Anne Perry - Los anarquistas de Long Spoon Lane

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Los anarquistas de Long Spoon Lane: краткое содержание, описание и аннотация

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En el verano de 1893 una explosión hace arder varios edificios. Thomas Pitt participa en la persecución de varios hombres que se refugian en una casa de Long Spoon Lane. Tras un intercambio de disparos la policía entra en el lugar y se encuentra con que uno de los anarquistas tiene un tiro en la cabeza, sus compañeros culpan a la policía y se trata de un miembro de la aristocracia.
Para resolver el caso, Pitt se verá obligado a aliarse con un viejo enemigo y ex miembro del Círculo Interior, Sir Charles Voisey.

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– Vaya… -Charlotte empezó a pensar a toda velocidad. Se acordó de una oscura noche en Dartmoor, en la que, con la ayuda de Tellman, tuvo que huir con Gracie y sus hijos de la casita que tenían alquilada; de las largas noches que pasó en solitario en Keppel Street porque Pitt estaba en Whitechapel y no sabía cuándo regresaría… si es que volvía alguna vez. Thomas había tenido que vivir en pensiones y deslizarse por los callejones bajo la tenue luz de las farolas de gas, entre las sombras. Todo había sido por culpa de Voisey, por culpa de su odio. Tenía mucho sentido que librase esa batalla, aunque solo fuera para fastidiar a Wetron. Emily la observaba con atención, pese a que sabía relativamente, tal vez intuía mucho más-. No es el aliado que yo habría elegido -comentó Charlotte y sonrió con ironía-, aunque quizá sea mejor que nada.

– Yo también preferiría a otros. -Emily observó la expresión de su hermana y comprendió sus sentimientos, pese a desconocer los detalles-. Dicho sea de paso, por si no lo sabes, su hermana, la señora Cavendish, ha vuelto a la sociedad. Incluso se habla de que ha encontrado un buen partido para volver a casarse. Solo era un cotilleo. Tendré que averiguar lo que pueda acerca de los parlamentarios. Te aseguro que a veces me gustaría que las mujeres tuviésemos derecho de voto. Tal vez así se verían obligados a prestarnos más atención.

– ¡Deberemos esperar a que nos lo concedan! -replicó Charlotte-. Por favor, pensemos en qué ayudas podemos recabar ahora.

Evaluaron la cuestión unos minutos, plantearon propuestas y las aceptaron o las descartaron. Elaborar juntas un plan era algo que Charlotte había echado de menos; aquella situación le resultaba agradable, a pesar de la gravedad. Era casi la hora de comer cuando oyeron las pisadas de Jack en el exterior; segundos después se detuvo en el umbral. Parecía agobiado y se sorprendió de ver a Charlotte.

Emily se volvió hacia su marido y se puso rápidamente de pie. Su actitud revelaba una solicitud impropia de ella, pero Charlotte la conocía lo suficiente como para detectar sus temores. Saludó a su cuñado; este habló con ellas, pero daba la sensación de que las preocupaciones seguían dando vueltas por su mente y de que se había sorprendido de que Emily no estuviera sola.

Con la intención de explicar su presencia en la casa, Charlotte dijo:

– Estábamos hablando del proyecto de armar a la policía. Thomas está muy contrariado con ese tema.

– Sí, ya lo sé -confirmó Jack-. Ha venido a verme esta misma mañana, temprano. Ojalá pudiera haberle dicho algo útil.

Tomó asiento en un sillón grande y mullido y se reclinó, pero en modo alguno pareció relajado. Sonrió a Charlotte, pero apenas la miraba.

Emily permanecía de pie en el centro del gabinete. La luz del sol formaba dibujos brillantes en la alfombra y en la madera brillante que la rodeaba. El aroma de los tulipanes tardíos era embriagador a causa del calor.

– Intentamos pensar en quién más puede prestar ayuda -explicó Emily-. Se nos han ocurrido algunas ideas. Jack frunció el ceño.

– Preferiría que no te involucraras -pidió a su esposa-. Agradezco tu ayuda, pero esta vez prefiero que no me la prestes. -Jack notó que Emily se tensaba y vio una mezcla de cólera y desdicha en su expresión-. La situación se pondrá muy fea. La gente está asustada. Como la policía no sabe quiénes son los anarquistas, Edward Denoon se ha dedicado a soltar los fantasmas de la violencia, como si todos corriéramos el peligro de sufrir un atentado con bomba.

