– ¿Pero a ti y a tu madre no les pasó nada?
¿Dios, por qué no podía parar de temblar?
– Váyase, no quiero hablar con usted.
– ¿Dónde está tu madre?
– En lo de la señora Dobbins. Era su gato… Váyase.
– No me voy a ir hasta que venga alguien a encargarse de ti. -La hizo levantarse. -Vamos a la casa.
– No necesito que nadie se encargue… -La estaba arrastrando a medias por el sendero. -¡Suélteme, no me toque!
– Sí, sí, no bien te haga entrar y tomar algo caliente.
Eve apartó su brazo con violencia.
– No tengo tiempo de sentarme a tomar café. Tengo que llamar a la compañía de seguros.
– Lo haré yo. -La empujó suavemente escalones arriba y la hizo entrar en la cocina. -Me encargaré de todo.
– No quiero que se encargue de nada. Quiero que se vaya.
– Entonces cállate un instante mientras te preparo algo para tomar. -La sentó en una silla frente a la mesa. -Es la forma más fácil de deshacerte de mí.
– No me quiero sentar… -Eve se dio por vencida. No estaba con fuerzas para pelear. -Apúrese, entonces.
– Sí, señora. -Logan se volvió hacia los armarios. -¿Dónde está el café?
– En el tarro azul sobre la mesada.
Él puso agua dentro de la jarra de vidrio.
– ¿Cuándo sucedió?
– Anoche. Después de medianoche.
– ¿Cerraste el laboratorio con llave?
– ¡Por supuesto!
– Bueno, tranquila. -Midió el café y lo puso en la cafetera eléctrica. -¿No oíste nada?
– No.
– Qué extraño, con todo lo que rompieron.
– Joe dijo que el que lo hizo sabía muy bien lo que estaba haciendo.
Logan se concentró en la cafetera.
– ¿Tienen idea de quién puede haber sido?
Ella sacudió la cabeza.
– No había huellas. Debe de haber llevado guantes.
Logan tomó un saco de una percha en la puerta del lavadero.
– Guantes. Entonces no eran aficionados.
– Ya le dije que no.
Le colocó el saco sobre los hombros.
– Es cierto.
– Este saco es de mi madre.
– Bueno, pero lo necesitas. No creo que a ella le moleste.
Lo necesitaba, sí. No podía dejar de temblar.
Logan tomó el teléfono.
– ¿Qué hace?
– Voy a llamar a mi asistente personal, Margaret Wilson. ¿Cómo se llama la compañía de seguros?
– Security America, pero no quiero que…
– Hola, Margaret, habla John -dijo él por el teléfono-. Necesito que… Sí, ya sé que es sábado. -Escuchó con paciencia. -Sí, Margaret, sé que es un abuso y te agradezco mucho tu paciencia. ¿Ahora puedes callarte un minuto y dejarme decirte lo que necesito?
Eve lo miró, azorada. No había sabido muy bien qué esperar, pero por cierto no era ver a Logan sermoneado por una de sus empleadas.
Él le hizo una mueca, mientras seguía escuchando a su interlocutora.
– ¿Ahora? -repitió por el teléfono.
Al parecer, esta vez la respuesta fue afirmativa, pues él dijo:
– Hay que hacer un informe para Security America a nombre de Eve Duncan. -Deletreó el apellido. -Entrada por la fuerza, vandalismo y posible robo. Si necesitas detalles o verificación de algo, llama a Joe Quinn, del Departamento Policial de Atlanta. Quiero que venga un investigador de reclamos ya mismo y contrata también un equipo de limpieza. Quiero que el laboratorio esté como nuevo antes de medianoche. -Suspiró. -No, no quiero que vueles hasta aquí y lo limpies tú, Margaret. No hace falta que te pongas sarcástica. Encárgate de todo, nada más. No quiero que a Eve Duncan la molesten para nada que no sea firmar el informe para la compañía de seguros. También quiero que consigas agentes de seguridad que vigilen la propiedad y protejan a Eve y a Sandra Duncan. Llámame si tienes algún problema. No, no es que dude de tu eficiencia, solamente quería… -Escuchó unos instantes más y luego dijo con tono gentil, pero firme: -Hasta luego, Margaret. -Colgó y buscó una taza dentro del armario. -Margaret se encargará de todo.
