– Está bien. Todavía sigue en Atlanta.
Él abrió los ojos.
– Entonces, ¿qué haces aquí?
Porque durante esas horas horribles, ella no sabía si sobreviviría si Royd moría. Porque las dudas que tenía con respecto a él se habían convertido en pura certeza.
– Ya te lo he dicho, está bien. No me necesitaba.
– Y tú tenías que cumplir con tu deber -dijo él, con una sonrisa que le torció los labios.
– Cállate. -La voz le temblaba-. Intento ser compasiva y no puedo atizarte mientras te encuentres en ese estado. Pero me lo guardaré para cuando abandones este hospital.
– Dime, ¿por qué eres tan amable con todos excepto conmigo?
– He sido amable… mientras estabas inconsciente.
– Y creías que me moría. La próxima vez quizá quieras mostrarme ese lado tuyo mientras esté despierto. -Cerró los ojos-. Ahora voy a dormir. Tengo que ponerme bien y tiene que ser rápido. Tenemos muchas cosas de que hablar, tú y yo y necesitaré… toda la fuerza… que pueda reunir.
– Sí, duérmete. Lo necesitas.
Royd guardó silencio un momento.
– ¿Por qué te has quedado conmigo en lugar de ir a ver a Michael?
– Tú me necesitabas.
– ¿Y?
– Me salvaste la vida.
– ¿Y?
– Duérmete -le ordenó ella-. No sabrás nada más de mí.
– Sí que lo sabré. Tú espérate y verás.
La respiración se ralentizó cuando Royd se fue quedando dormido.
Muchas cosas de que hablar, había dicho. Royd empujaba y exploraba, incluso cuando estaba falto de fuerzas. ¿Cómo podían hablar de nada? Los dos eran bajas, supervivientes del horror al que los habían sometido Sanborne y Boch. Sophie no podía pensar racionalmente ni ver las cosas con claridad. Estaba tan cansada que no podía pensar en nada.
Pero sentía. Vaya si sentía.
Se inclinó y le apartó suavemente el pelo de la cara. Era agradable tocarlo, sentir que recuperaba la vida y la vitalidad. Había estado tan cerca…
Royd abrió los ojos.
– Te he pillado -murmuró.
Ella parpadeó para reprimir las lágrimas.
– Estabas fingiendo que dormías.
– Un hombre tiene que hacer lo que es necesario hacer. -Royd se giró para acercar la mejilla a su mano. Volvió a cerrar los ojos-. No pares…
– No pararé. -Le acarició la dura piel de la mejilla-. No podrías conseguir que parara…
Tierras de MacDuff.
Seis meses después.
– Sophie.
¡Por fin llegaba!
Volvió la espalda al mar y vio a Royd, que se acercaba por el sendero. Se movía rápido, decidido, con una expresión que revelaba su intensidad. El corazón le latía tan rápido que al principio no pudo hablar.
– Tienes muy buen aspecto. -Intentó que la voz no le temblara-. ¿Cómo te sientes?
– Estoy muy cabreado. Me desperté al día siguiente en aquel hospital y me dijeron que habías abandonado el país. ¿Por qué?
– Me di cuenta de que no podía quedarme.
– Por Michael.
– Ésa era una de las razones. Michael me necesitaba más que tú.
– Bah, no sé si creérmelo -Royd calló un momento-. ¿Cómo está?
– Está bien. Sólo ha sufrido dos episodios en el último mes. Creo que ha pasado una página de su vida.
– Estupendo. ¿Y cuál fue el otro motivo por el que me dejaste?
– La otra razón era más personal. Estaba confundida y necesitaba tiempo para aclarar las ideas.
– Sin mí.
– Sin ti. Me cuesta pensar con claridad cuando estás cerca.
– Me parece bien.
Ella lo miró a los ojos.
– Tú también necesitabas ese tiempo. Te merecías un espacio para respirar. Te merecías la posibilidad de marcharte lejos de mí y olvidar que existía. Olvidar todas las cosas malas que yo introduje en tu vida.
