Benito Pérez - Episodios Nacionales - La revolución de Julio
Здесь есть возможность читать онлайн «Benito Pérez - Episodios Nacionales - La revolución de Julio» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: foreign_antique, foreign_prose, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Episodios Nacionales: La revolución de Julio
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Episodios Nacionales: La revolución de Julio: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Episodios Nacionales: La revolución de Julio»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Episodios Nacionales: La revolución de Julio — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Episodios Nacionales: La revolución de Julio», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
«Relaciono estos hechos – dije- con la epidemia reinante, que llaman pasión de riquezas, fiebre de lujo y comodidades. Así nos lo cuentan y así lo vemos con nuestros propios ojos. Un día y otro nos hablan de los escandalosos agios, de los negocios y contratas con que el Gobierno premia a los que le ayudan. Ya viene de atrás este tole-tole; pero D. Juan Bravo Murillo fue quien más abrió la mano en las concesiones de vías férreas, de explotación de minas, de obras para nuevos caminos y para puertos y canales. Esto es muy bueno, esto es vivir a la moderna, esto es progresar. No hemos de ser un eterno Marruecos petrificado en la barbarie y en la pobreza… Aunque sigo aborreciendo a nuestro amigo Rementería, por hablador insufrible, pienso que este hombre enfadoso y cargante es un mesías que viene a traernos vida nueva. Poco vale el mesías; pero sin duda no merecemos otro. Ahora falta ver qué regeneración nos trae, y cómo la recibimos». Y ella: «No hay duda de que los españoles quieren entrar por el camino de la ilustración, madre del bienestar». Y yo: «Pero no empiezan por el principio, que es instruirse y civilizarse, para después gozar. Dicen: gocemos, y luego nos civilizaremos. Ven todo ese material bonito y elegante que los extranjeros han inventado para su goce, para su descanso y recreo; y tomando el fin por el principio, piden que vengan acá esas maravillas, las compran, las usan, quieren gozar de ellas, creyendo que con adquirirlas y poseerlas son tan civilizados como los que las inventaron y luego las hicieron. Signo de cultura son las ricas alfombras, las tapicerías, los sillones de muelles en que se hunde el cuerpo perezoso. Pues tráiganmelo, dicen: decoraré con ello mi casa, me daré tono de hombre culto, y ya se verá luego de dónde saco los dineros para pagarlo. No ha de faltar un buen negocio, un repentino hallazgo de veta minera, un cambio político, un premio de lotería, una herencia de tíos de América».
Enero de 1854. – Mi simpatía por Sartorius, motivada quizás de su cumplida urbanidad y de las atenciones que de él merecí en otra época, no se amengua con el zarandeo en que le traen los innumerables cesantes de alta categoría, moderados inclusive; los que ministraron el pasado año con Roncali y con Lersundi, y toda la caterva progresista y democrática. Ni entiendo este remoquete de polacos y polaquería con que se designa toda corruptela, los verdaderos o imaginarios chanchullos de que nos habla la vocinglera opinión. Ello es que desde que entró San Luis a dirigir el cotarro, en Septiembre del año anterior, se ha desatado un viento de huracán, que conmueve el cimiento del poder público. Las polvaredas que a todos nos ciegan, no nos dejan ver la mentira ni la verdad.
A la nariz me llegan olores de revolución sin que sepa precisar de dónde salen; pero ya puedo presumirlo, porque les acompaña tufo de cuarteles. Se nota en el vecindario madrileño esa especial alegría del pueblo español cuando hierve dentro de él el caldo de las conspiraciones, algo como preparativos de bodorrio plebeyo. Hasta me parece que noto en las personas de afición filarmónica el prurito de componer himnos, y en las de armas tomar, ojeadas estratégicas para el emplazamiento de barricadas. Comparten con Sartorius el vilipendio de la impopularidad el Ministro de Hacienda, don Jacinto Félix Domenech, ayer progresista, hoy polaco, y Agustín Esteban Collantes, contra el cual los maliciosos no fulminan ningún cargo concreto: que fue redactor de La Postdata, Secretario del Gobierno Civil de Madrid, Director de Correos, Ministro después; motivos suficientes para que le aborrezcan los que no han sabido ser nada. Me enfadan estos aspavientos de la ineptitud, que se disfraza de catonismo para que la oigamos. A los hombres que con vigorosa voluntad han sabido encumbrarse, les tengo siempre por mejores, en todo sentido, que los entecos que sólo saben tirar de los pies al prójimo que sube. Hablo de Collantes con más extensión que de Domenech, porque a éste apenas le conozco, y aquél es amigo mío. Pienso que ambos están llamados a grandes amarguras, y por anticipado les compadezco…
