– Bueno, por lo menos no nos fuimos a la cama enfadados. Mi madre insiste en que ése es el secreto de las parejas felices. Nunca irse a la cama enfadados.
Ash sonrió, pero dijo:
– Sé que este asunto de los poderes parapsicológicos es unilateral en nuestro caso, pero no me hace falta ser clarividente ni telépata para saber que este buen humor es un camuflaje que te pones como otros se ponen los calcetines. Así que, ¿qué es lo que de verdad te preocupa?
Riley miró su mano, posada sobre el muslo de Ash: para un espectador ajeno a la situación, aquel gesto no era más que la caricia íntima y casual de una amante; para ella, en cambio, era una conexión que muy bien podía ser esencial para su supervivencia.
– Cuando me desperté, después del ataque con la pistola eléctrica -dijo despacio-, fue como si hubiera una especie de velo entre el mundo y yo. Todo estaba velado. Amortiguado. Descolorido. En cuanto pude conectar con tu energía, ese velo comenzó a desaparecer.
– ¿Pero? -insistió él.
– Allí, en casa de los Pearson, un par de veces he sentido que zozobraba. Me costaba concentrarme, a pesar de que me estabas tocando, de que tenía suficiente energía.
– ¿Tienes idea de por qué?
– Eso es lo que me preocupa. Parecía algo exterior a mí.
– Pero estabas recogiendo información de fuera. ¿Qué diferencia hay?
– Que no era algo que estuviera sólo en mi mente, como los episodios de clarividencia o los pensamientos que capté de Jenny. Era algo que tiraba de mí.
– Parece que eso confirma tu teoría.
– Sí. Lo cual está muy bien, si no fuera porque, si yo he sentido el intento, el que estuviera al otro lado ha tenido que sentir su fracaso.
– Quieres decir que si realmente hay alguien ahí fuera que intenta jugar con tu mente…
– Quien sea no sólo sigue intentándolo, sino que tal vez ahora sepa que sus ataques están teniendo menos éxito. Que tengo medios para defenderme. Y creo que la próxima vez atacará con uñas y dientes.
*****
– ¿Sabes, nena? -dijo Gordon después de que le pusieran al día-, ahora desearía no haberte llamado.
Riley se encogió de hombros.
– Tengo un enemigo, eso está claro. Si no hubiera sido aquí, así, habría sido en otra parte y tal vez de otro modo. Me alegro de que haya sido aquí, Gordon. -Señaló hacia Ash.
– Bueno, yo también me alegro por ti, en ese aspecto. Te hacía falta un compañero desde que te conozco. -Miró a Ash y añadió-: Es un pararrayos para los problemas. No dirás que no te lo he advertido.
– Ella puede enfrentarse sola a casi todos los problemas -comentó Ash desapasionadamente.
– Sí. Pero, verás, el caso es que nunca se le ocurre que tal vez no deba enfrentarse en solitario a todo lo que le pasa. No se trata de lo que puede hacer, sino de lo que debe hacer. Y a veces eso significa aceptar que te echen una mano.
– Deja de hablar de mí como si no estuviera aquí, Gordon. Además, ahora tengo ayuda. Vosotros dos.
– Y has conseguido tenernos a oscuras casi tres semanas -contestó él.
– Está bien, está bien. Pero ahora sabéis lo que pasa, así que sería útil que nos pusiéramos a lanzar hipótesis. O eso espero.
Estaban sentados alrededor de una mesa de jardín, bajo una sombrilla, detrás de la casa de Gordon y cerca del muelle, un lugar que les ofrecía al mismo tiempo intimidad y un refugio del sol de la tarde.
Gordon frunció los labios.
– Supongo que ya habrás hecho una lista de enemigos.
– Más o menos. -Ash y ella lo habían hablado durante la comida-. Tú sabes tan bien como yo que hice unos cuantos en el ejército cuando trabajaba en Inteligencia e Investigación. Y desde que me uní a la UCE he ayudado a poner fuera de circulación a alguna gentuza auténticamente malvada. Pero eso es lo raro: que están fuera de la circulación. O muertos.