– También me has traído muchas cosas buenas. ¿Cuánto tardaré en convencerte de que estamos en paz? -preguntó Royd, pero no esperó la respuesta-. Así que conseguiste que MacDuff os trajera a ti y a Michael aquí y me dijera que me mantuviera lejos de ti.
– Hasta que estuviera preparada para ti -dijo ella, sonriendo-. Tenía otras cosas que hacer cuando me aclaré. Jane MacGuire y yo hemos conseguido reunir una buena parte del dinero necesario para reconstruir esa planta depuradora en San Torrano. Jane es una gran mujer.
– Eso tengo entendido -dijo él, y calló-. Sabes que estuve a punto de organizar una operación comando para hacer volar por los aires este lugar.
– Pero no lo hiciste.
– Pensaba darte un mes más para que me extendieras una invitación. -Hizo una mueca-. Puede que, al fin y al cabo, empiece a civilizarme.
– Eso no ocurrirá. Pero eres inteligente y sabes que tenía un motivo para hacerlo.
– Será tu motivo. Yo no necesitaba tiempo. Sabía lo que quería. -Se acercó un paso-. ¿Y esta vez, voy a conseguir lo que quiero?
– ¿Qué quieres? ¿Sexo?
– Sí, y que tú me hables de ti y me permitas conocerte. Y que los dos vivamos juntos y hagamos cosas juntos, como ir al cine, salir de compras o ir a los partidos de fútbol de Michael.
– Michael. Te has dado cuenta, entonces, de que el trato incluye el paquete completo.
– No soy tonto. Conseguiremos que funcione. Él es parte de ti. -Royd estaba a menos de un metro de ella-. Así como yo voy a ser parte de ti. Cada vez que respires, con todo lo que hagas. ¿Te asusta?
– ¿A ti te asusta?
– Me asustó cuando entendí lo que sentía por ti. Ahora me he acostumbrado. -Royd respiró hondo-. Yo… te… amo -declaró sacudiendo la cabeza-. Dios, qué difícil ha sido decirlo. Espero que merezca el esfuerzo.
Ella se sintió feliz.
– Oh, ya lo creo que lo merecía.
– No tienes por qué decirlo. El amor significa diferentes cosas para cada persona. Tendrás que acostumbrarte a mí. Después de nuestro primer año de vida juntos, lo hablaremos.
– Qué generoso eres -dijo Sophie. Le cogió la cara con ambas manos, en un gesto de ternura, y lo miró con una sonrisa luminosa-. Pero creo que hablaremos de ello ahora mismo.
Iris Johansen vive cerca de Atlanta, Georgia. Después que sus dos hijos empezaran a ir al colegio, Iris decidió dedicar su nuevo tiempo libre a escribir. Como era una gran lectora de novelas románticas, escribió una historia de amor y se sorprendió cuando comprobó que era tan voraz escritora como lectora. Durante los años 80, su nombre estuvo ligado a fogosas aventuras, apasionados misterios y ardientes escenas de amor. Su nombre figuró en las listas del New York Times junto con otras escritoras consagradas. Pronto en sus novelas, desarrolló el hábito de seguir a sus personajes de libro en libro, algunas veces introducía como secundario al que en una novela posterior era protagonista, creando así familias, relaciones y países imaginarios a través de todas sus novelas.
En 1991, Johansen rompió con el género del romance con The Wind Dancer , una novela de suspense ambientada en la Italia del siglo XVI. A ella le han seguido dos secuelas Storm Winds y Reap the Wind, que forman una trilogía.
Es una autora de referencia dentro del género romántico de aventuras y suspense, sus obras han sido traducidas a más de una docena de idiomas y su labor narrativa ha sido reconocida con numerosos premios. Tiene más de veinticinco millones de ejemplares vendidos de sus libros y es inmensamente popular en su país, Estados Unidos. Los críticos han dicho de ella «los personajes reales, diálogos ágiles y trepidantes apoyan a una trama se suspense que mantiene al lector aferrado hasta el fin».
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