Se acercó a él y le depositó un dulce beso en los labios, un gesto con el que quería demostrarle la fe que tenía en él. Entonces, Jake le enmarcó el rostro con las manos y convirtió aquel casto beso en algo más apasionado y profundo, o por lo menos eso era lo que ella quería creer porque estaba enamorada de él. Por eso, se negaba a dar un paso atrás y dejar que él arriesgara su vida para protegerla, al menos no sin que ella lo ayudara un poco a cambio.
– Ve a hacer lo que debas hacer -murmuró ella.
Jake la miró, atónito. Brianne había vuelto a sorprenderle. A pesar de todo, sin decir ni una sola palabra, se marchó de la sala. Unos minutos después regresó con su detective, David Mills.
Brianne le estrechó la mano y se dio la vuelta. Aunque agradecía la presencia del hombre, estaba demasiado obsesionada con la idea de demostrarle a Jake que no sólo podía ser fuerte, sino que también era su igual, que ella también podría enfrentarse a aquel canalla. Mientras lo hacía, quería asegurarse de que no le ocurría nada al hombre de sus sueños.
Cuando aquel asunto hubiera terminado, quería que Jake estuviera vivo y bien, no muerto en la calle. No sabía cómo irían las cosas con Jake. No estaba segura de que pudiera terminar aceptando su estilo de vida y su profesión o de si quería que aquella aventura se prolongara más allá del verano.
Brianne sabía que las respuestas irían llegando poco a poco, cuando Ramírez hubiera salido de sus vidas para siempre.
Antes incluso de que Jake saliera del hospital, Brianne se dio cuenta de que el único modo de salir de aquella situación era que ella se enfrentara a sus temores. Sólo entonces, sabría si era capaz de aceptar la vida de Jake. Sólo entonces sabría si tenía el valor suficiente para acercarse a él y pedirle que lo suyo fuera para siempre.
Una hora después de que él se marchara, Brianne se dirigió a la habitación de Marina Brown. El policía que montaba guardia a la puerta se contentó con examinar su tarjeta de identificación con los registros del hospital. El hecho de que mencionara el nombre de Jake Lowell también le facilitó el acceso.
– Hola -le dijo a la joven, que estaba tumbada en posición fetal en la cama.
– Hola. ¿Eres también de los servicios sociales?
– No, yo soy… Me llamo Brianne Nelson y necesito tu ayuda.
Brianne se imaginó que si sabía la historia de Marina y descubría cómo la joven había conseguido las drogas del restaurante, tal vez ella podría tratar de hacer lo mismo. Le resultaría difícil, ya que primero tendría que deshacerse de su guardaespaldas, pero se las arreglaría para hacerlo. Llevaba años trabajando en aquel hospital y se lo conocía como la palma de la mano. Si era capaz de conseguir drogas, podría demostrar que se distribuían en el restaurante, algo que Jake y la policía no habían conseguido demostrar aún. Después de eso, podrían relacionar a Ramírez con aquel lugar y lo meterían en la cárcel.
No creía que fuera más lista que los mejores policías de Nueva York, pero sentía la necesidad de recuperar su vida y su futuro. Ramírez le había robado su libertad, mientras que el comportamiento de Jake, a pesar de ser con las mejores intenciones, le había arrebatado el control. Entre ambos le habían devuelto los peores temores de la infancia. Brianne debía derrotarlos.
Quince minutos más tarde, después de una sincera charla con la joven y de hacerle la promesa de que la visitaría a la mañana siguiente, sabía más o menos lo que debía hacer. No conocía cuál era el término exacto que le proporcionaría las drogas, pero lo averiguaría.
Se frotó las palmas de las manos y se volvió a mirar a la puerta de la habitación de Marina. La joven había perdido a su novio, pero ella se negaba a verse en la misma situación. No consentiría que le ocurriera nada a Jake.
– Has implicado a un civil en este asunto, Lowell -le dijo muy enojado el teniente Thompson.
