Ella bebió de él como hacia todo lo demás: con intrépida fuerza y feroz convención. Sin ninguna ansiedad cercana en sus ojos verdes – claros, ni la incertidumbre en su firme agarre de su brazo. Y cada tirón de su boca en su vena abierta, cada conveniente, barrida succionada de su lengua a través de su piel, forzándolo aun más que cualquier cosa que alguna vez haya sentido antes.
De todas las cosas que ella puso en su mente, Renata era una fuerza a tener en cuenta. Ella era diferente de cualquier mujer que Niko hubiera conocido – en muchos sentidos, tanto una guerrera como cualquier macho de Raza que habían servido junto a él en la Orden. Ella tenía el corazón de un guerrero y el honor de un guerrero, y una determinación inquebrantable que exigía su total respeto. Renata habia salvado su vida, y por eso el le debía. Pero infierno santo… lo que estaba pasando entre ellos aquí no tenía nada que ver con el deber u obligación.
El estaba empezando a preocuparse por ella – más de lo que cómodamente quería admitir, incluso a sí mismo.
El la quería también. Cristo, era totalmente cierto, su necesidad se hizo aun peor por la erótica succión de su boca mientras permanecía en su vena, su esbelto cuerpo ondulándose en reacción ardiente a su sangre de otro mundo, alimentando sus células inexpertas.
Renata gimió, un ronroneo profundo de excitación mientras ella se movía más cerca hacia él en el colchón, cada movimiento de roce de su cuerpo aflojaba la toalla que la cubría. Ella no parecía notarlo, o preocuparse en absoluto por que la mirada ámbar de Nikolai estaba viajando detalladamente por la casi desnudez suya. Su herida de hombro se veía mucho mejor ya. La hinchazón y el enrojecimiento se desvanecían, y el color demasiado – pálido del resto de su piel parecía más saludable por minuto. Renata estaba cada vez más fuerte, más vibrante y exigente, una fiebre siendo sustituida por otra.
Probablemente el debería haberle dicho que aparte de su nutrición y propiedades curativas, la sangre de Raza era también un potente afrodisiaco. Supuso que podría manejar cualquier cosa que pudiera pasar, pero maldición… nada podría haberlo preparado para la respuesta ardiente de Renata.
Avanzando lentamente contra el ahora, todavía succionando de él, se acerco con una mano y libero su puño apretado en la enredada sabana. Dirigió sus dedos bajo los pliegues de la toalla de baño hacia sus pechos. El no podía resistirse a pasar la yema de sus dedos sobre uno de los firmes pezones, y luego el otro. Su respiración se acéreselo mientras el acariciaba su calurosa, y tierna piel, la fuerte vibración del latido de su corazón contra su mano mientas impacientemente ella lo dirigía a bajar… sobre el suave y llano de su abdomen a la sedosa coyuntura de sus muslos.
Ella estaba mojada y caliente, la hendidura de su sexo como el satín caliente, y mojado mientras el deslizaba un dedo a lo largo de su centro. Ella apretó sus piernas a su alrededor, manteniéndolo allí como si él tuviera algún pensamiento del todo para salir. Tomo otra succión de su muñeca, el tirón tan profundo que él lo sintió todo el camino hasta sus pelotas. Apretando sus ojos hasta cerrarlos, dejo caer su cabeza hacia atrás y silbo un lento y mudo gemido, los tendones en su cuello se tensaron como cables. Su polla estaba solida como una – roca y aclamando completa atención entre sus piernas. Otro minuto de este tormento y el iba a correrse allí mismo en sus pantalones deportivos prestados.
“Ah, carajo!” gruño él, alejando su mano de la dulce tentación de su excitado cuerpo. Lentamente bajo su barbilla para mirarla. Cuando sus parpados se levantaron, el calor de sus iris transformados bañaba a Renata en un ardiente – resplandor brillante. Estaba gloriosamente desnuda, sentada delante de él como una oscura diosa, sus labios sujetos a su muñeca, sus ojos claros oscureciéndose mientras ella lo miraba fijamente, sin vergüenza.
“No más,” murmuro él, su voz ronca, las palabras espesas por la presencia de sus colmillos. Le faltaba la respiración, cada terminación nerviosa electrizada. “Tenemos que parar… Jesucist… Será mejor que paremos ahora.”