– ¿No hay ninguno en la calle?
– No, que yo sepa. Después de comer volvimos a casa para conectarme a Internet y comprobarlo en las bases de datos.
– Por lo visto ya lo había hecho antes, durante una de sus lagunas -añadió Ash.
Gordon arrugó el ceño.
– Entonces hace tiempo que crees que puede tratarse de algún enemigo.
Riley asintió con la cabeza.
– Por lo visto, sí. El historial de mi ordenador demuestra que comprobé varias veces el paradero de todos los criminales a los que he ayudado a poner fuera de la circulación en los últimos cinco años. Siguen estando todos encerrados, o muertos.
– Puede que tengas que remontarte más atrás.
Riley hizo una ligera mueca.
– Eso me llevaría a la época que pasé en el extranjero, sirviendo en el ejército, cuando había enemigos por todas partes. Pero dudo que ninguno de ellos me eligiera a mí como blanco específico, al menos hasta este punto. Veían el uniforme, no a Riley Crane.
– Entonces puede que no sea algo personal.
– Parece personal. Muy personal. Muy concreto en términos de ataque. Como si alguien hubiera descubierto qué me mantiene en funcionamiento y tuviera como objetivo despojarme de todas mis defensas. No sólo de los sentidos paranormales, sino incluso de los recuerdos, de mi conciencia de mí misma. Alguien ha estado introduciéndose dentro de mi cabeza, Gordon.
– ¿Estás segura de eso, nena? Porque, sin ánimo de ofender, el hecho es que te falla la memoria y tus poderes paranormales estaban fuera de servicio, así que…
– Han vuelto a funcionar, gracias a Ash. No al cien por cien todavía, pero casi. -Lanzó a Ash una sonrisa rápida cuando él alargó el brazo y la cogió de la mano.
– ¿Y qué te dicen? -preguntó Gordon.
– Que formo parte de este rompecabezas. Que quizá soy incluso el motivo de que todo esto esté pasando. Que alguien se ha estado metiendo en mi cabeza.
– ¿Y ha usado la energía de la magia negra para hacerlo?
– En parte, al menos. -Riley frunció el ceño-. He intentado pensar en un posible enemigo con ese tipo de conocimientos. Son cosas muy específicas, no es algo que pueda leerse en un libro de texto. Pero durante mis investigaciones sólo me he encontrado con dos personas que practicaran la magia negra, y las dos están muertas.
– En la comida, cuando hablamos, sólo me hablaste de una. Ese asesino en serie al que descubriste la última vez que investigaste supuestas prácticas ocultistas, hace unos meses.
Ella asintió con la cabeza.
– No tenía poderes paranormales, pero había aprendido a canalizar con mucha eficacia la energía oscura. Al menos hasta el punto de poder nublar mis sentidos, a falta de una expresión más adecuada.
– Que es lo que parece que puede hacer este enemigo -comentó Ash.
– Sí, pero aparte de que yo estaba presente cuando le hicieron la autopsia a ese tipo, el efecto que surtía sobre mis sentidos era muy distinto a lo que estoy experimentando ahora.
– Tal vez porque no te atacó primero con una pistola eléctrica -sugirió Gordon.
Aquella posibilidad dio que pensar a Riley.
– Bueno, podría ser. Si se empieza con una alteración artificial de la actividad eléctrica del cerebro, cualquier ataque posterior tendrá un resultado más extremo. Por otra parte…
– ¿Qué? -Ash la miraba intensamente.
– Me pregunto si ése fue el primer ataque. Si quien sea tiene la capacidad de canalizar la energía oscura, tal vez me haya estado afectando desde el principio. Bloqueándome de alguna manera, distrayéndome. Ralentizando mi tiempo de reacción, incluso nublando mi juicio. Quizá por eso tenía la sensación de que pasaba algo raro, a pesar de que no hubiera pruebas concretas de actividades ocultistas, antes de que apareciera el cuerpo de Tate, al menos.
Gordon sacudió la cabeza ligeramente y dijo:
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