– No intencionadamente, señor -replicó Jake.
Thompson estaba furioso y lo demostró dando una buena patada a una papelera metálica. Jake no podía culparlo por querer su cabeza. Él mismo sentía que se lo merecía por no sincerarse con Brianne en el momento en que se dio cuenta de que Ramírez la estaba siguiendo.
Tenía que reconocer que Brianne era la mujer más fuerte que había conocido nunca. Había superado su pasado y había criado a su hermano ella sola. Además, aquella misma mañana le había demostrado que era perfectamente capaz de controlar su ansiedad. Un par de días antes, Jake no había podido imaginarse cómo reaccionaría cuando se enterara de que Ramírez la estaba vigilando. Por eso, entonces le había parecido que la mejor opción para protegerla era ocultarle lo que estaba ocurriendo.
Además, había otra razón para permanecer en silencio, una que no quería admitir. La verdad era que no había querido darle a Brianne la oportunidad de abandonarlo. Todavía no lo había hecho, pero podría hacerlo. Y era algo que no estaba dispuesto a admitir.
– Además, has interrogado a una testigo mientras oficialmente estás relegado del servicio -prosiguió Thompson.
– No la interrogué, señor. Sólo tuvimos una amigable conversación.
– Sí, claro. ¿Y el hombro?
– Me duele un poco.
– No me importa si te duele o no. ¿Está operativo?
– Casi. ¿Ha jugado alguna vez al fútbol, teniente? -añadió, haciendo un gesto de dolor al ver que el teniente estaba mirando otra vez la papelera.
– Ni siquiera quiero saber la razón por la que me mentiste -dijo el teniente, frunciendo el ceño.
– Desde que murió Frank…
– Te he dicho que no quiero saberlo, al menos no hasta que termine todo esto y Ramírez esté entre rejas. Ahora, ve al despacho del médico y dile que te dé el alta.
Jake asintió, sabiendo que no le quedaba elección si quería poder capturar a Ramírez.
– ¿Me lo has contado todo ahora? -añadió el teniente.
– Sí, señor.
Todo, excepto que Brianne era mucho más que su fisioterapeuta. Si el teniente sabía que su relación con ella era tan personal, se pondría más furioso de lo que ya estaba.
Aquella mañana, Brianne lo había aceptado tal como era. Ninguna mujer lo había hecho nunca, ni siquiera con la que se había casado. Jake nunca habría esperado aquel regalo de Brianne, al menos a la luz de su pasado y mucho menos después de que ella descubriera su traición.
– Quiero hablar con esa Brianne Nelson.
Jake abrió la boca para oponerse, pero la volvió a cerrar. Su instinto lo empujaba a protegerla, pero ya había entrado en ese juego una vez antes y le había salido mal. No sabía si ella pensaba dejarlo cuando acabara todo aquello ni lo que él pensaba hacer al respecto. Sin embargo, decidió que, de momento, sólo podría ocuparse del presente. Además, Brianne podría defenderse muy bien durante aquella charla con el teniente.
– Acaba de trabajar a las cinco. La traeré a partir de esa hora.
– Pensé que tú sólo eras su paciente -comentó el teniente, frunciendo el ceño-. Haré que vaya otro oficial a recogerla y que la traiga aquí. Tú no tienes que comportarte como si fueras su guardaespaldas.
Jake decidió no enfrentarse con Thompson y no prestar atención a aquel comentario.
– Como he estado por ahí, haciendo preguntas y complicándole la vida, Ramírez quiere vérselas conmigo tanto como yo con él. Creo que podríamos tenderle una trampa conmigo como blanco…
En aquel momento, el teléfono empezó a sonar.
– Thompson -rugió el teniente. A continuación, se quedó en silencio durante un rato hasta que el oficial colgó el teléfono.
– ¿Qué es lo que ocurre?
– Ya tenemos el vínculo que une las drogas con el restaurante. Parece que podemos cerrar ese lugar.
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