– Me molesta -confesó Jack-. Lo manejo.
– ¿Y si no puedes? ¿Qué le haría esto a tu relación con Briony? ¿Cómo piensas que se sentiría cada vez que un hombre le sonriera y te enfadaras al instante?
– Tendría el sentido común de guardármelo para mí. Confío en ella. Todavía no conoces a esta mujer, Ken. No te ama; no la amas ¿Por qué esperas ser capaz de tratar con algo como los celos cuando aún no has construido una relación con ella? Si confiaras en ella y la amaras, sería diferente.
Ken negó con la cabeza.
– Logan está aquí. Ve a mantenerlos lejos de ella. Tenemos que deshacernos de su ropa y pensar que cualquiera de los demás viéndola desnuda es suficiente para provocarme, ya será bastante difícil el tiempo con el doctor.
Por primera vez, la expresión de Jack fue suspicaz, como si con esto pudiera caer en que Ken decía una verdad absoluta, que su naturaleza posesiva y dominante podría ser demasiado difícil de controlar, como él temía.
– Lo manejaremos -dijo Jack-. Lo haremos del modo que siempre lo hacemos. -Le indicó la camilla-. Vamos a salir de aquí.
Ken se levantó al final, pero vaciló.
– Si hubieras caminado hacia el patio trasero primero y hubieras visto a mamá muerta y él con aquella sonrisa, cubierto con su sangre, ¿hubieras ido a por él o habrías sido sensato y lo hubieras dejado?
Jack suspiró.
– Fue hace tiempo, Ken. Vi como te golpeaba, te rompió los brazos y fui a por él. No sé lo que hubiera hecho si lo hubiera encontrado con mamá. Probablemente lo que hiciste. Soy de los que disparan primero y pregunta después, ¿recuerdas? Tú eres el que impide que me molesten, manteniéndolos a salvo. No eres nuestro padre, Ken y nunca me vas a convencer de que eres como era él.
Logan Maxell, el líder del equipo de los Caminantes Fantasmas SEAL, montaba guardia y Neil Campbell conducía. Logan abrió las puertas y retrocedió para permitir que los Norton guiaran la camilla dentro del Expedition. Ken y Jack subieron al lado de Mari. Ken remetió la sábana con cuidado a su alrededor de modo que no enseñara nada de piel.
Alargó la mano en busca del botiquín al lado de los pies de Jack.
– Voy a darle otro analgésico mientras está así. Las drogas no le duran mucho, pero la aliviará durante el paseo. Probablemente intentaría apartarme si la inyectara mientras está consciente.
– ¿Te ha hecho pasar un mal rato? -preguntó Logan-. Se ve pequeña desde este lado. Pensé que entre los dos podríais manejarlo, sin ninguna preocupación, papi está aquí ahora. -Le sonrió abiertamente a Ken estudiando evitar mirar a Jack.
Ken siempre había encontrado divertido lo que Jack le hacía a todo el mundo, incluso a sus compañeros Caminantes Fantasmas, los ponía nerviosos y Ken era al que consideraban amigable. Había cultivado la imagen con cuidado, escondiendo lo que era tras una preparada sonrisa y una broma. Esto relajaba de alguna manera la personalidad más mordaz de Jack y no dejaba entrar los principios rigurosos que Ken sabía se volverían mortales en el momento en que alguien amenazara a Jack. Mientras había mucha gente que estaba asustada de Jack, no era de Jack al que debían haber temido más. Jack tenía un gran control y disciplina, pero Ken nunca vacilaría en destruir a cualquiera que amenazara a Jack. Lo haría rápido, brutal y sin remordimientos y con ese conocimiento en su interior mantenía la sonrisa firmemente en el lugar y esperaba la llegada de las bromas porque pasara lo que pasara, Jack estaba tras él, como lo había estado durante tantos años antes.
