Karim Fossum - No Mires Atrás

Здесь есть возможность читать онлайн «Karim Fossum - No Mires Atrás» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

No Mires Atrás: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «No Mires Atrás»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ragnhild, una niña de seis años, desaparece sin dejar rastro. Mientras la policía, encabezada por el inspector Konrad Sejer, inicia la búsqueda de la pequeña, ésta se encuentra jugando en casa de Raymond, un individuo algo retrasado que vive en el bosque con su padre. El caso parece resuelto cuando la pequeña Ragnhild regresa a su casa sana y salva esa misma noche, pero en realidad la pesadilla no ha hecho más que empezar. La niña recuerda haber visto a una chica desnuda en la orilla del lago y la policía no tarda en descubrir el cadáver de Annie Holland. Al principio Sejer no cuenta con ninguna pista que explique el atroz asesinato, pero a medida que se suceden los interrogatorios va destapando el sórdido pasado de varios miembros de la pequeña comunidad noruega…

No Mires Atrás — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «No Mires Atrás», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Se sentaron alrededor de la mesa, y sin preguntar, Johnas sacó de la nevera un mosto de color azul que les sirvió.

– ¿Qué tal los cachorros? -preguntó Skarre.

– Dejaré a Hera que se quede con uno, y dos ya están comprometidos. Así que ya pueden arrepentirse. ¿En qué puedo ayudarles? -preguntó y tomó un sorbo de zumo.

Sejer sabía que esa amabilidad enseguida despegaría y desaparecería volando.

– Sólo unas preguntas sobre Annie. Me temo que tenemos que hacer la misma ronda otra vez.

Sejer se limpió discretamente la boca.

– Usted la recogió en la rotonda, ¿no fue así?

Las palabras, el tono, y la ligerísima indicación de que dudara de sus declaraciones anteriores, agudizaron la atención de Johnas.

– Eso fue lo que dije y me ratifico en ello.

– Pero lo cierto es que ella quería ir andando, ¿verdad?

– ¿Cómo dice?

– Según tengo entendido, usted tuvo que insistirle para que subiera al coche.

Los ojos de Johnas se estrecharon aún más, pero conservó la compostura.

– En realidad quería ir andando -prosiguió Sejer-, y rechazó su oferta de transporte. ¿Me equivoco?

Johnas hizo de repente un gesto afirmativo con la cabeza y sonrió.

– Lo hacía siempre, era muy educada. Pero me sabía mal que tuviera que ir andando hasta Horgen. Es un buen trecho.

– ¿De manera que la convenció?

– No, no… -esta vez negó con la cabeza vehementemente, y cambió de postura en la silla-. Supongo que insistí un poco. Algunas personas tienen esa mala costumbre y siempre hay que estarles insistiendo.

– ¿De modo que no se debía a que no tuviera ganas de subir a su coche?

Johnas oyó claramente el énfasis que puso al decir «su coche».

– Annie era así. Se hacía de rogar, por así decirlo. ¿Con quién ha hablado usted? -preguntó de repente.

– Con centenares de personas -contestó Sejer-. Y una de ellas la vio entrar en el coche tras una larga discusión. De hecho, es usted la última persona que la vio con vida, y por eso tenemos que aferramos a usted, ¿sabe?

Johnas le devolvió la sonrisa, una sonrisa de complicidad, como si estuvieran jugando a algún juego en el que él participaba con sumo gusto.

– Yo no fui el último -se apresuró a decir-. El último fue el homicida.

– Está resultando un poco difícil encontrarle -apuntó Sejer con falsa ironía-. Y no tenemos ningún fundamento para suponer que el hombre de la moto realmente la estuviera esperando. Sólo le tenemos a usted.

– Disculpe, pero, ¿a dónde quiere ir a parar?

– Bueno -contestó Sejer, extendiendo los brazos-, hasta el fondo del caso. En virtud de mi puesto, es mi obligación dudar de la gente.

– ¿Se me acusa de haber mentido?

– Necesariamente tengo que pensar así -contestó Sejer, dando un repentino giro-. Espero que me perdone. ¿Por qué no quería subir Annie?

Johnas se mostró inseguro.

– ¡Claro que quería! -enseñó la primera púa y se puso rígido-. Ella subió y yo la llevé hasta Horgen.

– ¿No más lejos?

– No, como ya le dije, Annie se bajó donde la tienda. Pensé que iba a comprar algo. Ni siquiera la llevé hasta la puerta, sino que me detuve en la carretera y allí la dejé. Y después de eso… -se levantó y cogió un paquete de cigarrillos de la encimera-, jamás volví a verla.

Sejer condujo la locomotora ruidosamente por una nueva vía.

– Usted ha perdido un hijo, Johnas. Sabe lo que se siente. ¿Ha hablado de ello con Eddie Holland?