Mi mujer, firme en la idea de que un constante y metódico empleo de mis facultades anímicas ha de ser muy provechoso para mi salud, me recomienda que ponga mi atención en la política, ahora que está cual nunca interesante, preñada, como dice algún órgano de la Prensa, de formidables acontecimientos. Anhelo yo que esos acontecimientos vengan, y que me traigan aspectos y emociones dramáticas, con algún perfil cómico que dé humana realidad a mis historias. Anhelo también que, si los sucesos políticos toman vuelo y se hinchan con trágica grandeza revolucionaria, salga del seno agitado de los tiempos algún privado suceso de los que se miden y confunden con los públicos, formando una conglomeración sintética. Revolución quiero y necesito: revolución en los cerebros y en los corazones, revolución arriba y abajo, dentro y fuera…
17 de Enero. – ¡Vaya que esto parece brujería! Cuando con tanta fe y devoción pedía yo al Destino, a las Musas o al Demonio coronado, una revolucioncita privada o pública para mi solaz y entretenimiento (con tal que no venga por mi casa), ¿quién me había de decir que tan pronto sería complacido por las ocultas divinidades celestiales o demoníacas que me protegen? Todo suceso, sin excluir los políticos de mayor monta, palidece ante el que me ha traído una carta que esta mañana recibí, sin que me haya sido posible averiguar qué mano la entregó a mi portero con encargo de que me la subiese pronto, pronto… ¡Vaya unas prisas!… Lo primero que hice al desdoblar el papel fue buscar la firma, y con estupor leí: Virginia… Pues veamos lo que Virginia cuenta. Corrigiendo su criminal ortografía, para que la Posteridad no vitupere a esa criatura más de lo que merece, copio lo que ya he leído cien veces, sin que tantas lecturas me curen de mi asombro.
«Querido Pepe: a ti que eres tan bueno, y sabes apreciar las cosas como son, te digo lo que te digo, a ti solo antes que a nadie… Y te lo digo sin remilgos, de escopetazo, como deben decir las personas valientes lo que hacen con firme voluntad. Te asustarás, Pepe; pero ya se te irá pasando el susto.
Sabrás, querido Pepe, que me he escapado de mi casa con el hombre que amo, con el que es primero y único amor mío. Dios sabe que nunca amé a otro, y que mi corazón estuvo muerto hasta que conocí al que ha de ser mi pasión y mi felicidad ahora y siempre. Con él me lanzo por el camino de la vida. De mi casa he salido tranquila y animosa, sin llevarme más que alguna ropa y las alhajitas que tuve de soltera.
Querido Pepe: no te digo el nombre de él, porque no quiero que nos descubran ni nos persigan. Te diré que es joven, que es bueno, y que me ama con delirio, como yo a él.
No siento dejar mi casa, que me era odiosa: en ella se queda Ernesto, de quien te diré que el mismo día de la boda, y al siguiente, ya vi bien claro que no le quería, ni podría quererle nunca. Ernesto no es un marido, ni sabe más que hacer cuentas. No te escribo para que vayas a consolarle. ¡Como que se habrá quedado tan fresco! él, y el ladronazo de su padre, y su casa, y toda la sociedad me importan a mí un rábano.
«Te escribo porque mis padres y mi hermana sí que me importan, y pensando en el sentimiento que tendrán por mi fuga, se me amarga el júbilo de mi estado libre. De tu buena condición y de tu amistad espero el favor de que vayas a ver a mis padres y a Valeria, y les digas que aunque me escapé, rompiendo por todo, siempre les quiero, y soy su invariable hija y hermana… Querido Pepe: les dirás también que estoy buena, aunque con la zozobra natural de saber lo que ellos padecen, y que no me arrepiento de haber tomado el portante, porque soy feliz, y me importa un rábano la opinión pública… A ellos les deseo conformidad, y les pido que me perdonen el mal rato que les he dado, y que se vayan haciendo, porque ya digo… me importa menos que un rábano, por lo que toca a la sociedad y a los conocimientos de casa… Les dices también, como cosa tuya, que no me busquen ni den parte, ni nada, porque ni hecha pedacitos así, vuelvo yo con ese marmolillo de Ernesto… y tú, ya sabes, Pepe querido, que no has de hacer por averiguar dónde estamos… No lo sabrás aunque te vuelvas mico… Si te portas como caballero, yo te escribiré alguna vez que otra, para que por ti entiendan mis padres que estoy buena y que les quiere mucho su hija. Adiós, buen amigo. Éste te saluda y te manda expresiones. Tú se las das mías a María Ignacia, y a tu niño dos besitos, uno de cada uno de nosotros dos… Pepe, mira bien lo que te encargo: que no nos busquen, que no den parte… Si así lo haces, tendrás la confianza de tu leal amiga – Virginia».
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Episodios Nacionales: La revolución de Julio»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Episodios Nacionales: La revolución de Julio» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Episodios Nacionales: La revolución de Julio» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.