Jack siempre pensó que, después de descubrir a sus padres, las lágrimas de Ken habían sido tanto por la pena como por el dolor de los brazos rotos, pero la pena había sido por su madre y el terrible conocimiento de que había puesto a su gemelo en la posición de necesidad de matar a su padre. Años más tarde, cuando había sido torturado por los hombres de Ekabela, Ken sabía que Jack iría a por él. Muerto o vivo, Jack iría y Ken decidió mantenerse vivo para esperar a que Jack sin ayuda tratara de aniquilar a los rebeldes en el Congo. Ken siempre se había sentido responsable de su hermano. Conocía la personalidad de Jack, los demonios que lo dirigían y siempre se sentiría responsable de sacar lo peor de su hermano.
Después de inyectarle a Mari el analgésico, pasó una mano por su cara. La habían despojado de su ropa y de su dignidad. ¿Cómo podría perdonarles esto? Sabía lo que era que te desnudaran, el miedo que acompañaba la vulnerabilidad completa que sentía un preso. Enredó los dedos en su pelo, acariciando los mechones bajo la capa de oscuridad. Tenía que tocarla, tenía que estar cerca de ella y era muy peligroso para ambos. Había trabajado toda la vida para refrenar al monstruo y en un breve momento, ella lo había sacado a la vida rugiendo, todo uñas y dientes, barriendo su intestino y su mente.
Sabía el momento en que había inhalado su olor, llevándolo profundamente hacia sus pulmones, que Whitney la había emparejado con él. La cólera había sido su primera reacción, cólera que fácilmente habría podido producir una víctima, pero entonces, cuando Jack se había acercado a ella, sintió el afilado cuchillo de los celos, tan desagradable y peligroso como los que su padre manifestaba. Había sido una reacción cruel, anudando su intestino, tajante oscuridad, arremolinando la niebla en su mente hasta que pudo probar en la boca la violenta necesidad que había estado cerca de abrumarlo. Y luego sintió miedo, más miedo que cuando los hombres de Ekabela lo desnudaron completamente, lo extendieron y comenzaron su lento y meticuloso trabajo sobre su cuerpo.
Se le secó la boca solo de pensar en como había querido cerrar los dedos alrededor del cuello de Jack para mantenerlo apartado de Mari mientras ella había mirado su cara, su perfecta cara. Ken se pasó una mano por la mascara, sintiendo las crestas y la piel brillante, al borde de su labio. Era gracioso que nunca antes lo hubiera preocupado. Había tenido punzadas, por supuesto, pero en su mayor parte aceptaba todo lo que le habían hecho a su cuerpo en su vida. Era un hecho y estaba de acuerdo con ello. Además, su cara no era nada comparado con el daño que le habían hecho a su polla. Cerró los ojos brevemente, recordando como ellos cortaban más y más cerca y la bilis y el miedo se levantaban, el momento aterrador cuando estuvieron finalmente allí e hicieron aquel primer corte que le desgarró el intestino.
– Ken -dijo Jack en voz baja-. ¿Estás bien?
Ken se limpió las gotas de sudor de la frente. Jack estaba demasiado bien sintonizado con él para que le escondiera cualquier reacción emocional fuerte. Jack voluntariamente no perdería a su gemelo, pero esto solo era un asunto temporal antes de que Jack fuera obligado a aceptar la verdad y que podría poner en peligro la vida de Mari y el bienestar de Briony.
Ken tendió una mano. Tan estable como una roca.
– Estoy bien. Solo estoy tratando de entender lo que vamos a hacer sobre esta situación.
– Lily dice que se levantará para esperarla. La esposa de Gator, trabaja en el pirateo de los ordenadores de Whitney -les informó Logan-. Es muy experta y no deja ningún rastro, con la esperanza de que Whitney no se de cuenta de que es capaz de tener acceso a sus archivos. Hasta ahora, Lily no tiene ningún dato real sobre Mari. Nadie realmente recuerda mucho sobre ella antes de que se las llevaran a ella y a Briony.
Ken sabía que Gator estaba fuera del equipo original de los Caminantes Fantasmas. Los dos equipos se habían aproximado después de que Nico y su esposa Dahlia, ambos miembros del equipo original, hubiesen rescatado a Jesse Calhoun, un miembro del equipo de los Seal Caminantes Fantasmas, robando su cuerpo lleno de balas directamente fuera de la protección de sus captores. Habían combinado sus recursos y habían echado mano a la confianza del uno en el otro mas que en la cadena de mando.
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