Ella gimió en señal de protesta, pero muy suavemente, Nikolai retiro su muñeca del agarre y del sustento de Renata y llevo sus dos pinchazos a sus labios. Una pasada de su lengua por las heridas y las selló.
Con los ojos ensimismados y hambrientos, ella lo vio lamer el lugar donde su boca habia estado, su propia lengua salió precipitadamente para lamer sus labios. “Que me está pasando?” pregunto ella, pasando las manos sobre sus pechos, su columna vertebral estirándose y arqueándose con gracia felina. “Que me… Hiciste? Dios mío…me estoy quemando.”
“Es el vinculo de sangre,” dijo él, apenas capaz de formar una oración completa para la manera en que sus sentidos estaban palpitando por la conciencia – y la necesidad – de esta mujer. “Debería haberte advertido… lo siento.”
El comenzó alejarse pero ella agarro su mano y la sostuvo. Dándole una sacudida casi imperceptible a su cabeza. Su pecho subió y bajo con cada bombeo de sus pulmones, y los pesados – parpados que ella fijo en el parecían cualquier cosa menos ofendidos. Sabiendo que no debería tomar ventaja de la situación, Nikolai se acerco y acaricio el rosado sonrojo que lleno su mejilla.
Renata gimió mientras su toque se prolongo, girando su cabeza en la palma de su mano. “Es…Es siempre así cuando dejas a una mujer beber de ti?”
El sacudió su cabeza. “No lo sé. Eres la primera.”
Ella lo miro fijamente, con el pequeño ceño fruncido en la frente. Podía ver el registro de sorpresa detrás de la lujuria de sangre – inducida que lleno su mirada. Un silencioso lamento se deslizo de sus labios y luego ella estaba moviéndose hacia el sin ninguna vacilación, sus manos llegaron para enmarcar su cara.
Lo beso, largo, fuerte y profundamente.
“Tócame, Nikolai,” murmuro contra su boca.
Era tanto una exigencia como una urgente presión de sus labios contra los suyos, su lengua paso presionando sus dientes. Niko pasó sus manos por su piel desnuda, encontrando su beso de empujón en empujón, su cuerpo tan hambriento como el de ella lo estaba, y el no podría culpar su feroz necesidad en respuesta natural de la unión de sangre. Su hambre por Renata era completamente algo más, aunque justamente consumidor.
Avariciosamente, el llego de nuevo al refugio de su sexo. Esta vez, no podía limitarse a tocarla, no cuando su olor estaba embriagándolo tanto como la febril seda de su centro estaba volviéndolo loco. Le acaricio sus mojados pliegues, penetrándolos con sus dedos y separando su abertura para él como una flor. Ella se arqueo al encontrarlo mientras él la penetro con su primer dedo, luego otro. Llenándola, deleitándose en la firme presión de su cuerpo, los sutiles movimientos ondeantes de sus músculos internos mientras él la acariciaba y la llevaba hacia el clímax.
Estaba tan absorto en su placer que apenas noto que sus manos estaba moviéndose hasta que sintió que ella tiraba del cordón de sus pantalones. El siseó cuando ella se deslizo debajo del cinturón y encontró su rígida polla. Palmeo la cabeza de él, recorriendo sus dedos con la gota húmeda de fluido, y luego torturándolo con un movimiento lento y constante de su mano a lo largo de su eje.
“Me deseas también,” dijo ella, no era exactamente una pregunta cuando la respuesta esta desbordándose de su mano.
“Oh, sí,” Niko respondió de todos modos. “Al demonio que si… te deseo, Renata.”
Ella sonrió hambrientamente y lo empojo de espaldas sobre la cama. Saco lentamente sus pantalones deslizándolos de sus caderas, pero solo lo hicieron hasta llegar a sus rodillas. Con su gruesa erección sobresaliendo como un orgulloso soldado, Nikolai miro cautivado como Renata se subió encima y lo monto. Sabía muy bien que no esperaba cualquier momento de timidez o vacilación. Era intrépida e imparable, y él nunca habia sido más feliz en su vida. Sus ojos se posaron fijamente sobre los suyos, Renata descendió por su polla en un largo, y lento desliz.
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