Las burbujas diminutas de metano formaron espuma y agitaron el agua que rodeaba el barco en el momento en que Gratsos dejó de alimentar la corriente oculta. El yate se tambaleó, se estremeció y cayó a plomo bruscamente como si estuviera en medio de un agujero, hundiéndose en una larga caída. No hubo tiempo de hacer nada, la tripulación se sumergió en el océano alrededor de él y se hundió también a pesar de patear con fuerza. Intentó nadar frenéticamente hacia la superficie, pero no pudo conseguir que su cuerpo avanzara en un movimiento ascendente.
Por el rabillo del ojo vio a su guardaespaldas hundirse más profundamente, obviamente desorientado, nadando en la dirección equivocada a metros de distancia de él, bajando y alejándose y entonces Sid desapareció en la oscuridad. Alrededor de él, su tripulación parecía suspendida en el agua, la mayoría ya inmóvil, un par de ellos luchaban débilmente entre el frío y en la oscuridad.
Stavros luchó, pateando y empujándose con las manos, intentando subir. El frío se filtró en sus huesos, como si el agua le penetrara, como si llegar a ser parte de él. Contuvo la respiración, los pulmones le ardían. Él era Stavros Gratsos. Poseía el mundo. Nadie, nada podía oponerse a él, desde luego no una mujer que no valía nada. Comandaba el océano, pero no podía arrastrarse a través del agua con las manos. Tenía que respirar. Sacudió la cabeza, sintiéndose como si fuera a explotar por la falta de aire. Frenético ahora, abrió la boca para chillar pero no entró nada más que agua.
Los residentes de Sea Haven miraron al mar y vieron lo que parecían ser luces fosforescentes bailando bajo el agua. A menudo cuándo los sellos se revolvían en el fondo del océano, colores fosforescentes rojo, verde y amarillo resplandecían por el agua. A lo lejos, la niebla se disipó como si nunca hubiera existido y las luces del cielo bailaron al ritmo de la música. Volvieron a su celebración, amontonándose alrededor de las parejas, insistiendo en bailar.
Elle frunció el entrecejo y miró a sus hermanas.
– No le siento, ¿y vosotras? No siento ninguna amenaza. -Se giró hacia Jackson y siguió su mirada, primero hasta Ilya, a quien captó asintiendo, y luego hasta Damon, quien le sonrió y le guiñó un ojo.
– ¿Qué habéis hecho? -preguntó ella suspicazmente.
– Bésame, esposa -dijo Jackson, atrayéndola de vuelta a sus brazos-. Este vestido, el bikini y el sarong, o como sea que lo llames, me está volviendo loco. Tendremos que irnos pronto a casa.
La verja se abrió, dándoles la bienvenida a casa. Jackson levantó a Elle en sus brazos y siguió el sendero de pétalos de rosas esparcidos por el camino que se dirigía a la casa… la casa familiar Drake. Los padres de Elle les habían donado oficialmente la propiedad y el legado Drake, pareciendo muy felices mientras besaban a su hija más joven a modo de despedida.
Cada piedra vibraba bajo el paso de Jackson, los símbolos ardían con una luz propia mientras sostenía a su mujer entre sus brazos y ponía el pie sobre las piedras. La besaba cada dos pasos que daba, saboreando la boca suave y dispuesta, el sabor de la pasión y el amor combinados. La risa suave de ella flotaba a su alrededor, excitando sus sentidos.
– Mira, nena -dijo Jackson-, hacia el mar.
Elle giró la cabeza y miró al agua azul profundo. Los delfines realizaban un ballet acuático con la canción de las ballenas, saltando, retorciéndose y dando saltos mortales a velocidades espectaculares. Jadeó y le aferró más firmemente.
– Nos dan la bienvenida a nuestra casa.
– Creo que sí -estuvo de acuerdo él.
La celebración de la boda había durado hasta bien entrada la noche. Elle se sentía como una princesa, bailando toda la noche con su príncipe. Las estrellas brillaban como diamantes en el cielo y estiró la mano para estudiar el resplandor de su dedo.
