenía miedo de que los demás la vieran. Pensaba volver más tarde, ¿comprendes? Tenía que hacer desaparecer el cuerpo y limpiar la sangre. Así que, de momento, hizo desaparecer el arma; la escondió entre dos balas de heno.

Alice hizo chasquear la lengua con aire incrédulo.

– Esto no me lo trago… pero dejemos el arma. Después no la fue a buscar, ¿verdad?

– Porque yo me adelanté.

– Y tú la guardaste en secreto. Esto también tengo que tragármelo, ¿verdad?

– ¡Gracias! -le dije con ironía.

Alice me contempló con aquella mirada penetrante que le era tan propia.

– Theo, ¿no se te ocurrió nunca pensar que, en realidad, no protegías a mi padre manteniendo la pistola escondida?

Volví a fruncir el entrecejo.

– Si la hubieras entregado -prosiguió-, habrían hecho las preguntas que yo acabo de hacer. Tal como estaban las cosas, dieron por sentado que se había deshecho del arma, como cuadraba al encallecido asesino en que ellos lo habían convertido.

Dentro de mi cabeza resonaban los latidos de mi corazón, que habían empezado a martillearla.

– Una idea inquietante, ¿verdad?

– Ésta es otra manera de enfocar la situación -respondí con voz hueca-. No se me ocurrió entonces.

– Porque tú, como todos los demás, dabas por sentado que mi padre era culpable.

– Lo era.

Ella se limitó a mirarme sin añadir palabra.

Me había pedido algo: un viaje quijotesco a Somerset para demostrar la inocencia de su padre. Habría tenido que descubrirlo en sus ojos la primera vez que mentó a su padre. En mi opinión, era un error, algo que causaría en los dos un innecesario pesar, pero me sentía acorralado. Sabía que no podría hacerla desistir de su propósito. Lo mejor que podía hacer, dadas las circunstancias, era prever unas cuantas garantías en aquel contrato.

– Si accedo, que sea entre tú y yo -la previne-, es decir, un viaje privado, sin periodistas, ¿entendido?

– A Digby lo despacho en un santiamén -dijo ella con un gesto.

– Ni fotografías, ni nada que se le parezca.

– De acuerdo.

– Vamos ahora y volvemos esta noche. Podemos hacer el viaje en menos de dos horas.

– Perfecto.

– Y cualquiera que sea el resultado, yo quedo al margen después del viaje.

– Me parece muy bien.

Y me tendió la mano.

– ¿Es un contrato? -dijo.

– Así que me devuelvas la pistola -dije.

Y con una sonrisa suave, añadió:

– Yo no la tengo, Theo. Está en la caja del archivador donde la he encontrado esta mañana. La he dejado en su sitio al ir a recoger la mochila.

10

Estábamos en la A4, camino de Somerset.

– ¿Qué? ¿Sorprendido?

Seguro que usted me habrá catalogado como un oportunista redomado, así es que no voy a echarle las culpas por figurarse que no cumplí el trato después de que Alice me tomara el pelo con la cuestión de la pistola. Pero no fue así.

Y me gustaría que me prestara un poco de crédito porque, después de todo, soy un hombre íntegro. La hija de Duke me había pedido que le mostrara el lugar donde había ocurrido la tragedia y yo era una persona excepcionalmente dotada para actuar como guía. Aquel acto vendría a ser un pequeño reembolso de la deuda de gratitud que tenía contraída con Duke.

Me encantaría que usted creyera todo lo que le digo, pero sé que es lo bastante agudo para ver que la chica me tenía bien agarrado mientras Digby Watmore seguía a la espera. ¿Quién estaría dispuesto a ser objeto de un artículo en News on Sunday ?

En consecuencia, preferí quedarme discretamente a la sombra mientras ella salía y hablaba con el periodista. No sé qué debió de decirle, pero no tardó más de diez minutos. El fotógrafo también se apeó del coche para decir la suya y la verdad es que tenía aire de no estar nada contento. Sin embargo, al final Alice logró convencerlos. Sin dejar de mover la cabeza con aire contrariado, los dos hombres volvieron a meterse en el coche y desaparecieron.

Al entrar, me dio la tarjeta de Digby y su encargo de que no dejase de avisarle en caso de que cambiara de opinión y accediera a que me sacasen una fotografía. Dijo también que había prometido no perder contacto conmigo, indirecta que yo no dejé de tener en cuenta. No había forma de eludir la excursión a Somerset.

Insistí en que la mochila viajara con nosotros, por si Alice se decidía a quedarse unos cuantos días en Somerset. Era un sueño de chica, con cualidades excelentes para la cama, pero yo no tenía el más mínimo deseo de repetir la experiencia con ella. Para mi tranquilidad de espíritu, había decidido volver a conectar con Val que, aunque en la cama era como una manta más, por lo menos no me había hablado nunca de su padre.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Sidra Sangrienta»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Sidra Sangrienta» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Peter Lovesey - Abracadaver
Peter Lovesey
Peter Lovesey - Waxwork
Peter Lovesey
Peter Lovesey - A Case of Spirits
Peter Lovesey
Peter Lovesey - The Tick of Death
Peter Lovesey
Peter Lovesey - Rough Cider
Peter Lovesey
Peter Lovesey - Cop to Corpse
Peter Lovesey
Peter Lovesey - Wobble to Death
Peter Lovesey
Peter Lovesey - The House Sitter
Peter Lovesey
Peter Lovesey - Upon A Dark Night
Peter Lovesey
Peter Lovesey - The Summons
Peter Lovesey
Отзывы о книге «Sidra Sangrienta»

Обсуждение, отзывы о книге «Sidra Sangrienta» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x