Anne Holt - Castigo

Здесь есть возможность читать онлайн «Anne Holt - Castigo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Castigo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Castigo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Holt es, junto a Mankell, el referente de la literatura policíaca escandinava actual. En un frío sótano en algún lugar de Noruega se halla encerrada Emilie, una niña de nueve años. Desconoce donde está y el motivo de su encierro. Tampoco sabe quién es el hombre que regularmente le ofrece comida y bebida; sin embargo, su instinto le dice que se comporte bien con él. Los días se suceden y la intranquilidad se va apoderando del país.Yngvar Stubo, el comisario del servicio de criminología noruego encargado del caso, decide solicitar la ayuda de Inger Johanne Vik, una psicóloga que en el pasado trabajó como profiler para el FBI. Anne Holt es una de las autoras escandinavas más populares del momento, con más de tres millones de ejemplares vendidos en Alemania y los países nórdicos.

Castigo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Castigo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Yngvar Stubø no había visto nada. En realidad era imposible que encontrara absolutamente nada que pudiera despertar sus sospechas. Joder, él mismo lo había dicho: había venido porque por rutina tenía que visitar a todos aquellos que hubieran tenido relación con alguno de los familiares. Claro que era rutina. La policía creía que ya sabía a quién estaba buscando. Los periódicos no hablaban de otra cosa: La Gran Caza del Hombre.

Karsten Åsli apretó el paso. Había estado a punto de perder el control. Yngvar Stubø era astuto. Aunque no sabía mentir tan bien como creía Aksel que lo hacían los policías, era astuto. Turid estaba aterrorizada en aquellos tiempos. Tenía miedo de que Lasse se enterara de algo. Miedo de su madre. Miedo de su suegra. Miedo a todo. Cuando Yngvar aseguró que Turid había dicho que se conocían, mentía. Pero Karsten, de todos modos, había estado a punto de perder el control.

Yngvar Stubø nunca habría debido preguntarle si tenía hijos.

Hasta ese momento Karsten se sentía como si estuviera a punto de ahogarse, pero cuando Stubø le preguntó por su hijo fue como si le estuviera echando un cable. La mar se calmó. Tierra a la vista.

El crío. El niño. El hijo de Karsten. Cumpliría tres años el 19 de junio. Ése sería el día en que culminaría su acción. Nada era casual en este mundo.

El arroyo tenía mucho caudal, caudal de primavera. Casi era un río.

Karsten se detuvo e intentó recuperar el aliento. Se descolgó la mochila del hombro y sacó el bote de potasio. Previamente había llenado una pequeña bolsa de plástico con algunos gramos, más que suficiente para su última misión. Obviamente lo había hecho fuera de la casa, pues sabía perfectamente que el más mínimo rastro de la sustancia bastaría para pillarlo. No es que la policía fuera a ir a comprobarlo, pero Karsten Åsli operaba dentro de unos márgenes de seguridad. Todo el tiempo. Nunca había abierto el bote dentro de casa.

Los polvos se mezclaron con el agua. Agua color de leche que empezó a correr cuesta abajo. La solución se diluía, se aguaba, hasta quedar casi transparente. Al final, metro y medio por debajo de donde estaba él, todo había desaparecido. Dio unos golpecitos al bote contra una piedra y después encendió una pequeña hoguera con el serrín seco que traía en la mochila. El bote de cartón no ardía bien, pero cuando rasgó un periódico entero y lo echó al fuego, por fin prendió. Al final lo pisoteó todo para apagarlo.

Había comprado el potasio en Alemania, hacía más de siete meses. Por si acaso, se había dejado crecer la barba durante varias semanas antes de ir a una farmacia de un suburbio de Hamburgo. Esa misma noche se afeitó en un motel barato antes de salir hacia Kiel para tomar el transbordador de vuelta.

Por fin se había deshecho del potasio. Se había deshecho de todo menos de lo que iba a necesitar el 19 de junio.

Karsten Åsli se sentía aliviado. No tardó más de un cuarto de hora en llegar a casa.

Cuando estaba haciendo estiramientos en el umbral, se acordó de que hacía varios días que no bajaba a ver a Emilie. Ayer, antes de que apareciera Stubø, había decidido darle una última comida. Tenía que librarse de ella, pero no había decidido cómo. Tras la visita de Stubø tenía que tener aún más cuidado de lo que había previsto. Emilie tendría que esperar. Unos días, al menos. Allí abajo tenía agua, y de todos modos no comía nada. No había ninguna razón para bajar al sótano.

Ninguna en absoluto. Sonrió y se preparó para ir al trabajo.