– ¡Ya los encontrarán! -exclamó Charlotte con más brusquedad de la que pretendía. El comentario de Jack parecía una crítica a Pitt-. No podemos pretender que la policía resuelva un asesinato en un par de días.

A pesar de que apenas era mediodía, Jack parecía agotado.

– Así es -coincidió cansinamente.

Emily estaba muy pálida.

– Si no puedes ganar, no eches a perder tu carrera en el intento -declaró y tragó saliva-. Carece de sentido. Ni defiendas ni te opongas al proyecto. Ya lo rechazarán Somerset Carlisle y Charles Voisey. ¡Te prometo que no pediré ayuda a nadie! -Su marido permaneció en silencio-. ¡Jack! -Emily avanzó un paso hacia él-. Jack…

Charlotte sintió un escalofrío de sorpresa y de alarma. Reparó por primera vez en lo asustada que estaba Emily y se preguntó cuánto tiempo había convivido ella con el temor de que Pitt resultara herido emocional o físicamente. Se hizo cargo del apremio de su hermana, que no estaba acostumbrada a sufrir semejante ansiedad; siempre se había sentido segura. Charlotte también percibió con toda claridad la cólera de Jack por verse obligado a hacer algo que lo asustaba y de lo que, por otro lado, no podía librarse. Intuía que habría dolor y un choque de voluntades en el que no debía entremeterse.

Se puso de pie y sonrió a Emily.

– Creo que, después de todo, deberíamos abandonar este asunto.

– Charlotte tiene razón -acotó esta con firmeza-. Al fin y al cabo tal vez no sea tan malo. La policía tiene que poner freno a los delitos. Es lo que todos deseamos.

– No es esa la cuestión -puntualizó Jack-, sino el modo en que se lleva a cabo. Además, la anarquía no es el único delito.

– Desde luego que no -coincidió Emily-. Todos dicen que también han aumentado los asaltos, los robos con allanamiento y los incendios provocados. Además de la violencia en las calles, la prostitución, las falsificaciones y cualquier otro delito que se te ocurra.

– No es a eso a lo que me refería. -Jack parecía desdichado, como si todo ocurriese contra su voluntad-. Emily, tengo que oponerme al proyecto. Es un error. Está…

– ¡No, no tienes por qué oponerte! -aseguró acaloradamente su esposa-. Además, no puedes ganar. Ya se ocupará otro. Que se oponga Charles Voisey si le apetece. ¿A quién le importa lo que pueda ocurrirle? O que lo haga Somerset Carlisle, si es tan corto de miras como para hacerlo. -Dio un paso hacia su marido y apoyó suavemente las manos en las solapas de su chaqueta. La luz del sol sacó fuego de los diamantes de su sortija-. ¡Jack, te lo ruego! Vales demasiado como para echar a perder tu carrera luchando por una causa que está perdida de antemano. -La mujer tomó aire para seguir hablando.

Jack la interrumpió:

– Emily, eso no es todo.

La cogió delicadamente de las manos y las apartó. Su tono era tajante. El encanto que solía desprender espontáneamente se trocó en una resolución casi fría. Se diera o no cuenta Emily, Charlotte sabía que esa decisión se mezclaba con el miedo. Su cuñado se sentía obligado a oponerse al proyecto por mucho que supiera que pagaría un precio muy alto.

– ¿Qué más hay? -Emily estaba contrariada. La situación le parecía totalmente irracional, como si su marido se lanzara al peligro voluntariamente-. Además, la policía ya tiene armas. ¡De lo contrario, los agentes no habrían mantenido un tiroteo en Long Spoon Lane! Que les den más armas si las necesitan. Si detienen a demasiadas personas en la calle o registran sus hogares, el Parlamento podrá modificar el proyecto.

– No puedes modificar los sentimientos solo porque es lo que te gustaría -puntualizó Jack.

Charlotte se acercó al marido de su hermana.

– Jack, acabas de decir que eso no es todo. ¿Qué más hay?

– No es más que una suposición -declaró con cara de preocupación-. Tal vez no ocurra, pero tengo que luchar como si estuviera ocurriendo. -Se volvió para mirar a Emily y se disculpó-: Lo siento mucho, pero no hay otra posibilidad. Quieren añadir el derecho a que la policía interrogue a los criados sin el conocimiento o el consentimiento de los dueños de la casa. Emily se quedó atónita.

– ¿Que los interroguen acerca de qué? ¿De mercancías robadas? ¿De armas?

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