– Mira esto. Es tan hermoso, Jackson. ¿Cómo pensaste en ello en medio de todo lo demás?
– No podíamos casarnos sin un anillo -dijo y le besó la comisura de la boca-. Lo tengo desde hace meses.
– Lo adoro.
Él dio un paso sobre el porche y frunció el ceño, girando alrededor, sosteniendo todavía a Elle contra su pecho. La larga falda brilló a la luz de la luna cuando se dio la vuelta.
– El porche parece un poco diferente. ¿Cuándo lo han cambiado? Antes no había un alero, y se envuelve completamente alrededor de la casa, pero no puedo decir que parte es nueva y cual es vieja. Todo está entremezclado.
Ella le acarició el hombro con la nariz.
– Se parece al porche que construiste en tu casa.
Él se detuvo durante un momento, estudiando el porche, intentando averiguar cómo la madera nueva parecía envejecida, como si hubiera estado allí durante años. Sintió temblar a Elle con la brisa fresca de la noche y se volvió hacia la casa. La puerta principal se abrió, como por una mano invisible, rociando de luz el porche. La habitación delantera debería haber estado oscura y fría, pero el calor se filtró, envolviéndolos junto con el olor a canela y manzana.
Se acercó al umbral con Elle y miró adentro. El cuarto delantero estaba transformado. Suelos de madera y techos altos como de catedral daban a la casa el aspecto de la que él habría diseñado. La gran chimenea de piedra estaba todavía allí con una recargada pantalla de vidrio alrededor, los símbolos resplandecían en varios colores por las llamas que bailaban detrás.
– ¿Cuándo hizo esto tu familia? Yo estaba aquí mismo. -Bajó la mirada, al gran mosaico en la entrada. Las piezas bailaban con la luz, lanzando una multitud de estrellas hacia el techo. Pequeñas chispas diminutas saltaban y crujían en el aire, unos mini-fuegos artificiales. Vaciló, inclinándose cerca de la oreja de Elle-. Nena, tengo que decírtelo, esta casa es espeluznante. Creo que está viva.
Ella giró la cara hacia arriba para besarle.
– Sólo está dando la bienvenida a la nueva generación. Se tranquilizará tan pronto como demos un paso dentro.
– ¿Estás segura?
Ella rió.
– Da el paso. Ya te has casado conmigo y cambiado tu nombre por mí. Bien puedes recorrer todo el camino y aceptar la casa. He notado que ya ha estado cambiando de acuerdo a tus preferencias.
Él tomó posesión de su boca, quizá reuniendo valor, no lo sabía, o podría haber sido la alegría que subía como burbujas de champaña por su sangre. Ella era hermosa. Y estaba en casa. Era suya.
– Tú eres mi preferencia -indicó y dio un paso a través del umbral.
Los mosaicos brillaron, cobrando a un matiz rosa-púrpura, pero ella tenía razón, en el momento en que su pie tocó el suelo, la casa fue sólo eso… una casa. No, era un hogar. Olía a hogar y consuelo, un refugio para ellos.
La besó otra vez.
– Necesitamos una cama.
– ¿En este minuto? -Ella le acarició el cuello con la nariz, sonriendo ante la urgencia de su voz.
– Justo en este minuto -insistió él.
Riéndose, Elle comenzó a señalar a la escalera, hacia su viejo dormitorio de la niñez, al piso donde siete dormitorios esperaban a ser ocupados, y entonces se dio cuenta de que el dormitorio principal era ahora el suyo. Inhaló bruscamente y se apretó más contra él, la enormidad de su legado la inundó.
– Nos irá bien -susurró él, siguiendo la dirección en su mente.
Comenzó por el vestíbulo ancho, frunciendo el entrecejo un poco, pensando que parecía más ancho con los techos más altos. Las puertas estaban abiertas y cuando pasó una, vislumbró un piano de media cola nuevísimo. Se detuvo bruscamente en la puerta. Jackson permitió lentamente que los pies descalzos de Elle cayeran suavemente al suelo. Le rodeó la cintura con un brazo, echando una mirada alrededor del cuarto asombrado.
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