– Siéntese usted – gritó Soledad conteniendo la risa y sin dejar el argumento de caña. – Fuera el sombrero.
– Vaya, me siento y me descubro – repuso Sarmiento con la sumisión del esclavo. – ¿Qué más?
– ¿Se compromete usted a no salir en quince días?
– Jamás, jamás, jamás. Antes la muerte – murmuró cerrando los ojos. – Pegue usted.
– Esto es una broma – dijo Soledad arrojando el palo, sentándose junto al anciano y poniéndole la mano amorosamente sobre el hombro. – ¿Cómo había yo de castigar al pobre viejecito demente y miserable que se pasa la vida por las calles divirtiendo a los muchachos? Si no hay en el mundo ser alguno más digno de lástima… ¡Pobre viejecillo! Me he propuesto hacer una buena obra de caridad y lo he de conseguir. Yo he de traer a este infeliz a la razón. ¿Y cómo? Asistiéndole, cuidándole, dándole de comer cositas buenas y sabrosas, arreglándole su ropa para que esté decente y no tenga frío, proporcionándole todo lo necesario para que no carezca de nada y tenga una vejez alegre y pacífica.
Estas palabras debieron de hacer ligera impresión en el espíritu del viejo, porque moviendo la cabeza, se dejó acariciar y no dijo nada.
– Jesucristo nos manda hacer el bien a los pobres, cuidar a los enfermos y aliviar a los menesterosos – añadió Sola acercando su gracioso rostro a la rugosa efigie del vagabundo. – Y cuando esto se hace con enemigos, el mérito es mayor, mucho mayor, y el placer de hacerlo también aumenta. Recordando que este pobre iluso y fanático negó un vaso de agua a mi padre en un trance terrible, más me alegro de hacerle beneficios, sí, porque además yo sé que este desgraciado vejete loco no es malo en realidad, ni carece de buen corazón, sino que por causa del condenado fanatismo hizo aquella y otras maldades… Por consiguiente, papá Sarmiento, aquí estarás encerradito, comiendo bien y cenando mejor, libre de chicos, de insultos, de atropellos, de hambre y desnudez; aquí vivirás tranquilo, haciéndome compañía, porque yo soy sola como mi nombre, y estaré sola por mucho tiempo, quizás toda la vida… ¿Quedamos en eso? Ya ves que te tuteo en señal de parentesco y familiaridad.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.