– No le hizo demasiada gracia.
– Le gusta hacerse rogar. Si lo hubiera hecho yo, me habría acusado de no confiar en ella lo suficiente como para encargarle las cosas. -Sirvió café caliente en la taza. -¿Leche o azúcar?
– No, negro. ¿Hace mucho que está con usted?
– Nueve años. -Logan dejó la taza delante de ella. -Tenemos que volver al laboratorio y sacar todas las cosas que no quieres que el inspector de seguros revise.
– No hay apuro. -Eve bebió un sorbo de café. -Nunca vi que las compañías de seguros actúen con tanta velocidad.
– Confía en Margaret. Alguien vendrá pronto. -Se sirvió café y se sentó frente a Eve. -Ella se lo toma como un desafío.
– Yo no la conozco a Margaret, así que no puedo confiar en ella. Como tampoco confío en usted. -Lo miró a los ojos. -Y no necesito agentes privados de seguridad aquí. Joe hizo arreglos para que nos vigilara un patrullero.
– Qué bien. Pero unas pocas precauciones adicionales no le hacen mal a nadie. Estos hombres no te causarán molestias. -La miró mientras bebía café. -Ya tienes mejor color. Pensé que te ibas a desmayar.
Realmente, Eve se sentía mejor. Ya no temblaba tanto.
– No sea ridículo, en ningún momento estuve por desmayarme. Trabajo con cosas horrendas todos los días. Estaba alterada, nada más.
– Tenías todo el derecho de estarlo y lo que sucedió, además de ser horrible, te tocó muy de cerca, lo que lo hace diferente.
Sí, su vida privada había sido serena y libre de violencia desde aquella noche en la cárcel. No había estado preparada para este brote de horror.
– Es más que eso. Me hace sentirme una víctima. Juré que nunca iba a… ¡Ay, que odio!
– Me doy cuenta.
Eve terminó el café y se puso de pie.
– Si realmente piensa que alguien de la compañía de seguros va a venir pronto, creo que me conviene ir a terminar de revisar el laboratorio.
– Tómate un poco más de tiempo. Como dijiste, tampoco hay tanta prisa.
– Quiero terminar con eso. -Se dirigió a la puerta. -Mi madre vendrá pronto y no quiero que sienta que tiene que ayudarme.
– Proteges mucho a tu madre. -La siguió escalones abajo. -¿Son muy apegadas?
– Sí. Antes no nos llevábamos tan bien, pero ahora somos buenas amigas.
– ¿Amigas?
– Me lleva solamente quince años, es casi como si hubiéramos crecido juntas. -Lo miró por encima del hombro. -No tiene por qué venir conmigo ¿sabe?
– Sí, lo sé. -Abrió la puerta del laboratorio y la dejó pasar. -Pero Margaret se pondría furiosa si la hiciera trabajar a ella y yo me quedara sin hacer nada.
– Mucha sangre -comentó Logan sin perder la compostura-. Pero el personal de limpieza se encargará de dejar todo impecable. -Hizo un ademán hacia la pila de artículos en el suelo, junto a la biblioteca destrozada. -¿Por qué no te fijas si hay algo de allí que pueda salvarse? Veo un par de fotografías.
Eve asintió y se arrodilló junto a la biblioteca. Tuvo que admitir, sorprendida, que estar allí con Logan lo hacía más fácil. Su serenidad iluminaba la oscuridad. Cuánta sangre: había que limpiarla. Cuánta destrucción: fíjate qué se puede rescatar.
Y las fotografías de Bonnie y de su madre se podían rescatar, notó con alivio. Solamente tenían rota una punta.
– Están bien.
– Me alegro. Entonces quienquiera que hizo esto no es tan inteligente como pensé. No se dio cuenta de cómo podía lastimarte rompiendo esa foto. -Estaba junto al escritorio. -Revisaré los cajones para ver si hay…
– ¡Espere! Hay una… -Demasiado tarde. Logan había abierto el cajón donde estaba la rata muerta.
La rata había desaparecido. La policía se la debía de haber llevado, pero el cajón seguía lleno de sangre.
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