El señor había desaparecido. Ya no existía.

Emilie tenía sed. Había agua en el grifo. Intentó levantarse, pero las piernas le habían adelgazado tanto… Trató de andar. No podía, a pesar de que se apoyaba contra la pared.

El señor había desaparecido. Quizá papá lo hubiera matado. Seguro que papá lo había encontrado y lo había cortado en pedacitos. Pero papá no sabía que ella estaba ahí, no la iba a encontrar nunca.

Tenía una sed horrible. Gateó hasta el grifo. Luego se reclinó sobre la pared y abrió el agua. Los calzoncillos se le resbalaron hasta los tobillos. Eran calzoncillos de chico, por mucho que la bragueta estuviera cerrada. Bebió.

Su ropa seguía doblada junto a la cama. Regresó tambaleándose a la cama, ahora a duras penas podía andar. Los calzoncillos se quedaron junto al lavabo. A Emilie la tripa se le había convertido en un gran agujero sin nada de hambre dentro. Luego tenía pensado ponerse la ropa. Era su propia ropa y quería llevarla puesta, pero primero tenía que dormir.

Lo mejor era dormir.

Papá había cortado al señor en pedacitos que había tirado al mar.

Seguía teniendo muchísima sed.

Quizá papá también estuviera muerto. No llegaba nunca.

58

Lo primero que le vino a Inger Johanne a la cabeza fue que éste era el que sobraba.

Tras las primeras frases introductorias empezó a parecerle sencillamente anodino. Geir Kongsbakken no irradiaba nada, no tenía ningún encanto. A pesar de que nunca había conocido ni a su padre ni a su hermano, Inger Johanne tenía muy claro que ambos habían sido personas que causaban una honda impresión, para lo bueno y para lo malo. Asbjørn Revheim, por su parte, había sido un hombre arrogante y provocador, un gran artista, una persona persuasiva y que no reconocía límites, ni siquiera para su propio suicidio. Astor Kongsbakken seguía rodeado de un halo de anécdotas sobre su dedicación y su ingenio en el trabajo. Geir, el hijo mayor, tenía un pequeño bufete de abogados en la calle Øvre Slottsgate, un despacho con un solo abogado del que Inger Johanne nunca había oído hablar. Las paredes estaban revestidas con madera, y las estanterías eran marrones y pesadas. El hombre al otro lado de la mesa también era pesado, sin ser gordo. Daba la impresión de no tener los contornos bien definidos, y no resultaba en absoluto interesante. Poco pelo. Camisa blanca. Gafas insulsas. Voz monótona. Era como si estuviera compuesto de los pedazos que el resto de la familia no quería.

– ¿Y en qué podría ayudar a la señora? -preguntó con una sonrisa.

– Yo… -Inger Johanne carraspeó y volvió a empezar-: ¿Recuerda el caso Hedvik, señor Kongsbakken?

Se lo pensó, los ojos se le entrecerraron.

– No… -Lo dijo sin convicción-. ¿Debería acordarme? ¿Podría darme algún otro dato que me refresque la memoria?

– El caso Hedvik -repitió ella-. De 1956.

El hombre todavía parecía un poco aturdido. Qué curioso. Cuando le había mencionado el caso a su madre -como de pasada, sin decirle lo que andaba haciendo-, Inger Johanne se había sorprendido del detalle con que ella recordaba el asesinato de la pequeña Hedvik.

– ¡Ah, sí! -Geir alzó levemente la barbilla-. Un caso terrible. ¿Fue aquel de la niñita a la que violaron, asesinaron y más tarde encontraron… en un saco? ¿Es correcto?

– Exactamente.

– Sí, claro que me acuerdo. Aunque entonces yo era muy joven… ¿En 1956, dice? No tenía más que dieciocho años. Y a esa edad no es que se lea mucho el periódico. -Sonrió como para disculpar su falta de interés.

– Quizá no -dijo Inger Johanne-. Aunque eso depende. Como su padre fue el fiscal que instruyó la causa contra el presunto autor de los hechos, yo creía que usted se acordaría mejor del caso.

– Mire -dijo Geir Kongsbakken, rascándose la coronilla-. En 1956 yo tenía dieciocho años. Era mi último año de bachillerato. Las cosas que me interesaban no tenían nada que ver con el trabajo de mi padre. Por otro lado, tampoco es que tuviéramos una relación estupenda, para serle franco, aunque no entiendo muy bien a qué viene todo esto. ¿Adónde quiere llegar? -Le echó una ojeada al reloj.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Castigo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Castigo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Castigo»

Обсуждение, отзывы о книге «Castigo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x