Por un instante, Johnas se mostró sorprendido.

– No, no, él es muy introvertido, y yo no quiero meterme. Además, a mí tampoco me resulta fácil hablar de ello.

– ¿Cuánto tiempo hace?

– ¿Ha hablado con Astrid, verdad? Pronto hará ocho meses. No es algo que uno pueda olvidar o superar fácilmente.

Sacó un cigarrillo del paquete y lo encendió con gestos casi femeninos.

– A menudo la gente intenta imaginarse cómo es -explicó mirando a Sejer-. Lo hacen con la mejor intención. Se imaginan la cama del niño vacía, creyendo que uno se queda mirándola así a lo tonto. Yo lo hacía a menudo. Pero la cama vacía no es más que una parte. Me levantaba por las mañanas y entraba en el baño. Allí estaba su cepillo de dientes, debajo del espejo, uno de esos que cambian de color cuando se calientan, el patito de goma en el borde de la bañera, sus zapatillas debajo de la cama. Descubrí que ponía un cubierto de más en la mesa cuando íbamos a comer, lo estuve haciendo durante un montón de tiempo. En el coche estaba su animalito de peluche, que había dejado olvidado. Varios meses más tarde encontré un chupete debajo del sofá -Johnas hablaba con los dientes apretados, como si estuviera diciéndoles algo en contra de su voluntad, algo que ellos no tenían derecho a saber-. Lo fui ordenando y retirando todo poco a poco, siempre con la sensación de estar cometiendo un delito. Era una tortura verse rodeado de sus cosas día tras día, y era horrible quitarlas. Me perseguía cada instante del día y me persigue todavía. ¿Sabe usted cuánto tiempo permanece el olor de una persona en un pijama de algodón?

Se calló, su rostro bronceado había adquirido un tono grisáceo. Sejer no dijo nada. Recordó de repente los zuecos de Elise, que siempre dejaba en la puerta para poder ponérselos rápidamente cuando iba a tirar la basura o bajar a por el correo. Él haber tenido que abrir la puerta, coger los zapatos blancos y meterlos dentro era algo que recordaba con un agudo dolor.

– Dimos una vuelta por el cementerio -dijo Sejer en voz baja-. ¿Hace tiempo que no va por allí?

– ¿A qué viene esa pregunta? -dijo Johnas con voz ronca.

– Sólo quiero saber si se ha dado cuenta de que han sustraído algo de la tumba.

– ¿Se refiere al pajarito? Sí, desapareció justo después del entierro.

– ¿Pensó en adquirir uno nuevo?

– Su curiosidad no tiene límites, por lo que veo. Sí, claro que lo pensé. Pero no soportaba la idea de volver a vivirlo de nuevo, por eso opté por dejarlo tal cual.

– ¿Sabe usted quién lo cogió?

– ¡Pues claro que no! -contestó de repente con dureza-. Si lo hubiera sabido lo habría denunciado inmediatamente, y si hubiera tenido ocasión, habría dado un escarmiento para toda su vida al culpable.

– ¿Una regañina quiere decir?

Johnas sonrió agriamente.

– No, no me refiero a una regañina.

– Fue Annie -dijo Sejer.

Johnas abrió los ojos de par en par.

– Lo encontramos entre sus cosas. ¿Es éste?

Se metió la mano en el bolsillo y sacó el pájaro. A Johnas le temblaban las manos cuando lo cogió.

– Creo que sí. Se parece al que yo compré. Pero, ¿por qué…?

– No lo sabemos. Pensamos que a lo mejor usted nos podía sacar de dudas.

– ¿Yo? Dios mío, no tengo ni idea. No lo entiendo. ¿Por qué demonios iba a robarlo Annie? No era precisamente una ladrona. No la Annie que yo conocí.

– Por eso tuvo que haber un motivo. Algo que no tiene que ver con robos. ¿Ella estaba enfadada con usted por alguna razón?

Johnas seguía mirando el pájaro, pasmado.

Esto no lo sabía, se dijo Sejer mirando de reojo a Skarre, que con su mirada azul seguía cada gesto del otro.

– ¿Sus padres saben que ella lo tenía? -quiso saber por fin Johnas.

– Pensamos que no.

– ¿Y no sería Sølvi? Sølvi, al fin y al cabo, es algo especial. Exactamente como una urraca, picoteando todo lo que brilla.

– No fue Sølvi.

Sejer cogió la copa por el pie y bebió un trago de mosto. Sabía a vino insípido.-Bueno, supongo que tendría sus secretos, todos los tenemos -dijo Johnas con una sonrisa-. Era bastante misteriosa, sobre todo cuando se hizo mayor.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «No Mires Atrás»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «No Mires Atrás» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «No Mires Atrás»

Обсуждение, отзывы о книге «No Mires Atrás» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x